Los hombres me gustan a morir, su furia me inquita, remueven el equilibrio de estar completamente estable, me llevan al punto más alto donde se pierde la cordura, hacerlo con él, escucharme gemir es más fuerte que dejarlo penetrar, el cuerpo se vuelve a estirar con escaso poder, la mujer se vuelve mínima. Nací para conquistar unos amantes y con el poder necesario de no ser juzgada por el trato de ambos. Al final todos somos libres de elecciones. Aunque las mismas lenguas que me lamieron dijeron que a todos los cuerpos picaros les devolvía juventud.