Capítulo 26.

25 2 9
                                    



La noticia que el señor Cooper, nuestro querido jefe, había sufrido un ataque al corazón había afectado a todos en la tienda. No había sido uno grave, pero había sido lo suficientemente peligroso que sus médicos habían insistido que se tomara su tiempo en regresar. Que descansara. Que manejara mejor sus niveles de estrés.

Lydia tuvo la amabilidad de llamarme poco tiempo después de dejar el hospital, en el proceso de preguntar por qué no la había esperado, y luego me mantuvo actualizado de cómo estaba. Al día siguiente, fui a visitarlo otra vez justo cuando el abuelo Gus estaba saliendo del hospital.

—Me salvaste, cariño —había susurrado mi jefe cuando me había acercado a su cama el día después de su ataque al corazón.

Había tomado su mano, dándole un suave apretón mientras le sonreí a la arrugada y aún demasiado pálida cara, tratando de no pensar en lo que podría haberle ocurrido si no hubiera sido un ataque menor. Había cometido el error de leer que las enfermedades cardíacas eran la causa principal de muerte en el país.

—Todo lo que hice fue darte una aspirina —le dije, haciendo mi mejor esfuerzo para ignorar la escocedura de dolor cuando pensé en las cosas que me había ocultado por tanto tiempo.

—Me dijiste que comprara una nueva botella de aspirinas cuando la última había expirado, ¿lo recuerdas? Insististe que consiguiera la aspirina, "solo por si acaso, señor C." —Intentó discutir con su voz más débil de la usual, dándole a mi mano otro apretón.

Había estado pensando específicamente en él cuando había insistido en que comprara más aspirina. Cuando me dijo que tenía hipertensión, había hecho una pequeña investigación, no es que le hubiera mencionado eso. Pero él me importaba, y quería asegurarme de cuidarlo de cualquier manera que pudiera para que no empeorara. Porque eso es lo que hacías cuando las personas te importan.

—Bueno, me alegra que hayas escuchado —le dije.

La sonrisa que me dio de respuesta, mientras yacía en la cama de hospital, fue débil.

—No sé cuándo volveré a la tienda.

La primera cosa en la que pensé fue en Tomlinson.

—¿Mantendrás el fuerte hasta que yo vuelva, verdad? —preguntó.

Emoción había bloqueado mi garganta mientras lo miraba, y fue mi turno de darle a su mano un apretón.

—Mantendría el mundo para ti, si así lo quisieras, señor C. No te preocupe por la tienda. Todos estaremos bien.

Específicamente, no me permití pensar en Tomlinson y lo que significaría para el resto de nosotros que el señor Cooper no estuviera presente.

El día ya había sido bastante duro.

Bueno, además de Jason, que no se había presentado a trabajar, y que apostaría que nunca volvería de nuevo. Pero de todos modos ya no importaba ni una mierda ese imbécil. Podría obtener su dirección en un santiamén. Pero afortunadamente para él, todo eso parecía poco importante comparado al ataque al corazón del señor C y si tenía que escoger entre patear su trasero o el de mi primo, siempre escogería el de mi primo. Siempre.

Este hombre al que amaba y me amaba, me dio una gentil y cálida sonrisa que además puso las cosas en perspectiva para mí. La vida era demasiado corta para obsesionarte en amar a alguien que nunca te amará, finalmente vi eso claramente en ese momento.

—Sé que lo harías, Harry —me dijo el señor Cooper. Luego suspiró, y sus ojos se estrecharon un poco y dijo—. Lamento lo de Jason. No tienes idea...

Harry and the LieWhere stories live. Discover now