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MARA


Esta ha sido sin lugar a dudas la semana más deprimente y agotadora desde que llegué y no veo la hora de que llegue a su fin.

Aunque tampoco tengo muchas esperanzas de que las siguientes sean mucho mejores si no ganamos el partido del sábado. Porque sí, ya tenemos fecha para mi partido debut como entrenadora y estoy muy tensa porque nos ha tocado ni más ni menos que con los Raiders, que es el equipo en el que ahora juega Chad.

Lo bueno es que está sancionado igual que Seb y se quedará en el banquillo, pero ni con esas me fío porque de sobra es sabido que los Raiders y los Lions tienen una fuerte rivalidad y son famosos por su juego sucio.

Solo espero que mis chicos no caigan en sus provocaciones, llevo advirtiéndoles toda la semana sobre eso...porque parece que también tienen ganas de gresca después de lo que su antiguo compañero hizo.

Así que nada, llevo sin dormir del tirón una eternidad.

Mi padre no hace más que animarme, asegurándome que va a ir todo bien. Por desgracia, yo no lo tengo tan claro.

Y no ayuda nada el hecho de que Sebastian esté tan frío y distante conmigo desde lo que sucedió entre nosotros después de la fiesta.

La única vez que intenté hablar con él para aclarar las cosas, porque paso de tener malos rollos, esquivó el tema diciendo que por su parte estaba todo olvidado y me dejó con la palabra en la boca, alegando que debía seguir entrenando.

En ese momento, de verdad que tuve la esperanza de que estuviera diciendo la verdad. Pero es evidente que ni lo ha olvidado ni está dispuesto a hacer un esfuerzo por limar asperezas, algo que no me parece justo.

Lo peor es hacer como si nada delante de los demás, cuando en secreto me siento súper culpable porque quizá hice o dije algo que pudiera motivar este malentendido.

Sí, deseaba que me besara y cuando lo hizo me dejé llevar con todo lo que tenía, pero luego me di cuenta de que no podía ser y lo paré antes de que escalara a un nivel todavía más incómodo. Aunque ya veo que no ha servido de gran cosa.

A estas alturas, mi único consuelo es saber que no se lo ha contado a nadie, de lo contrario los rumores ya estarían corriendo por ahí como la pólvora y ahí sí que sería mi fin.

No puedo permitir que eso suceda, especialmente ahora con el partido a la vuelta de la esquina. Soy un manojo de nervios y no he podido parar quieta desde que lo supe.

Por más que trato de convencerme de que no es para tanto no puedo evitar sentir que estoy caminando por la cuerda floja.

Y ya estoy harta, voy a echarle un par de ovarios.

Es por eso que, en cuanto veo una oportunidad de hablar con él a solas, la aprovecho.

Seb ha entrado al vestuario a cambiarse al terminar el entrenamiento y yo – que no se note que a situaciones desesperadas, medidas desesperadas – he decidido esperar a que salgan todos los demás con la esperanza de poder interceptarlo a solas para zanjar de una vez este asunto que es incómodo para ambos.

En cuanto me cercioro de que está despejado y los chicos que han salido se alejan, demasiado enfrascados en sus propias conversaciones como para prestarme atención, me asomo discretamente al oír la voz de Sebastian desde el interior de las duchas.

—No sé cómo lo llevo, tío. Creo que no me obligaban a quedarme en el banquillo en un partido tan importante desde que tenía quince años y llamé gilipollas al árbitro por amonestarme injustamente —le está diciendo a Stephen, a quien reconozco por la carcajada que emite en respuesta antes de replicar.

Diez razones para romper las reglas (+18) ©Where stories live. Discover now