Congelada por el miedo, agarro mi linterna y apunto al hombre frente a mí.
Después de la conmoción inicial, mi mirada salta a la manga del hombre y luego a su cabeza en un intento de identificarlo.
(¿Una bata de laboratorio... y pelo blanco?)
Mis dedos temblorosos se deslizan hacia mi cadera en busca de mi arma, pero entonces recuerdo que no tengo ninguna.
—Un acto noble... pero será el último que hagas.
El hombre ni siquiera pestañea mientras Zero hace girar un cuchillo en su mano.
El hombre se libra del zombie, saca un vial de su bolsillo y se lo lleva a la boca. Luego, se bebe su contenido.
(¿Qué diablos está pasando...?)
—Siéntate.
Apenas el hombre dice eso, el zombie lo obedece. Camina hasta la silla más cercana y se sienta pesadamente sobre ella.
—Bueno, ahora sí lo he visto todo...
—Los estaba esperando. Asumo que los han enviado para terminar el trabajo.
—Si con eso te refieres a matarte, entonces sí: no me importaría hacerlo.
—Yo me encargo del zombie.
— ¡Raven, Zero, esperen! ¿Quién eres? ¿A qué te refieres?
—No hay tiempo para preguntas. Va a convertirse pronto.
—Oh... ¿No se los han dicho? Interesante.
— ¿Decirnos qué?
—Soy inmune al virus. No puedo convertirme.
— ¡¿Qué?!
—Eso es imposible. Estás mintiendo.
—Estoy de acuerdo. Nadie es inmune.
—Disfrutaré cortando tu garganta mentirosa...
El hombre da unos pasos deliberados hacia Zero, quien se prepara para un ataque.
—Mírame. ¿Mis ojos se están volviendo blancos? Mira la herida. ¿Se está poniendo negra? ¿Me estoy poniendo pálido?
— ¡Aléjate de mí!
—Hmm. Heterocromía. No es algo que se vea todos los días. ¿O son lentes de contactos?
Zero levanta una mano para cubrirse el ojo carmesí, como si se avergonzara de ello, pero no responde.
—No has venido a matarme, ¿No? Si me dan un momento para limpiarme está herida, se los explicaré todo.
— ¿Y el zombie?
—Puedes matarlo si quieres, pero es inofensivo. Ahora mismo, obedece todas mis órdenes. Da igual si decides matarlo, lo único que hará será quedarse ahí mirándote con esos ojos blanquecinos...
El hombre se acerca a un grifo y comienza a limpiar y envolver su brazo con gasa. Luego, se sienta y comienza a hablar.
—Mi nombre es Martin. Hace mucho tiempo, investigaba para hallar la cura al virus Angello. ¿Lo recuerdan?
—Por supuesto. Mi hermana murió después de contraerla.
(No sabía eso...)
—A esa epidemia le siguió la de los zombies. Y, aunque el virus Angello mató a mucha gente, todos lo olvidaron cuando los zombies aparecieron. Lo que la gente no sabe es que el virus Angello es el origen del brote zombie. Todo fue debido a una sustancia llamada <<Catalizador de la Resurrección>>.
— ¿Estás diciendo que el origen del brote zombie... fue un laboratorio?
—Sí y no. El Catalizador de la Resurrección no estaba listo, pero fue liberado... Eso produjo mutaciones en el virus Angello de uno de los pacientes... y contagió a los demás. Conocen el resto.
— ¡¿Cómo pasó eso?!
—Yo... El grupo con el que estaba trabajando... y yo, tuvimos la culpa. Lo liberamos por accidente.
Antes de que alguien pueda detenerlo, Raven salta sobre Martin y le da un puñetazo en la cara.
El labio de Martin se agrieta y la sangre le cae por la barbilla. Jacob sujeta a Raven y lo aparta de él.
—Me lo merezco.
—Contrólate, Raven. Lo siento.
—Está bien.
—Pero... ¿Por qué te tienen encerrado aquí?
Martin señala al zombie.
—Puedo producir la sustancia que los calma. Los hace controlables. Bueno... más o menos. No del todo. Si funcionara del todo, ya me habrían matado.
(¡Tengo que saber más...! Pero tampoco podemos arriesgarnos más.)
—Tenemos que irnos antes de que descubran que han perdido la llave.
—Todavía no sabemos qué está pasando aquí...
—Tu amiga tiene razón. Envían patrullas a vigilarme con frecuencia. Tienen que irse antes de que los descubran.
—Ven con nosotros. Que piensen que escapaste.
Martin niega con la cabeza.
—Tienen a mi novia. No puedo irme hasta que sepa que está a salvo.
—Realmente noble...
—Volveremos por ti. Te sacaremos de aquí.
—No se lo merece. Por mí, puede pudrirse en el infierno.
—No. No dejaré que eso pase. Todos tenemos un mismo enemigo.
Doy un paso hacia Martin y miro al zombie sentado en silencio en la silla.
—Volveremos por ti. Lo prometo.
Martin asiente lentamente, pero no responde.
(No puedo decir si ha perdido la esperanza o si siempre es tan frío e inexpresivo...)
—Vamos. Salgamos de aquí.
—Espera... ¿Cómo regresamos aquí? ¿No estábamos adentro...?
—Oh, Weber... has vuelto...
— ¿He vuelto? Entonces... me he perdido algo, ¿No?
— ¿De verdad no te acuerdas?
—Lo siento...
—Está bien. Te lo explicaré todo.
Raven lleva a Weber a un lado y comienza a contarle lo sucedido. Me sorprende su gentileza.
—No creo que podamos hacer esto solos. Tenemos que decírselo a alguien.
—Está bien. ¿A quién tienes en mente?
—El alcalde.
—Estoy de acuerdo. Creo que podemos confiar en él. Hasta ahora, todo lo que ha hecho ha sido para protegernos.
— ¿Crees que nos creerás?
—Creo que no confía en su hermano. Creo que nos hará caso.
Jacob sonríe.
— ¿Qué pasa?
—Volvamos a la mansión. Se lo contaremos todo al alcalde.
—... Si crees que es lo mejor.
— ¿No crees que es una buena idea, Raven?
—No lo sé. Haré lo que a ti te parezca mejor.
— ¿Qué opinas, Weber?
—Creo... que si creen que es lo mejor...
—Está decidido, entonces. Vayamos a la mansión. Esta vez usaremos la puerta principal.
Al acercarnos a la mansión, mi pecho se llena de alivio y esperanza.
(Todo esto terminará pronto... ¡No más secretos!)
— ¿Quién anda ahí?
—Comandante Jacob. Necesito hablar con el alcalde.
— ¿A esta hora de la noche?
Jacob frunce el ceño y el guardia se estremece.
—Le haré saber que está aquí.
Unos minutos después, el alcalde nos recibe en su sala de estar.
—Por favor, pónganse cómodos. ¿Les gustaría algo de té?
—Gracias, pero estamos aquí por un asunto urgente.
— ¿El vicealcalde está aquí?
—Creo que todavía no ha regresado... Se fue hace un rato. Dijo que había perdido algo y tenía que encontrarlo. ¿Por qué?
(¡Debe de estar hablando de la llave!)
—Supongo que esto nos facilita las cosas, pero lo que vamos a decir puede ser muy difícil de aceptar...
Jacob le da un informe detallado de todo lo sucedido, como si estuviese haciéndolo con uno de sus soldados.
Jacob también menciona nuestras sospechas de que el vicealcalde esté implicado.
—No... no puedo creerlo... Mi propio hermano...
El alcalde se pone pálido como una hoja. Entonces, se lleva las manos a la cara y se echa a llorar.
— ¿Cómo es posible? Me dijeron que lo único que había en esos almacenes eran barriles con material radioactivo...
—Tal vez para eso solían usarlos, pero ya no...
—Sabía que me estaba escondiendo algo. Lo sabía... Oí los rumores, pero no quería creerlos. ¿Cómo iba a hacerlo...?
—No se culpe. A veces es difícil ver la verdadera cara de aquellos a quienes amamos.
—Sí... tienes razón. Amo a mi hermano más que a nadie. Por eso tengo que pedirles... suplicarles... Por favor, dejen que yo me encargue de esto. Es mi deber.
—Puedo respetar eso.
—Pero los almacenes...
(Y Martin...)
—Por favor. Todo lo que pido es una oportunidad para enfrentarlo antes de tener que condenarlo. Quemaremos los almacenes por la mañana. Me encargaré de esto. De todo.
—Entendido, señor.
—Bien hecho, Jacob. Ustedes también. Raven, Lucy, Weber... Tengo una deuda enorme con ustedes. Me encargaré de que todos reciban una recompensa. Gracias.
—No necesitamos una recompensa. No lo hacemos por reconocimientos. Lo hacemos por la gente.
—Tanta bondad y fuerza...
—No podría haberlo dicho mejor que Lucy.
—Queremos justicia.
—Habrá justicia. Ahora, por favor, váyanse a casa y descansen. Tenemos trabajo que hacer por la mañana.
El alcalde nos acompaña hasta la puerta. Sus ojos siguen rojos por las lágrimas.
Una vez que regresamos a la comunidad, alguien me agarra del brazo.
—Tú vienes conmigo.
—Eres tú... ¿Quieres hablar?
Zero no responde directamente. En su lugar, mira a Raven y Jacob.
—Váyanse.
— ¿Quién te crees que...?
Jacob pone una mano en el hombro de Raven.
—Vamos. Los esperaremos en el bar.
Hay un silencio incómodo mientras se van.
—Has cometido un error muy grave. No una vez, sino dos.
— ¿Qué...?
—Primero, me traicionaste al contarle nuestro secreto a esos dos. Luego, como una idiota, se lo contaste todo al alcalde. ¿No te das cuenta de que acabas de firmar tu sentencia de muerte?
—Puede que no estés de acuerdo, pero fue decisión de todos.
—Y la perdición de todos.
Zero niega con la cabeza.
—No importa. Me ocuparé de eso yo mismo.
— ¿Qué planeas hacer? ¿Matar a vicealcalde? ¿Al alcalde, tal vez? ¿Enfrentarte tú solo a todo el mundo?
Zero frunce el ceño y muestra los dientes.
— ¿Qué pensaría Weber de eso?
— ¿Y a mí que me importa eso?
Su rostro cambian dramáticamente y sus ojos se vuelven suaves.
(Parece que mis palabras lo han afectado... Se ve tan vulnerable.)
— ¿Sabes qué? Olvídalo. Hemos pasado por demasiado. Mañana tendremos la mente más despejada.
—Sé lo que estás pensando...
—Es solo que... Tarde o temprano, tendrás que enfrentarte a ti mismo, Zero. Los dos tendrán que aceptarse mutuamente.
—Crees que estamos rotos, como todos los demás.
—Eso no es lo que digo.
—No importa. Cuando Weber ya no me necesite, cuando <<Sanemos>>, ya no seré necesario y desapareceré. Desapareceré, Lucy.
¿Los héroes han tomado la decisión correcta?
¿Conseguirán salvar a Martin?
¿Hasta dónde llega la traición?