1. Sobrevalorado

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Odiaba este lugar. Odiaba a las personas ruidosas alrededor y se odiaba por dejarse arrastrar a ese maldito recipiente del amor.

Además, el helado estaba sobrevalorado.

Es una opinión que no puede compartir mucho porque las personas se le lanzarían al cuello (con justa razón) pero considera la frialdad del alimento como una cualidad desagradable y su sabor no es para tanto. Álvaro está seguro de eso.

—No hagas una escena.

—No dije nada.

—No hace falta. Tu cara de culo lo dice todo.

—Es mi cara de siempre.

—Para cualquiera puede ser, pero te conozco mejor que eso. ¿Porque no te alegras? Juan va a estar acá. Mis fuentes confiables me lo aseguraron.

—No sé, Ana... nunca me dio ninguna señal. Quizás debería dejar de perseguirlo.

—No lo digas como si fueras un acosador. Solo estás intentando acercarte al chico que te gusta...

—Sigue siendo un poco acosador. —se burló apoyando su rostro en la palma de su mano con desgano.

Juan había sido el crush de Álvaro desde que hace más años de los que le gustaría admitir. Fue su 'despertar gay', aunque él ya sospechaba firmemente acerca de su bisexualidad, la entrada de Juan en su vida lo confirmó de una vez y por todas.

Bueno, una incógnita menos en su vida.

Pero eso no resolvió nada. Aún no había podido confesarse. Ana lo llamaría cobarde, pero en su defensa, Álvaro ni siquiera sabía si le gustaban los chicos. Ciertamente no había dado indicios de ello.

Y puede que sea un poco cobarde, demándalo.

—¿Que tiene de malo querer estar seguro algo? Especialmente esto

—Esta bien estar inseguro. —una voz desconocida intervino en la conversación, sobresaltando a la pareja de amigos. —Lo siento. No quise... no escuché casi nada... —el chico empezó a tartamudear. —Lo lamento mucho, solo quise llamar su atención para preguntarles si tienen un pedido que hacer.

Para su crédito, él se recuperó bastante rápido, aunque su nariz y mejillas estaban cubiertas de un sonrojo muy marcado, acentuando pecas en los alrededores del rostro de...

Miró la etiqueta con su nombre en su camisa y así supo que Hugo los atendía esa tarde. Procedió a observar con detalle sus ojos de un azul bebé y su lindo cabello castaño desorganizado.

Todavía no había dicho nada cuando Ana pidió su orden:

—Me gustaría un helado de caramelo y frutilla.

Álvaro arrugó la nariz ante la mención de dos sabores tan particularmente dulces. Después de anotar el pedido, el mesero le dirigió una mirada interrogante, su sonrojo aún no había disminuido y parecería francamente adorable si no hubiera interrumpido groseramente su conversación.

—Yo solo quiero agua.

Hugo lo miró desconcertado.

—¿Estás seguro? Quiero decir, tenemos una gran variedad de helados, tortas heladas, batidos helados...

—Déjalo. —dijo Ana con una sonrisa pícara. —piensa que el helado está sobrevalorado.

La mirada de horror que atravesó su rostro fue tan exagerada que Álvaro no pudo evitar reír suavemente.

—Esto es inaceptable.

—Oh, créeme, es peor de lo que piensas. —dijo Ana negando con la cabeza muy seriamente y Álvaro puso los ojos en blanco con cariño a su amiga.

—¿Como? Ni siquiera creo que sea posible.

—Cree que el helado está sobrevalorado.

—¿QUÉ?

—Y no solo eso. Sino que también pienso que el café amargo esta infravalorado. —añadió Álvaro, por primera vez interesado en mantener una conversación con un extraño al azar.

Es que los gestos del chico eran tan cómicos como adorables, sus cejas juntas y su nariz arrugada intentando comprender sus gustos poco convencionales.

—Oh mi... esto es peor de lo que pensaba. —dijo Hugo negando con la cabeza.

—Te lo dije.

—Sufre un deterioro en las papilas gustativas, no hay otro modo de explicarlo.

Ana se río ante la determinante conclusión mientras que Álvaro sofocaba su propia risa, negándose a darle la satisfacción a este exagerado muchacho.

—Entonces... helado de caramelo y frutilla y agua más el especial de la heladería.

—¿Cómo? Yo no pedí eso.

—No hace falta... yo...—sus mejillas regresaron al rojo vivo como cuando se metió abruptamente en la conversación en un principio.  —yo invito, soy Hugo y es un gusto servirles esta tarde.

Rápidamente se retiró, quitándole la oportunidad a Álvaro de negarse una vez más.

—Vamos, si no te comes el helado lo haré yo. ¡Es gratis! Hablando de cosas gratis... —la sonrisa de Ana cambió a una traviesa que Álvaro conocía muy bien y preferiría no ver tan seguido en el rostro de su mejor amiga. —Ningún mesero le regala un helado a alguien si no está interesado en esa persona.

—¿Qué estas insinuando...?

—Eres un chico inteligente, creo que podrás sacar tus propias conclusiones respecto a lo que dije.

Álvaro suspiró y se negó a mirarla a los ojos.

—Bien, es lindo. —Ana estaba apunto de chillar, pero él la interrumpió —pero no olvides a qué vinimos. Juan.

—¿A quién le importa Juan cuando puedes conseguir un novio que nos dé helado gratis?

Con una mirada de advertencia ella se desplomó dramáticamente en el asiento, pero dejó de insistir.

—¡Bien! Eres tan aburrido...

De vainilla & chocolate amargo |✔Where stories live. Discover now