1. Capítulo 3: El corazón de Cassie (2ª parte)

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El sonido de la lluvia impactando sobre alguna superficie de madera me despertó de lo que pareció ser un profundo sueño. Todo estaba iluminado en tonos amarillentos por velas, protegidas con el mismo hechizo que Cassie había usado en la posada, cuando Hailee intentaba curarme. Un cubículo de cuatro paredes de madera y un techo de dudosa resistencia, cuyo material estaba, en su mayoría, constituido por paja, nos mantenía protegidos de la lluvia que comenzaba a escampar.

Un par de brazos me abrazaban con delicadeza, mientras mi cabeza descansaba contra el cálido pecho de Castiel, que ascendía y descendía con cada una de sus respiraciones, junto al suave y acompasado ritmo de los latidos de su corazón.

Volví mi vista para ver el rostro durmiente de mi amigo y sonreí al concluir que debía estar muy cansado para dormirse en medio de una guardia. Y sabía que era una, pues estábamos en el lado más cercano a la improvisada puerta que nos protegía y la posición de mi amigo solo aseguraba mi comodidad.

Era interesante ver el rostro de Castiel dormido, tan angelical como si nada en este mundo le preocupara.

—Has despertado...

La voz era de Hailee, quién, observé con sorpresa, caminaba con normalidad cargando varias ramas de sauce rojo en sus manos. Sus ropas estaban rasgadas, lo que me permitía ver parte de sus piernas y brazos, ligeramente heridas, pero nada que no fuera fácil de curar. Parecía que ella había terminado por salir bien librada. Al menos mejor que el resto.

Frente a mí estaba tirado el enorme cuerpo de Piwi, cuyos ronquidos hacían obvio el que dormía; y, a un costado, sobre un pajar viejo y oscuro, se encontraban Brennan y Cassie. El primero, vigilando, casi sin pestañear, el pálido y malherido cuerpo del hada, que yacía en el suelo.

—¿Dónde estamos? —indagué.

—Lo importante es que estamos fuera de Everard. Castiel encontró esta choza abandonada en el camino, parece que fue un granero, antes de que algún vándalo lo saqueara. Está destruido, pero posee las condiciones suficientes para que nos abrigue de la noche y la lluvia, lo que es gratificante —explicó Haliee, acercándose a mí con pasos delicados y brindándome una de las hojas de sauce—. Mastícala y ven conmigo, necesito ayuda en este desastre.

Aunque, ciertamente, el sauce rojo era usado como un analgésico de Umbrarum, indicado para síntomas de la gripe y dolores menstruales, Hailee me explicó que actuaba, en menor escala, con las heridas.

Con su ayuda, pude salir de entre los brazos del elfo, que increíblemente no se levantó.

—¿No se supone que debería percibir cada obstrucción para ser vigilante? —bromeé.

—Pues cuando estás herido y he usado un poco de somnífero en ti, eso es un poco difícil —Me dio una mirada de complicidad y supe que Castiel no había sido informado de aquello.

—Me habría gustado darle un poco a Brennan, pero se rehusó a recibir algo mío, a menos que le asegurara no era un plan para alejarlo de Cassie —murmuró Haliee, mientras nos acercábamos hacía ellos—. La situación es delicada, ella parece viva, pero sus heridas son tan graves que me sorprende que lo siga estando.

Me arrodillé junto a Cassie, esperando no hacer demasiada presión en mi herida, que, aunque no dolía a causa de la planta que Haliee me dio, no quería que se abriera. La mirada del lobo se enfocó en mí, por primera vez desde que me desperté, y pude percibir más que una súplica en ellos.

Volví mi vista al hada, notando que sus quemaduras estaban sucias, con restos de tierra y paja, y que sus ampollas sobresalían como globos amarillentos. Su pierna ahora estaba entablillada, con robustos trozos de madera, que hallaba apropiados, pues no había ampollas, solo enrojecimiento.

CDU 3 - La elección de Cassiodora [BORRADOR COMPLETO]Onde histórias criam vida. Descubra agora