Borrador prólogo ¡Date cuenta!

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Al ser un Omega, Shoto no recuerda haber sentido a su instinto maternal salir a flote, siempre que veía un niño pasear por las calles nunca sintió la necesidad de protegerlo. Ni siquiera en la Academia, con la bola de imbéciles que le tocó como compañeros sintió ese sentimiento.

Pues ellos no eran suyos, no eran algo que habían crecido en su interior.

Hasta su padre Enji lo encontró preocupante que lo llevó al médico, el profesional había dicho que esto era normal considerando que en algunos Omegas éste instinto no se desarrolla hasta tener un hijo propio, a lo que Shoto dejó de tomarle importancia, pues en ese tiempo todavía era demasiado joven y no quería nada que se interpusiera en su camino.

Un día le preguntó a su madre que se sentía tener hijos, y ella respondió que era la mejor experiencia que una madre podría sentir.

"Puede que ahora todo esto te de lo mismo Shoto, pero una vez que sientas una vida crecer en tu interior sentirás que todo es de color rosa".

A Shoto no le gustan las cosas cursis, y había decidido cambiar de tema antes de que su madre empezara a hablar de los síntomas de sus embarazos y todo lo que pasó hasta tener a sus cachorros en brazos, pues estaba demás enterado de que esos relatos no iban a ser bonitos.

Pasó el tiempo y él seguía sin tener algún afecto a los cachorros, de hecho los considera irritantes.

No fue hasta diez años después, casado con el hombre que ama y teniendo a -para nada- maravillosas personas de amigos que esa necesidad de tener a una pequeña bola de carne entre sus brazos surgió como un brote de primavera.

Cuando Shoto sostuvo entre sus brazos al cachorro de Izuku y Katsuki sintió que el mundo flotaba a su alrededor, ver a ese pequeño retorcerse en sus temblorosas manos lo hicieron sentir como la persona más afortunada en el mundo al ser el primero en cargarlo. La emoción empezó a recorrer cada parte de su cuerpo.

¿Que se sentirá cargar a mi propio cachorro? ¿Será tan hermoso como éste pequeñín? ¿Tendrá los ojos de su padre? ¿Será como él? ¿Será niño o niña?

Más y más preguntas no paraban en salir a flote en su cabeza mientras caminaba hacia los nuevos padres y dejaba al bebé en los brazos del Alfa.

Ah, como quisiera tenerlo aunque sea un rato más.

Como quisiera acunarlo de nuevo entre mis brazos.

Entonces una luz lo iluminó.

¿Para qué deprimirse por eso cuando puedes pedirle a Inasa que tengan un hijo?

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