CAPÍTULO 6

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Abro los ojos y me doy cuenta que este 14 de febrero será mágico, ya que un hermoso cielo celeste y el sol me están dando los buenos días. Me quedo sentada en la cama observando el día que me espera a través del gran ventanal y suspiro emocionada porque sé que en un rato veré a Elliot.

Me doy un baño de espumas con y agrego gel de olor a coco y anaí, una combinación dulcemente exótica. Me sumerjo en la tina para que el olor se impregne hasta en el último mechón de mi cabello y al salir para respirar acaricio todo mi cuerpo. La sensación me llena de placer y la fragancia que inunda el espacio es deliciosa.

Salgo con una toalla que rodea mi cuerpo y otra que sujeta mi cabello para responder la pregunta que llegó a mi mente cuando estaba en sumergida en el agua.

¿Qué ropa me voy a poner?

Y miren, no es que sea una mujer común y corriente, de hecho no le doy tanta importancia a la vestimenta, pero el hecho de no saber qué es lo que haré me pone un poco inquieta, y no es que no me gusten las sorpresas, todo lo contrario, ¡las amo!, pero el hecho de no saber hace que en mi mente se despierte una guerra de decisiones, pero finalmente, después de ver por cinco minutos el pequeño closet y formarme una idea del conjunto que usaré, pongo manos a la obra.

Cuando las puertas del elevador se abren, salgo y comienzo a buscarlo por toda el área de la recepción, pero cuando veo que no a llegado, decido sentarme a esperar. Paso por un espejo u observo mi atuendo. Un vestido blanco de encaje sin mangas que queda arriba de las rodillas, unas botas altas cafés, una cartera y una correa delgada del mismo color, un sueter jean corto y una boina de lana blanca.

Cómoda para la aventura del día.

En ese preciso instante, antes de sentarme, veo que la puerta se abre para dejar entrar a un Elliot vestido de una forma casual.

Lleva sus lentes oscuros, como siempre, pero su ropa le da un aire diferente. Unos vaqueros café oscuro amoldan sus piernas y en la parte de arriba lleva una camiseta estilo suéter con 3 botones al cuello color gris claro y una chamarra negra abierta encima.

Su atractiva apariencia de chico de chico bueno y relajado hace que quede con la boca abierta disfrutando de su cuerpo y me sonrojo ante las ideas pecaminosas que comienzan a rondar por mi mente.

Voy hacua él sin hacer ruido para sorprenderlo, pero en eso voltea directamente hacia mi, y como si pudiera verme comienza a sonreír, mostrándome ese gesto tan natural y cautivador.

Es extraño verlo sin su saxofón, pero me gusta así. Con él o sin él, igual es perfecto.

Al estar frente a frene, me pongo de puntitas y le doy un leve beso en los labios mientras el sujeta mi cintura con delicadeza.

–Buenos días– digo bajito y sonriendo mientras rodeo su cuello con mis brazos.

–Esos sí son buenos días­– responde cerquita a mi. ­–Feliz día de San Valentín.

–¡Igualmente!­– contesto  sin dejar de verlo. Sus facciones transmiten muchas cosas.

Sus dedos comienzan a jugar en mi cintura y me acaricia sutilmente.

–Debes verte hermosa.

–Mmm gracias, tu estás muy guapo también

–¿De verdad?– me pregunta– Sentí la textura de la ropa y pensé que quedaría bien, además me siento cómodo. Cuando salí, Marcel me dijo que me veía como gigoló.

Me río ante la ocurrencia y él me sigue. Bajo mis brazos para tomarle la mano.

–Tranquilo… no creo que ellos anden así, aunque pensándolo bien, nunca he visto uno en acción.

Je T'Aime, ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora