Aviones de papel

Capitulo 30: Cofre bajo llave

Heather.

¿Dónde estoy? Eso es lo primero que me preguntó cuando aún no he abierto los ojos, porque siento los párpados muy pesados, puedo escuchar voces de fondo y el pitido insoportable de una máquina, que me revienta la cabeza.

Lo último que recuerdo es haberle hecho cara a mis padres, el fuerte mareo, el calor sofocante y... Luego oscuridad. Nada más.

Cuando abro los ojos lentamente intentando que estos de adapten a la luz, miro el techo completamente blanco, el olor a medicina llega a mí, al igual que el ligero frío, el pitido de la máquina molesta mis oídos, cuando me incorporo un poco desorientada sobre mis codos, me miró a mi misma con una bata de hospital, y comienzo a ponerme nerviosa.

Miro la máquina que mide mis latidos que esta a un lado y está comienza a proyectar los latidos de mi corazón acelerado, guío mi vista hasta mi mano donde hay una pulserita de hospital puesta y una intravenosa. Me quedo fría.

Oh no, no, no. Hospitales no. 

Me incorporo de inmediato sin importar las vueltas que da mi cabeza al hacerlo muy rápido, no me importa, solo tengo que salir de aquí, las únicas veces que he estado en hospitales son para cosas malas y la última vez que estuve en uno hasta ahora, fue cuando mi hermana tuvo su recaída y nunca volvió a casa; así que todo esté lugar me pone de los nervios. No puedo estar aquí, no puedo.

Empiezo a hiperventilar cuando me quito de un golpe la intravenosa e intento ponerme de pie, pero mis piernas tiemblan y fallan mandándome de bruces al piso de cerámica blanca y fría, dónde detengo el impacto de la caída con las manos ¿Cuanto tiempo estuve inconsciente? Vuelvo a intentar levantarme, solo necesito salir de aquí, siento mis brazos entumecidos, al igual que siento mi corazón latir contra mi pecho violentamente, y veo como mis lágrimas caen una por una al piso de cerámica.

—¡Heather! —escucho la voz de alguien decir después de que abran la puerta y los pasos apresurados hacía mí.

Veo borroso los zapatos de alguien frente a mí, y dos pares de brazos en ayudan a levantarme y subir de nuevo a la camilla, mi corazón no para de latir rápido, siento ese vacío de nuevo en mí, ese ahogo que hace que me sienta desesperada.

—Necesito que me saquen de aquí, por favor —pido hundiendo la cara en mis manos, tratando de mandar aire a mis pulmones m.

—Hey —me apartan las mando la cara y distingo la voz de mi padre—, estas bien, nada malo te va a pasar ¿de acuerdo? —me levanta la cará, limpiando mis mejillas.

Veo sus ojeras y su gesto preocupado, pero a la vez tranquilizador mirándome.

—Necesito que me saquen de aquí —repito.

—Calma, vamos, respira conmigo —me pide, poniendo sus manos en mis hombros, mirandome a los ojos y asiento tratando de tomar una respiración profunda para después soltarla lentamente por la boca y repetir el proceso varias veces—. Una vez más, inhala y exhala. Estas bien.

—Tranquila, cariño—esta vez escucho la sueve voz de mamá, quién aparece en mi campo de visión, dándome una pequeña sonrisa a pasar de que en su rostro está plasmada la preocupación—. Tranquila, todo esta bien, estoy aquí para tí, estamos aquí contigo...

—Estoy... Estoy bien —suelto otra exhalación diciendo eso para mí misma.

Mi papá me envuelve entre sus brazos, haciendo que apoye la cabeza en su pecho y escuché como suelta un suspiro, yo no tengo ni fuerzas para apartarme cuando siento los brazos de mi mamá hacer lo mismo, apoyando su frente en mi hombro y eso derrama el vaso.

A pesar de todo, he escondido muchas emociones en un cofre bajo llave, dicho cofre que se ha abierto por la magnitud de su tamaño y peso. Cuando les he soltado lo que realmente pienso y siento de todo esto y el que ahora ellos, mis padres, se encuentren abrazándome fuertemente, cuando me están sosteniendo contra ellos, sin soltarme; así mismo hacen que esas emociones finalmente se desaten, haciéndome sentir de todo un poco, y me aferro a ellos con lágrimas de emoción, de miedo o de lo que sea, porque no las se definir.