Capítulo II: Cuando Lydia conoció a Stiles

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Loca. Friky. Rara. Bicho raro. Monstruo.

Ni siquiera ella, que acababa de salir de un psiquiátrico era ajena a lo crueles que podían ser los chicos de su edad cuando se encontraban ante alguien que no encajaba con sus imágenes de "socialmente aceptables".

El color que usas, la forma en la que hablas, como vistes, como te mueves, si tienes más amigos chicos que chicas, si sales con muchos chicos, si no sales con ninguno, si pierdes tu virginidad joven, si aún no al has perdido. Todo era motivo para ser criticado.

Claro que Lydia, siendo una ex paciente de un psiquiátrico, le ganaba a esos supuestos.

Podría ser debido a que a esa edad todos eran un poco maliciosos, al fin y al cabo ¿qué criatura más arrogante que aquella que cree que lo sabe todo, pero apenas conoce de nada? La juventud es sinónimo de extremos.

Amas eternamente y al segundo siguiente odias fervientemente, no hay términos medios. Amas u odias, eres valiente o eres cobarde, eres normal o un bicho raro.

Lydia se ajustó su bolso mientras miraba la entrada del instituto alzarse frente a ella como un monstruo terrible, solo que ella conocía a los verdaderos monstruos, y no eran parecidos a estudiantes de secundarias.

Por mucho que ella lo prefiriera.

Aunque en esos momentos, mientras se encontraba mirando la puerta ser empujada por estudiantes que entraban, y otros le dirigían miradas especulativas y llenas de curiosidad, Lydia comenzó a considerar si los monstruos de sus pesadillas no eran mejores.

Su hermano la había abandonado nada más llegar, murmurando algo de unas practicas antes de clase, aunque Lydia sabía que era solo una excusa para que no los vieran juntos. Al fin y al cabo, la tensión entre ambos seguía de la misma forma en la que estaba cuando este decidió contarles a sus padres su secreto.

Dio una respiración profunda y camino lentamente hasta la puerta, armándose de valor la empujó, permitiéndose entrar al interior donde fue recibida por una reguera de miradas y estudiantes que pasaban apurados a sus clases o a reencontrarse con sus amigos.

Lydia apretó la correa de su bolso, más como un gesto nervioso que otra cosa, deseando poder desaparecer y volver a las cuatro paredes de su habitación.

«Los cobardes no ganan las batallas» se susurró mentalmente, dio una inhalación profunda y comenzó a andar por el pasillo, mirándose los pies, intentando pasar lo más desapercibida posible.

Mientras continuaba su camino, comenzó a revolver en su bolso buscando el papel arrugado donde tenía la contraseña de su casillero y sus horarios. Sabía que debería haberlo guardado mejor, considerando que era algo bastante importante en ese momento.

Al tiempo que revolvía ferozmente dentro del mismo, era empujada por los estudiantes que se movían como olas salvajes e indomables para dirigirse a clase. Lydia sintió que su corazón se aceleraba, no estaba acostumbrada a tanta gente.

Ese fue el último pensamiento que tuvo antes de chocar contra un cuerpo sólido que la sostuvo antes de caer.

Aunque su bolso no tuvo la misma suerte y vio impotente como todas sus cosas caían con un sonoro golpe en el suelo. Vio como sus lapiceras y cuadernos se desparramaban, y apretó los ojos, maldiciendo en silencio.

Nerviosa por ser el centro de atención de aquellos que se habían apartado del desastre que su incidente había causado, Lydia se arrodilló desesperada por poder guardar todo rápidamente.

—Lo siento mucho, ¿te lastime? —pregunto una voz, Lydia alzó la cabeza al escucharla. Se sorprendió al ver que su atacante, si podía llamarse de esa manera, no se había ido, sino que la miraba preocupado desde la altura.

Grita | Teen Wolf #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora