𝖰𝗎𝗂𝗇𝖼𝖾

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Anna había planeado a escondidas de su hermano un pequeño viaje, en desesperación

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Anna había planeado a escondidas de su hermano un pequeño viaje, en desesperación. Enzo no tenía fecha de regreso y parecía que iba para largo, por eso, Anna compró un boleto a Montevideo y aprovechó que Enzo le había dado su dirección una vez.

Por las madrugadas, organizaba todo, cuando Fran dormía. Cuando llegó el día, Anna muy sigilosamente quiso salir de su casa, pero alguien se le puso por delante.

— ¿Me crees imbécil? — dijo Fran con un ligero tono de enojo — ¿Por qué te vas sin avisarme?

— Fran... No quería molestarte.

— Perdón si te he dado motivos para que no confíes en mi, pero sabes que yo solo quiero lo mejor para vos — su tono volvió a la calma de siempre y se acercó a Anna para abrazarla —. Siempre serás mi mejor amiga, aunque seas una nena todavía.

— No desconfío de vos, Fran. Solo que, creo que vos no apruebas mi relación con Enzo — dijo Anna entre los brazos de su hermano.

— Tenés razón, me preocupa la diferencia de sus edades, tengo miedo de que Enzo haga algo que pueda lastimarte — confesó.

— No me pasará nada, te lo prometo.

Fran se ofreció a llevarla al aeropuerto

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Fran se ofreció a llevarla al aeropuerto. Le dió un par de últimas palabras y la dejó ir a ser feliz. Si eso la hacía feliz, claro.

Dos horas después, mientras Enzo estaba viendo el calendario y escribiendo algunas cosas en su agenda, el timbre de su casa sonó. Él no esperaba ninguna visita, así que con confusión se levantó a ver de quien se trataba por la ventana del primer piso.

Sus ojos se abrieron y los latidos de su corazón se volvieron más rápidos. Anna estaba ahí con una maleta en la mano. Él corrió de nuevo, bajando por las escaleras casi de un salto.

Cuando abrió la puerta, no dijo un hola, directamente se lanzó a besar a Anna, que gustosa aceptó tal gesto.

— Un hola por lo menos, guapo — dijo Anna después de separse.

— Tenés razón, hola linda — completó con una risa —. Te extrañé demasiado, Annie.

— Yo más, Enzo. Tenía tantas ganas de verte, así que acá estoy — él sonrió y le dió paso a su casa.

— Pasá, pasá.

Apenas entró, notó como la casa estaba medio vacía, como se acababa de cambiar, no tenía tantos muebles. Solo un pequeño sofá, su cama, un escritorio y el comedor.

— Me encanta tu casa.

— Espero que pronto sea nuestra casa — dijo Enzo acercándose a ella para tomarla de la cintura y darle pequeños besos en el cuello.

— Pará, Enzo — respondió Anna riéndose.

— Sí, dejemos esto para otro momento — Enzo le guiñó el ojo y tomó su mano —. Vení que te muestro la casa completa.

Con mucha emoción, Enzo la llevó por cada habitación y explicó como quería decorar cada espacio. Anna estaba fascinada con todo y aún más cuando en la habitación de Enzo vió a un gato reposando sobre la cama.

— ¡Enzoooo! ¿Quién es esta cosita tan linda? — dijo Anna yendo a la cama a por el gato.

— Se llama Ada, quería presentartela ya — él se acercó y acarició a su gata junto con Anna.

— Oww, la adoro — Anna la bajó y ella desapareció por alguna parte de la casa.

Enzo sonrió y detuvo a Anna cuando ella quiso irse por la puerta a seguir explorando. La cargó por la espalda con ambos brazos y le dió un par de vueltas.

— ¡Enzo, pará! — comentó Anna riendo.

— No hay salida de mis brazos, Annie — habló Enzo tirándose a la cama con ella aún abrazada.

Después de unas risas, Anna se giró y quedó frente a Enzo.

— Sos increíble, Enzo...

Durante varios segundos él no respondió nada, no fue necesario porque lo dijo todo con sus acciones. Él se lanzó a besarla de una forma tan pasional que tuvo la necesidad de agarrarla de la cintura para tenerla más cerca.

Si, definitivamente no podría ser más increíble pensó Anna mientras correspondía el beso.

Al principio Anna estuvo tranquila, creyendo que era un beso cualquiera, hasta que Enzo se separó y soltó un suspiro para volver a atacarla con sus labios y encajar sus dedos en su piel.

— Euu, tranqui, campeón — murmuró Anna al separse —. Debo ir por mi maleta — ella se levantó y caminó a la puerta.

— Sí, perdóname, creo que solo te extrañaba mucho — dijo Enzo apenas incorporándose de su posición.

— Está bien, solo dame tiempo.

— El que quieras, Annie.


— El que quieras, Annie

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𝗣𝗥𝗢𝗙𝗨𝗚𝗢𝗦 | 𝖤𝗇𝗓𝗈 𝖵𝗈𝗀𝗋𝗂𝗇𝖼𝗂𝖼Where stories live. Discover now