Jugando con una tramposa #3 ♧...

By LoveandRainbows15

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Lauren aprendió desde pequeña a desenvolverse en los barrios bajos de Londres. Ahora que sus hermanas se han... More

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By LoveandRainbows15

¡Malditos matones! Jessica no había visto en la vida una casa de juego más protegida que la que dirigía el Diablo.

Había intentado encandilar a alguna que otra joven sirvienta con su bella sonrisa y sus bonitas palabras para que la dejaran entrar nuevamente en el establecimiento, pero al instante, alguno de los lacayos de ese inexpugnable lugar aparecía con una de sus reprobadoras miradas y ordenaba fríamente a la joven que volviera a su labor.

También había tratado de sobornar a algún que otro empleado, pero todos parecían ofenderse ante la idea de traicionar a Camila Sin. ¡Y para qué hablar de las veces que había intentado volver a entrar en el club de juego oculta entre la multitud o disfrazada! Por lo visto, a ella no se le daba bien eso de disfrazarse, y los rudos guardianes de Los Siete Pecados parecían tener órdenes de no dejarla entrar nunca más.

Como hasta ese momento no había tenido problema alguno para que la dejaran gastarse alegremente su dinero, sospechaba que todo lo ocurrido esa noche sin duda alguna tenía que ver con la dueña de tan pecaminoso lugar. Lauren debía de estar en esos momentos en manos de ese ser despreciable, y todo por culpa de sus deudas.

¿Por qué narices había tenido que empezar a apostar tan fuerte en las mesas de juego?

Jessica sabía que no era una jugadora experta y que no siempre tenía suerte, pero era apasionante no conocer las cartas que tenía el adversario, o cuándo vendría una buena mano. Era excitante ser contemplada como una persona adulta, para variar, compartir risas, bromas, y ser admirada por todos cuando era la ganadora.

El esplendor del juego, así lo había llamado Lauren cuando había intentado explicarle el motivo de sus deudas, y también le había advertido sobre lo engañoso que podía llegar a ser todo bajo ese funesto esplendor. En los momentos en los que su amiga trataba de aleccionarla sobre las trampas y el juego, Jess apenas podía mirarla a la cara sin sentirse un ser insignificante.

Cuando ella le contaba despreocupadamente sus arriesgadas aventuras entre vividores peligrosos y tabernas de mala muerte, Jessica sabía que Lauren había jugado para ganarse su sustento un día más, mientras que ella..., ella solamente gastaba una fortuna que no merecía haciendo la idiota.

Si algo le pasaba a su querida amiga, nunca se lo perdonaría, y todo lo que su furiosa hermana le hiciera sería poco para el castigo que ella misma se autoinfligiría por haber consentido que Lauren solucionara sus problemas con el juego, unos problemas a los que nunca debería haber llegado si no fuera porque se trataba de una joven despreocupada e inconsciente, como miles de veces le había repetido su querida hermana.

Lo intentaría una última vez por las buenas, y si no encontraba a Lauren sería el momento de ir a despertar a su querida hermana, Lady Dragón, y que el Diablo se enfrentara a su furia, aunque parte de ella recayera luego sobre su persona.

Cuando Jessica miró hacia la luna rogando poder encontrar a su amiga, distinguió un elaborado balcón que, a juzgar por su opulencia, sin duda alguna debía de pertenecer a los aposentos del Diablo.

-Bien... -susurró animadamente mientras se despojaba de su chaqueta y arremangaba su camisa-. Si tengo que enfrentarme al mismísimo Diablo para encontrarte, Lauren, que así sea.

Camila Sin estaba bajo control.

* * *

Finalmente había dejado de molestarla con sus insinuaciones. Tal vez se debiera a que la manzana que se hallaba en su boca le impedía pronunciar palabra alguna, aunque Camila seguía dirigiéndole furiosas miradas y constantemente intentaba farfullar insultos. Sobre todo cuando aprovechaba para hacer trampas a las cartas en los momentos en los que jugaba contra ella. Pero era tan tentador timar a una adversaria inmóvil a la que le molestaba tanto perder...

-¿Ves, Camila? Te dije que no descartaras esa carta, en fin..., has vuelto a perder -comentó alegremente Lauren mientras barajaba de nuevo-. Bueno, ¡qué le vamos a hacer! Tendré que quedarme con otra de tus valiosas pertenencias. Veamos qué has perdido hasta ahora -continuó mientras se enrollaba la suave sábana de seda alrededor de su cuerpo y caminaba por la estancia en busca de un nuevo tesoro.

»Has perdido unos gemelos de oro y diamantes un tanto ostentosos, un alfiler de corbata que hace juego con tus gemelos, una baraja de cartas bastante antigua y una bolsa repleta de ganancias. Creo que ahora ha llegado el momento de echarle un vistazo a tu espléndida biblioteca. Aquí veo que tienes un libro bastante usado, así que, después de todo, te interesas por algo más que los juegos y otras viciosas formas de ocio que tanto fomentas...

Lauren abrió el libro esperando descubrir algún tratado de economía, alguna historia de aventuras o algo que la hiciera parecer más humana y menos perversa a sus ojos. Pero en cuanto observó el volumen supo que estaba totalmente equivocada con respecto a Camila Sin: era la persona más pérfida que había conocido nunca.

La joven estaba decidida a guardar el libro en el rincón más escondido de la oscura estantería cuando su cautiva le dejó entrever el atisbo de una maliciosa sonrisa. Eso supuso todo un reto para ella, que nunca se amilanaba ante un desafío.

Con pasos sensuales, mientras movía tentadoramente sus caderas de un lado a otro como había visto hacer más de una vez a las féminas para atraer la atención de un hombre, Lauren se dirigió entonces hacia la cama y, tras tumbarse junto a Camila, abrió el escandaloso libro y le mostró a su endiablada prisionera los distintos dibujos que había en él.

-¿Estás segura de que esto se puede hacer? Parece una postura un tanto incómoda. Seguro que tú ya lo has intentado, ¿verdad? En fin, en alguna ocasión tendré que probarlo. ¿Y ésta? -preguntó de nuevo, señalándole otra de las pecaminosas ilustraciones del libro.

Al cabo de unos minutos, Camila ya no sonreía, sino que solamente gemía, deseando con entusiasmo que la droga de su cuerpo se disolviera antes de que su bribona se marchase para poder demostrarle cómo era posible realizar todas y cada una de las posturas sexuales de ese libro.

* * *

-¡Al fin! -exclamó sin aliento Jessica después de escalar el difícil y resbaladizo muro de la fachada-. ¡Ya está aquí tu salvadora! -declaró alegremente antes de percatarse de la escena que se desarrollaba ante ella.

-Ya era hora -comentó con indiferencia Lauren mientras seguía jugando sobre el pecho desnudo de Camila sin que esta hiciera movimiento alguno.

-O la dueña de Los Siete Pecados tiene un gusto un tanto extraño en lo que a juegos de cama se refiere, o tú no necesitas ninguna salvadora -dijo Jessica desconfiada mientras se sentaba en el lecho con pasividad y sustituía la manzana de la boca de Camila por el cañón de una pistola-. Tiene dos minutos para explicarse -la amenazó.

-¡Jessica Thirlwall, ¿se puede saber qué narices estás haciendo?! -la reprendió Lauren, indignada al ver a su querida Diablo amenazada.

-¿Defender tu virtud? -sugirió Jessica, un tanto confusa con la situación.

-Aquí no ha pasado nada, así que guarda esa arma. ¡Y, por el amor de Dios, sácala de su boca! Apenas la dejas respirar -replicó ella preocupada mientras acariciaba el brazo de Camila sin apenas darse cuenta de ello.

En cambio, Camila sí se percató de sus sutiles caricias, y le sonrió con gran satisfacción a Jessica cuando ésta por fin dejó de amenazarla con su pistola.

-Ambas están desnudas. Explícame otra vez cómo es que aquí no ha ocurrido nada -le exigió Jessica a Lauren, señalando el lecho con el arma.

-Ella descubrió que era mujer, me pidió algo escandaloso, yo la drogué y eso fue todo.

-Bueno, hay que admitir que, antes de que la droga surtiera efecto, disfrutamos muchísimo de los placeres de mi lecho... -la interrumpió Camila, lo que provocó que el arma nuevamente amenazara a su persona.

-¡Espero sinceramente que eso no sea cierto! -rugió Jessica, demostrando que su carácter no era tan apacible como aparentaba.

-Es mentira -se apresuró a aclarar Lauren mientras con una mano tapaba la boca de Camila-. Es orgullosa y se siente ofendida, por eso dice idioteces. Si ni siquiera puede moverse...

-Bien, la drogaste y, por lo visto, también planeas robarle. ¿Me puedes explicar, pues, qué haces aún desnuda en su cama?

-Jessica, estoy cumpliendo con la apuesta, y, puesto que has venido a rescatarme y la noche ya está acabando, la apuesta está cumplida, así que vuélvete para que me vista.

-De acuerdo, pero no creas que te has librado de contarme todo lo ocurrido - replicó Jessica a su pilluela amiga a la vez que tapaba el rostro de Camila con una de las prendas que se hallaban en el suelo y se volvía para darle a Lauren la intimidad requerida para cubrir su desnudez.

* * *

¡Un poquito más y ya!

Los dedos de Camila parecían estar regresando a la vida, aunque su brazo aún no daba muestra alguna de responder. Había tenido que mover muy sutilmente sus rígidos dedos para apartar un poco la camisa que tapaba su rostro del hermoso espectáculo que era ver a su amada desnuda una última vez antes de que se marchara con sus valiosas pertenencias, entre ellas, su corazón.

No había otra hembra más hermosa que Lauren.

Aunque ahora sólo le mostrase su delicioso trasero y su sublime espalda, a sus ojos seguía siendo gloriosa. Dotada de una natural belleza que la atraía sin piedad, la había atrapado con sus juegos y su ingenio de pilla.

Nunca más volvería a disfrutar en su lecho si no estaba junto a ella, y, por desgracia, Lauren parecía decidida a abandonarla por una joven adinerada que no se sentía nada contenta con ella o sus explicaciones. Tal vez la hubiera dejado marchar sin más si Lauren no hubiese mostrado que se preocupaba por ella , pero lo hacía, aunque se negara a reconocerlo.

Finalmente, el Diablo debería arriesgarse. Al fin y al cabo, algún día tenía que llegar su hora..., ¿por qué no con ella y en ese instante? Como buena jugadora, esperaría su momento y luego haría su apuesta más osada. Aguardar hasta la hora de ejecutar su movimiento sería algo difícil, pero valdría la pena con tal de oír su respuesta, que sin duda alguna sería afirmativa. Después de todo, a Camila siempre le sonreía la suerte.

* * *

Lauren se vistió con celeridad y nuevamente ocultó su aspecto de mujer bajo la falsa apariencia de un muchacho.

Era extraño, pero mientras cubría su cuerpo desnudo con las ropas, tuvo la sensación de ser observada en todo momento por unos ojos que reclamaban su cuerpo. Cuando se volvió, supo que esos ojos eran los de Camila. No sabía cómo había conseguido destapar su rostro, quizá la droga que circulaba por su cuerpo comenzaba a disiparse, pero aún no lo había hecho del todo porque, si no, no tenía duda alguna de que Camila no permanecería impasible en su lecho mientras ella le robaba.

Con celeridad, guardó el botín que había decidido apropiarse y se dirigió hacia el balcón por el que Jessica había entrado. Lauren observó que el descenso sería algo difícil, pero no imposible. Además, la alternativa era quedarse en la guarida del Diablo cuando ésta comenzaba a despertar de su letargo inducido. Cuando se aproximó a la cama para apropiarse de su última fruslería, un escandaloso libro que ponía la guinda a su cuantioso botín, la mano de Camila aferró fuertemente su brazo, impidiéndole la huida.

-No te vayas -rogó la dueña de Los Siete Pecados por primera vez en su vida.

-Lo siento, pero tú pusiste los términos de este impúdico trato, y has recibido justamente lo que pedías -señaló Lauren inquieta a la vez que intentaba deshacerse de su agarre.

-Quiero más..., ¡cásate conmigo! -exigió Camila a su tramposa, jugando así su última carta ganadora.

-¿En serio crees que ésa es la mejor forma de declararte a alguien? -lo reprendió Lauren, algo molesta con su proposición.

-Lo habría hecho mejor si no fuera porque me has drogado, robado y estafado vilmente mientras jugabas conmigo -comentó ella enfurecida por las quejas de la joven.

-Eso son excusas -replicó Lauren, quitándole importancia a sus actos-. Además, apenas me conoces, ¿se puede saber por qué narices querrías casarte conmigo?

-Porque, si no te hago una propuesta mejor, te irás con tu amante y nunca más volveré a verte.

-¿Qué amante? -preguntó ella confusa-. Espera un momento..., ¿no serás tan estúpida de creer que Jessica y yo...? Oh, sí lo crees -concluyó Lauren al ver cómo los celosos ojos de Camila miraban con odio a su joven amiga.

Luego, sorprendiéndolas a todas, se rió alegremente del estúpido malentendido.

-Entonces ¿ella no es tu amante? -quiso saber Camila, esperanzada ante su posible respuesta.

-¿Jessica? ¡Por favor! -exclamó Lauren ofendida-. Nunca tendría una relación con una persona a la que puedo ganar con los ojos cerrados y una mano atada a la espalda.

-¡Eh! -se quejó Jessica, sintiéndose menospreciada-. No soy tan mala...

-Jessica, no hablo por hablar. Me vendé los ojos y jugué con una sola mano y aun así te gané tu asignación, ¿recuerdas?

-Bueno, sí, pero eso fue porque me deslumbró el sol y...

-Jessica, era de noche...

-¡Ah! Me sacas de quicio, vengo a rescatarte y ¿qué me encuentro? Que ni siquiera eres capaz de darme las gracias por ello. La próxima vez mandaré a mi hermana, a ver cómo te sienta enfrentarte a sus rugidos -respondió Jessica indignada mientras desaparecía ya de la alcoba por el elaborado balcón.

-Quédate -pidió nuevamente el Diablo a su ladronzuela.

-Camila, nunca sería tu amante. Y el matrimonio en estos momentos no me interesa, así que déjame ir y confórmate con que he saldado mi deuda.

-¡Éste no es nuestro último encuentro! ¡Cuando dé contigo, haré todo lo posible para que seas mi mujer! -proclamó Camila con absoluta certeza.

-Eso será si das conmigo... -lo retó Lauren, deshaciéndose lentamente de su agarre y dirigiéndose con celeridad hacia el balcón.

Tuvo la confirmación de que la droga todavía no había desaparecido del cuerpo de Camila cuando ésta permaneció inmóvil en su cama mientras le dirigía una mirada acusadora por su abandono.

-¡Eh! ¡Deja ya de hacerle arrumacos a tu enamorada y baja de una maldita vez! -gritó Jessica desde el oscuro callejón.

-¿Ves cómo puedo conseguir por mí misma un matrimonio? -dijo alegremente, Lauren dirigiéndose a su impaciente amiga, mientras se despedía de su amada lanzándole un beso con una pícara sonrisa.

* * *

Camila había contado con impaciencia las horas que habían pasado hasta que su cuerpo volvió a la vida y pudo tener de nuevo el control de cada uno de sus músculos.

Por desgracia, fue demasiado tiempo, exactamente seis horas, treinta y dos minutos y cinco segundos. Cuando consiguió asomarse al oscuro y mugriento callejón, allí no quedaba rastro alguno de que hubiera habido alguna vez alguien que no fueran ratas o algún que otro ladronzuelo ebrio.

Volvió a su estancia desanimada, pensando en ahogar sus penas en alcohol, hasta que recordó que esa mañana tendría que intentar despojar a alguna anciana viuda, o tal vez a una poco agraciada solterona, de un viejo edificio que haría las veces de almacén para los turbios asuntos de su hermana.

No le gustaban los negocios de Sofia por el peligro que éstos conllevaban, pero era su hermana y había prometido ayudarla en todo cuanto pudiera, y así lo haría hasta el día en que muriera. Camila decidió que le vendría bien un paseo hasta el lugar, que se encontraba a tan sólo dos manzanas de su club. Así, tal vez se despejaría un rato y comprendería que una morena ladrona y tramposa no le venía nada bien a su ego.

Aun así, era tan emocionante, tan excitante jugar con ella... Esa mujer era apasionada a la vez que inocente y hermosa, decidida pero tímida. En algún que otro momento, tramposa pero honorable. Esa mujer era toda una contradicción que había despertado su interés, y no podía sacarla de sus pensamientos.

De hecho, si no fuera totalmente imposible, diría que la joven noble que hablaba en esos momentos con un niño harapiento mientras éste le mostraba sus dotes de jugador sobre una desvencijada caja de madera era ella.

¡Pero eso era imposible...!

Lauren no podía pertenecer a una clase social que medía su valía por el dinero y que expresaba sus sentimientos con gran apatía, como si el mundo les perteneciera.

Camila se acercó lentamente para escuchar sin ser vista el sermón que la noble mujer debía de estar dando a ese huérfano sin hogar. Los nobles nunca comprendían que los consejos para un niño hambriento y desesperado por unas migajas de cariño siempre caerían en saco roto, pero, en fin, después de todo, ellos pertenecían a otro mundo, que, aunque no fuera mejor, siempre sería más esplendoroso para los inocentes ojos de una pobre diablo.

* * *

-Bien, pues, como te decía, tienes que ser muy rápido con la bolita y encontrar a un primo que no te suponga ningún reto. Si encuentras un noble con demasiado genio y gritón, coge el puesto y desaparece de su camino.

-¡Pero es que los nobles barrigudos son los que más repleta tienen la bolsa! -se quejó el joven pilluelo.

-No te equivoques, eso no siempre es cierto. Hubo una ocasión en la que tuve que librarme de un tipo, un noble ocioso que quería ganar dinero fácil apoderándose de mis ganancias.

-Usted no pudo hacer trampas, es una señorita y las nobles señoritas no se ensucian las manos haciendo lo que yo hago.

-¡¿Cómo que no?! Quita de ahí y verás lo hábiles que son mis nobles manos - indicó Lauren apartando al niño y tomando su lugar frente al maltrecho puestecito de apuestas.

-¡Dios, es usted rapidísima! -exclamó el chiquillo sorprendido al ver la rapidez con la que Lauren movía los viejos vasos de madera, donde rápidamente la canica fue perdida de vista por los atentos ojos del pilluelo-. Creo que sería capaz de competir con la mismísima Diablo, aunque dicen que ella nunca pierde.

-¿Te cuento un secreto? -confesó Lauren sin abandonar el juego-. Yo le gané, y más de una vez...

-No te olvides de decir que en esos momentos yo no podía moverme y que tú no tuviste reparos en aprovecharte de mí haciendo trampas con gran insolencia - intervino entonces Camila, interrumpiendo la descarada conversación al colocarse a la espalda de su amada tramposa y agarrar con fuerza su cintura con un brazo para acercarla desvergonzadamente a su cuerpo.

-Camila... -susurró Lauren, suspirando resignada y apoyándose en su cuerpo.

-¿Usted es el Diablo, señora? -preguntó el pillastre emocionado.

-La misma -confirmó ella con una sonrisa.

-¿Y ella le ganó? -inquirió el niño excitado por haber recibido lecciones de una mujer que podría llegar a ser una leyenda.

-Puede decirse que quedamos en tablas: yo gané una mano, y ella, unas cuantas más.

-¡Vaya, señorita Lauren...! Usted sí que es una dama interesante, ¡y gracias por el juego de cartas nuevo! ¡Voy enseguida a enseñárselo a mis hermanos y a presumir de ello! -Tras estas palabras, el golfillo salió corriendo sin molestarse en recoger su cochambroso puesto, tropezando por el camino con Camila.

-Sabrás que acaba de afanarte la bolsa, ¿verdad? -preguntó Lauren sonriente después de que el niño hubo desaparecido.

-Sí, y sin duda sabrá darle un buen uso.

-¿Podrías soltarme antes de que dañes irreparablemente mi reputación de mujer honesta? -bromeó ella intentando deshacerse de su abrazo.

-No -susurró Camila a su cautiva, besando dulcemente su cuello en el proceso -. Supongo que la vieja baraja de mi maestro pertenece ahora a ese joven ladronzuelo, ¿verdad?

-Sí, creo que a ti ya no te hacía falta. Mira todo lo que tienes gracias a ella.

-Ya, pero créeme: le tenía mucho cariño. Y, dime, ¿cómo te libraste del noble ocioso que quería apoderarse de tu dinero haciendo trampas?

-Él llamó a un guardia y yo le sugerí al noble señor que ejercía la ley que jugara para comprobar que yo no hacía trampas. Por desgracia para el noble, el guardia ganó bastante dinero ese día y, aunque yo perdí un poco, no acabé en prisión.

-Perder hoy para ganar mañana..., muy hábil, mi bella damisela. ¿Y cómo es que una noble damita como tú tuvo que vivir del engaño?

-¿Te interesa? ¿Quieres saber de mi pasado? Pues entonces tendrás que soltarme.

Camila dudó, pero tal vez si averiguaba algo más de su adorada bribonzuela podría saber dónde encontrarla en todo momento y cómo convencerla de que el mejor lugar donde podía estar era en su cama. Finalmente, la soltó con disgusto, concediéndole la libertad que ella exigía.

-Soy una de las bastardas de Withler, creo que así fue como nos llamó la alta sociedad cuando desaparecimos -informó Lauren al Diablo, enfrentándose a sus hermosos ojos marrones.

-Así que no se esfumaron, sino que simplemente se ocultaron de... ¿su tío?

-Ajá. Ahora ya sabes por qué una joven y adinerada dama de alta alcurnia sabe robar y jugar como el más sucio granuja.

-¿Me rechazaste entonces porque no soy una noble adinerada y estoy lejos de tu posición social? -preguntó Camila molesta porque, al saber ahora quién era ella, Lauren nunca podría estar a su alcance.

-No, te rechacé porque no quiero casarme. Y porque tu proposición era escandalosa e inapropiada -la reprendió ella, recordando el momento de su propuesta.

-Pero ¿acaso las jóvenes damitas como tú no deben estar casadas y rodeadas de niños? Piénsalo bien, querida mía, ¿y si se te pasa la hora y te quedas para vestir santos? -se mofó Camila de su adorada tramposa, haciendo saltar su genio.

-¡Otra con lo mismo...! ¿Quieren dejarme en paz de una vez? ¡Por mí, puedes meterte tu proposición en donde nunca te da el sol! -gritó Lauren enfurecida.

-¡Bueno, bueno! ¡Menudos modales! No me cabe duda de que hubo un tiempo en que viviste en las calles de Londres, sólo allí se puede aprender tan soez vocabulario -repuso ella-. Por cierto, damita, ¿me harías el favor de decirme quién quiere comprar este viejo y ruinoso edificio y para qué? Supongo que, ya que rondas este lugar, sabrás a quién pertenece.

-Lamento decirte que llegas tarde -respondió ella-. Este lugar nos pertenece a mis hermanas y a mí. Y, por si quieres saberlo, te diré que mis hermanas son la condesa de Cousland y la condesa de Wilmore. Y ahora puedes irte al cuerno y decirle a tu hermana, Sofia Sin, que aquí va a construirse un grandioso orfanato que dará cabida a trescientos niños. Si a ti o a tu querida hermana les molesta, se aguantan. Y, como alguna de las dos ose hacer algo contra este noble proyecto, te juro que le prendo fuego a tu club. ¡Buenas tardes, señora Sin, espero fervientemente no volver a verla nunca más! -declaró airada Lauren mientras se retiraba majestuosamente.

* * *

-Querida hermana, debo confesar que no me ha hecho ningún bien defender tu causa -comentó preocupada Camila mientras le servía una copa a Sofia en su despacho, varios días después de su encuentro con Lauren-. Ella se ha molestado bastante conmigo y, como no tengo forma de frecuentar sus mismas amistades, lo tengo muy difícil si quiero volver a verla para convencerla de que se case conmigo.

-¡¿Casarte?! -exclamó Sofia mientras escupía bruscamente su bebida en la cara alfombra oriental que yacía a sus pies.

-Sí -confirmó Camila-, al fin he encontrado a la mujer de mis sueños: me ganó a las cartas, con trampas, por supuesto. Me engañó, me drogó y finalmente me robó. Es la mujer perfecta para mí. ¡Deberías ver cómo se iluminan sus ojos con el juego o cuán apasionada es a la hora de enfrentarse con un adversario!

-Definitivamente, tú y yo tenemos un gusto muy distinto en cuanto a féminas se refiere. Pero ¿no ibas detrás de esa moren tramposa hace unos días? ¿Qué pasó con eso? -se interesó Sofia.

-La morena tramposa es la mujer con quien quiero casarme.

-¡Vaya! Ésa no fue tu noche si ella consiguió hacerte todo lo que has dicho en tan sólo unas horas. Pero, si es la morena del callejón, no veo el problema: arrebátasela a su actual amante y ya está -declaró distraídamente Sofia, intentando disfrutar de su bebida.

-No es tan fácil como parece -contradijo Camila al tiempo que caminaba nerviosa por la estancia-. Ella no es la amante de la joven Thirlwall, es la hermana de su cuñada y, por si fuera poco, está emparentada políticamente con Lady Dragón. Sus dos hermanas son condesas y ella es una rica heredera.

-Olvídate de ella entonces. No tienes posibilidad alguna. Para las damiselas nobles de la sociedad tan sólo somos escoria con la que disfrutar un rato. Lo sé de primera mano, he tenido a más de una como ella en mi lecho, y al final sólo son unas arpías avariciosas -advirtió Sofia molesta.

-Ella es diferente. Vivió un tiempo en las calles escondiéndose de su avaro tío. Seguro que has oído hablar de las bastardas de Withler... -señaló Camila, ansiosa por saber qué decían los rumores de los bajos fondos sobre esa historia.

-Sí, por lo visto, Beatrice de Withler se lo dejó prácticamente todo a sus nietas, las hijas de su pequeña Monique, y el cerdo de su tío quiso deshacerse de ellas vendiéndolas al peor prostíbulo de Londres. El trato se fue a pique cuando las mocosas desaparecieron. Y el orondo noble lloró ante toda la sociedad la repentina muerte de sus sobrinas, hasta que hace unos cuatro años volvieron a aparecer. Por suerte para ellas, esa noble temperamental apodada Lady Dragón se encariñó de una de las hermanas y se libró del avaricioso tío encerrándolo en prisión.

-¡Cerdo codicioso! Me dan ganas de enseñarle lo que es el infierno -exclamó Camila, furiosa con el ávido hombre que había mortificado a unas niñas sólo por la tentación del dinero.

-No puedes: ese placer lo tiene la prisión de Norfolk, donde está desde hace dos años. Tu querida Lauren es la hermana menor, ¿verdad? -preguntó Sofia, encantada de poder ayudar a su hermana.

-Creo que sí, ya que sus dos hermanas están casadas.

-¡Entonces es la menor! ¡Como siempre, querida hermana, tienes una suerte que a veces no te mereces! -declaró Sofia al tiempo que le lanzaba un sobre que contenía una elaborada invitación a un pecaminoso juego.

Camila la leyó con detenimiento y le sonrió con malicia a su hermana. Solamente ella podría haber llegado a conseguirla.

-No le gustará..., es más, se enfurecerá. Por suerte para mí, está muy hermosa cuando se enfada.

-Ahí tienes tu escenario para la seducción. Ahora tan sólo tienes que jugar muy bien tus cartas. Y, ya que he solucionado tus problemas, ¿qué hay de mi nuevo almacén?

-Olvídalo, será un orfanato para unos trescientos niños desamparados, y mi futura mujer me ha amenazado con quemar mi club si oso hacer algo para impedirlo.

-¡Dios! Hay que admitirlo, Camila: a cada minuto que pasa, tu mujercita me cae mejor. ¡Atrápala antes de que algún desalmado consiga desposarse con tan ingeniosa bribonzuela! -aconsejó Sofia, dando su consentimiento a la elección de su hermana con un largo brindis a su salud.

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