- ¿Por qué le haces creer a la gente que eres mala? - me pregunta una voz conocida, pero muy irritante. - Porque lo soy. - digo, todavía de espalda. - No lo eres, solo es una máscara que usas para que nadie se acerque a ti. Sentí cada paso que daba, hasta tenerlo detrás de mi, con su aliento mentolado chocando mi piel. - Puede ser, - me volteo, para encontrarme con esos hermosos ojos verdes que penetraban en mi alma. - pero me ha estado fallando últimamente, - ya que estábamos muy cerca, doy un paso adelante para tenerlo más pegado a mí. - porque tú todavía sigues aquí de pesado, cómo un parásito que nadie quiere. - Tal vez, porque quiero conocerte. - me dice, con una sonrisa en sus labios. Coloca una mano en mi pequeña cintura, atrayendome más a su piel. Con precaución, coloco mis manos en su pecho. Estamos tan cerca, que con solo un leve empujón, podemos besarnos. - El problema de conocerme, es que te terminará gustando lo que descubras, y esa será tu condena, la que pagarás con sangre. - No me importará sangrar, si tu eres la causante de las heridas. Me muerdo el labio inconscientemente y el me observa con determinación, haciendo que quiera besarlo. - Disfrutaré ver cómo te hago sufrir. - Disfrutaré ver cómo terminas loca por mí.