Capítulo VIII: Por Un Puñado de Dolares Canadienses

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Saliendo con la discreción generalmente reservada para el trafico de i-pads robados, Allye, Sarah y Jake, junto con Audrey (todavía inconsciente y cargado por este último) llevaron el maletín a la casa de la joven Greenberg, donde su actuar bizarro no levantaría una ceja de sospecha.

—Pude juntarme con otras personas saben —comentaba Allyson muy nerviosa en el cuarto de Sarah—. Sé que no tengo la inteligencia para juntarme con los estudiosos, las medidas para hacerlo con la "gente bonita", ni el conocimiento enciclopédico sobre Alan Moore para unirme al club de comics...

—¿A qué viene todo esto Allye? —Le preguntó Jake, un tanto harto de las quejas de su amiga

—A que estoy casi segura que podría estar haciendo algo más de provecho que robar dinero de drogas de hace tres décadas y dañar propiedad escolar en el camino.

—¡Hey, tú fuiste la que se terminó de convencer!

—¡No pensé que me harían caso esta vez! ¡Siempre les digo "nunca digan nada que pueda ser usado contra ustedes en una corte" e igual lo dicen!

—¡Eso ya no importa! ¡Ya lo hicimos y tú nos ayudaste! ¿No es así Sarah?

Sarah se encontraba callada y con la mirada perdida, lo cual no es precisamente una novedad conociendo el historial de enfermedades mentales de la familia Greenberg, pero que en el contexto de ocultar dinero sucio que tal vez hubiera sido mejor que no hubieran hallado llamaba la atención.

—¿Y a ti que te pasa? —preguntó Allyson

—Es que ando pensando sobre algo de enorme relevancia para nuestro futuro...

—¿Qué cosa? —Jake se unió a Allyson en su cuestionar, esperando más o menos lo mismo: una respuesta típica de...bueno, de Sarah

—¿Cómo gastare mi parte?

—¿No sería mejor primero contarlo bien? —Allyson sugirió.

Jake abrió el maletín, y en el encontró un pequeño tesoro: había billetes y dinero nacional, pero mucho del botín eran monedas de oro y plata de todos tipos, algunas joyas de toda clase de formas y colores y piedras preciosas.

—Lo que no entiendo es...bueno, con esto tenemos algo sacado de una película de piratas. —

—No Allyson—le contestó Jake—. De hecho, no es tan descabellado: el valor del dinero se pierde con el tiempo debido a inflación o devaluaciones, pero ese sujeto lo cambió todo a metales preciosos, lo cual tienen un valor mucho más estable...el tipo no era ningún novato...

—¿Cómo sabes todo eso?

— ¿Bromeas verdad? Mi madre solía robar joyas de las casas de los clientes con los que se acostaba

—OK...en verdad no necesitaba oír eso

Entonces, escucharon un quejido: detrás de ellos, Audrey parecía recobrar la consciencia: poco a poco abrió los ojos y se levantó

—¿Dónde estoy?

—En mi casa—respondió Sarah.

—Ah, por supuesto... ¿y quiénes son ustedes?

—¿Cómo que quiénes somos? Los chicos a los que pediste ayuda para el..."trabajo" —dijo Allyson.

—Eh...no, lo siento: no recuerdo haberlos visto alguna vez...

—¿Jake, qué tan fuerte lo golpeaste? —Allyson le murmuró al oído a su compañero

—No demasiado, al menos nada que él no pudiera aguantar...pero tal vez le pasó algo al subir al cuarto de Sarah...

El Club de HopewellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora