Capítulo 6: El ritual.

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Holly es la primera en aproximarse a mí

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Holly es la primera en aproximarse a mí. Inclinándose a un lado del sofá, toma mi mano y la aprieta gentilmente.

Estoy segura de que es una pelea momentánea. Por la noche van a estar cenando todos juntos y esto va a ser solo un recuerdo gracioso —su tono es casual, intentando consolarme— Créeme, me pasó cientos de veces.

Pero no sé qué decirle. A mí no me pasó cientos de veces, solo bastante esta semana y creo que desde hace mucho antes, pero no de esta forma. Mi mamá no es dramática, mucho menos es la clase de mujer que espera que su esposo vaya a buscarla y rogarle que regrese. Si ella quiere irse, se va a ir y si no quiere volver, nadie va a hacerle cambiar de razón.

¿Quieres que te dejemos solas?

La pregunta de Brid me quita una enorme angustia de encima y hace que el nudo de mi garganta sea más fácil de tratar.

Asiento con la cabeza.

Necesito estar sola para procesar esto que acaba de pasar. Las peleas diarias de mis padres me indicaron que había problemas, pero no me prepararon para este tipo de final. Al menos no con espectadores.

La mano de Holly me suelta leventemente y me pongo de pie, pero ella se queda en la misma posición junto al sillón. Brid es ahora quien me da la mano, viéndome con naturalidad, no con pena o tristeza, lo cual me hace sentir menos presionada.

Estamos aquí, ¿Sí? No importa qué —me dice lentamente con una pequeña sonrisa— No vamos a dejarte.

En ese momento Holly aparece junto a mí con una pequeña sonrisa sincera.

Nunca, Meg. Pinky promise, ¿Recuerdas?

Sonrío al recordar el juramento que hicimos cuando teníamos siete años. El cual Brid también tuvo que hacer cuando se unió a nosotras hace tiempo.

Pinky promise. Lo recuerdo.

En ese momento los grandes ojos marrones de Holly se vuelven un poco más pequeños y levemente más claros. Además de que todo su rostro adopta facciones masculinas, su pelo se vuelve más corto y tiene una cicatriz en la ceja.

— Wow, ¿Estaba...?

Vincent no me deja terminar.

— ¿Qué es eso? —me pregunta arqueando la ceja de la cicatriz— Lo de Pinky Promise.

Sí, definitivamente estaba alucinando.

— ¿Cómo es posible que tengas casi cuatrocientos años y no sepas que es una Pinky promise? —me burlo levantando apenas mis comisuras.

— ¿Es una bebida? —indaga, dubitativo.

Oh Dios, deseo reírme tanto de esto.

— Es un juramento sagrado —contesto como si acabara de ofenderme con sus palabras.

Hasta que comience a arder [EN PAUSA]Where stories live. Discover now