✎ 008. «21 de agosto».

316 40 5
                                    

«Jueves. 21 de agosto; 2014».

❝La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante.❞

Creo que no tendría sentido vivir si no hubiera un motivo detrás; una razón para seguir adelante. Viviríamos por vivir, así sin más, porque pensaríamos que para eso estamos aquí. No obstante, si estamos aquí es porque somos capaces de hacer grandes cosas. Tal vez no «grandes cosas» a nivel colectivo, pero sí en el sentido personal. No todos consideramos como importante las mismas cosas, o queremos algo de la misma manera; así que por ello considero que (a pesar que necesitemos de la compañía de otras personas) debemos hacer todo lo posible por nosotros mismos, sin depender de nadie.
Yo, por ejemplo, tengo varias metas. Como muchas personas, supongo. Sin embargo, sé que llegando sola a las metas provocará en mí muchísima más felicidad. Es decir… estaré más contenta porque logré lo que había soñado sin que nadie más que yo interfiriera cuando solo pueden hacerse muchas cosas.
Sé que podría estar equivocada, pero opino de esta manera porque al no haber podido contar con muchas personas en mi vida luego de que unas importantes se fueran, preferí hacerlo todo por mi cuenta. La soledad me inspiraba más que la compañía, sinceramente.

︿﹀︿﹀︿﹀︿﹀︿﹀︿﹀︿﹀︿﹀

«Viernes. 21 de agosto; 2015».

Savannah piensa que a Kenner le gusta Rabindranath Tagore. La verdad es que él no tiene idea de quién es. Bueno, en realidad hasta ayer no la tenía. Ha tenido que investigar.

La razón es que ella le ha preguntado si lo conocía, porque lo escuchó decir en una ocasión «Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te permitirán ver las estrellas», cuando aquella frase es del mismísimo Rabindranath Tagore. Kenner, sin pensarlo siquiera, le contestó que sí, que lo conocía. La verdad es que en aquel momento estaba muy nervioso y ha dicho todo lo que le ha parecido conveniente. Aunque bueno… no le sirvió de mucho. Sav le preguntó sobre si había leído sus poemas, ¡y Kenner Eatswood contestó, así sin más, que sí!

Después se dio cuenta que se había medido en un problema grandísimo. Ha estado desde ayer leyendo y leyendo poemas suyos (y por más de que le gustaran) se le está tornando insoportable. De todos modos, sabe perfectamente que era preferible eso a que ella le preguntara si tenía su libreta.
Uno de los poemas que leyó y le gustó bastante, es El último trato:

Una mañana iba yo por la pedregosa carretera,

cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza.

“¡Me vendo!”, grité. El Rey me cogió de la mano y me dijo:

“Soy poderoso, puedo comprarte.” Pero de nada le valió su poderío

y se volvió sin mí en su carroza.

Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía

y yo vagaba por el callejón retorcido

cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro.

Dudó un momento, y me dijo: “Soy rico, puedo comprarte.”

Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.

Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor.

Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:

“Te compro con mi sonrisa.” Pero su sonrisa palideció

y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.

El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente.

Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas.

Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:

“Puedo comprarte con nada.” Desde que hice este trato jugando, soy libre.

Cree que, lo que el autor intenta demostrar aquí, es que todos valemos lo mismo y al mismo tiempo no valemos nada. Valer, respecto a dinero.

Kenner está más que seguro que si ella llega a preguntarle sobre su poema favorito, sin lugar a dudas le contestará que es aquél. Sólo espera que no le pregunte nada que no pueda responder porque lo pondrá nervioso y meterá la pata una vez más.

Hace unos minutos leyó un poema, llamado “Pájaros perdidos”, y en él se encuentra la frase que Savannah reconoció tras oírselo pronunciar. Quiere aprenderse todas las frases de memoria, aunque no lo consigue. Son demasiadas.

—Ya deberíamos entrar —escucha que dice su mejor amigo, Nick, desde el asiento del acompañante. Kenner levanta la cabeza para mirarlo, y luego a su alrededor. El aparcamento del instituto está casi vacío de personas.

—Sí, es verdad... —acepta, y bloquea la pantalla de su celular, donde estaba leyendo todo. Lo guarda en su bolsillo y recupera su mochila.

Ambos, sin emitir palabra alguna, caminaron hasta la entrada, y allí se encontraron con los pasillos vacíos también. Lo más rápido posible fueron hacia el salón que les correspondía, y transcurrieron toda la mañana yendo de una clase a otra. Kenner no vio a Savannah en ningún momento.

Ese detalle hizo que se desinflada. Le hubiese encantado conversar con ella, aunque según parecía no concurrió a la preparatoria. No obstante, se dijo así mismo que no iba a permitir que algo así lo desanimara. Ahora tenía un día más para prepararse y conocer más poemas para poder debatirlos con Sav luego.

Llegó el momento en el que se dio cuenta que después de todo sí había manera de conversar con ella. Entonces buscó en su mochila una agenda color celeste.

Una vez que hubo terminado, se colgó las correas en los hombros, pensativo, y caminó hacia el sitio donde se llevaría a cabo el entrenamiento. Tendrían que haberlo tenido ayer, pero por unas cuantas complicaciones lo pospusieron a hoy.

Kenner le había dicho a Nick, su mejor amigo, que fuera y que luego lo alcanzaría. Así que al llegar allí se lo encontró, aunque no le estuvo prestando atención. Junto con sus pertenencias fue a cambiarse, y al regresar seguía y seguía pensando. Se preguntó cuáles serían los propósitos de Savannah Hart. Qué sería todo aquello que se propone, que quiere alcanzar. Se lo preguntó por durante más de diez minutos, y después se lo cuestionó a él mismo: «¿cuáles son mis metas?»

Y el silbato sonó y tuvo que dejar sus dudas aparte. Debía abandonarlas en el umbral y él ingresar a la habitación para cerrar la puerta detrás de sí. Debía concentrarse en su deporte, no en ese tipo de cosas. Después le dedicaría tiempo, se dijo. Sin embargo, en medio del entrenamiento, se dio cuenta de una cosa. «No lo sé.»

No pudo pensar en otra cosa en lo que restó del día.

Letras perdidas. © [LP 1]Where stories live. Discover now