Epílogo

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Era un día feliz, no por nada del otro mundo

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Era un día feliz, no por nada del otro mundo. Solo había cumplido el primer mes de finalizar la terapia. Bianca me prometió celebrar con pizza y los amigos que —literalmente— contaba con los dedos de la mano. No era nada grande para los ojos de los demás, pero para mí, lo era.

Tener a la familia que elegí, me hacía feliz.

Pasé por momentos difíciles, en donde pensé que no llegaría el momento de decir: lo logré.

Pero llegó, reconocí las herramientas que podría utilizar en el futuro, por si algo volvía a suceder.

Sabría controlar los momentos de ansiedad, y eso era bueno. Sin embargo, seguiría trabajando para mejorar en aquello.

Me encontraba en mi escritorio, después de muchos meses, aquellas ganas por componer parecían volver. No lo forzaba, escribía algunas frases si se me ocurrían, ya llegaría el momento de volver.

—Buenas tardes, niño bonito —saludó Bianca entrando al lugar. De pronto todo se iluminó, sonreí en grande y abrí mis brazos para recibirla.

Ella caminó hacia mí despacio, y terminó por sentarse en mis piernas de lado, rodeando mis hombros para sujetarse.

—¿Cómo estás? —pregunté, le di un beso en la mejilla.

—Bien, traje lo que faltaba para la reunión de hoy, pero te tengo un regalo y debes venir conmigo.

—¿Un regalo? —pregunté confundido—. ¿Es mi cumpleaños?

—¿Desde cuándo debo esperar a que sea tu cumpleaños para traerte un regalo? Estás tonto, ¿o qué? —Entonces observó mis intenciones, y me tapó la boca—. Como respondas «O qué», te voy a golpear. Qué mal hice yo en presentarte a Nate, es una mala influencia.

Me eché a reír, porque sabía lo que diría.

Hubo un día, en que Abby y Nate llegaron a visitar a Bianca, yo estaba con ella, por supuesto; y luego de una gran escena de gritos de su parte, en donde me pidió que le cante 911, congeniamos bastante bien.

—Lo siento, lo siento —respondí aun entre risas.

—Si vas a seguir riendo así, no te detengas nunca —comentó mirándome con una sonrisa.

Di una última pequeña risilla y acaricié su mejilla.

—Gracias —le dije.

—¿Por qué? —preguntó.

—Por no haber dejado que me rindiera.

—Eso es mérito tuyo, Nick. Determinaste optar por la decisión de tomar las riendas de tu vida, y eso es algo admirable. Gracias a ti por seguir aquí —susurró cerca de mí. Cerré los ojos, porque me sentía contento.

¿Oían eso?

Era yo, estando en paz conmigo mismo. Algo que no había sentido en muchos meses, pero que poco a poco, se estaba haciendo costumbre.

Luces, música y acciónWhere stories live. Discover now