Supongamos que el individuo que escribió estas líneas se llama Estanislao Johnson. Sí, es un buen nombre. Muy anglosajón, pero con algunas reminiscencias europeas. Tiene además un toque bastante corriente, aunque también posee cierto carácter extraordinario. Un nombre que, a todas luces, nos sirve tan bien como cualquier otro para contar las vivencias de un sujeto común que se vio arrastrado hacia un destino tan insólito como tenebroso.