Jugando con una tramposa #3 ♧...

By LoveandRainbows15

11.4K 948 52

Lauren aprendió desde pequeña a desenvolverse en los barrios bajos de Londres. Ahora que sus hermanas se han... More

1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
13
14
15
16

12

667 55 0
By LoveandRainbows15

—¡Exijo ver a Camila Sin, y me importa un bledo si dice no encontrarse en el lugar! ¡Sé que está aquí y, si se niega a verme, juro por Dios que traeré a mi hermana, Lady Dragón, para que eche abajo este establecimiento si hace falta con tal de hablar con ella! —requirió Jessica a uno de los matones que le impedían el paso al famoso club de juego del Diablo.

—Será mejor que lo dejes pasar, Bruno. Después de todo, mi hermana hace horas que la espera —explicó diligentemente Sofia al guardia de turno.

—¿No te sorprende verme aquí? —preguntó Jessica, conocedora de la respuesta.

—No, lo que me sorprende es que hayas tardado tanto en aparecer —repuso Sofia.

—Ella está aquí, ¿verdad? ¿Se encuentra bien? —indagó la joven Jessica, desesperada.

—Ella está en perfectas condiciones, pero no gracias a ti, muchacha. ¿Cómo se te ocurre dejarla salir de casa?

—¡No pude detenerla! Y me he vuelto loca buscándola por todas partes. Sólo después de visitar la taberna, o, mejor dicho, las ruinas en llamas de El Jabalí Verde y oír algún que otro rumor, pude deducir dónde estaba. ¿Se puede saber por qué no ha vuelto a casa esta noche?

—¿Tú qué crees? —preguntó irónica Sofia Sin, alzando una ceja.

—¡Tendrá que casarse con ella o acabará muerta! —comentó Jessica, sonriendo alegremente al saber que Lauren ya no sería su problema.

—¿Estás amenazando a mi hermana? —inquirió violentamente Sofia, alzando a la joven noble del suelo por las elegantes solapas de su chaqueta.

—No, yo no... —replicó ella con una sonrisa—, pero Camila pronto conocerá a las hermanas de Lauren. Si crees que ella la trae de cabeza, espera a ver a las tres juntas.

Sofia la soltó sonriendo ante la pesadilla en la que su hermana comenzaba a verse inmersa solamente por haberse enamorado. La muy idiota aún no intuía lo que se le venía encima. En fin, ¿para qué estaban los hermanos sino para ayudarse?

—Te esperan en el despacho, ¡date prisa! —le ordenó tajantemente a Jessica a continuación. Cuando la joven se disponía ya a entrar, sin embargo, recordó algo —: ¡Ah! Creo haberle oído decir a Lauren que tiene un plan en el que tú tendrás que ayudarla...

Mientras Sofia se volvía, a su espalda oyó las quejas de la ingrata:

—¡Oh, no, Dios mío! ¡Otro de sus alocados planes, no!

* * *

Después de que Camila finalmente le mostrara alguno de sus trucos a su tramposa, ambas decidieron que estaban preparadas para iniciar el viaje hacia las afueras de Londres. La partida, que había sido organizada por el heredero de una escasa fortuna con la idea de pagar algunas de sus cuantiosas deudas, se llevaría a cabo en una antigua villa perteneciente a la familia Collins.

Una vez más, en el majestuoso carruaje del Diablo, repasaban alguna que otra idea del alocado plan que los introduciría en tan escabroso juego.

—¿Crees que Jessica hará lo que le pediste? ¿O nos perseguirá pistola en mano para que nos casemos? —preguntó maliciosamente Camila, recordándole que su amiga había insistido en que contrajeran matrimonio antes de partir hacia tan licencioso lugar.

—¡Camila Sin, borra esa sonrisa de tu cara! ¡Aunque mi hermana Perrie obligara a Kara a casarse con Lena, eso no significa necesariamente que vaya a hacer lo mismo conmigo! Además, ella estaba enamorada de ese mujer, no hacía otra cosa más que hablar constantemente de ella, y ya estábamos hartas —recordó Lauren, molesta por las innumerables veces que Lena la había atosigado con las historias de Kara.

—Entonces ¿tu familia no me perseguirá? —insistió Camila, un tanto desalentada por sus palabras.

—Yo no he dicho eso, pero no creo que me obliguen a casarme. Después de todo, tú eres una mujer con una reputación bastante indecente. Eso tal vez las desaliente.

—Entonces, Jessica te ayudará —aseveró el Diablo, confirmando que ese fin de semana era sólo para ellas y un numeroso grupo de viciosos jugadores.

—¡Eso espero! O, de lo contrario, tendremos a mi familia encima y, créeme..., no te gustaría para nada enfrentarte a mis hermanas.

—¿Y por qué no a sus parejas? ¿Es que ellas permanecerían al margen? — preguntó Camila, interesada en lo que podría conllevar unirse a esa extraña familia.

—¡Oh, no! Ellas sólo se encargarían de ti después de que mis hermanas te hubieran dado una lección. ¡Y créeme cuando te digo que no les dejarían ni tus huesos! Así que mantente alejado de mi familia y deja de proponerme matrimonio. Eso es algo que no va a ocurrir.

—¿Qué te apuestas, pequeña? ¿Qué te apuestas? —retó el Diablo a su discípula mientras se reclinaba relajadamente en su carruaje pensando en lo deliciosamente pecaminosos que podrían llegar a ser esos días. Sobre todo, si estaba al lado de su apasionada tramposa.

* * *

¡Por fin los invitados comenzaban a llegar!

Menos mal que su escandalosa apuesta había atraído a su destartalada mansión a más de un noble desesperado en busca de fortuna, mujeres o la emoción del juego. No todos los que había invitado a esa partida eran diestros jugadores, pero sí hombres a los que les encantaban las perversiones, y una rica mujer cedida en una apuesta era uno de los mayores escándalos de la sociedad.

¡Cómo había osado lady Thirlwall dirigirse a él para hablarle de una bastarda proveniente de una mujer tan mediocre que su padre había decidido abandonar! Su propia madre era la única mujer adecuada para llevar el apellido Collins, pero, por supuesto, la joven Lauren se apellidaba como su madre, al igual que sus otras dos hermanas. Todas y cada una de ellas provenían de un padre distinto... ¡Por Dios!, no había oído algo tan vulgar en años, y eso que a él le encantaban los escándalos.

En fin, si la carta de lady Thirlwall afirmando que tenía una hermana lo había afectado, aún más chocante le había resultado el hecho de enterarse de que ésta manejaría pronto una gran fortuna con la que él no podría llegar siquiera a soñar nunca. Había sido entonces cuando se había interesado por su querida y desvalida hermana, ya que su fortuna siempre sería bienvenida. Pero, por lo visto, la custodia de esa bastarda recaía en lady Thirlwall , y, como él finalmente no podría echar mano de su considerable riqueza, había decidido sacar beneficio por su lado.

¡Qué mejor aliciente para sus deudores que recibir la invitación a una escandalosa partida en la que el premio sería la mano de su hermana, una rica y hermosa mujer joven, desamparada, que no tendría cómo defenderse del asedio del ganador que exigiera su premio!

Después de todo, su dudosa pariente bastarda serviría para algo, ya que cada jugador que quisiera participar debía entregar mil libras como señal. La idea era sublime para llenar sus bolsillos. Aunque últimamente estaba algo preocupado, ya que había recibido noticias de que el Diablo había conseguido una invitación. Esa mujer asustaba a sus huéspedes, y sólo el mismísimo infierno sabía cómo reaccionarían al verla en la mesa de juego. Tal vez subieran las apuestas en su beneficio, o tal vez todo se fuera al traste.

Lo importante por ahora era tener muy contenta al Diablo para que nada la alterara hasta el punto de querer arrasar con todos, y él sabía cómo hacerlo. Al fin y al cabo, Camila Sin era una persona..., sólo que le encantaba pecar más de lo normal.

* * *

Cuando Camila llegó a la mansión de los Collins, se fijó atentamente en cada uno de los defectos que mostraban el abandono del lugar y la escasez de fortuna.

Los tejados se veían envejecidos, y en algún que otro punto faltaban tejas que se habían ido desprendiendo con el paso de los años. Las ventanas estaban sucias y deterioradas, y las verjas del exterior, oxidadas. Los establos, aunque permanecían limpios, se veían tremendamente dejados, y los jardines solamente contaban con mustios árboles entre alguna que otra mala hierba.

Si el exterior parecía estar en mal estado, el interior de la casa no parecía mejorar mucho: paredes descoloridas, puertas deslustradas, cortinas desvencijadas y una mala iluminación, todo ello proveniente más de la escasez de fondos que de la idea de proporcionar un ambiente íntimo.

El joven Evan Collins había intentado disimular la falta de muebles y sirvientes con un gran número de distracciones, como hermosas mujeres de la vida y jugosos manjares, además de apetecibles licores. Los asistentes fueron agasajados tanto por el anfitrión como por los pobres sirvientes, que escaseaban en número para la atención de tanto invitado. Tal vez precisamente porque la concurrencia era demasiado grande como para ser recibida con solicitud, Lauren fue totalmente ignorada y aceptada sin pregunta alguna por todos como un jugador más.

La llegada de Camila Sin estaba prevista para la noche, cuando faltaban pocas horas para el nuevo día y el comienzo de la partida. La brevedad del período de tiempo que restaba para el comienzo del juego dio a Camila la ventaja de ser conducida directamente a su habitación, sin que ningún jugador pudiera medir a su joven acompañante o a ella misma como adversarios. En cambio, de un breve vistazo, ella supo cuáles serían buenos competidores y cuáles sólo víctimas del juego.

El viejo criado los condujo a unos suntuosos aposentos que parecían estar en mejor estado que el resto de la casa. A pesar de que la regia cama de roble con dosel, el diván y la pequeña mesa de té con sus respectivas sillas eran muebles de diseño un tanto anticuados, parecían encontrarse en perfectas condiciones. Al igual que el resto de la estancia, con sus llamativas cortinas de un inusual color rojo, su elegante biombo y su acogedora bañera.

Por lo visto, el joven Collins intentaba impresionarla, o tal vez halagarla.

No obstante, de nada le serviría ninguna de sus artimañas. Después de todo, ese hombre era el insensato que osaba tratar a su mujer como un premio en una reunión de granujas, y eso no se lo perdonaría nunca. Ella era la única granuja que tenía derecho a ganar ese preciado tesoro que era su bella tramposa.

En sus habitaciones, se acomodaron a la espera de la cena y, tras las advertencias de Camila, Lauren no se deshizo de su disfraz en ningún momento, un movimiento hábil, porque poco después la cena fue servida por dos mujeres de dudosa reputación y ligeras de ropa, que no dejaron de mostrar continuamente sus escandalosos pechos mientras llenaban sus platos y sus vasos. Cuando hubieron terminado de comer, rellenaron nuevamente sus copas y las mujeres se sentaron en el regazo de los comensales.

Una dotada pelirroja intentaba tentar a Camila con sus jugosos senos, recibiendo sin saberlo miradas airadas y amenazantes de la joven Lauren, que estaba muy dispuesta a sacar su arma si la mujer acariciaba una vez más el cuerpo de su amante. Sin embargo, al aparentar ser un hombre más de esa partida, Lauren también estaba siendo manoseada por una pequeña rubia que no hacía otra cosa más que intentar atraer su atención. La joven estaba avergonzada, sin saber qué hacer mientras el Diablo sonreía maliciosamente al ver su problema y sus fallidos intentos de deshacerse de la insistente mujer, pues ninguna de las dos había previsto que eso pudiera llegar a ocurrir.

Finalmente, Camila  dejó de sonreír cuando la obstinada hembra empezó a desnudar a Lauren, a pesar de los esfuerzos de ésta por impedirlo. Se levantó bruscamente de su silla y, tras una furiosa mirada a ambas mujeres, las agarró violentamente de los brazos y las condujo al exterior.

—¡Siento desilusionarlas, señoritas, pero mi joven amigo y yo estamos demasiado cansados para hacer otra cosa que no sea dormir! No obstante, agradecemos mucho sus atenciones —señaló con una sonrisa que las hizo olvidar su brusquedad, sobre todo cuando el reluciente dinero cayó en sus manos.

Camila condujo a las dos ardorosas mujeres hasta la sala e informó a su anfitrión de su deseo de descanso, petición que fue acogida entre los demás participantes con jubilosas bromas, hasta que recordaron de quién se estaban burlando y se hizo el silencio entre los presentes.

El Diablo les advirtió a todos con una pérfida sonrisa de lo que les esperaba en la mesa de juego, y después, sin más, abandonó la sala, pues tenía cosas mucho mejores que hacer. Como, por ejemplo, tratar de seducir a Lauren. Porque definitivamente sería un milagro si conseguía volver a meter a esa tramposa en su cama, y aunque Camila Sin era muy afortunada, aún no había aprendido a hacer milagros.

* * *

En cuanto entró en la habitación, Camila supo que algo no andaba bien, ya que Lauren no loa estaba molestando con sus enfados o importunándola con sus interminables preguntas sobre la partida.

Camila buscó por la estancia a su pícara tramposa y, tras hallar sus ropas en el suelo, comenzó a preocuparse. Una pecaminosa sonrisa acudió entonces a sus labios cuando, tras retirar las colgaduras de la cama, la encontró desnuda encima de ella. Sin embargo, empezó a inquietarse cuando la vio restregándose contra las sábanas como si fuera una gata en celo. Su adorable morena era muy apasionada, pero aún no tan desinhibida como para montar ese espectáculo para atraer su atención.

—¡Camila, ayúdame! No sé lo que me pasa, ¡estoy ardiendo! —suplicó Lauren apartando de una patada las sábanas de su desnudo cuerpo.

Ella se resistió a la tentación de deleitarse con la visión de su amada y la tapó con las sábanas antes de inspeccionar sus pupilas, que se hallaban muy dilatadas, producto a ciencia cierta de alguna delirante droga que hacía arder su cuerpo en busca de alivio.

Por desgracia para ella, la única solución a su problema era tomar un interminable baño helado tras otro, o bien acostarse con ella una y otra vez hasta que ambas cayeran exhaustas. Aunque ésta sería la mejor opción para Camila, no sería muy noble por su parte aprovecharse de la situación, así que decidió ser honorable por una vez en la vida.

Por desgracia, Lauren no hacía mucho para ayudarla mientras se deshacía una vez más de las sábanas y dirigía sus manos hacia su entrepierna, acariciándose sensualmente.

—Querida, ¿Qué has tomado? —preguntó Camila, decidida a saber qué clase de droga era. Tal vez con ello podría adivinar cuánto duraría su efecto.

—¡La copa que me sirvió la rubia! ¡Pero eso no importa ahora! ¡Camila, tócame! —gimió ella frustrada cuando sus manos parecieron no ser suficiente.

Camila se apartó de la cama en un intento desesperado de calmarse mientras observaba los restos de la bebida que había tenido la desgracia de tomar su ingenua Lauren. Con un dedo, degustó un poco el amargo poso del veneno que siempre quedaba al mancillar una bebida.

«¡Mierda!».

Se trataba de uno de los más potentes afrodisíacos que conocía. Ella había tenido la desgracia —o la fortuna, según se mirase— de probarlo una vez, cuando una viuda un tanto viciosa había decidido experimentar con su resistencia. Sus efectos duraron toda la noche, y el ardor de su cuerpo no obtuvo descanso alguno hasta la mañana siguiente.

Lo más probable era que la rubia licenciosa, al verse rechazada, probara a estimular con una droga la pasión de Lauren para así verse beneficiada cuando ésta hiciera efecto. No obstante, para desgracia de la rubia, la única que podía beneficiarse del efecto del afrodisíaco sería ella. El único problema es que Camila no quería ser un mero remedio para una noche, quería ser una persona adecuada para ella toda la vida, así que, haciendo acopio de su escasa decencia, intentó que la joven entrara en razón y dejase de intentar atraerla a su lecho.

—Lauren, cariño, te han drogado. Ahora mismo tu cuerpo está alterado y sólo desea una cosa...

—¡A ti! —exigió ella, agarrándose a su fuerte brazo y restregando su cuerpo desnudo contra ella.

Camila cogió aire, fue hasta la cómoda, donde descansaba un jarro de agua fría, humedeció un paño en él y regresó junto a la cama, en la que Lauren se retorcía de nuevo indecentemente contra las sábanas.

—Escucha, en estos momentos no eres tú y no me quiero aprovechar de la situación, así que, aunque desearía más que nada en el mundo meterme contigo en ese lecho, tendrás que conformarte con paños de agua fría.

Camila posó el húmedo trapo sobre sus senos enrojecidos, pero eso no pareció solucionar nada, sino que más bien empeoró la situación.

Lauren se arqueó excitada contra la tela mojada, frotándose contra ella mientras sus manos se dirigían nuevamente a su entrepierna, intentando imitar las caricias de Camila pero frustrándose al no saber cómo hacerlo.

—Por favor... —le rogó defraudada y dolorida.

Ella miró sus ojos llorosos y supo que tendría que calmarla, aunque a la mañana siguiente lo acusara de ser el mismísimo Diablo.

—Está bien. Pero mañana no digas que me aproveché de la situación, porque no es cierto. Prefiero mil veces discutir contigo a tenerte complaciente en mi cama sólo por una droga.

—Por favor, Camila—suplicó una vez más Lauren, dirigiendo la mano de ella hacia su húmeda intimidad, que exigía un alivio inmediato.

Estaba tan excitada que, con sólo unas leves caricias, explotó entre los brazos de Camila, y su cuerpo al fin tuvo un descanso del ardor que no le permitía discernir lo ocurrido.

—¿Quién me drogó? —preguntó confusa.

—La rubia impaciente —declaró Camila, quitándose la chaqueta y el chaleco y arremangando su camisa—. Por desgracia para ti, preciosa, el efecto de esa droga todavía no ha terminado, sino que a lo largo de la noche irá a peor.

—No te creo... —replicó Lauren, pero de pronto sintió de nuevo en su cuerpo los efectos del afrodisíaco—. ¡Oh, Camila...! ¡Por favor, haz algo!

—Por desgracia para ti, cariño, finalmente me vas a hacer ganar la apuesta — anunció el Diablo sonriendo pícaramente—. Pero aún te queda mucho por rogar esta noche —la informó antes de comenzar a pecar.

A continuación, separó las piernas de Lauren y atacó con su lengua su sobreexcitado clítoris mientras uno de sus dedos se introducía violentamente en su interior. Cuando los gritos de la joven le exigieron más, Camila unió un segundo dedo en su apretada profundidad. Lauren casi se incorporó intentando calmar sus ansias mientras agarraba con violencia los cabellos de ella, dirigiendo el ritmo de su lengua como su cuerpo ansiaba.

No obstante, todo su ser ardía en llamas, y sus erguidos senos exigían también su parte de atención. Reacia a soltar los cabellos de Camila, Lauren cogió exigente la mano de su amante y la dirigió hacia sus torturados pechos mientras cabalgaba sobre su lengua hacia las oleadas de un nuevo orgasmo.

De nuevo saciada, tuvo unos instantes de cordura.

—Tú todavía no has... —comentó indecisa.

—¿Hallado mi placer? —terminó Camila por ella—. Cielo, estoy intentando ser noble y no aprovecharme de ti de esa manera.

Una nueva ola de ardor hizo que Lauren se arrastrase sobre el lecho en dirección a ella, hasta sentarse en su regazo y frotarse descontrolada contra su rígido miembro mientras atraía su rostro hacia sus senos, donde le suplicó la tortura de sus labios.

Camila se concentró entonces en sus espléndidos pechos, deleitándose en ellos con su lengua, succionando ardientemente sus pezones y jugando con ellos al dedicarles pequeños mordiscos que proporcionaban a Lauren un leve dolor y un intenso placer al mismo tiempo.

A continuación, agarró fuertemente con una mano la hermosa melena de la joven, obligándola a ir despacio, mientras con la otra acariciaba con destreza su húmedo interior. Pero Lauren quería más, exigía más, necesitaba más..., así que sus hábiles manos comenzaron a desabrochar los pantalones de Camila para hallar su erguido miembro dispuesto para la acción.

—¡No! —gritó ella de pronto, separándose de ella—. ¡Lauren, no eres tú! —intentó explicarle una vez más, pasando con frustración una de sus poderosas manos a lo largo de su cabello—. Yo sólo quiero que entiendas que...

—¡Oh, por Dios, Camila! ¡Deja de intentar ser noble conmigo y compórtate como la mujer de la que me enamoré: una afectuosa e indecente Diablo que siempre desea hacerme el amor! —gritó ella molesta.

—¿Has dicho que... me amas? —preguntó ella entonces con una maliciosa sonrisa, desterrando al olvido su reencontrada nobleza.

—Sí..., no... ¡No me lo tengas en cuenta! ¡Ni siquiera sé lo que digo! —balbuceó Lauren, intentando ocultar su desliz al confesar algo que en esos instantes no sabía si era o no cierto.

—¡Ah, entonces eso lo cambia todo! —repuso el Diablo, mostrando a su amante una de sus sagaces sonrisas.

Camila no permitió a Lauren ni un solo segundo para que volviera a poner excusas sobre sus sentimientos. Se desvistió con celeridad, sin dejar de observar en todo momento el sudoroso cuerpo de su amada, que nuevamente era presa de la estimulante droga.

Mientras la joven se estremecía entre las sábanas, Camila al fin puso en práctica cada uno de los desvergonzados pensamientos que acudieron a su mente desde que la había visto desnuda en la cama.

—Esta postura, amada mía, se llama la varilla —anunció con una lujuriosa sonrisa mientras se colocaba desnuda de rodillas en el lecho y atraía hacia sí el ansioso cuerpo de su desenfrenada mujer.

Acto seguido, Camila  levantó ágilmente una de las piernas de Lauren sobre su hombro y la otra sobre su antebrazo, dejándola expuesta ante su miembro viril, que, alentado por sus gemidos, se hundió bruscamente en su húmedo interior de una sola y fuerte embestida. La joven gritó extasiada ante las arremetidas de Camila, y sus apasionadas súplicas aumentaron cuando ella acarició con sus excitantes manos todo su cuerpo, desde su delicado cuello a sus erguidos pezones.

Los movimientos de Camila eran demasiado lentos para la brusquedad que su encendido cuerpo reclamaba, pero todo cambió cuando Lauren rogó una vez más que le diera lo que tanto codiciaba.

Camila sonrió jactancioso y, tras alzar sus nalgas, la embistió profunda y ferozmente, haciéndola perder el sentido cuando las oleadas de placer la llevaron hasta la cima clamando su nombre.

Ella salió de su cuerpo aún excitado, sin haber alcanzado el clímax, mientras Lauren permanecía derrumbada entre las sábanas a la espera de un poco de paz, que una vez más le fue negada cuando sintió de nuevo cómo sus senos se erguían y su interior comenzaba a humedecerse.

—Ahora te enseñaré una de mis preferidas: la cortesana —anunció Camila, recordándole una de las posturas con las que más se había deleitado en sus noches de insomnio.

A continuación, la sacó dulcemente de la cama, agarró con delicadeza su cuerpo desnudo entre sus brazos, la sentó en la mesa que un rato antes habían utilizado para la cena y la tumbó sobre la superficie como si de un delicioso manjar se tratase.

Camila guió sus delicadas manos hacia el borde, haciendo que se agarrara fuertemente a ella mientras Camila empezaba a adorar su cuerpo lentamente. Besó y lamió su cuello trazando un lento camino hacia sus pechos, que devoró ávidamente, haciendo que Lauren se arquease contra la mesa. Sus besos continuaron por su vientre hasta el ombligo, y cuando sus tentadores labios llegaron a sus piernas, ella las abrió suplicante, pidiendo alivio a su desenfreno.

Camila recompensó su osadía reclamándola con su boca. En el momento en que ella estaba próxima al orgasmo y comenzaba a arquearse sobre la mesa, Camila apartó sus labios, dejándola vacía por unos instantes, hasta que la embistió con fuerza y la hizo gritar de éxtasis con sus arremetidas, que eran acompañadas por las caricias que prodigaba a su deseoso cuerpo.

Lauren rodeó su cintura con las piernas, exigiéndole más de su dura y enérgica pasión, y Camila contestó con violentos asaltos de su duro miembro a su ardiente bribona, que no tardó mucho en convulsionarse alrededor de ella hacia el clímax final.

Camila sintió cómo ella la apretaba con fuerza en su húmedo interior, y finalmente se dejó llevar aferrando sus caderas y hundiéndose profundamente una y otra vez en ella, hasta que sucumbió a un explosivo orgasmo, derramándose dentro de su amada a la vez que gritaba su nombre.

Acto seguido, Lauren se desplomó sobre la mesa y Camila cayó sobre ella, permitiéndose unos segundos de tregua antes de volver a la cama.

—Siento decirte, cariño, que es muy posible que hoy practiquemos gran parte de las posturas del libro que me robaste.

—No lo creo. Yo estoy demasiado cansada y mi cuerpo parece estar... ¡Mierda! ¡Otra vez no! —gimió Lauren, nuevamente desesperada.

—Tranquila, cielo. Por suerte para ti, yo sé cuál es el remedio para tan fervorosa enfermedad. ¡A la cama! —prescribió Camila alegremente mientras llevaba el abatido cuerpo de su amada tramposa otra vez al lecho.



A 4 capítulos de que termine la historia.
Posiblemente la acabe la otra semana, por fin acabo mi semestre y tendré mas tiempo libre.

Continue Reading

You'll Also Like

29.1K 2.9K 9
En los veinticinco años que he conocido a Valentina Carvajal, lo único que no fingí con ella fueron mis orgasmos. En séptimo grado, fingí una gripe e...
173K 15.4K 47
Tʀᴇs ʜᴇʀᴍᴀɴᴏs ʟᴏs ᴄᴜᴀʟᴇs ᴛᴜᴠɪᴇʀᴏɴ ᴏ̨ᴜᴇ sᴀʟɪʀ ᴀᴅᴇʟᴀɴᴛᴇ sɪɴ sᴜs ᴘᴀᴅʀᴇs.. Lᴇᴇ ᴘᴀʀᴀ sᴀʙᴇʀ ᴍᴀ́s 👀 PD: Bᴀsᴀᴅᴏ ᴇɴ Sʜᴀᴍᴇʟᴇss 😍
42.3K 6.9K 45
Juliana Valdés lee un libro cada semana para Valentina Carvajal, la chica de la habitación 127. La chica que está en coma. ՙ 𓄼 Capítulos cortos. ՙ...
3.5K 149 7
la imagen de la portada no es mía, bueno en el mundo llenó de caos y muertes, cameramans y speakermans morían, habían dos personas que no podían amar...