Something (Adaptación Camren)

By LoloMasen

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"-Si decido ayudarte, no habrá peligro alguno de que termine enamorándome de ella, ¿no? -bromeé dándole un co... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14: Epílogo

Capítulo 3

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By LoloMasen


Lauren's Pov


Por la tarde, a la misma hora que el día anterior, estaba en el Queen Anne café, pero en esa ocasión sentada en la barra. La cafetería estaba muy concurrida, llena sobretodo de madres con sus niños que corrían de aquí para allá dando gritos y manchándolo todo con sus manos pegajosas. Los mocosos tampoco eran lo mío, y no esperaba nunca llegar a ser madre, más que nada por el tema de que no estaba dispuesta a estar en ninguna relación formal. El simple hecho de pensarlo me daba escalofríos.

Aquel día no fue Camila quien anotó mi pedido, fue su hermana, que era una versión mayor de Camila con el cabello largo y no tan delgada. Era simpática como ella aunque no tan fresca… Eran diferentes. Mientras bebía mi café, me di la vuelta en mi taburete y seguí a Camila con la mirada casi sin darme cuenta de que lo hacía. Me percaté de eso cuando se detuvo frente a una mesa para anotar un pedido y, mientras lo hacía, me devolvió la mirada con una sonrisa.

Por primera vez en mi vida me sentí nerviosa ante la sonrisa de una mujer, y lo único que se me ocurrió hacer fue volverme en mi taburete, sintiendo que había hecho algo malo. Pero lo cierto era que me gustaba cómo se movía. Sus movimientos no eran sexys ni sinuosos, como solían gustarme, sino que ella iba deprisa, sin vacilar, con alegría aunque sin torpeza. No sabía cómo serían cuando estuviera en su casa, tranquila y relajada, lejos del tumulto de la cafetería, pero imaginaba que no distarían mucho de los que llevaba a cabo en el trabajo.

— ¿Has podido darle el vestido a tu madre? —escuché de repente su voz delante de mí, y me sorprendió el hecho de no haberme dado cuenta de que se había puesto tras la barra. Así de ensimismada estaba en mis pensamientos.

—Aún no. Hasta el fin de semana no creo que vaya a verla.

—Vaya. Bueno, apuesto a que le encantará de todas formas. ¿Quieres más café? —me preguntó al ver mi taza casi vacía.

—No, gracias. Estoy bien.

—De acuerdo.

Tenía que seguir hablando con ella, tenía que conseguir que le entraran ganas de conocer a Shawn. Por eso pensé rápidamente en algo para decirle antes de que se marchara de la barra para asegurarse de que los demás clientes estaban servidos.

—Lo cierto es que estoy esperando a un amigo, al que me recomendó tu tienda —mentí de repente, consiguiendo que me mirara con detenimiento.

—No es mi tienda, solo trabajo en ella. Pero qué bien, así si viene podré darle las gracias por recomendarla.

—Sí, lo cierto es que es una gran persona.

Ella me sonrió y asintió en silencio, dándole golpecitos al mármol de la barra con un dedo. Llevaba las uñas cortas pintadas de un color rosa muy pálido, casi transparente, pero que brillaba de una forma muy natural. Sin decirme nada más, se marchó a atender a unos clientes que acababan de entrar en la cafetería, y yo solté el aire que había mantenido en mis pulmones sin percatarme de que lo hacía.

A las ocho todavía continuaba sentada en la barra, sin entender exactamente qué demonios estaba haciendo allí. Camila al final me había rellenado la taza de café y habíamos estado hablando un rato de temas triviales aunque de manera intermitente por las constantes interrupciones de los clientes. Era consciente de que la estaba estorbando porque no la dejaba trabajar en paz, pero sentía que era mi deber introducirle a Shawn, aunque a medida que hablaba más con ella ese menester se me iba olvidando.

—Sí que te hace esperar tu amigo —me comentó ella en uno de los viajes que hizo a la barra.

—No creo que venga, sinceramente —claro que no iba a venir porque en ningún momento habíamos quedado en encontrarnos en la cafetería—. Así que creo que me voy a ir ya.

—Yo también salgo ahora —me informó ella entregándome la cuenta.

Saqué unas monedas de mi bolsillo y se las entregué, intentando entender qué pretendía con aquella frase.

— ¿Vives muy lejos? —le pregunté casi sin pensar.

—Un poco, tengo que tomar el autobús hasta que vaya a recoger mi auto del taller.

— ¿Quieres que te lleve? —me ofrecí, y de repente todas las alarmas empezaron a sonar en mi cabeza. Pero bueno, solo estaba siendo amable con ella y no con la finalidad de conseguir algo, para variar—. Tengo el auto aquí fuera.

—No te molestes, pero gracias por la oferta.

—Como quieras. Nos vemos luego, Camila —me despedí poniéndome en pie y colocándome la chaqueta.

—Adiós, Lauren —la escuché decir justo antes de darme la vuelta para salir del establecimiento.

Una vez afuera me dirigí a mi auto y resoplé, dándome cuenta de que me tocaría aguantar todo el tráfico del centro de Seattle solo porque me había hecho la idiota en la cafetería. Y total, ¿para qué? No había adelantado nada de nada. Dos minutos después de subirme y arrancar ya me encontraba en un atasco, dándole golpecitos al volante por los nervios. Solo quería llegar a casa, ducharme, cenar, ver un rato la televisión e irme a dormir sin pensar en Shawn y en sus problemas amorosos. Me daba la sensación de que eso era lo único que ocupaba mi mente desde hacía cuarenta y ocho horas y no me gustaba en absoluto.

Justo cuando el tráfico empezó a moverse al fin, vi a una persona corriendo calle abajo mientras hacía aspavientos con las manos. Achiqué los ojos al percatarme de que esa persona era Camila y de que se había quedado tirada en la parada del autobús porque, al parecer, el transporte se había ido sin ella. Apreté los labios para no echarme a reír y, cuando estuve algo más cerca de la parada, bajé la ventanilla del copiloto y me estiré en el asiento para poder asomarme.

— ¿Tienes problemas? —le pregunté al verla respirando agitadamente, con las mejillas coloradas por la carrera y con las manos en las caderas, claramente en una actitud molesta.

—Eso creo. El autobús me ha dejado tirada —me respondió relajando la postura y dedicándome la sonrisa de cada día.

—Mi oferta de llevarte a casa sigue en pie, por si te interesa.

Ella me miró de reojo y se mordió el labio inferior, dubitativa. Los conductores que se encontraban detrás de mí empezaron a tocar el claxon y a quejarse de manera insistente, cosa que la hizo decidirse.

—Está bien —aceptó subiendo deprisa, intentando que los de atrás se relajaran un poco—. No quería que te molestaras, pero gracias.

—No hay problema —murmuré devolviendo la vista a la carretera—. Ya me irás indicando por dónde tengo que ir.

—Sí. La primera a la derecha—me dijo toqueteándose las manos—. La verdad es que me ha venido genial encontrarte aquí… El pobre George lleva todo el día solo en casa y seguro que estará de muy mal humor.

Aquella afirmación me devolvió a la realidad de golpe. Así que tenía novio… ¿Por qué demonios no había pensado en la posibilidad de que Camila estuviera en una relación? Obviamente porque Shawn no me había comentado nada al respecto. Genial, entonces… El plan acababa de irse a pastar.

— ¿Tu novio? —pregunté mirándola de reojo, siendo consciente de que me estaba metiendo donde no me llamaban.

— ¿Mi novio? No, claro que no. Mi gato —se rio—. Sigue derecho. Se pone de muy mal humor cuando se queda solo todo el día. A veces mi madre se pasa por el departamento para echarle un ojo, pero hoy no ha podido ir.

Después de unos segundos en silencio no pude hacer más que reírme, sintiéndome la persona más imbécil del mundo. Eso por no decir que estaba manteniendo una de las conversaciones más extrañas del universo.

— ¿Qué? —preguntó ella, que al parecer no se había percatado de mi lapsus mental, y en parte mejor—. Ahora a la derecha otra vez.

—Nada. Solo que me parece gracioso que tu gato tenga nombre de persona. Por la forma en que lo has dicho parecía que hablabas de tu novio o algo así.

—No, no tengo novio. Aunque lo cierto es que George lo parece, todo el día detrás de mí pidiéndome atención y durmiendo conmigo todas las noches. Pero como te dije, cuando se queda solo me ignora. Debe pensar que lo he abandonado.

Me volví a reír, dándome cuenta de que era probable que a Camila le faltara un tornillo.

— ¿Puedo preguntar por qué se llama George? Lo siento, pero no es un nombre para un gato… Bigotes o Manchas sí que lo son.

Ella me fulminó con la mirada.

—A la izquierda. ¿Por quién me tomas? ¿Qué clase de persona llama a su gato Bigotes? Es bastante ridículo.

— ¿Qué clase de persona llama George a su gato? —inquirí sin dejar de sonreír.

—Pues yo, por ejemplo. Y se llama así por George Harrison*. ¿Por qué no puedo darle a mi mascota el nombre de alguien a quien admiro?

Bueno… tiene razón, no era tan descabellado. La miré aprovechando un semáforo en rojo y me la encontré sonriendo de nuevo.

—Ahora todo tiene sentido —acepté.

— ¿Lo ves? Vivo aquí enfrente, en este edificio de ladrillo —me explicó, y yo reduje la velocidad.

— ¿Así que te gusta George Harrison? —pregunté mientras aparcaba frente al edificio.

—Sí, desde hace mucho tiempo. Su música me inspira y sus composiciones me parecen mágicas. No sé —se encogió de hombros—. Me encanta.

—Era un buen músico, sí.

Ella asintió y se desabrochó el cinturón de seguridad.

—Gracias por traerme.

—De nada. Espero que tu gato no te odie demasiado.

—Seguro que no —durante un instante ella pareció dudar, pero después me miró fijamente—. ¿Quieres subir y conocer a George?

Aquella propuesta sí que me tomo por sorpresa, demasiado. Y lo peor no fue eso, sino las tremendas ganas que me invadieron de decirle que sí. ¿Qué mierda…?

—Me encantaría, pero estoy muy cansada y solo me gustaría llegar a casa —murmure, aún sorprendida.

—Claro. Igual creo que te debo una —murmuró con el rostro encendido.

—No te preocupes, de verdad. No ha sido nada.

—Bueno. Entonces… hasta luego.—esa fue su despedida justo antes de salir del auto con algo de prisa. Esperé hasta que la vi entrar en el edificio, y después, cuando desapareció de mi vista, me permití soltar el aire que había estado conteniendo.

.

.

.


Al llegar a casa todavía me invadía aquella sensación de sorpresa. Imaginaba que Camila me había propuesto subir a su departamento para agradecerme el hecho de que la acompañara hasta su casa y que aquella propuesta no escondía detrás ninguna proposición más comprometida… Porque, como le había dicho a Shawn, a mí las personas se me daban bastante bien y sabía reconocer un intento de coqueteo o de insinuación por parte de una de ellas a kilómetros de distancia, y por parte de Camila no me lo había parecido, al menos en un primer momento, a causa de esa aura de inocencia que la rodeaba…

Pero quizá me estaba equivocando. A mí me gustaban las mujeres claras y directas, y era consciente de que Camila no se me iba a insinuar de ninguna manera en el auto, pero ¿qué habría pasado si hubiera aceptado subir a su casa?

Dejé las llaves sobre la mesa con un ruido seco. No habría pasado nada porque, primero, Camila no se me estaba insinuando de ninguna de las maneras. Aquel problema mental que tenía era solo fruto de eso mismo, de mi mente, nada más. Y segundo, en el caso de que Camila no fuera hetero y estuviera interesada en mí, cosa que era totalmente imposible, no iba a darle ningún pie a posibles encuentros. Mi mejor amigo estaba encaprichado, enamorado, loco… como fuera, de ella, y me había pedido a mí el favor de ayudarle a conquistarla; lo último que iba a hacer sería llevármela a la cama. Porque sí, me gustaban las mujeres tanto o más que a cualquier otro hombre, pero cuando se trataba de mis amigos… No había lugar para ellas.

Me comencé a quitar la ropa y después me quité los zapatos, sintiéndome extraña. Me pasé una mano por el cabello, nerviosa y agitada, y rebusqué mi teléfono móvil en la chaqueta que llevaba aquel día. Busqué en mi lista de contactos y escogí al azar el nombre de alguna de las mujeres que había conocido en el último mes. Estaba cansada, sí, pero me negaba a pasar esa noche sola, y estaba segura de que ninguna de ellas se negaría compartir conmigo un poco de diversión.

.

.

.

Al día siguiente intenté por todos los medios evitar a Shawn. No tenía ganas de hablar con él, la verdad, además de que apenas había descansado por la noche. Solo quería concentrarme en el trabajo y olvidarme del asunto. Obviamente no tuve ni media hora de paz:

—Lauren, buenos días —me saludó alegremente entrando en mi oficina sin llamar, como era su costumbre.

—Hola —musité justo antes de bostezar.

— ¿Te gustaría que nos tomemos una cerveza esta noche? —me preguntó tras sentarse en una de las sillas que había frente a mi escritorio.

—Tengo un plan mejor. ¿Por qué no te pasas por la cafetería de Camila y la conoces de una vez? —de acuerdo, en aquel momento fui yo la que sacó el tema, pero de verdad que solo quería acabar ya con aquella tontería.

Shawn evitó mi mirada y supe lo que aquello significaba.

—Hoy no, Lauren. He pasado por delante de la tienda esta mañana y estaba tan hermosa… He estado a punto de entrar, pero al final me he acobardado.

Resoplé y me froté los ojos cansados con las manos, sintiendo en mi piel el resultado de no haberme colocado crema aquella mañana.

—Mierda, Shawn. De verdad que no es tan difícil.

— ¿Estuviste ayer en la cafetería? —me preguntó evadiendo mi mal humor.

—Sí —fue mi única respuesta.

— ¿Y?

Me encogí de hombros, sin estar segura de comentar el hecho de que acompañé a Camila hasta su casa fuese una gran idea.

—Pues bien. Le volví a hablar de ti y creo que tiene ganas de conocerte —quise tentarlo.

Él abrió mucho los ojos, y yo no supe si estaba emocionado o asustado por mis palabras.

— ¿En serio?

—Sí, quiere conocer al tipo que va recomendando la tienda en la que trabaja a sus amigas.

—Vaya… La verdad es que estás haciendo un gran trabajo. Si todo sale bien, tendré que darte una buena recompensa.

Puse los ojos en blanco y negué con la cabeza.

—En fin, estoy muy cansada, Shawn. ¿Podemos dejar lo de las cervezas para otro día? Hoy me voy a encerrar en casa y voy a descansar lo que no descansé ayer.

—Por mí no hay problema, pero ¿qué hiciste ayer para estar tan cansada?

—Tuve compañía por la noche —y lo cierto era que ni siquiera estaba del todo segura del nombre de mi acompañante.

—Ah, así que has vuelto a las andadas.

—Las buenas costumbres no deben perderse nunca —murmuré con una sonrisita que no fue del todo sincera. Algo me estaba pasando, y si a finales de esa semana continuaba teniendo aquella sensación tan extraña, acabaría yendo al médico. O mejor, al psiquiatra.

—Claro que no, y aprovecha tú que puedes —me molesto entre risas—. Bueno, te dejo trabajar. Hasta luego.

—Hasta luego, Shawn.

Cuando salió de la oficina apoyé la cabeza en el respaldo de mi silla y cerré los ojos. Solo estaba estresada por el trabajo, y la insistencia de Shawn no hacía más que empeorar mis nervios. Se trataba de eso. Solo de eso.




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* George Harrison (1943-2001) : fue uno de los integrantes de The Beatles desde sus inicios hasta su disolución y un músico multiinstrumentalista de gran talento, además de productor de cine.
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