Capítulo Seis

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Jueves


Dos días más y sería la fiesta en el pub, en la cual estaríamos Amanda, Nicholas y yo, festejando su cumpleaños, aunque no fuera exactamente una fiesta para él. Algo era algo, ¿verdad?

Cuando llegué a mi casa, después de lo sucedido en el cine y el parque, lo único que pude hacer era dormir, aunque sean las cinco y media de la tarde, tenía que dormir. ¿Nunca sintieron el cuerpo tan cansado por la adrenalina de lo habitual? Yo sí. Y lo habitual me está matando.

No iría hoy a la escuela, no con dos horas de atrasada. Mi padre ni me preguntó, se veía que algo sabía o presentía. No me importaba. Solo mi amante podía consolarme. El colchón.

Era bueno sentir algo cómodo debajo de los brazos. Cómodo y familiar. Me acurruqué más y lloré. No me pregunten cómo o por qué, pero solamente lo hice. Hacia bastante tiempo que no lo hacía, y me sentía incómoda haciéndolo. Pero quería desahogarme. Por lo que me ocurría con Nicholas y por la reciente pelea con Amanda.

Era la primera vez, después de muchos años, que nos volvíamos a pelear.

Después de, creo, estar llorando más de media hora, me levanté del colchón. Arrastrando mis pies por el piso, me obligue a mí misma a ir al baño para higienizarme. Me miré al espejo, me sonreí a mí misma y me dije que todo saldría bien.

¿Verdad?

* * *

Me acerqué a la entrada de la escuela, viendo salir a mis compañeros, como de costumbre. Me senté en la banca que estaba en frente del estacionamiento. Suspiré cansada. Me estaba doliendo mucho la cabeza. La estúpida jaqueca que me había agarrado junto con el mareo, cuando bajé por las escaleras del edificio, casi hacen que caiga rodando por las escaleras.

Es que no quise tomar el ascensor.

Una mano se puso en mi hombro. Me sobresalté. Miré a la persona, o mejor dicho, chica.

—Amanda —dije amargada, como el vinagre.

—Mariana, —suspiró, y a continuación dijo—: quería disculparme contigo —agachó la cabeza—. Es que... —noté como caía una lágrima, y mis ojos, mis estúpidos ojos, no pudieron evitar aguarse ante eso. Había tenido razón ayer—. Es que... —volvió a repetir— tenías razón. —Noté cómo sus hombros caían, como dejando un peso menos sobre ellos.

—Yo también me disculpo, Ami —dije, mientras luchaba contra el nudo de mi garganta.

Sin darme cuenta, casi caigo al suelo por el abrazo de oso que me dio. Reí como tonta, y me puse a llorar junto con ella.

¿Estúpido, verdad? Noté que alguien tosía y ambas levantamos la cabeza hacia el responsable. Nicholas, pensé.

—¿Se puede saber, qué carajo sucede aquí? El esbirro uno —apuntó a Amanda, mientras reíamos— estuvo con cara de culo todo el jodido día. Y el esbirro dos —me señaló a mí, y sonreí como tonta— faltó sin explicación. ¿Qué pasó, pequeñas brujas? —se cruzó de brazos, mientras sus ojos celeste me miraban a mí.

No pude evitar sonrojarme y mirar hacia otro lado.

—Nos peleamos, nada del otro mundo —dijo Amanda por las dos.

—¡Gracias a Dios! Ya me estaba imaginando a mí mismo tratando de juntarlas, como otras veces —negó con la cabeza, mientras se rascaba las sienes.

Mientras nos dirigíamos Nicholas y yo a mi casa –él me estaba acompañando– estábamos hablando de idioteces. Cosas de mierda, acompañadas por la vida. ¿Qué tal? Reíamos, nos poníamos melancólicos o enojados. Looooooooooocos somos. Caminando, nos dirigíamos a la entrada del edificio.

—Bueno —dijo— quedan dos días y es mi cumpleaños... —lo interrumpí.

—¿Te arrepientes de algo? —pregunté de pronto, mirándolo con atención.

Primero miró al cielo, como agradeciendo un no-sé-qué-mierda, luego, dirigió su mirada cristalina a mis ojos, mientras yo los habría de par en par, como contemplando a Dios en persona –aunque era algo parecido, sin ofender.

—No —negó con la cabeza, mientras sonreía—. No me arrepiento de nada.

Se acercó a mí y yo me tensé por la sorpresa. Sus labios se posaron en la comisura de los míos, como un despedida... ¿de pareja? I don't know, bitch. Después, sólo después de ese perfecto momento, se fue con una sonrisa en el rostro. Y creo que yo sonreía como una estúpida en su primera relación sexual. Porque, literalmente, me sentía como cenicienta corriendo y dejando el taquito a la mitad del camino y después siendo salvada por su príncipe azul.

Bueno, en este caso, un príncipe de ojos azules.

1. Cómo terminar de enamorarse en 7 días - Trilogía 7 días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora