OJALÁ...

By LeslieLaFuente

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Él necesitaba una esposa, ella necesitaba dinero. Enamorarse no era una opción...pero el destino tenía otros... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Personajes
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Asesino: Parte 1
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Asesino: Parte 2
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Asesino: Parte 3
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Ian
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Epílogo
Extra - Ian
Booktrailer
Extra II: Ian.

Capítulo 16

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By LeslieLaFuente

Observo todo a mi alrededor para cerciorarme que nadie me mira mientras me cuelo en los establos de Sombra «Perfecto, no hay nadie a la redonda» pienso alegre al percatarme que no tendré que preocuparme por ser captada infraganti esta vez. Gracias a Dios, mañana temprano un corredor de carreras vendrá a la hacienda a seleccionar su nuevo semental, debido a ello todos los trabajadores estarán hoy entrenando y aseando a cuanto caballo hubiese en el rancho, a excepción de Sombra claro está, supuestamente al ser tachada de indomable aun no es candidata para correr en carreras, lo cual, en el fondo, debo admitir que me alegra un poco. Incluso Ian pasará el día cuidando y poniendo a prueba a los caballos.

«Ian».

El solo hecho de pensar en el vaquero provoca que mi piel se erice y que un escalofrío recorra mi espina dorsal. Esta mañana cuando desperté aún estaba envuelta entre sus fuertes brazos justo como cuando me dormí anoche luego de la horrible pesadilla y, aunque me cueste aceptarlo, debo admitir que no he descansado tan bien en mucho tiempo. Suelo tener pesadillas o dar muchas vueltas durmiendo desde la muerte de mis padres debido al estrés, pero junto a Ian solo sentí tanta calidez que hubiese dado lo que sea por retrasar el sol esta mañana y disfrutar de la embriagadora sensación par de horas más. Cuando intenté levantarme sin despertarle Ian abrió sus ojos en busca de mi mirada, esperaba alguna especie de burla o sarcasmo, incluso imagine que me ignoraría como el día anterior tras nuestra discusión, sin embargo, solo aparto un mechón de cabello de mis ojos, acarició mi rostro y me preguntó cómo me sentía.

«¡Mierda! ¿Qué estás haciendo conmigo vikingo diabólico?».

Siento como Holmes ladra a mi lado sacándome de mi ensoñación para traerme de nuevo a la realidad. Había traído al juguetón labrador conmigo para que me hiciese un poco de compañía, pero la verdad es que comenzaba a arrepentirme, temo que alguien se acerque y me descubra debido a los ladridos de este.

—Silencio Holmes, debemos pasar desapercibidos. —Le digo al perro mientras pongo el dedo índice sobre mis labios en señal de silencio.

Ian les había advertido a todos y cada uno de sus trabajadores que me impidiesen el acceso al establo de Sombra luego del accidente. No obstante, tengo a mi favor que todos en el lugar saben de mi temor hacia los caballos, por lo que generalmente no supervisan tanto la caballeriza, a excepción de Cooper que estaba reparando el corral, pero incluso él tiene que encargarse de los otros caballos el día de hoy.

Camino con paso rápido en busca de Sombra mientras vuelvo a mirar sobre mi espalda para asegurarme que nadie me observa, no puedo evitar sentir como si estuviese siendo vigilada, quizás aún este un poco paranoica debida a la pesadilla de anoche, se sintió demasiado real para mi gusto.

—Buenos días Sombra—saludé a la yegua que se había asomado en el corral para recibirme en cuanto escuchó mi voz—, Te he traído un regalo hoy también.

Saco de mi bolsillo trasero un par de cubos de azúcar y se los tiendo a Sombra. Si el truco para acercarme a ella es a través de la comida lo haré, ya el animal no se acerca con recelo a mí, sabe que soy de fiar, por lo menos en lo que a alimentos se refiere. Pienso mi siguiente movimiento por unos segundos hasta que me armo del suficiente valor para entrar en el establo. Sombra mira con cautela cada una de mis acciones, pero no da señales de ser una amenaza.

Busco el cepillo que se encuentra en una de las esquinas de la jaula, la pobre de Sombra tiene el pelaje un poco sucio y enmarañado, no le vendría nada mal una buena limpieza.

—¿Hace cuánto que no te asean?

No obstante, ahora recuerdo que el primer día que estuve en este lugar con Cooper me contó que Sombra no suele dejar que nadie se acerque a ella, ni siquiera para limpiarla o alimentarla, cuando es necesario arreglar el corral la sacan con una cuerda que siempre está atada a su cuello. La última persona que intentó bañarla terminó con graves heridas.

—Pues lo siento amiga—digo a la yegua—, Pero necesitas una buena limpieza.

Me acerco a la yegua con el cepillo en la mano, sin embargo, cada vez que doy un paso hacia ella, esta da dos hacia atrás; tal parece que estuviese jugando a los atrapados con el animal. En más de una ocasión, mientras intentaba saltar junto a ella, Sombra se movía rápidamente en la dirección contraria y yo acababa de bruces en el suelo.

—Así no se puede. —Me quejo aun sentada en la mugrienta tierra mientas sacudo el polvo de mis manos.

Sombra, quien parece estarse divirtiendo con mi martirio se acerca a mi lado a la espera para volver a huir; no puedo evitar pensar que la escena se parece a una de la película animada de Spirit, el corcel indomable, específicamente la parte en la que el indio intentaba domar al caballo y Spirit se divertía a su costa arrojándole al suelo y burlándose de sus vanos intentos de montarle.

—Mira que eres traviesa. —Estiro mi mano en una señal de permiso para que esta se acerque y, para mi sorpresa, luego de relinchar lo hace.

Vuelvo a tomar el cepillo en mis manos y esta vez logro peinarla y desenredarle el pelo en la zona de la crin. Ciertamente que Sombra necesita un baño, es demasiada la mugre que contiene.

—Decidido señorita, esta semana le toca un buen baño. —Miro a su alrededor el sucio corral, a pesar que lo había limpiado el primer día de llegar aquí ya está lleno de lodo y excremento de nuevo—. Aunque si no arreglamos esto primero de nada vale limpiarte a ti. —Observo directamente a los ojos de Sombra—, No entiendo cómo pueden tener a una yegua tan hermoso a este nivel de descuido.

Si hace meses atrás me hubiesen dicho que estaría diciéndole eso a un caballo no lo habría creído, pero aquí estoy, sin entender porque deseo cuidar a este animalito. Luego de dejar impecable el negro pelaje de Sombra llega la hora de marcharse junto con Holmes, no sin antes prometerle a la yegua que regresaré pronto para volver a encargarme de ella, quizás podría hasta darle un paseo, claro está, sin cabalgarla; eso sí me continúa atemorizando.

Casi juraría que todo el churre de Sombra ha pasado a mí, aunque la verdad es que no me extraña debido a la cantidad de veces que me caí al suelo. Al volver a la casa vigilo que no haya nadie a la redonda, no puedo dejar que me vean de esta manera. Debo de tomar un baño antes de que Ian y el resto de trabajadores comiencen a llegar para evitar preguntas innecesarias, por lo que subo corriendo las escaleras hacia la habitación con el labrador pisándome los talones. Sin embargo, casi pego un gripo del susto cuando en el momento justo en que voy a abrir la puerta esta se abre sola e Ian sale de la recamara.

—¿Pero qué diablos haces tú aquí? —pregunto casi horrorizada, no se supone que esto pasara.

—Creo que vivo aquí—responde indiferentemente el vaquero mientras me alza una ceja.

—Me refiero a que se supone que estarías entrenando y cuidando a los caballos hoy, no esperaba verte acá hasta entrada la tarde.

Intento que la explicación parezca lógica.

—Es que vine a...—Ian se interrumpe a sí mismo cuando se percata de la cantidad de mugre en mi ropa—. ¿Qué te ha sucedido? Cariño, es cierto que los baños de lodo son buenos para la belleza, pero generalmente se toman sin ropa. —Agrega con ironía.

—No seas idiota, yo solo...—Pienso rápido—Me he caído. —Parece lo más creíble—Sí, eso, salí a dar una vuelta con Holmes, tropecé y me caí.

El vikingo no se ve muy convencido con mi respuesta, aun así, hace caso omiso de ello, está más pendiente a otra cosa.

—Como sea, date un baño. —Su voz es suave, a pesar de que no intenta sonar como un mandato le cuesta—. Quiero que vengas conmigo a un lugar.

—¿A dónde? —Mi curiosidad se despierta.

—Nunca has visto el resto de los establos ni de los caballos, me gustaría que vinieses. —Al ver mi cara de inseguridad añade—, Por favor.

—De acuerdo, espera unos segundos.

—Te esperare en mi despacho, asegúrate de abrigarte, hace frío afuera.

Sin decir ni una palabra más el vikingo baja las escaleras en dirección a su oficina y yo entro en la habitación. El ambiente entre nosotros está más relajado desde la situación de la noche anterior. Ninguno de los dos hemos vuelto a mencionar la discusión del día de ayer en el carro y por mi parte me agrada de ese modo, incluso me siento agradecida por las atenciones que está teniendo conmigo. De seguro quiere mostrarme los caballos porque continúa sintiéndose culpable, pero ahora lo evidencia de otra forma, sin hacerme sentir menos. Quizás solo desea que me relajase de las tensiones de la pesadilla de anoche y que no me sitiera excluida, o talvez esté pensando demasiado todo e Ian solo va a mostrarme los malditos caballos. Al final me decanto por esta última opción.

Como sea, busco rápidamente unos jeans limpios y un suéter rojo de cuello de tortuga, corro al baño y me doy una ducha de agua caliente. Me aseguro de desenredar mi cabello, gracias a Dios, este no se había ensuciado tanto de mugre como el resto de mi persona. Decido dejar que la larga melena me caiga suelta por la espalda, en tiempos de invierno siempre me gusta llevar el cabello suelto, aunque no es que en verano lo llevase demasiado recogido tampoco. Busco las deportivas que ya estoy adaptada a utilizar cada vez que salgo por los terrenos de la hacienda, así evito que el resto de mis zapatos o mis pies se ensuciasen también de lodo.

Luego de casi media hora arreglándome bajo finalmente las escaleras y curso el largo pasillo que lleva al despacho de Ian. Toco la puerta antes de entrar y cuando escucho su voz abro.

—Estoy lista. —Cada vez que entro en esta habitación me siento encantada tanto por la calidez de la pequeña chimenea como por el olor de libros.

—Dame un segundo para terminar de firmar estos papeles—pide el vikingo.

Asiento encantada, esto me dará un poco más de tiempo para disfrutar de la habitación. Entro a la estancia y comienzo a inspeccionar cada rincón del despacho, si yo hubiese tenido un cuarto así en mi casa de Luisiana lo más probable es que casi nunca viese la luz del sol, me la habría pasado encerrada creando novelas o leyendo en la tranquilidad de la habitación. De seguro que ya me hubiesen publicado hasta algunos libros. Pensar en mis escritos me hace sentir un poco incompetente; quizás me equivoqué de profesión, pero amo tanto escribir que no me imagino haciendo otra cosa.

—¿Te gusta? —Siento la voz de Ian preguntar a mis espaldas.

—Me encanta. —Me sincero—, Pensaba que con un lugar así en mi casa no pararía de escribir novelas, es un ambiente especial.

Escucho la silla en la que estaba sentado el vikingo moverse, para luego sentir como se desplaza por la habitación hasta pararse justo detrás de mí, coloca sus manos sobre mis hombros. A pesar de estar de espaldas a él puedo sentir la proximidad de su cuerpo al mío.

—Esta ahora es también tu casa—susurra en mi oído sin apartar las manos de mis hombros—. Puedes venir aquí cada vez que gustes, todo esto es tuyo también ahora.

No me percato de mis siguientes palabras hasta que las digo en voz alta.

—Pero en un año me habré marchado, ya no perteneceré aquí.

Siento la tensión en las manos del vikingo, talvez no fuese su intensión, pero su voz ahora suena más oscura que segundos atrás.

—Pues entonces disfrútalo mientras puedas y escribe una novela que sea digna de recordar.

Me mantengo callada, no tengo claro el porqué, pero sé que, si hablo podre notar el deje de dolor en mi voz, así como estaba en la de Ian en estos momentos. Continúo observando la habitación, buscando una vía de escape a la situación en la que nos encontramos y por fin la hallo. Justo en una esquina de la habitación, al lado de unos libreros, escondida, encuentro una guitarra acústica.

—¿Sabes tocar eso? —pregunto curiosa e Ian sigue con la vista la dirección que le muestro, al ver a qué me refiero, sonríe.

—Un poco, no soy muy bueno.

—No tienes mucha pinta de músico.

—Tampoco tengo mucha pinta de otras cosas, pero te invito a que las vayas averiguando poco a poco tú. —Sus palabras casi que susurradas en mi cuello provocan que toda mi piel se erice de una sola vez.

Me aparto un poco intentando no sonar nerviosa debido a lo que el vikingo provoca en mí.

—¿Y qué tocas? ¿Música country? No es un poco cliché para un vaquero.

—Puedo mostrarte todo lo que soy capaz de tocar y de paso lo bien que lo hago. —Vuelve a acercarse suavemente—. Pero tiene que ser en otro momento cariño porque ahora tenemos que marcharnos, nos esperan.

El final de su oración suena casi divertido, como si supiese el efecto que causa en mí y aun así le entretiene provocarme, sin embargo, es hora que alguien le recuerde que los juegos son más divertidos entre dos personas, aunque ambos terminaran quemándose por jugarlo. Me acerco a él imitando la sensualidad y tono de voz que utilizó hace uno segundos conmigo mientras poso mis manos sobre su fuerte pecho.

—¿Y quién nos espera vikingo? —Sonrío al ver la sorpresa reflejada en los ojos de Ian, no se esperaba que le devolviese la partida.

Cuando va a hablar le escucho como gaguea en el inicio.

—E-eso es una sorpresa pequeña, pero debemos marcharnos ya.

Toma mi mano y salimos de la habitación hasta llegar al exterior donde nos montamos en su camioneta.

—¿No se puede ir a pie? —pregunto con verdadera curiosidad.

—El resto de caballerizas están bastante lejos, perderíamos mucho tiempo si vamos a pie y en un rato hará más frio.

—¿Y porque la caballeriza de Sombra está tan cerca de la casa? —Mis preguntas no se detienen.

—Pues porque antes los terrenos eran más pequeños, esa fue la primera caballeriza de la hacienda Cates, pero al ampliarnos construimos más, Sombra se quedó en esa debido a su incapacidad de juntarse con el resto de caballos.

—Entiendo.

Observo detenidamente a Ian mientras nos ponemos en marcha, a pesar de que yo puedo sentir el frescor de las bajas temperaturas, él se nota muy tranquilo aun sin estar bien abrigado, tan solo lleva puesto unos vaqueros desteñidos, una camisa y un abrigo que, la verdad, no debe de cubrir mucho.

—¿No tienes frío?

—Trabajar con los caballos hace que me mantenga en calor, aunque no se compara a otras actividades que prefiero hacer para mantener el calor corporal. —Me guiña un ojo al acabar la frase.

—¿Se me esta insinuando usted señor vikingo?

—Respóndamelo usted señora Cates.

Giro la cabeza hacia la ventanilla para que Ian no pueda ver mi sonrisa. «Por Dios, no me puedo creer que este coqueteando con este hombre ¿Qué diablos me sucede?».

Luego de unos quince minutos en la camioneta, que de seguro hubiesen sido más caminando, llegamos a unas caballerizas que, a simple vista, lucen mucho más modernas que la de Sombra. En el centro de todas estas se halla una mini pista de carreras con obstáculos y demás. El lugar está lleno de trabajadores. Bajo de la camioneta y a quienes primero visualizo son a Cooper y Roger, ambos se encuentran riendo y conversando, voy a saludarles cuando mi vista se desvía a la persona que los acompaña. Doy un grito de alegría al reconocer la tan familiar cabellera roja.

—¡Ana! —Me lanzo a correr hacia mi amiga y ella al percatarse de que he llegado hace lo mismo.

—¡Harley! —Me abraza fuertemente.

—Dios Ana, que alegría verte, pero ¿cómo? No te esperaba hasta dentro de tres días.

—Tu marido me llamó por teléfono ayer, me pagó el viaje y todo con tal de que viniese antes de tiempo a verte y obvio yo acepte.

Miro hacia atrás justo en el momento en que Ian baja del carro, no puedo creer el hermoso detalle que tuvo. Cuando este se acerca a mi lado, suelto a Ana para abrazarle con fuerza.

—Gracias Ian, no tengo palabras—digo con veracidad a la par que deposito un tierno beso en su mejilla.

—Ojalá pudiese hacer más por ti pequeña, quiero que te sientas bien mientras estés aquí. —Esto último lo dice a un nivel de voz que solo puedo escucharle yo.

Asiento y vuelvo a dirigirme a mi amiga que me mira con una pícara sonrisa sin quitarnos los ojos de encima ni a mí ni al vikingo.

—¿Cuándo llegaste? —pregunto emocionada.

—Esta mañana, los dos chicos guapos de allá atrás fueron a buscarme al aeropuerto—dice señalando a Cooper y Roger—. Fuimos a la casa, pero no te encontrábamos, así que tuvimos la idea de venir y prepararte esta sorpresa.

No puedo creer todo lo que Ian había hecho para animarme, casi y llego a pensar que no es tan capullo ni diabólico como quiere hacerme creer. Miro a Roger y Cooper y les lanzo una sonrisa de agradecimiento. El vikingo pasa por mi lado dirigiéndome una suave sonrisa que casi me derrite por completo antes de acercase a sus amigos.

—Por lo visto hay mucho que tienes por contarme. —Siento como dice Ana con una malvada sonrisa.

—Demasiado diría yo.

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