capitulo 81

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Mis manos comenzaron a temblar. Sentí que me desvanecía. El reloj pegado en la pared se detuvo y todo empezo a oscurecerse. Apenas digustaba de un sabor amargo en mi boca, como si la hiel se hubiese posicionado en mi lengua en una dominación sin retorno. Los bordes de las cosas se difuminaban con todo lo demás, como si todo estuviese mezclado; ya no me encontraba en un mundo coherente.

—Harry, hermano, ¿estás ahí?— pregunto Martín enterrado entre sollozos.

—¿Puedes venir por mí?— me limité.

—Sólo Oriana está aquí, le diré que vaya por tí.

—Gracias— colgué.

Hubiese sido muy suicida de mi parte conducir hasta el hospital, era imposible que yo tomara el mando frente a un volante en el estado que me encontraba y vivir para contarlo. Sólo imaginar el rostro de mi hermana enchufada a aparatos de los cuales dependía su vida sin remedio alguno, con su rostro pálidos, sus ojeras oliváceas rodeando el contorno de sus ojos, y sus labios secos y fruncidos semiabiertos podían hacer que perdiera la razón y peor aún, que la perdiera frente a las luces de un camión en la carretera. No me encontraba en condiciones óptimas para merodear por la ciudad bajo mi propia cuenta, no me sentía capaz de siquiera levantarme del suelo donde ahora me encontraba.

En otra ocasión, hubiese salido disparado en busca de la sobrevivencia de mi hermana, buscar una solución, estar a su lado en estos instantes aunque mi vida dependiese de ello. Pero, me doy cuenta que soy más débil de lo que creí. Me recuerdo detrás de un escritorio dirigiendo jóvenes y maestros, llamando mujeres y desgastándolas a mi antojo y degustar, viviendo todo y nada, lleno de cosas mundanas que me satisfacían carnalmente y dejaba en segundo plano cualquier necesidad de mi alma o mi consciencia. Y ahora, la mujer que me cuidó durante los últimos doce años estaba a punto de desprenderse de mí y de este mundo para siempre, todo por ése maldito accidente.

Escucho a lo lejos un auto y una bocina sonando desesperada. Me levanto de la alfombra gateando y salgo de la casa rápidamente. No me interesé en lo más mínimo en revisar si había dejado bien cerrado, o siquiera meditar en si había dejado encendida la televisión o no. Veo un auto rojo esatcionado a unos cincuenta metros. Me asomo por las ventanas y veo a Oriana con el cabello en una coleta mal hecha, nisiquiera me mira. Abro la puerta y me acomodo en el asiento. Oriana arranca el auto antes de que pudiese cerrar la puerta. Conduce a toda pastilla sin mirarme, se mantiene en silencio y con el rostro trastornado. No sé qué puedo decirle en éste momento. ¿Cómo está mi hermana? Eso sería muy estúpido, en una fiesta con los enfermos dudo que estuviese. Pero, debía saber que pasaba con Liz, aunque pareciera un tipo idiota, de todos modos, ya había afrontado que era uno. Mujeres, me han arruinado.

—¿Qué pasó con Liz?— rompo el silencio con una voz ronca. Me doy cuenta que las doce cervezas que me tragué como agua hace media hora han hecho efecto. Estoy medio ebrio.

—¡¿Estás borracho?! Eres un irresponsable, Zachary, eres un idiota— ya lo sabía—. No tienes respeto por nada. Nisiquiera te atreves a mandar un maldito mensaje de texto en blanco y una puta llamada. ¿Tanto te importa tu hermana? Juro por los tres pueblos de Mannhattan que si la que estuviese agonizando fuese la tal Jane, sacarías raíces al pie de su cama, pero como se trata de una simple mujer que no importa que se te haya cuidado tantos años, tu hermana, que ha sido como tu madre todo este tiempo no te interesa lo que le pase, en cambio, te emborrachas y te apuesto que lo hiciste porque la perrita te dejó por irse con algún tipo que le paga mejor por sus servi...

—¡Basta, Oriana! ¡Jane no es ninguna prostituta! Y si vas a hablar así de ella, prefiero irme caminando al hospital, así tenga que arrastrarme con las uñas, ¿me entiendes?— mi voz se alteró, igual que todo yo. Apreté mi mandíbula, no soportaba que alguien dijera algo malo de Jane. ¿Por qué todos se enfrascan en atacarla? Nadie la conoce como yo, nadie comprende su personalidad, nadie ha visto lo que ella es realmente, su lado amoroso, la Jane que me sonríe y juega, que me extraña, la que es cuando esta conmigo, esa es la verdadera Jane, y la amo con sus lados raros y buenos, porque todo eso raro es compensado por sus caricias, su presencia y toda la felicidad que me da.

Mala JaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora