1. Capítulo 9: No perder la esperanza (1ª Parte)

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Tres días pasaron lenta y dolorosamente, y es que con la ausencia de Kim, Yamato, Luigi, Brennan y Kira, la traición de Cassie y la muerte de Piwi, nuestro grupo parecía degradarse cada vez más en lugar de fortalecerse. Abrí pesadamente los ojos, con la esperanza de ver un paisaje distinto para nosotros. Sin embargo, el panorama que observaba a mí alrededor, a mi pesar, seguía siendo el mismo; continuábamos encerrados en aquella sombría celda.

Tardé unos segundos en darme cuenta de que la mano de Alhaster rodeaba la mía; estaba helada. Su cuerpo, que en la noche estuvo apoyado contra mi hombro, ahora se encontraba tendido sobre el suelo, en una postura incómoda y notoriamente involuntaria. Con un reciente nudo en la garganta, provocado por la ansiedad, me incliné hacia él para observar su rostro. Estaba pálido, tenía incipientes ojeras, y un rastro de sangre descendía de su nariz. Mi respiración se detuvo durante un par de segundos, y sentí como la marca me quemaba.

Controlando un poco la desesperación, agité suavemente el hombro de Alhaster, en un intento bastante inútil de despertarlo, sin embargo, apenas lo solté, su rostro volvió a mirar hacia el suelo. Lo atraje una vez más hacía mí y, depositando su cabeza en mi muslo, limpié la sangre de su rostro. Verlo así de débil y destruido, por culpa de Cassie —o más bien, Cassiodora—, provocó que olvidara cualquier tipo de compasión hacia ella.

—Vamos, tú puedes —dije a un inconsciente dragón, pero la que en realidad necesitaba creer en sus palabras era yo.

Alcé a Alhaster lo más que pude, logrando que apoyara su cabeza en mi hombro, y lo abracé con fuerza, tratando de transmitirle todo mi calor corporal. Algún momento después, no estoy segura de cuanto, pude sentir cómo el calor regresaba a su piel. El tiempo se colaba entre mis dedos como arena, sin embargo, ni el cansancio, la preocupación que sentía por Alhaster o el ardor de mi marca me permitió conciliar el sueño.

Mi cabello estaba seboso y enredado a más no poder, y el camisón oscuro —que según Hailee, era ropa interior— ya olía mal. En mis cálculos, ya teníamos un mes en prisión y un poco más de dos semanas sin información de Brennan. Era desalentador no saber nada de él, porque si en algún momento juré que no podrían matarlo, para mantener con vida a su futura reina, luego de ver como la misma corte permitió que le atacáramos, no daba nada por sentado. Sobre los demás, solo esperaba en mi corazón que Yamato, Kim y mi padrino estuvieran bien; necesitaba creer que la habían encontrado y que permanecían ocultos.

Y si hablábamos de salud, empezaba a dudar que hubiera oportunidad para nosotros en un lugar como ese. Todo se encontraba en tan mal estado, tan insalubre que era más probable morir por una infección allí que en el bosque, podía apostar por ello. Era horrible ser consciente que a unos pocos pasos teníamos un baño —si es que se le podía llamar así— con una cloaca que se suponía tenía salida a alguna parte desconocida, pero que mayormente amenazaba con colapsar. Probablemente toda la prisión conectaba por esas tuberías y en definitiva esa no era una información que me gustara saber. Ni hablar entonces del hecho de que el olor de vomito rancio y sangre aún estaba impregnado en cada resquicio. Respirar ya era, por sí solo, revivir las deprimentes escenas de Piwi y como poco a poco su cuerpo se consumió a sí mismo. Y comer, eso era una simple necesidad, porque mentiría si dijera que podía degustar algo; era imposible y un lujo ya desconocido.

Una vez que comprendí que mi dragón no despertaría pronto, solo le dejé descansar a un lado y reanudé mi tarea de llenar las paredes de memorias, con la única intención de preservar algo de lucidez.

Brennan 13 de marzo —Ya pasó, me recordé.

Luigi 26 de marzo —Imágenes de una pequeña Ilora, escondiéndose en una caja de regalo, vinieron a mí. Sonreí.

CDU 3 - La elección de Cassiodora [BORRADOR COMPLETO]Where stories live. Discover now