El año 1956 está por finalizar en Venezuela, que para entonces tenía al General Marcos Pérez Jiménez al frente del régimen militar que gobernaba al país. En ese entonces las huelgas estudiantiles estaban en su apogeo, al igual que la dictadura, que cada día dejaba a su paso muertos en las cárceles, así como miles de presos políticos, exiliados y desaparecidos a lo largo y ancho de la geografía nacional. En esta historia existen dos caras de una misma moneda: Los exiliados como Héctor, un adolescente que desde los 12 años vive con su familia en Chile y que regresa a Venezuela tras la muerte de su abuelo, el único familiar que le quedaba en el país y los perseguidos políticos como Magdalena, una destacada estudiante del prestigioso colegio Santa Lucía de Mérida que fue a dar a los calabozos de la sede de la Seguridad Nacional por participar de varias protestas estudiantiles y cuyo padre, un dirigente del URD es asesinado por los agentes de la Seguridad Nacional días antes de comenzar el año escolar. Para empeorar las cosas trabaja por las tardes como secretaria de la oficina de abogados donde él trabajaba y cuyos actuales jefes son blanco de amenazas por parte de la policía por su militancia en Acción Democrática
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