ooo.┊𝐒𝐄𝐂𝐑𝐄𝐓 𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐒𝐎𝐍𝐆 . ﾟ✫. ₊˚.
【 𝖰𝖴𝖨𝖭𝖭 𝖥𝖠𝖡𝖱𝖠𝖸. 】˚ˑ༄ؘ ·˚
ooo.┊𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄 . ﾟ✫. ₊˚.
【 𝖢𝖧𝖮𝖢𝖮-𝖢𝖧𝖠𝖭𝖦𝖲. 】˚ˑ༄ؘ ·˚
ASTRID LLEGÓ CON su almuerzo y su hermano a la mesa de los chicos populares donde sus amigos ya los esperaban.
El grupo era conformado por Finn Hudson, Noah Puckerman, Quinn Fabray, Santana López, Brittany Pierce, Jayden Horan, Cameron Fields y por supuesto los hermanos Chang.
Éstos últimos tomaron sus asientos saludando a todos alegremente. Astrid quedó entre su hermano y su novio.
—¿Qué hay, bebé? —preguntó Cameron a la asiática, para después dejar un beso en su mejilla.
La chica se sonrojó, mirando a su apuesto novio.
—No mucho —se limitó a decir, luego abrió la bolsa de papel que había dejado sobre la mesa para sacar su almuerzo.
—¿Qué trajiste hoy? —preguntó Fields para después darle un sorbo a su malteada, sin dejar de ver a su novia.
Si había algo que amaba de Astrid era su forma de cocinar. Tenía toque especial que derretía a cualquiera que probara sus postres.
Chang no necesitó decir nada, sacó un taper y lo abrió, revelando unos mini magdalenas. Tomó uno llevándolo hacia la boca de su novio, el cual, gustoso, le dio una gran mordida.
Una palabra describía aquel postre. Delicioso.
Cameron le sonrió con la boca cerrada a su novia, demostrándole cuanto disfrutaba la magdalena. Astrid sonrió complacida.
Lo que no sabían, es que cierta animadora de cabellos rubio y ojos verdes los miraba con cierta molestia e incomodidad.
DESPUÉS DE CLASES, Astrid se reunió en su casa con Santana, Brittany y por supuesto Quinn, igual que siempre.
Ellas eran mejores amigas entre sí, desde su primera práctica con las cheerios las cuatro habían congeniado muy bien, y eran el grupo de chicas más popular de McKinley, con Fabray como la líder.
Ahora estaban en la habitación de la menor, con Astrid y Brittany en la cama, la rubia peinando a la asiática. Y Santana y Quinn en el tocador pintándose las uñas de las manos.
—¿Recuerdan al profesor de ese estúpido coro? —preguntó la chica latina—. El señor Ryerson.
—¿El que tiene cara de pervertido?— preguntó Pierce.
—Ese, pues resulta que oí que están apunto de despedirlo porque la duende Berry le dijo al director Figgins que Sandy estaba manoseando a un estudiante.
—Ahg, por Dios, ya iba siendo hora de que se dieran cuenta de la clase "profesor" que era —dijo Quinn.
—Una vez lo descubrí mirando el trasero de Puckerman —comentó la de ojos azules cuando terminó de desenredar el cabello de la hermana de Mike.
—¿Y qué pasará con el club Glee? —pensó Astrid en voz alta.
—¿Acaso interesa, As? —dijo la rubia de ojos verdes—. A nadie le importaba antes y a nada le importara ahora, y menos cuando fue dirigido por un pervertido, pedofilo y homosexual.
—Y según la entrenadora Sylvester, ahí solo están los raros que están por debajo de la cadena alimenticia —añadió López.
Las mayores rieron a carcajadas, a diferencia de la pelinegra que solo sonrió un poco viéndolas.
En secreto, el club Glee siempre había llamado su atención, ya que era ese tipo de chicas que cantaban y bailaban por su cuarto cuando estaban solas. Recordaba que de pequeña eso le fascinaba, y se imaginaba a si misma frente a 20,000 personas gritando su nombre emocionados por oír su música.
Claro qué años después, descubrió que hacer postres le fascinaba aún más. Pero aún así, era el sueño "imposible" de toda niña; y ahora que Glee desaparecería, el sueño era todavía más lejano.
Astrid entonces sacudió su cabeza, alejando esos pensamientos, y carraspeó antes de mirar a sus amigas.
—Chicas, ¿les parece si preparo brownies?
—Oh ¿tus "Choco-Changs"? Si por favor —contestó Santana con una sonrisa, a ella también le gustaba la forma en la que su pequeña amiga horneaba.
Las rubias asintieron y en seguida Chang se levantó de la cama para dirigirse a la cocina. Pero antes de que pudiera salir del cuarto, Fabray la detuvo tomándola de la mano.
Un escalofrío recorrió a ambas ante el tacto de sus pieles.
—¿Necesitarás ayuda? —el café y verde se encontraron, y con nerviosismo, la bajita movió su cabeza de arriba a abajo en afirmación.
Realmente podía hacerlo ella todo sola sin problema, pero por otro lado le gustaba pasar tiempo a solas con Quinn.
—Ya volvemos chicas —anunció la líder del grupo.
—No confundan el azúcar con la sal, pasa todo el tiempo —dijo Brittany, a lo que Santana frunció el entrecejo.
Y sin soltarse de la mano, Astrid y Quinn bajaron hacia la cocina.
ASTRID METIÓ LA bandeja de brownies al horno una vez éste estuvo lo suficientemente caliente, y Quinn se encargó de cerrarlo.
—¿En cuanto tiempo estarán listos? —preguntó la rubia a la pelinegra.
—Entre 25 y 30 minutos.
—Genial.
Ambas se pusieron a limpiar el pequeño desorden en lo que los brownies se horneaban.
—Y... ¿cómo van las cosas con Finn? —cuestionó la de estatura baja—. ¿Has avanzado con él?
Fabray supo a qué se refería, y a diferencia de lo que muchos creían, lo cierto es que no. Ella y Finn aún no habían tenido relaciones, seguía siendo virgen y esperaba que eso se mantuviera así hasta el matrimonio.
—No, solo un poco de manoseo y besos muy húmedos, pero es todo —se limitó a responder agachando su mirada—. Simplemente no puedo dejar que llegue a más.
—¿Entonces Quinn Fabray es inmune a los seductores encantos de Finn Hudson?
—Si... yo no los llamaría así —ambas rieron un poco. Pero con tan solo oír esa pequeña risa de la hermana Mike, el corazón de Quinn dio un vuelco, y levantó su mirada para observarla.
Cielos, Astrid siempre pensó que la chica tenía una hermosa sonrisa.
—Pero sabes que soy la presidenta del club de Celibato. No estaría bien.
Astrid asintió. Aunque ella también estaba en ese club, pero al igual que Santana y Brittany, solo era por seguir a la capitana.
—Si, es cierto.
—¿Qué hay de ti? —continuó hablando la mayor, nerviosa de hacer la siguiente pregunta, y temerosa de la respuesta—. ¿Has hecho cosas con Cameron?
Un leve rubor apareció en las mejillas de la del cabello negro, y cuando estaba a punto de responder, se escuchó la puerta principal abrirse seguido de unas carcajadas.
—¡Astrid, ya estoy en casa! —esa fue la voz de su hermano.
—Dios, ¿qué huele tan bien? —Finn Hudson habló.
Se oyeron pasos en dirección a la cocina, y cinco chicos entraron.
—Hey, damiselas ¿que hacen? —Puck saludó, siendo el primero en entrar a la cocina.
—Hicimos brownies —contestó Astrid.
—Oh, hiciste tus famosos... "Choco-Changs" —dijo su hermano con un tono de burla en eso último.
Los demás soltaron una pequeña carcajada, mientras que la asiática encarnó una ceja, con una pequeña sonrisa.
—Muy divertido ¿si? Tenía nueve años cuando los nombré.
Todos volvieron a reír un poco.
—¿Hay alguien más en casa? —volvió a preguntar Mike, cambiando de tema.
—Si, Santana y Brittany están arriba en mi habitación.
—De hecho, deberíamos ir por ellas para estar todos juntos y comer —sugirió Quinn y Astrid asintió de acuerdo.
—Claro —sin decir nada más, ambas caminaron hacia la salida de la cocina pero la voz de Jayden las detuvo.
—¡Espera, As! ¿Cuando estarán los brownies?
—Aún les faltan veinte minutos —respondió la menor desde las escaleras— ¡no toquen nada!
Ya en el pasillo, y antes de entrar en la habitación de Astrid, Quinn la tomó de la muñeca, obligándola a mirarla.
—No respondiste mi preguntar, As
La chica entonces lo recordó, y suspirando agachó su cabeza antes de susurrarle.
—¿De veras quieres hacerlo difícil y hablar de las cosas que hago con él?
La rubia sintió un pinchazo en su corazón de solo imaginar a Astrid en esas situaciones con Fields. Y dolía más de lo que esperaba.
Tragó el nudo en su garganta antes de hablar.
—Si, tienes razón. Mejor dejémoslo así.
Mientras tanto abajo, Noah y Jayden se movían de un lado a otro con desesperación.
—¿Qué les pasa? —preguntó Finn a sus amigos.
—Pasa que ahí adentro están los brownies de Astrid, ¡y los quiero! —exclamó el judío.
—Estarán listos en un par de minutos, solo sean pacientes —dijo el asiático, intentando calmarlos.
—¡No! ¿Saben qué? No voy a esperar.
Rápidamente, Jayden tomó un guante de cocina y se atrevió a abrir el horno para sacar la bandeja.
Los brownies aún no estaban listos, en cambio todo era solo chocolate líquido. Puckerman se acercó al menor, antes de sacar un par de cucharas de un cajón.
—Oigan, Astrid los matará, mejor dejen eso —advirtió Cameron, pero fue tarde pues ambos chicos ya se estaban comiendo la mezcla.
Soltaron jadeos de satisfacción por el buen sabor de los brownies "crudos".
—Tienen que probar esto —dijo Noah tomando otra cucharada.
—Es como sopa calientita de brownie —le siguió Horan.
Los otros tres chicos se miraron entre sí, y sabiendo lo que pensaban, se apresuraron a tomar una cuchara cada quien y de igual forma comerse el chocolate.
Y si, era como una sopa caliente de chocolate.
No hubo arrepentimiento cuando la charola estaba casi vacía, ni siquiera cuando de repente escucharon la voz de Astrid gritar.
—¡¿Qué están haciendo?!