Con los ojos del alma ©

7. Enfermo y cuidado

Estaba muerto de la vergüenza con todo lo que sucedió esta tarde. Nunca enfermo y tenía que ser justo el único día que mamama viajó a ver a su madre que me tuve que sentir mal. Vargas me llevó hasta la clínica y para continuar con mi desgracia me acompañó al consultorio, pensé que saldría pero creo que el médico supuso que éramos «algo», por ello le habló como si nada explicándole todo a ella sobre los remedios y demás.

Lo peor fue cuando me preguntó los síntomas, me preguntó si había tenido fiebre, dolores, nauseas... pero lo más vergonzoso fue cuando inquirió acerca de mi «tránsito intestinal», como dicen las publicidades de yogurt. La verdad es que en eso tampoco había estado bien, pero no podía admitirlo frente a una alumna. ¡Dios, qué vergüenza!

Acabábamos de llegar a casa, no quería que pasara pero ella insistió alegando que me veía bastante mal. No me quedó más que ser cortés y servirle algo de beber. No podía ser desagradable luego de que la tuve cuidándome todo el día.

—Es un departamento hermoso —comentó.

—Gracias... —un inesperado y horrible malestar me atacó al momento, corrí al baño dejándola allí. El estómago me apretaba y lo poco que había ingerido en el día estaba buscando la forma de salir por mi boca. Apenas logré cerrar la puerta del baño.

—¿Está bien? —preguntó Vargas desde el otro lado de la puerta.

—Si... puede irse, gracias. Estaré bien.

—No puedo dejarlo así... —habló consternada.

—No se preocupe, se cuidarme solo.

—Sé que sabe hacerlo, pero... en mi caso, odio enfermarme y estar sola... Puedo quedarme por si necesita algo profesor, de verdad...

Estuve a punto de decirle que se fuera, de gritarle que saliera, me estaba poniendo aún más nervioso. Me lavé la boca y me dispuse a salir del cuarto de baño, entonces me volví a sentir muy mal, muy débil, muy... agotado. Y no pude volver a hablar, salí debilitado sintiendo el calor invadiendo mi rostro... me quedé allí recostado por una pared y entonces ella se acercó a mí.