Capítulo 19

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Tres semanas después.

Vivir solo no es como la gente se lo imagina: muchos jóvenes sueñan con tener su departamento, hacer fiestas, vivir sin reglas; creen que es maravilloso, pero no lo es. Al menos en mi caso, se me hacía muy complicado poder disfrutar de tener un lugar para mí solo. A pesar de que tenía a Tony conmigo, la soledad me invadía. No dejaba de pensar en Heylan, y en todo el daño que le hice.

Quería llamarlo, visitarlo, lo que sea con el fin de poder tener una conversación con él; al final no lo conseguí. No tuve el valor para hacerlo. La había jodido tanto, prácticamente, se me caía la cara de vergüenza cada vez que estaba a punto de hablar con él. Era demasiada la culpa que tenía.

Me despertaba en las madrugadas empapado de sudor y con problemas para respirar, como si algo estrujara mis pulmones. Automáticamente pensaba en Heylan, y en lo que le hice. Nunca debí aparecer en su vida. Nunca.

Me llegaba el dinero de Heylan a mi cuenta bancaria, pero yo de inmediato se lo devolvía; no podía aceptar su dinero. Por lo que decidí conseguir un trabajo cerca de donde vivo, más específicamente en una tienda de ropa de hombre. No sabía nada de trajes, pero necesitaba el trabajo, y era la mejor opción.

Tuve que pedir que me dieran Part Time, debido a que también tenía que tener energías para estudiar en las tardes en la academia. El examen de ingreso era pronto, y debía seguir preparándome.

...

Un martes en la mañana, me encontraba de cajero en la tienda donde trabajaba. Era un día normal: recibía el dinero de los clientes, les entregaba el cambio, a veces se molestaban porque me demoraba un poco en la caja registradora; el pan de cada día.

Entonces, mis ojos se quedaron clavados en el siguiente cliente que se había puesto en la fila. Era Heylan, llevaba una camisa roja de cuadros y unos vaqueros oscuros. Era la primera vez que lo veía tan informal, pero aun así estaba guapísimo. Tanto así que una de mis compañeras se quedó paralizada viéndolo mientras que acomodaba la ropa en uno de los pasillos.

"¿Qué hacía Heylan aquí?" No creía que haya venido de casualidad, era de hecho que sabía que yo estaba trabajando, ¿cómo supo en dónde? La verdad no tenía ni idea. Heylan Griffin era capaz de hacer todo. De seguro vino a verme para consultar porque le devolvía el dinero que me mandaba.

Heylan se aproximó hacia mi puesto de cajero y me dijo:

—Te felicito.

Me quedé congelado, no había escuchado su voz en tres semanas. Y ahora, allí estaba, parado frente a mí, dibujando su bella sonrisa que me hacía cosquillas en el estómago. ¿Cómo era posible que me sonriera después de todo el daño que le causé?

—¿Por qué? —Pregunté en un tono calmado.

Menos mal que no se encontraba mucha gente en la tienda, por lo que podíamos conversar tranquilos sin que nadie nos molestara.

—Te felicito que te hayas independizado. Has conseguido trabajo tu solo, y estás buscando la forma de mantenerte. Sin embargo, no creo que lo que ganes aquí podrá cumplir con la renta del departamento. Por lo que te exijo que no me devuelvas el dinero que te estoy dando.

—No quiero tu dinero, no quiero tu departamento. Me mudaré si es necesario —contesté.

—¿Por qué?

—Ya te he jodido demasiado. No puedo seguir utilizando tu dinero después de haberte causado tanto daño.

Heylan frunció el ceño y se encogió de hombros.

—Si hay un culpable en todo esto soy yo —dijo en una voz más baja—. Tomé malas decisiones. Así que, por favor, deja de seguir culpándote.

Sé que en parte tenía razón, pero igual, eso no quitaba lo fatal que me sentía por dentro. En el fondo, la culpa seguía torturándome.

—Enserio, lamento por todo lo que te hice.

—Aceptaré tus disculpas si es que aceptas el dinero otra vez. No voy a permitir que te vayas a vivir a cualquier lugar. Déjame apoyarte, por favor.

Dios, cada vez que Heylan me hablaba hacía que mis piernas tiemblen.

—Está bien —contesté.

—Excelente. Bueno, ya me tengo que ir, voy a dejar que sigas trabajando.

Una parte de mí quería pedirle a gritos que no se vaya, que se quedara conmigo. A la mierda que me despidieran, lo único que anhelaba era irme con él. ¿Quién sabe si lo volvería a ver otra vez? Sin embargo, opté por respirar hondo y decirle:

—Gracias por venir.

Heylan hizo un gesto con la cabeza. Estiró su brazo y me agarró el hombro.

—Cuando quieras —dijo.

Acto seguido, soltó mi hombro y se fue hacia la salida. 

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HEYLANWhere stories live. Discover now