El Ocaso

By iregarc1999

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Christine Brown, una chica de dieciséis años, ciega de nacimiento, vive en un mundo controlado por un duro go... More

Prólogo
1. Oscuridad imbatible
2. No soy nada sin ti
3. Tengo miedo
4. El combate
5. La elección
6. ¡Soy un cobarde!
7. La casa al final del bosque
8. Metamorfosis
9. La emboscada
10. Los Mercenarios
11. Algo inesperado
12. El Ritual de Iniciación
13. El entrenamiento
14. El encuentro
16. Monstruos con corazón
17. Toda la verdad
18. Te quiero
19. Cuídate
20. Uno contra dos
21. La ruta (I)

15. Primer "Ocaso"

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By iregarc1999

Desperté con el canto de los pájaros y la brisa de la mañana rozando mi cara. Estaba totalmente desubicada. Entonces recordé que había pasado toda la noche allí, durmiendo plácidamente al lado de Thomas. 

Me incorporé, y entonces pude escuchar el sonido del agua fresca. Aquella noche había sido la única en la que pude dormir sin despertarme en medio de la oscuridad. 

 — Veo que ya te has despertado — oí la voz de Thomas. 

— ¿Qué hora es? — pregunté, con voz soñolienta.

— Las seis y media — respondió — Espero que no sea demasiado tarde para volver a nuestros departamentos sin que nos descubran. 

— Tenemos que irnos ya — me levanté e intenté encontrar la salida para volver a la plaza. 

Volvimos a atravesar el camino que recorrí por la noche, asustada, huyendo del guardia que estaba a punto de descubrirme. 

Thomas y yo fuimos andando con rapidez, pero sigilosamente, por la plaza de la asociación. Decidió acompañarme a mi departamento primero y, después, él se fue al suyo.

De nuevo, la soledad invadía todo mi entorno.

Los entrenamientos comenzaban a las siete. Tenía unos escasos quince minutos para cambiarme, coger mi bola de pinchos y masticar uno de los chicles que cambian la voz. 

Aquella mañana no me apetecía nada entrenar, pero tenía que hacerlo: Por la tarde lucharía en "El Ocaso". 

Busqué a los guerreros. Pero cuando llegué a la arena donde entrené el otro día con Thomas, ya estaba ocupada. No sabía dónde ir, así que me quedé quieta, deseando que llegase alguien que me guiase. 

— Hola, muchacho. ¿Qué haces aquí parado? — me preguntó una voz más grave de lo normal. 

— He visto que este campo estaba ocupado — lo señalé — No sabía dónde ir. 

— Allí hay un campo vacío — dijo, seguramente apuntando hacia donde estaba.

— ¿Me puedes guiar? — le pregunté. 

Empezó a caminar, y yo iba siguiendo el sonido de sus pasos. Supe que llegamos cuando pude pisar la superficie arenosa. 

— Ya hemos llegado — empezó a hablar el hombre — Soy Benjamin, aunque puedes llamarme Ben. ¿Y tú?

Cuando hablaba conmigo su voz parecía más suave. Creo que me trataba como a un niño, tal vez por mi temprana edad. 

— Yo soy Christian — respondí, con voz firme. 

— Intentaré luchar un poco más flojo que de costumbre. No quiero lastimarte, muchacho — me habló Ben. 

— Prefiero que luches como acostumbras — le hice saber — Hoy tengo que dar lo mejor de mí. 

— Con lo joven que eres, la baja estatura que tienes y lo escuálido que estás, ¿te han dicho que tienes que luchar en "El Ocaso"? — preguntó, incrédulo — Además, me han dicho que eres ciego. 

— Tengo dieciséis años. Sí, soy bajito y estoy muy delgado. Y, además, soy ciego. Reconozco que eso no ayuda mucho, pero lucharé en "El Ocaso" esta tarde — dije, muy orgullosa. 

— ¡No seas incrédulo! Te matarán a la primera — se estaba riendo de mí. No permitiría que me despreciara de esa manera. Sería uno de los mejores Mercenarios, pero yo también era uno, y le enseñaría de lo que era capaz. 

— Comprobémoslo — le reté. 

— ¡Es imposible que me ganes! Soy un veterano de "El Ocaso". ¿Sabes cuántos combates he ganado? ¡Más de cincuenta! Y tú, un novato, ciego, ¿dices qué puedes ganarme? No lo creo. Pero,  acepto tu reto — se incorporó en un extremo, y yo, en otro. 

— Comencemos — anuncié.

A partir de ahí, empezó el combate. 

Por cómo sonaba su arma, saqué la conclusión de que era una espada. Yo manejaba mi bola de pinchos de un lado a otro mientras intentaba que se rindiera. Pero todo era en vano. 

La lucha se alargó durante unos minutos, hasta que, en un momento de despiste por mi parte, Ben me acercó a él y puso su espada en mi cuello. Si fuera "El Ocaso", estaría muerta. 

— Descansa en paz, novato — Ben se reía maliciosamente. Creía que ya estaba muerto... Sólo estaba a punto de ser vencido. Pero había una pequeña posibilidad de vencer, de vivir...

En uno de mis bolsillos llevaba oculta una daga. La saqué sin que Ben me viera y, empuñándola la coloqué muy cerca de su corazón. Cuando la vio, casi suelta la espada de la impresión. 

— Si me cortas el cuello, yo rápidamente te clavo esta daga en el corazón. ¿Te atreves a desafiarme? — dije, atreviéndome a retarle. 

— Está bien. Tú ganas — soltó la espada — Manejas muy bien las armas, aún siendo ciego. Has sabido utilizar bien la situación. Muy buena estrategia. Pero será difícil que sobrevivas sin usar la fuerza. 

— No todo se consigue gracias a la fuerza bruta — le enseñé. Después, me fui sin decir nada más. Ben se quedó petrificado en su sitio. 

Estuve en mi departamento durante unas horas, sin hacer nada. Quería dormir, pero no tenía sueño. No podía relajarme cuando, en unas horas, lucharía en un combate a muerte. 

Decidí irme al bosque, al lado del riachuelo. Cuando llegué, me senté a la orilla del río, me mojé las manos y me tumbé en la hierba fresca, suave y reconfortante. Cuando oí una señal, supe que nos estaban llamando a todos: en unos momentos empezaría "El Ocaso". 

Seguí a la multitud, que se dirigía hacia el mismo sitio, agarrando la bola de pinchos. Un brazo me empujó hacia un lado y me llevó al interior de un edificio. 

— Recuerda: concéntrate, mantén la calma. Céntrate única y exclusivamente en el objetivo. Y lo más importante: Que no te maten, por favor — me hablaba Matt, mientras me sujetaba fuertemente de los hombros — Ahora, sal ahí. 

Después de decirme esto, me empujó al campo de batalla. 

Todo pasó tan rápido que perdí la noción del tiempo. 

Pisé la arena, firme, sujetando el mango de la bola de pinchos con fuerza. Sentía que los clamores de la gente iban en mi contra. 

De nuevo, el sonido metálico que escuché cuando presencié aquel combate con Will, invadió el ambiente. 

La batalla comenzó. 

Los golpes de mi contrincante a mi bola de pinchos eran muy violentos. No sabía si podría con él. Cada vez veía más cerca mi muerte. 

Seguía manejando mi bola de pinchos con destreza y esquivando los golpes de su lanza. Pero en uno de mis intentos de esquivar sus ataques, acabé en el suelo, con una espada apretando mi cuello y un peso inmenso sobre mi cuerpo. 

Mi respiración era muy acelerada, e intentaba tragar saliva. No podía evitar temblar al pensar que, un solo movimiento de la espada haría que desapareciese para siempre de este mundo. 

Los clamores de la gente pedían que me matase. 

Tenía muchísimas ganas de llorar, pero entonces recordé lo que me dijo Norbert: 

"Los hombres no lloran". 

Aquel pensamiento me hizo fuerte. Y decidí que no todo estaba perdido.

Giré mi cuerpo, escapando de aquella inmovilización. Le propiné a mi contrincante una patada en el pecho, y cayó al suelo. 

Ahora la situación había cambiado. Ahora era él el que tenía la espada en el cuello. 

Le dirigí una gran expresión de odio, y una frase que solo pudo oír él:

"Esto va por mi hermano Will, de su hermana Christine". 

Entonces, le corté el cuello. Dejé que se desangrara. Estaba furiosa, y descargué mi ira contra el cuerpo sin vida de mi rival. Cogí su lanza y se la clavé en el corazón. Volví a coger la lanza y la volví a clavar en el mismo sitio. Así unas cuantas veces. Mientras, lágrimas de furia salían de mis ojos. 

Varios compañeros míos tuvieron que sujetarme para que no siguiera destrozando el cuerpo de mi rival. 

Me quedé en shock. No podía reaccionar. Me senté en la arena mientras me tapaba la boca con las manos. 

¿Cómo podía haber matado a alguien así, con tanta sangre fría? ¿Cómo podía ser que me hubiera convertido que lo que tiempo atrás tanto criticaba? 

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