Los Cofres del Saber (prólogo y primer capítulo)

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                                                                       Prólogo

         Llevaba tantos meses planeando el momento que la visión de casa envuelta en la hoguera le arrancó una pérfida sonrisa de satisfacción. Admiró unos segundos la explosión de colores anaranjados y rojizos que iluminaban la oscuridad de la noche, las llamaradas danzaban al son del viento invisible que se había levantado como llamado por la providencia, creando figuras fantasmagóricas que se elevaban desde la construcción anticuada y mugrienta donde había nacido y crecido.

El olor a humo le llenó las fosas nasales, envuelto en las cenizas que el aire atrapaba para lanzar hacia el jardín abandonado que rodeaba aquella casona medio destartalada que se alzaba cerca de un pueblo de Trasilvania, en un lugar recóndito, perdida entre la espesura de la nada. 

 Sintió un leve escalofrío cuando las partículas negruzcas que llevaba el aire se le posaron el los cabellos, como si en un lugar de su alma se despertara la conciencia olvidada. Se las sacudió deprisa, con ansia, sin detenerse a pensar en las implicaciones de lo que acababa de hacer, negándose a abrir la puerta a las emociones cálidas, substituyéndolas por hielo y frialdad.

       Se dio la vuelta, dándole la espalda a su lugar de origen, alejándose a grandes zancadas de la casa que había cobijado su infelicidad, su tristeza, su ambición frustrada. Su pasado moriría en esa hoguera que había propagado gracias a una explosión de gas, allí encontraría su tumba su yo antiguo. Caminando hacia adelante sería capaz de reinventarse, de crear una nueva persona, con otros rasgos, con otra identidad, con una vida plena.

          No escuchó los gritos de dolor y angustia de sus padres y sus hermanos mientras las llamas les devoraban la piel con su quemadura mortal, no sintió ni un átomo de arrepentimiento ni permitió que su mente se llenara con imágenes fidedignas de la muerte horrible a la que había condenado a su familia.

 Siguió caminando con firmeza, con pasos largos y poderosos, avanzando hacia el destino que se había trazado.  

          Sentía felicidad, liberación, alegría. Era como si todo el cariño y el esfuerzo de sus padres se hubiera perdido en los confines de una conciencia arrasada por el odio y la venganza, como si aquella obsesión que le había atrapado en el bar del pueblo, con la mirada fija en la pantalla de televisión, descubriendo un mundo de lujos, dinero y poder, se hubiera enredado entre sus sentimientos, estrujando con fiereza la bondad que podría haber anidado en su corazón.

          Y la casa ardió, se quemó, desapareció consumida por las llamas del odio y el dolor, arrasada por la ambición desmedida de esa sombra que se alejaba en la oscuridad para dar rienda suelta a sus sueños. Y sus habitantes perecieron a manos de esa sombra, la misma que se forjó una nueva vida sin detenerse a pensar en sus actos, en sus crueldades, en sus víctimas.

                                                                      Capítulo 1

         Era media tarde. El sol se había escondido en algún lugar indefinido para traernos la oscuridad que envuelve las largas tardes de invierno en la ciudad. Estaba sentada en el enorme salón de mi casa, con la bandeja de la merienda vacía sobre la mesa de centro de madera lacada que jugaba con la decoración minimalista que me envolvía.

      ¿Cuánto tiempo llevaba ahí sentada? ¿Qué hacía? Esas fueron las primeras preguntas, las que me cruzaron por la mente embotada y espesa, como si estuviera llena de una pasta consistente que se hubiera pegado a los circuitos neuronales y no los dejara funcionar con fluidez.

      Notaba la boca pastosa, con la lengua seca y los labios agrietaos. Los ojos me lloraban, como si el cansancio los vaciara de líquido lentamente y desplazara las lágrimas creando caminos sinuosos en mi rostro pálido y estático. El sabor salado de las lágrimas me despertó el sentido del gusto. Las saboreé de una manera casi furiosa, como redescubriendo una sensación olvidada.

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