Capítulo 1: Un escape a mi dolor

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* Este capítulo tiene un vídeo con música para ambientarlo, si gustas reprodúcelo para oírlo. 


La debilidad de su corazón le causó una enorme desesperación, llevándolo a elegir una cobarde ruta de escape y por la cual llegó a este maldito lugar. Ahora se halla frente un ser, cuya propuesta no le importa, pero el resultado lo tienta, unos penetrantes ojos amarillos que están hundidos dentro de sus cuencas, observan desde lo alto la figura de alguien y en el reflejo de sus grandes pupilas de muerta mirada, se puede ver a un muchacho afligido por el dolor de su pasado.

Esta escena se desarrolla en un tétrico escenario, donde los interiores de una cueva rojiza, son lentamente iluminados por el resplandor un fuego fatuo y van descubriendo a los participantes. Esas llamas arden bailando con un movimiento espectral, asemejan a brazos que se contonean como llamando a quien los viera y parecen salir de las paredes haciendo un chirriante ruido mientras incrementan su intensidad. La cueva entera es iluminada, mostrando en sus muros unos extraños símbolos dorados, estos brillan tenuemente expulsando motas de luz y desaparecen a los pocos segundos de haber nacido.

Ahí en medio de la cueva, se encuentra parado un joven que se sostiene el brazo derecho con la mano izquierda y lo aprieta con suavidad manifestando su nerviosismo. Su cabellera corta esta despeinada, es de color castaño oscuro, el flequillo le cae sobre los ojos como si intentara ocultar su mirada, sus marrones ojos son adornados por marcadas ojeras e hinchados parpados por el llanto que no pudo guardar, en su rostro se nota una barba tosca y descuidada por no afeitarla. Tiene la complexión normal de cualquier joven veinteañero, su ropa es casual sin nada en especial, un pantalón jean y una camiseta purpura. Este joven levanta su mirada con algo de temor, pues segundos antes una voz llamó su atención, lo gutural de esta le retumbó hasta los huesos, dejando su cuerpo temblando y cada vello de su cuerpo erizado en señal de alerta.

La luz revela que delante de este joven, hay un gigantesco tórax humanoide en posición de estar echado, solo se distinguen tendones y nervios saliendo de los muñones en sus extremidades, da la impresión que fue partido en trozos y abandonado a su suerte. Por toda la cueva se distinguen las partes faltantes de este ser, brazos mutilados a los lados, las piernas cercenadas por otros, unos enormes dedos sobresalen del suelo cerca del muchacho y este sin saber que son los usa de apoyo. Los hundidos y penetrantes ojos de ese gigante, miran con atención la lamentable expresión que su acompañante le muestra y suelta una sonrisa algo sarcástica.

—¿Estás listo para la audiencia? —Dice la criatura con su voz áspera y gutural que resuena en el lugar.

—Hazlo, ya tomé mi decisión. —Dando un paso adelante, la mano derecha del muchacho brilla de un tono carmesí.

Lismatus: Treceava HoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora