HISTORIA 7 (o cómo la nada no existe)

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   —¿Estamos otra vez en la tumba? —pregunté intrigada.

  —A mí que me registren —contestó José—, esto ya no es cosa mía.

  —¿Quién tiene la linterna? —preguntó Luis.

  —La sigo teniendo yo —dijo José— pero no se enciende; a lo mejor se le han acabado las pilas.

  —No os molestéis en intentar nada —murmuró Natalia como avergonzada—, creo que estamos en mi historia.

  —Al menos ya sabemos que hemos vuelto de Egipto —dijo Carmen aliviada.

  —Bueno, Natalia —comentó Julián—. ¿Dónde se supone que estamos?

  —Sinceramente, no tengo ni idea —respondió ella.

  —Claro —le dije con suavidad—. En realidad, ninguno sabíamos con exactitud dónde estábamos al principio de cada historia.

  —Ya —dijo Natalia—, pero es que yo no tengo ni la más ligera idea.

  —Céntrate –le recriminé—, ya sé que no deberías desvelar ahora esto, pero ¿qué viste en la tele del principio?

  —¡Pues precisamente! —contestó casi chillando—. ¡Ahí está el problema!, no vi absolutamente nada, no conseguí ver como real ni una sola de las cosas que había en esa habitación. ¿Por qué creéis que no quería comenzar toda esta historia?

  —¡Venga ya! —exclamó incrédulo Julián—, siempre imaginé que tu historia sería algo así como: “La increíble fábula del bolso que no combinaba con los zapatos”, y ya me veía yo corriendo por un gran almacén en busca del cinturón perdido.

  —Pues ya ves que no es así —contestó secamente Natalia.

  —Está visto que nos quedaremos sin saber muchas cosas de nuestra querida hermana mayor —fue Luis quién habló—; a lo mejor en otra ocasión.

  —¿Fui yo la única que escuchó lo que dijo la voz? —estalló de repente Natalia.

  —¿A qué te refieres exactamente? —contestó con otra pregunta José.

  —La voz dijo que volveríamos a aquella extraña habitación cuando hubiéramos viajado a cada una de las siete historias —me adelanté a contestar— y, de momento, sólo hemos estado en seis.

  —A lo mejor no hacía falta pasar por la tuya —dijo Carmen en un intento de consuelo.

  —Si eso fuera así ya estaríamos en casa —observó Luis.

  —Será mejor que nos sentemos todos juntos y busquemos una solución —dijo José.

   Pasamos un rato llamándonos unos a otros hasta que nos cogimos las manos y nos sentamos en un círculo. Nikon saltó por encima de nosotros y se colocó a mis pies.

  —Puede que si intentas pensar en algo ahora funcione —le sugerí a Natalia.

  —No lo creo —dijo José—, de hecho las otras historias han pasado de una a otra sin interrupción ninguna. Creo que será mejor que te concentres en lo que estabas pensando cuando la voz nos hablaba.

  —Pero es que no estaba pensando en nada —argumentó Natalia.

  —Técnicamente —protestó Julián— eso es imposible, a no ser que estuvieras muerta, y creo que no es el caso. Siempre hay actividad cerebral, por muy pequeño que sea nuestro cerebro.

  —Pues yo no estaba pensando en nada —dijo separando cada sílaba de la última palabra—. Bueno…

  —Bueno ¿qué? —dije impaciente.

Siete historias (o excavando en el pozo de la fantasía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora