Epílogo: Un final es un nuevo principio

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Penny P.O.V

“Estimada mademoiselle Picard:

Nos complace informarla de que, tras un largo proceso de selección, ha sido admitida en la Universidad de París. Estaremos encantados de recibirla entre nosotros como alumna, para que sus futuros logros en la Universidad sean tan brillantes como lo han sido durante sus años escolares. La esperamos en septiembre.

Cordialmente,

Monsieur Pierre Gallart

Decano de la facultad de letras de la Universidad de París –Sorbona.”

Aunque hace ya unas cuantas horas que he leído la carta, vuelvo a leerla de nuevo, intentando asimilar la noticia. No me lo creo todavía. Me han contestado de París. Es imposible que me hayan mandado la carta por error, mi nombre está impreso en el sobre con el matasellos de París.

Me han admitido. Lágrimas de alegría empiezan a deslizarse por mis mejillas. No me lo termino todavía de creer. Pero soy feliz. Demasiado feliz en este momento. Sobre todo, porque no me esperaba que después de tantos meses de espera, me hayan contestado.

Cuando llegó el momento de enviar nuestras solicitudes a las universidades, envié dos. La primera fue para Stanford, donde con mayor probabilidad me aceptarían. La segunda, de la cual no le hablé a nadie, fue a la universidad de París.

Si bien no le hablé a nadie de la segunda solicitud, fue porque era improbable que me admitiesen. Es de sobra conocido que, de las miles de cartas que llegan cada año al decanato, solo unas cuantas privilegiadas son respondidas. Y mi carta fue una de ellas.

No me lo esperaba para nada. La carta de admisión procedente de Stanford había llegado dos semanas después de que yo enviase la mía. Además, la opción de ir a Stanford no me disgustaba en absoluto. Sol californiano durante todo el año, un excelente programa de letras, y una facultad cerca de Colorado, donde estudiará Kevin.

Regresar a París siempre había sido una idea que rondaba de vez en cuando por mi cabeza. Me invadía la nostalgia de vez en cuando. Sus amplias calles, los cafés, la tranquilidad… Por mucho que me gustase vivir en Seattle, y posteriormente en el internado, siempre echaba de menos París.

Esto tiene que ser una señal del destino. ¿Qué otra cosa podría ser si no? Los billetes para ir a Palo Alto ya estaban sacados. Todo estaba listo para marcharme a Palo Alto. Todo menos Kevin.

Habíamos hablado muchas veces sobre lo que pasaría después de la graduación. Él estudiaría educación en Berkeley, y yo literatura inglesa y francesa en Stanford. La distancia entre ambas facultades es de casi una hora. Todo era perfecto.

Por un momento me planteo mis opciones: Stanford y Kevin, o París y una incertidumbre total.

No tengo ni idea de qué voy a hacer.

La voz de mi madre interrumpe mi flujo de pensamientos.

-          ¡Penelope! – me llama mientras camina hacia mi habitación.

Aparece en el quicio de la puerta, esperando que la deje pasar. Asiento, y ella entra en mi habitación y se sienta a mi lado. Contempla con curiosidad la carta que tengo en las manos.

-          Así que te han contestado… - empieza a decir ella con suavidad.

Asiento, sin contestarle todavía.

-          Pero han tardado bastante. Hoy es 15 de Agosto.

Me acaricia con suavidad el pelo, negro como el suyo. Mi madre y yo nos parecemos mucho. Somos calmadas, nunca levantamos la voz y siempre intentamos complacer a los demás. Nunca nos preocupamos demasiado por nosotras mismas.

St. Peter CollegeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora