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❛.*🐺 🐀 CHAPTER NINE *🐕 🦌ˎˊ˗
▰▰▰▰▰▰ traumas de la infancia ❞ .˚. ✦
Habían pasado dos semanas y Olivia todavía no podía soportar abrir el diario de Maxwell y leer la primera entrada, pero considerando que Amara tardó un año, supuso que lo estaba haciendo bien.
Su panza crecía progresivamente y Olivia se estaba volviendo más emocional y hormonal a cada segundo y, desafortunadamente, eso venía con antojos que a veces era difícil de satisfacer.
— Pedí fresas, Potter, fresas. ¿Por qué diablos me das uvas? —preguntó mostrándole el trozo de uva a James como si preguntara qué diablos era. James no pudo evitar soltar un suspiro.
—No están sirviendo fresas, cariño. —Olivia la fulminó con la mirada.
—No me quieras ver la cara. Es Halloween, ¿cómo es posible que no estén sirviendo fresas?
— Aún no es temporada de fresas, amor —explicó James con calma. Olivia entrecerró los ojos.
Agarró la servilleta de la mesa y apuntó con su varita hacia ella, convirtiéndola en una pequeña ave que comenzó a picotear a James en el cabello, despeinándoselo aún más.
—Eso es por mis fresas, Potter.
Sus palabras hicieron que Remus, Peter y Sirius se echaran a reír, pero James simplemente negó con la cabeza con diversión y golpeó al ave de papel haciendo que esta cayera. Le encantaba el hecho de que Olivia se estuviera abriendo poco a poco con él. Es cierto que todavía no ha mencionado nada de su pasado o de sus padres, pero se sentía un poco más cómoda con los cuatro chicos cada día que pasaba con ellos.
James le sonrió, con la misma mirada de asombro en sus ojos.
— Crees que eres tan graciosa ¿no, cariño?
—No fue una broma, pero ya me quedo con las uvas.
James le sonrió, extendiendo la mano para pellizcarle las mejillas. Adoraba a la Olivia hormonal tanto como a la Olivia normal.
—Tienes suerte de ser hermosa. —la molesto y ella rápidamente le dio una palmada en la mano.
—Tienes suerte de que no haya intentado asesinarte mientras dormías.
Delante de ellos, Sirius se levantó de su asiento, agitando un cuchillo de pan entre los dos, lo que hizo que los dos se volvieran hacia él confundidos.
—¿Qué estás haciendo exactamente Black? —preguntó Olivia.
— Cortar la tensión sexual entre ustedes dos —fue su respuesta antes de volver a sentarse.— No está funcionando. Por lo tanto, concluyo que el sexo es lo único que lo va a solucionar.
Remus jadeó mientras bebía su leche con chocolate.
—Obviamente lo han hecho, considerando que están esperando un hijo.
— Háganlo de nuevo, por favor —dijo Sirius sin perder el ritmo.
Olivia puso los ojos en blanco, ya cansada con sus payasadas.
— Todos ustedes son incorregibles.
— Creo que no es una mala idea —sonrió James.— Si te apetece.
Olivia le arrojó un pañuelo de papel a la cara y el castaño lo esquivó por los pelos.
—Sigue soñando, Potter. —La sonrisa traviesa de James se amplió.
— No tengo que soñar. Todo lo que tengo que hacer es recordar esa noche cuando...
Olivia agarró un trozo de pan y se lo metió en la boca para que dejara de hablar, con las mejillas teñidas de rojo. Los otros tres merodeadores se rieron un poco más.
Desde unos metros a su derecha, cierta pelirroja observaba la escena, incapaz de evitar el aleteo de celos que se apoderó de su cuerpo mientras observaba las interacciones de James y Olivia, y vio los ojos de adoración que el chico de Gryffindor parecía tener en todas partes hoy en día.
Los ojos de Olivia se lanzaron al otro lado del Gran Comedor, donde llegó una cierta chica Hufflepuff de piel rojiza, la fruta roja que sostenía en sus manos casi la hizo babear.
—¡Kat!
Katherine Summers se volvió para llamar, viendo una sonrisa que debería medirse en metros en lugar de centímetros en el rostro de la Slytherin. Kat recorrió con la mirada a la gente sentada a su alrededor y casi quería darse la vuelta y correr. Tres de ellos sonrieron, felices de siquiera haberla mirado a los ojos mientras uno miraba su comida como si fuera la cosa más interesante del mundo. Con un suspiro, se acercó a ellos.
— Bueno, hola, KitKat —saludó James jovialmente.— No sabía que conocías a mi pequeña y querida Olivia.
Kat enarcó una ceja al chico al que solía conocer tan bien.
—Hola a ti también, James. Nunca pensé que te encontraría con un niño.—James sonrió.
—Bueno, técnicamente, el niño aún no está aquí.—Kat se encogió de hombros.
—Un poco tarde, pero felicidades James.
La sonrisa del chico se ensanchó, sus ojos se posaron en el vientre abultado de Olivia.
—Gracias, KitKat, de verdad.
Olivia vio a Remus levantarse para envolver a la chica en un abrazo feroz, sintiendo de repente que se estaba sobrepasando un momento. Era lo suficientemente inusual por su parte haber llamado a alguien como si hubieran sido amigos durante años cuando, en realidad, sólo habló una vez con la Hufflepuff.
—¿Ustedes se conocen?
— Viejos amigos —respondió Kat, sus ojos se posaron en el chico negro que aún no ha levantado la mirada de su comida.— ¿Por qué me llamaste aquí, Liv?
—Oh —Olivia de repente se sintió muy avergonzada mientras se sentaba y le daba a la chica una sonrisa tímida—, no hay razón, solo quería ver cómo estabas.
Olivia no sabía lo que le estaba pasando, por qué de repente se sintió tan abierta con estas personas como si pudiera contarles todos sus secretos, pero sabía que nunca lo haría, porque había algunos secretos que incluso ella no sabía que conocía.
—Iba a pedir tus fresas —respondió James por ella—. Antojos.
La amable sonrisa que apareció en el rostro de la niña cuando le ofreció a Olivia el recipiente de fresas frescas hizo que su vacilación apareciera.
—Deberías haberlo dicho.
—Gracias. —le dijo agradecida y aceptó la fruta que estaba buscando desde la noche anterior.
—¿Dónde lo obtuviste? —preguntó James— He estado buscando y nunca logro encontrar. —Kat les sonrió.
—Los elfos domésticos me favorecen.
— Probablemente les has estado dando caramelos de nuevo —dijo Remus con adoración.
James se volvió hacia Olivia que estaba masticando felizmente la fruta.
—¿Quieres más? —Casi como una niña, Olivia negó con la cabeza.
—Creo que estoy bien.
—Bueno, en ese caso, será mejor que siga adelante —dijo Kat— La clase está a punto de comenzar. Te veo por aquí, Liv.
—Gracias por las fresas.
Justo cuando estaba a punto de irse, Remus tomó su mano, tirando de ella ligeramente hacia atrás.
— Hablaremos pronto, ¿de acuerdo?
Los ojos de Kat parecieron volver al chico que todavía no había reconocido su presencia antes de regresar a los suaves verde bosque de Remus.
—Por supuesto.
Cuando volvieron a sentarse, un manto de silencio cayó sobre ellos y Olivia supo que Katherine Summers no era solo una vieja amiga. Tenía un punto débil en el corazón del merodeador, al igual que lo hacía a pesar de que todavía no se daba cuenta.
Como Kat lo había predicho, un toque de la campana señaló el final de su desayuno y el comienzo de su primera lección, que resultó ser DACO; la clase que daba la hermana mayor de Olivia.
—Amara dijo que tendríamos una lección interesante —dijo Sirius, hablando de nuevo por primera vez desde que Kat apareció esa mañana— ¿Qué crees que ella nos enseñará?
—Profesora Kinsley, Sirius, profesora Kinsley. —corrigió Remus mientras los cinco se sentaban en sus asientos habituales.
En ese momento, Amara entró a la clase, sonriendo a todos. Todos guardaron silencio, viendo como la joven caminaba hacia el frente del salón de clases con su ropa muggle habitual.
— Muy bien, por favor mueva todas las sillas y mesas hacia atrás y vengan hacia acá. Comenzaremos en breve.
Una vez que la silla fue empujada hacia atrás, todos se pararon frente a la joven maestra. Junto a ella había un gabinete tembloroso. Olivia sintió que se le oprimía la garganta, sabiendo exactamente lo que había dentro.
—¿Puede alguien decirme qué es esto? —preguntó Amara señalando el armario.
La mano de Lily, como siempre, fue la primera en levantarse. Amara asintió con la cabeza.
—Es un boggart, profesora. Son criaturas que sienten nuestros miedos más oscuros y los duplican. Nadie sabe realmente cómo es un boggart. Muestra algo diferente a cada persona.
—Correcto. 5 puntos para Gryffindor. Ahora, afortunadamente hay un hechizo muy simple que se usa para impulsar a un boggart. ¿Alguien puede decirme cual es?
—Riddikulus. —Olivia murmuró lo suficientemente fuerte como para que la maestra la oyera, recordando sus días en el Kinsley Minor cuando era niña, y la casa estaba llena de criaturas oscuras y secretos aún más oscuros.
—Así es. ¡Ahora repite después de mí, Riddikulus!
—¡Riddikulus! —la clase cantó juntos.
—Muy bien. Ahora formen una línea.
El boggart tomó muchas formas a medida que la línea se acortaba. Serpientes, arañas, fracasos, dementores, muerte de seres queridos. Lily había visto morir a todos sus amigos y familiares. El miedo de Peter era el estar solo. El miedo de James tomó la forma de Olivia, sorprendentemente, especialmente para Amara, quien vio como el doppelgänger de su hermana pequeña gritaba de dolor y un rastro de sangre goteando por sus piernas. Para aquellos que sabían, era bastante fácil entender lo que temía James; perder a su hijo. Respiró temblorosamente antes de recitar el hechizo que hizo desaparecer la horrible imagen.
Y finalmente, fue el turno de Sirius.
Ahora, si alguien le preguntara a Sirius Black qué es lo que más temía, probablemente le daría algunas respuestas ridículas como elfos domésticos (¡maldito seas, Kreacher!), o probablemente una araña, de la que James tuvo que deshacerse por él, más veces de las que Sirius querría admitir. O probablemente una de esas imágenes mentales de un tipo verde gigante con un serio manejo de la ira que Remus había plantado en su cerebro después de que lo hizo leer esos estúpidos cómics muggles en tercer año. Él te respondería con muchos miedos insignificantes que simplemente sacudirían la cabeza y pondrían los ojos en blanco. Era simplemente imposible imaginar a Sirius Black corriendo al ver a un elfo doméstico.
Estaría mintiendo. Porque Sirius Black sabía exactamente lo que más temía en este mundo. Y no era algo tan tonto como una araña o un personaje cómico. Es mucho más complejo y complicado que eso. Su miedo no vino de la nada como la mayoría de las personas en esta sala. No, su miedo vino de alguna parte. En algún lugar mucho más profundo. Venía de la elegante casa en la que había estado atrapado durante más de 15 años. Proviene de la sangre que corre por sus venas. No había forma de escapar.
Sirius se enfrentó al boggart que ahora había tomado la forma de un hombre que era demasiado familiar para el gusto de cualquiera. Este hombre vestía la túnica más elegante que Sirius había visto jamás. Lo combinó con unos pantalones negros elegantes que tienen un forro plateado. Su cabello azabache estaba recogido hacia atrás de la manera más regia. Sus ojos grises eran como vidrio, fríos e inmóviles. No había un solo defecto en su piel. El boggart se apoyó en el armario detrás de él, una corona plateada colgando de sus dedos largos y resbaladizos. Sus ojos estaban aburridos mientras observaba cómo la corona se movía de un lado a otro.
Porque Sirius Black se temía a sí mismo.
Los dos se miraron el uno al otro; uno, un príncipe de un hombre recogido, el otro, un manojo de nervios estáticos y carga eléctrica, y los dos eran monstruos diferentes escondidos bajo la misma máscara.
Finalmente, el doppelgänger arrastró las palabras:
—Mira qué ha sido de ti —Sirius no respondió, pálido y aturdido—. Eres un desperdicio de hombre, ¿sabes? Tus padres no te querían, diablos, te habrían corrido si no te hubieras ido. Buen viaje, dijeron, finalmente libre de un maldito. Inútil. —el boggart escupió las palabras con una versión más refinada del acento de Sirius.
—Tu hermano, bueno, se alegró de que lo dejaras solo con mamá y papá. Son gente encantadora, ya sabes. Tu hermano lo descubrió por sí mismo cuando te fuiste.
El trasfondo negro de esa última frase permaneció sin decir, pero él sabía lo que significaba de todos modos. El cuello de Sirius palpitaba con las venas, sus ojos se llenaron de lágrimas. Cuando se trataba de Sirius, ver tanta angustia en un chico al que solo has visto reír, lo convirtió en una debilidad. Era como si todos estuvieran escapando a su subconsciente; un lugar oscuro y retorcido más allá de la creencia racional.
—Sirius —dijo James en voz baja. Olivia lo miró. La postura de sus hombros estaba tensa y todo su cuerpo estaba rígido con la anticipación de intervenir. Sus ojos color avellana estaban vidriosos, sus nudillos apretados—. Sirius, vamos. ¡Esto no es real!
Se movió hacia adelante, parándose lo suficientemente cerca para que Olivia no pudiera escuchar nada de lo que estaba murmurando.
—No hay razón para estar asustado. ¡Ese no eres tú! Esto no es real. —instó James de nuevo, una insistencia en sus palabras y una desesperación en su lenguaje corporal.
—Estás equivocado. —susurró Sirius. Le ardían los ojos debido a las lágrimas contenidas.
—¿Qué quieres decir? —preguntó James— Todo esto está en tu cabeza.
—Lo sé. Eso es lo que me asusta.
El boggart, al parecer, se cansó de esta conversación, porque saltó hacia adelante con una gracia que solo los aristócratas podían poseer.
—Suficiente de la encantadora y sincera charla.
Sus ojos grises perforaron a James, quien se estremeció, porque era una bestia con la cara de su mejor amigo, y ¿cómo podría alguien estar de acuerdo con eso? Se centró de nuevo en Sirius, que parecía roto. Su rostro al borde de desmoronarse.
—¿Qué hay de James? ¿Hm? ¿Cuándo has beneficiado a James? ¿Cuándo has sido digno de él? Ni siquiera le gustas, no importa que te ame. No eres su hermano. Solo eres un chico elegante que se escapó de casa. Eres un caso de caridad.
Se acercó más y más, hasta que su nariz casi tocó la de Sirius, quien se negó a apartar la mirada. Sonrió, aunque la acción se asemejaba a un gruñido e inhaló profundamente, aprovechando el miedo que sentía allí.
—¿De verdad pensaste que alguna vez se preocupó por ti?
James tropezó hacia atrás, derribado por el peso de las palabras. Fue un golpe bajo, todos lo sabían.
Para Sirius, James era lo que hacía girar el mundo y el oxígeno en el aire. Para Sirius, James era su salvavidas.
—¿Y Remus? Todos sabemos que él solo te quería porque te necesitaba. Estás tan desesperado por tener amigos que aceptas a alguien como él. —Olivia nunca había visto a Remus Lupin tan herido.
— ¿Qué pasa con la chica? —los ojos de Sirius brillaron. Olivia miró sorprendida, dándose cuenta de que tal vez Sirius escondía peores demonios que ella.— Oh, te gusta ella, ¿no? No sabes por qué, pero te gusta. Te enamoras con demasiada facilidad. Estás tan desesperado por el amor. Es lamentable. Sin embargo, es demasiado buena para ti. De todos modos, no importa. Ella nunca te elegirá. Pero lo esperabas, ¿no? Siempre has sido la segunda opción. Segunda opción después de Reg, segunda opción después de James, y ahora segunda opción después de Remus ".
La criatura se enojó, apretando los puños y balanceándose, apretando los dientes como si la negativa de Sirius a entender realmente le doliera.
—¡Eres solo una gran, colosal cagada! ¡Eso es todo lo que has sido! ¡¿No lo entiendes ?! ¡¿Cómo no lo entiendes ?! Eres Sirius Black. Perteneces a la oscuridad.
—Riddikulus. —su voz era débil pero fuerte, pero funcionó. El boggart Sirius gritó mientras descendía; piel reemplazada por fieltro, control por cuerda. Se había convertido en una marioneta de tamaño humano que bailaba, cantaba y tropezaba con todos los surcos del suelo. Solo la mitad de la clase se rió; el resto, demasiado conmocionado por el deslizamiento de un alma atormentada que residía dentro de Sirius Black, cuyo boggart era él mismo.
James había sido rápido en atrapar a Sirius una vez que colapsó y sin la necesidad de decir nada, lo sacó de la clase, solo mirando a Olivia por unos momentos antes de finalmente darse la vuelta.
Olivia, que estaba demasiado sorprendida para moverse, no se dio cuenta de que el boggart ahora estaba frente a ella, es la próxima forma que está tomando lugar. Dejó escapar un sollozo ahogado cuando un cadáver yacía frente a ella, su piel estaba pálida y el cabello castaño chocolate enmarañado con sangre. Sabía quién era, se la había visto en sus pesadillas suficientes veces.
Frente a la habitación, Amara se quedó paralizada en su lugar, viendo por primera vez, el cadáver de su hermano pequeño.
Pero a diferencia de las pesadillas de Olivia, el cuerpo se movía, sus huesos crujían y se doblaban en diferentes direcciones y cuando abrió los ojos, Olivia no vio el gris habitual que compartía con su hermano, en cambio vio unos ojos color avellana brillantes llenos de miedo, y de repente Ya no era Maxwell frente a ella, sino un joven golpeado y magullado que la miraba fijamente con ojos color avellana enmarcados por gafas redondas, su piel pálida y llena de pecas y su cabello desordenado de un hermoso tono marrón chocolate.
—¡Ayuda! —el chico gritó en un tono agudo que partió por completo el corazón de Olivia en dos— ¡Por favor, ayuda! ¡Me van a matar!
Todos miraron, especialmente Amara, preguntándose qué era tan significativo sobre el niño que afectó tanto a la niña de Slytherin, sin saber en absoluto que estaban vislumbrando el futuro.
Tan pronto como apareció, el niño se fue. Ahora, en su lugar, estaba un hombre del que Olivia siempre se había acobardado cuando era niña. Martin Kinsley se paró frente a su hija, luciendo más alto y más grande de lo que recordaba. Una mueca de desprecio en su rostro mientras el puro disgusto llenaba todo su rostro. Levantó su gran mano, un estallido resonó en el aula cuando su mano chocó con la mejilla de Olivia, dejando una marca roja en la mano.
—¡Absoluta pérdida de espacio! Debí haberte matado cuando tuve la oportunidad. ¡No traes más que vergüenza a esta familia! No mereces llevar el noble nombre de Kinsley...
—¡Caligo!
La criatura no se convirtió en nada divertido, simplemente se derritió, los ojos saltaron, los huesos humanos se desintegraron en un charco de niebla oscura en sus zapatos. Olivia se volvió aturdida para registrar quién había lanzado el hechizo y vio a la Amara sosteniendo su varita. La mujer entró en acción, apresurándose a cerrar la tapa del cofre una vez que la niebla se filtró de nuevo a los confines de su existencia, luciendo tan conmocionada y aterrorizada cómo se sentía Olivia.
Olivia se sintió inestable. Tenía la cabeza liviana y el cuerpo demasiado pesado, y se derrumbó antes de que pudiera contemplar adecuadamente su situación. El suelo estaba fresco y un alivio para su piel febril.
El toque de alguien, tierno y tangible, le rozó el brazo y sus dedos estaban fríos y ásperos. Remus se arrodilló frente a ella, su presencia era suave pero exigente, y su mano era una presión tranquilizadora sobre su brazo. La otra mano ahuecó la parte posterior de su cabeza, atrayéndola hacia él, y ella dejó que su cabeza descansara en su hombro, agarrando su camisa. Los ojos de Olivia nunca se cerraron. Estaban muy abiertos, todavía veían el cadáver de Maxwell, el rostro de puro terror de su futuro hijo y las pesadas manos de su padre escociendo sus mejillas.
El agarre de Remus se apretó. La acercó aún más.
—Olivia, lo siento. Yo...
Ni siquiera pudo terminar. Su voz quedó atrapada en las palabras y la atrajo hacia él. Olivia lo abrazó como si fuera su única conexión con el mundo y, en ese momento, lo era.
Vagamente, era consciente de que le habían dicho a Peter que fuera a buscar a Madame Pomfrey. Vagamente, era consciente de los ojos que la perforaban, del desconcierto que alimentaba a los otros estudiantes de la clase. Vagamente, podía sentir su corazón rompiéndose erráticamente su caja torácica. Y con las palabras de Remus registrando su mente, se dejó tragar por la oscuridad.
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