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Después de que Marina le diera toda la información sobre los planes de Zafiro y haberle encargado a su madre para que la cuidara, quedaba una persona importante que tenía que saber la verdad y aunque tenía miedo a perderla porque no supiera entender sus razones y perdonarla por todo lo que hizo, ahí estaba frente a su puerta para explicarle lo que tenía que hacer aunque le doliera.
Sin pensarlo entró ligera casi sin saludar ni dejar hablar a la abogada porque el tiempo era justo para que pudiera escapar y no la encontraran.

  - Luisita perdóname por entrar así pero no podemos ir a cenar esta noche como te prometí. - Contestó al entrar en la oficina y dejando sorprendida y asustada a la abogada.

  - ¿Amelia qué pasa, por qué entras así? me asusté. - Contestó la rubia levantándose de la mesa de su escritorio.

  - Mi amor no puedo contarte ahora, tengo que irme de aquí pero te prometo que yo más tarde me pongo en contacto contigo para explicarte. - Explicaba Amelia nerviosa mirándola a los ojos queriendo irse de allí.

  - Amelia me estás asustando, ¿por qué tienes que irte? No estoy entendiendo nada. - Decía Luisita con lágrimas en los ojos pidiendo explicaciones a la morena.

  - No puedo, después te llamo, confía en mí. - Contestó Amelia abriendo la puerta para marcharse y dejar a la abogada abatida en medio de la oficina.

Amelia salió del lugar creyendo que estaba a salvo todavía pero cuando vio por los alrededores a un hombre sospechoso que nunca había visto por allí y pareciendo buscar algo, todas sus sospechas fueron ciertas y para confirmarlo llamó a una de las chicas de la banda que tuvo cierto altercado con uno de los matones de Zafiro.

  - ¿Diabla? - Preguntó la Cachorra al descolgar el teléfono.

  - Cachorra escúchame que no tengo tiempo. ¿Cómo era el tipo que te dio la paliza por lo de Berenice?

  - ¿Y eso a tí qué te importa ahora? - Respondió enfadada por cómo la trató aquel día burlándose de ella.

  - Escúchame, necesito saber cómo era él... ¿Era calvo, tenía ropa apretada y vestía de uniforme negro? - Preguntaba La Diabla escondiéndose detrás de una columna para que no la vieran.

  - Sí, era un tío fuertudo, tenía la calva brillante y el traje tan apretado que no le cerraban los botones de la chaqueta.

  - Gracias. - Amelia seguía mirando al matón desde el mismo lugar que se encontraba.

  - Nunca me fuiste de gran ayuda ni fuimos grandes amigas pero ahora me salvaste la vida. - Le devolvió la respuesta y colgó la llamada.

  - Diab... - Iba a contestar pero ya comunicaba el teléfono.

Al darse cuenta de que la descripción coincidía no tuvo más escapatoria que salir corriendo por la puerta trasera del edificio, bajaba las escaleras de dos en dos sin perder el equilibrio de caerse y lastimarse, miraba hacia atrás vigilando si era perseguida hasta que llegó fuera para perderla de vista y esconderse.

Mientras tanto y siguiendo las indicaciones de La Diabla, Marina se encontraba con Devoción de la mano y buscando soluciones para encontrar un lugar donde esconderla. Para ello se le ocurrió llamar a Perla, hija de Susi y de la cual cada vez se estaban haciendo más cercanas creyendo estar enamorandose de ella.

  - Marina, ¿Se puede saber por qué estás tardando tanto? Quedamos hace un rato y todavía no llegas.

  - Perla, necesito que me des la nueva dirección de Justo, es una emergencia. - Contestó Marina apurada.

  - ¿La dirección de mi papá para qué?

  - Luego te explico, Perla por favor dame la dirección.

Lo que en ti veoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora