Todos tenemos, somos o fuimos 𝑅𝑢𝑖𝑛𝑎𝑠. Fuimos los restos de un desamor, la destrucción de nuestro propio corazón, las cenizas y el polvo del abandono, la pérdida de lo más preciado que nos dejó en el abismo más profundo. Sin embargo siempre hay caminos para elegir. Los imperios o palacios que fuimos nunca dejan de existir en nosotros si aún existen los escombros. Podemos decidir seguir, podemos volver a empezar desde donde quedamos o derrumbar lo último que quedaba para darnos el lujo de renacer. No es imposible darle color a las cosas, quizás no seamos nosotros los que hagamos el trabajo completo, a veces tiene que venir alguien a reconstruir la destrucción que dejaron en nosotros.