Capítulo 3

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—Pero ya quiero verlos —susurré.

—Hija, también queremos verte, pero tú sabes que por el momento no se puede... Tu papá tiene mucho trabajo y yo tengo que acompañarlo.

¿Y cuando me iba a acompañar a mi?

—Está bien, mamá. Tengo que irme. Dale saludos a papá.

—Cuídate, mi amor. Tu papá te depositó dinero en tu cuenta para lo que necesites.

—Ajá, claro. Chao.

Corté el teléfono y escondí mi cara entre las manos.

¿Por qué siempre el puto dinero tenía que interponerse? A veces desearía no tener nada, pero estar junto a mis padres. Pero, ¿qué podía pedir si toda mi vida había sido igual?

Nada iba a cambiar por más que lo deseara, así que me resigne y busqué mi computador.

Y como lo había pensado... Unos pares de miles de dolares nuevos habían llegado a mi cuenta corriente.

—Nada que hacer. Ya está aquí.

Suspiré con compasión hacia el dinero que se debería sentir solito en esa cuenta. Por lo que me apiadé. Tome mi bolso y salí de mi departamento con rumbo a las mejores tiendas de Nueva York.

***

Me había pasado todo el día comprando ropa y accesorios, el día se me había hecho nada, y sin darme cuenta,  me encontraba camino a casa de Tina.

Pasé el portón de entrada a la propiedad y me estacioné.

—Britt —grité.

—Hola, bonita —saludó la morena que corría hacia mi.

Activé la alarma del auto y la abracé.

—¿Ya viste al hermano de Tina? —preguntó cuando me soltó.

Me reí para mis adentros y asentí.

—Voy a ver que puedo hacer para darle la bienvenida —le guiñe un ojo y me pasé la lengua por los labios.

Brittany Coleman, la víbora más sensual y venenosa de Nueva York, abrió la boca sorprendida y maulló como una gata en celo.

—Eso hay que verlo... —murmuró y me tiró del brazo para entrar en la casa.

Adentro de la casa la música sonaba muy fuerte. Christina Aguilera canta Candy Man. Muy típico de Tina. La gente disfrutaba y bailaba, todos con un vaso en la mano. Podría jurar que el hermano de Tina, no conocía a nadie en la fiesta.

—Voy por algo de beber —me gritó Britt por encima de la música.

Le guiñé un ojo y entré más en la casa. Todos me saludaban y yo solo sonreía y devolvía el saludo con la mano.

—¿Sabes donde está Tina? —pregunté a un chico cualquiera, que parecía muy sorprendido de verme.

Me señaló la terraza, y es ahí donde me dirigí. Sentí como no me quitaba la mirada de encima, pero lo ignoré por completo.

De camino a donde mi amiga un mesero me ofreció una corona, que acepté encantada.

—¿Como estás? —me preguntó alguien al oído. 

Me giré sobresaltada y me encontré de frente con Brad.

—Uh, me encanta esta canción —comentó cuando Uptown Funk de Bruno Mars comienzó a sonar.

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