HISTORIA 1 (o cómo hacer fácil lo imposible)

2.1K 21 2
                                    

Estábamos en una especie de recibidor, con cuatro puertas simples a cada lado y una gran puerta de dos hojas al fondo del pasillo que ocupaba toda su anchura. Era una puerta imponente, de un color rojo muy intenso y adornada con dos hermosos tigres tallados en lo que parecía ser oro puro. Íbamos a  preguntarle a Carmen dónde estábamos, cuando se abrió una de las puertas pequeñas y apareció un niño de unos diez años. Era un niño oriental con unos preciosos ojos negros rasgados y una larga trenza que le llegaba casi hasta la cintura; llevaba puesta una casaca roja abrochada con unos graciosos ojales que eran una especie de caracolitos hechos con cordel negro muy brillante; sus pantalones eran muy anchos también de color negro y no llevaba ningún tipo de calzado en sus pies. Juntó las manos y nos hizo una reverencia tan exagerada que casi tocó el suelo con la frente.

  —¿Pertenecéis todos al mismo zú? —preguntó ansioso, y mirando nuestras caras de absoluta incomprensión aclaró—: ¿Pertenecéis todos al mismo clan o familia?

  Aún mudos por la impresión, todos asentimos con la cabeza.

  —Honorables extranjeros —dijo en un perfecto español—, sois la respuesta a nuestras plegarias, el cumplimiento de la profecía, los que salvaréis a nuestro humilde reino de la tristeza.

   Miramos a Carmen intrigados, al fin y al cabo era su historia, y la alentamos con gestos a que hablara con aquel desconocido.

  —Tendrás que perdonarnos, pero no sabemos de qué nos estás hablando —le dijo con dulzura.

  —Seguidme, por favor, os lo mostraré en el gran mural —y diciendo esto comenzó a andar con paso acelerado mientras le seguíamos, intentando no perderlo de vista, por una infinidad de pasillos y portones que parecían exactamente iguales.

   Se paró frente a una puerta, la abrió y se hizo a un lado para que pudiéramos pasar. No nos esperábamos lo que vimos, era una habitación pequeña donde no había absolutamente nada.

  —No os apresuréis a juzgar antes de verlo todo —dijo con una sonrisa.

   Cuando nos giramos para replicar que no había nada que ver, descubrimos que la pared donde estaba la puerta por la que habíamos entrado era en realidad un cuadro gigante. Los colores que predominaban eran el rojo y toda la gama de ocres, dorados y naranjas. En el centro había dibujada una Luna en fase creciente, la que mira hacia la izquierda, pero sus puntas se abrazaban y sostenían a una pequeña niña china que sonreía con cara de satisfacción. Rodeándola había cuatro dibujos más. En la parte superior izquierda una niña pequeña, también china, bailaba alegremente con una cinta, como las gimnastas que salen por la tele. A la derecha de ella había otra niña, pero era más mayor y sus rasgos no eran chinos, sino occidentales, su piel era muy clara y su pelo liso castaño; estaba sentada en el suelo y leía un gran libro de color, cómo no, rojo. Debajo de ella aparecían tres niños exactamente iguales, aunque con ropas de distintos colores, tocando cada uno un instrumento diferente; tampoco parecían orientales. A la izquierda se podía ver a una chica con el pelo castaño claro, rizado, recogido en una coleta, con unos mechones cayéndole sobre la frente y mirándose a un espejo. Desde luego, eso nos lo confirmó: éramos nosotros dibujados en una pared, vete tú a saber el tiempo que hacía.

  —Un momento —objetó José—. Falta Nikon, nuestro perro.

  —¡Uy, perdón! —se disculpó.

   Cerró la puerta que aún estaba abierta y en ella, ocupando todo el espacio de la misma, había dibujado un imponente dragón de color blanco y negro. No pudimos evitar mirar a Nikon y reírnos con todas nuestras ganas.

  —Venga, hombre —soltó Luis—, estás de guasa, no se parecen en nada.

  —No creo que hagas bien en reírte —contestó muy serio—, es evidente que los dragones hace miles de años que desaparecieron y por lo tanto no esperábamos uno literal. Pero ¿quién te dice que vuestro quàn (así se dice “perro” en chino) no tiene un corazón tan valiente, sabio y poderoso como el de un dragón?

Siete historias (o excavando en el pozo de la fantasía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora