2. Capítulo 12: Una confesión apresurada (2ª Parte)

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Tuve que cubrir mis ojos para evitar ser cegada y, en ese instante, la carta escapó de mis dedos.

Lo siguiente que supe fue como mi mente fue embotada de imágenes al azar, de rostros desconocidos para mí. Imágenes que solo cesaron cuando una hermosa y conocida voz femenina llenó la estancia.


Les llaman mártires y hoy son abono de nuestro suelo. Allí están mis padres, mi hermana y todo aquél que quiso luchar en favor de tu pueblo. Hay quienes se rindieron antes de morir y aún creen en la causa, pero ellos permanecen ocultos y, quizás, tú puedas ser su voz en un futuro. Me alegra haberte conocido, Ilora de Normandia y me despediré con anticipación, pues lo que te diré podría cambiar tu opinión sobre mí.

He de admitir que me ha costado un poco, sin embargo, sabía que debía hacerlo. Quiero que sepas que no pretendo excusarme al hacer esta confesión, lo que hice, sea de la manera que sea, fue vil y rastrero... Yo sí los traicioné, Ilora. Siempre supe que el día que llegáramos a la corte del sol, ustedes serían capturados, porque alguien tenía que tomar mi responsabilidad, y por ello siempre traté de postergar nuestra visita.

Para el pueblo, los reyes no huyen de su destino; para el pueblo, las flores son casi dioses y la única forma de que asimilen que un heredero al trono abandone su lugar es que ha sido presionado para hacerlo o, en su defecto, fue llevado contra su voluntad. Y eso es lo que usó la anterior corte de las flores. Ellas no podían permitir que se destruyera la imagen de perfección que representamos, que todos supieran que en realidad yo no deseaba el trono, que no lo deseaba porque me asqueaba pertenecer a la importante élite en la que nací, así que urdieron sus propios planes.

Para mí tranquilidad, en la tierra, fui protegida por Wisdom, un antiguo y poderoso ser de Umbrarum que, como yo, eligió otro camino, pero que a diferencia de mí no debía nada a nadie. Mientras fui moradora en su hogar para desterrados, aunque viví en zozobra, pues temía salir de casa y respirar el mismo aire de alguien que pudiera reconocerme, estuve segura.

Estuve presa de mi propia libertad por dieciocho años y habría estado así por algún tiempo más de no ser por una desesperada madre que me suplicó le ayudara. Esa mujer necesitaba gente de confianza para formar un pequeño ejército para su hija, uno en el que, por su condición de sirena, no podría estar todo el tiempo. Me negué con vehemencia, incluso admití que podría ser más una carga que una ayuda, pero ella, Eu Sung, no desistió. Y tan solo necesitó usar a mis padres para convencerme.

El día que acepté regresar a Umbrarum, comprendí que mis padres eran más de lo que alguna vez supe y que yo podría seguir su legado. Ellos eran Eternos y su misión era protegerte. Kim Eu Sung lo sabía y aunque conocía las desventajas que suponían mis responsabilidades me embarcó en este viaje.

Estoy segura de tu madre sabía que habría consecuencias y que, tarde o temprano, yo tendría que asumir mis responsabilidades. Ambas lo sabíamos, pero ninguna de nosotras imaginó que las antiguas Superiores tendrían sus propias y retorcidas ideas. Las que me mostraron en el mismo instante que volví a pisar Umbrarum.

Resulta que, convenientemente, tú y yo dejamos Umbrarum durante los días oscuros; yo me marché luego de la muerte de mi familia y a ti te sacaron para protegerte. Increíblemente, todo cuadraba, y el hecho de que volviéramos juntas (aunque no fuera exactamente así, pues ambas sabemos que tú lo hiciste un día antes) les dio la excusa perfecta a las reinas: Culparte a ti o, en su defecto, a Normandia, por mi desaparición, en vez de asumir que huí, pues aquello destruiría la imagen de perfección que ostentaban.

Es simple, las flores necesitaban un culpable y tú eras la opción más acertada. El pueblo tendría un traidor y una reina, eso sería suficiente para acallar las voces inconformes.

CDU 3 - La elección de Cassiodora [BORRADOR COMPLETO]Where stories live. Discover now