Si decides querer (Draco Malf...

By tigreDEpapel

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Segunda parte de "Lo que no sabes de mí (DracoMalfoy)" Después de tomar la decisión que le separaría de Nat... More

Nota de la autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14

Capítulo 5

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By tigreDEpapel

- Veréis, es el libro de pociones.

- ¿El libro de pociones? - pregunta Ron - ¿Te dijo el libro de pociones lo que tenías que hacer para ganarte el Felix Felicis?

- No, a ver, Ron - empieza Harry y todos nos juntamos a su alrededor para escucharle mejor - Cuando el profesor Slughorn nos dijo que cogiéramos lo que necesitáramos del armario, tú te quedaste con el libro nuevo, mientras que a mí me tocó uno completamente desgastado. Bueno, ese libro fue en un pasado de un tal "Príncipe Mestizo", que debía de ser muy bueno en la materia porque hay un montón de correcciones de su propia cosecha. El caso es que yo seguí las instrucciones que puso él y no exactamente cómo decía el libro. Eso fue lo que me hizo ganar.

- ¿"Príncipe Mestizo? ¿Quién puede llamarse así?

- Será un apodo, Ron - le expliqué mientras Harry reía.

- Pero Harry, eso es hacer trampas - interrumpió el sentido del deber de Hermione - Vas a tener que devolverlo.

- Ni de broma, Herms. Este libro podría salvarme el curso.

La pequeña discusión se alargó lo suficiente como para que la pareja llegara a exponer los puntos de cada uno para salirse con la suya. Como era de esperar, Harry no se iba a rendir hasta hacerle comprender a la castaña que tenía que averiguar quién era el Príncipe Mestizo. El tema de conversación cambió cuando Ginny vino emocionada hacia nosotros.

- Hoy es la prueba para el equipo de Quidditch. ¿No, Harry?

Angelina le había dejado su legado a Harry y ahora el chico era el nuevo capitán de nuestro equipo de Quidditch. Seguramente en otro punto de la historia le habría hecho más ilusión, pero de momento llevaba el puesto con orgullo y había asegurado intentar que Wood no se arrepintiera. Desde que habíamos llegado al colegio, Harry había decidido hacer la prueba lo antes posible para poder entrenar el mayor tiempo que se les permitiera. Dentro de toda la situación, el deporte era de lo poco que daba algo de alegría a Hogwarts y desde que se había difundido la noticia de la prueba, no se había hablado de otra cosa durante toda la semana.

Los dos Weasley eran los que más emocionados estaban. Por lo que nos contaba el chico de la cicatriz, el pobre Ron había estado todo el verano levantándose antes que nadie para practicar con la escoba y los partidos amistosos con su hermana se habían convertido en el más importante de sus pasatiempos. Ginny también iba a presentarse a las pruebas, quería ser la nueva cazadora, y por las veces que la había visto jugar, tenía bastante claro que le iba a costar menos que a Ronald.

Después de la comida, nos dividimos y subimos a las habitaciones para que se preparasen para la prueba. Harry subió con Ron, Seamus y Dean, mientras que yo me fui con Hermione a la habitación de Ginny.

- ¿Estás nerviosa? - le pregunté a la pelirroja mientras ella se ponía el jersey de Gryffindor. Hermione y yo estábamos tiradas en su cama.

- Me preocupa más mi hermano, la verdad - rió ella - Realmente anhela entrar en el equipo.

- Bueno, los gemelos le han dejado el listón un poco alto - decía Herms a mi lado - Pero yo confío en él.

Ginny y yo intercambiamos miradas para luego dirigirlas a la chica que se intentaba tapar la cara con la mano, haciendo como que no se daba cuenta de nada.

- Si vas a verle, se va poner muy nervioso - dije.

- No seáis bobas.

- No le des un beso antes que igual nos le dejas mareado.

Las tres nos reímos con eso, aunque la castaña rodaba los ojos cada dos por tres y nos pedía que nos calláramos porque le daba vergüenza hablar de ello.

- Oye, Ginny. ¿Tú qué tal con Dean? Hace mucho que no os veo juntos - pregunté.

Vi como las dos chicas se miraban un monento de manera cómplice antes de contestarme.

- Lo dejamos en el verano, se me olvidó contártelo.

- Ah, bueno. Lo siento... no sabía.

- No, da igual - respondió ella. Gin no era de las que lloraba por un chico.

- Ahora está terriblemente enamorada de Harry - soltó la otra.

- ¿Y cuándo no lo ha estado?

Cuando bajamos al campo, muchos de los asientos ya estaban ocupados y había un cúmulo de gritos y vitores de integrantes de las otras casas. La gran mayoría del colegio estaba obsesionada con el deporte mágico y aprovechaba cualquier oportunidad que tenía para dejar sus estudios a un lado y gritar el nombre de su equipo favorito. Gin se despidió de nosotras con un beso y se fue a la parte de abajo, donde su hermano temblaba como un flan y Harry intentaba poner un poco de orden.

Hermione y yo subimos a los asientos de arriba y nos quedamos charlando, envueltas en nuestros abrigos para intentar ignorar el tiempo horrible que hacía. El viento era más fuerte a esa altura, y las dos no pasábamos de quitarnos el pelo de la cara.

- Oye, Herms... - me dio por preguntar en un silencio incómodo. La gente iba llegando y cada vez parecía haber más personas dispuestas a llevarse el puesto de Ron - ¿No te parece que Gin está un poco... ausente? No sé, la noto lejana, ya casi no hablamos y se pasa el día con Neville y los de su curso.

La chica se giró hacia mí y me miró directamente con una expresión que podría catalogar de pena. Era raro, pero en la semana que llevaba allí con ellos sentía que todo el mundo me miraba siempre con ese matiz de lástima poco bien escondido.

- Bueno, entiéndelo, Nat. Te has pasado todo el verano lejos, ha sido raro para todos. No digo que sea tu culpa, pero ella también necesitaba estar con alguien. Tú no te preocupes, será cuestión de tiempo que volváis a estar como antes.

Me puso una mano encima y eso de alguna forma me tranquilizó un poco. Tenía razón, ese verano había sido demasiado extraño para mí y supongo que también para mis amigos. Me sentía estraña todo el tiempo, no solo con Ginny, pero suponía que dadas las circunstancias, era algo normal.

Las dos miramos hacia el campo. Allí, un chico alto y atractivo hablaba con Ron como si fueran amigos de toda la vida, pero él no hacía más que girar la cabeza hacia donde estábamos. En una de esas veces, el otro chico también desvió la mirada hasta dar con la de Hermione y después esbozó una de esas típicas sonrisas de seductor que podían volver loca a cualquier chica con las hormonas muy alborotadas.

- ¿Ese es...?

- Cormac Mclaggen, y te acaba de sonreír - afirmé.

Volvimos a mirarle justo en el momento en el que hacía un movimiento muy rápido y atrapaba algo en el aire, todo bajo la atenta mirada de Ron que lo observaba con una mezcla de miedo y repulsión.

- ¿Crees que va a por el de Guardián?

- Solo espero que no.

Cuando ya estuvieron todos los que aspiraban a formar parte del equipo rojo, Harry se puso a hablar. Bueno, le costó un poco, porque el pobre no era alguien que impusiese mucho así de primeras, así que Ginny le echó una mano con un grito que dejó helados a todos los presentes.

- Que hayáis estado en el equipo el año pasado no significa que tengáis asegurado un puesto en este - se oía su voz a lo lejos.

La gente seguía acumulándose en las gradas de madera, entre las que vi a Charlotte con un grupo de Hufflepuff. Me saludó muy entusiasmada levantando la mano todo lo que podía y luego hizo un gesto a los que iban con ella para que se acercaran. Pude distinguir el cabello rubio de Adam entre ellos.

- ¿Podemos sentarnos? - preguntó la chica con una sonrisa. Llevaba siempre ese buen humor tan contagioso que era casi imposible negárselo.

- ¡Claro! - contestó mi amiga.

Lot sonrió y empezó a presentarnos al grupito que la acompañaba. En general, parecían bastante majos, nos saludaron con la amabilidad de los tejones y se sentaron entre las filas de delante y atrás. Era mucho mejor eso que quedarnos solas y apartadas de toda la multitud.

- Y este es Adam - el chico sonrió tímidamente y tardó un poco en reaccionar para dar los típicos dos besos. Llevaba un jersey verde bastante gordo y no paraba de jugar con las manos para calentárselas.

- Encantado - me dijo sonriendo con los labios juntos - Tú eres Nathalie, ¿verdad?

- Verdad - él rió - Aunque prefiero Nat.

- Puedo... ¿Puedo sentarme? - me preguntó señalando el sitio libre que quedaba a mi derecha, ya que Lot se había colocado al otro lado y ya estaba hablando con Hermione de runas antiguas.

Asentí mientras me echaba a un lado. Adam dejó un distancia prudencial entre los dos, como demasiado temeroso a que unos centímetros de menos pudieran molestarme.

- ¿Te gusta el Quidditch? ¿O solo es por el interés común?

- Me gusta, pero esta vez estoy aquí por mis amigos - señalé el grupo que formaban Harry, Ron y Ginny.

- ¡Ah, los Weasley! He jugado contra sus hermanos unas cuantas veces, y Potter es un gran buscador - sonreía casi por instinto - Yo soy golpeador en el equipo de Hufflepuff.

Mientras los participantes hacían demostraciones peligrosas sobre sus escobas y paraban budgers, Adam me iba contando cosas sobre su familia. Me dijo que su padre era muggle y que tocaba el violín en una academia de Londres, por eso él amaba todo tipo de música. Me preguntó mucho sobre qué pelis me gustaban, parecía el típico que lloraría con los anuncios de la lotería de Navidad. Era muy educado, se notaba por cómo esperaba a que yo acabara de contestarle para hacerme otra pregunta y, aunque parecía tímido al principio, luego empezó a contar chistes malos con Lot que hacían imposible el no reírse.

A Hermione parecía que también le habían caído bien, aunque cuando llegó el turno de Ron no paraba de mover la pierna y yo casi pierdo la mano de lo mucho que me la apretaba. Dos horas, muchas quejas y varias rabietas después, Harry se había hecho con tres cazadoras: Katie Bell, un nuevo hallazgo llamado Demelza Robins y nuestra Ginny. La pelirroja había hecho una jugada espectacular que fue halabada por muchos de los presentes.

Ron consiguió entrar, aunque se oyó a la gente discutir sobre si era tongo porque Cormac había estado despistado con la última y la bolas que paró el Weasley habían sido de pura suerte. Sospechaba que Hermione había tenido algo que ver con ese aturdimiento tan repentino que le afectó a McLaggen en mitad de su prueba, pero por cómo aplaudía y gritaba cuando dijeron los resultados, valía la pena esconder el secreto. Lavender también vitoreó al chico como ninguna, aunque no fuera de las que se apasionaban por el deporte, y no dejó de hablar de cómo Ron había parado la bola o lo mal que lo tuvo que pasar cuando casi se cae de la escoba.

Más tarde, nos quedamos hablando las cuatro chicas en la habitación, sobre viajes que nos gustaría hacer y líos de verano mientras nuestras varitas alumbraban. Hermie y yo nunca habíamos entablado una amistad con Lavender y Abby, nuestras compañeras de habitación, aunque tampoco habíamos reñido. Cada grupo iba por su lado, a veces nos ayudábamos con los deberes, y eso de alguna forma era lo mejor para la convivencia.

Cuando el sueño empezaba a vencer, apagamos las varitas y después de un "buenas noches" cada una corrió sus cortinas de dosel.

Yo me quedé mirando al techo, oyendo las respiraciones regulares de las chicas que empezaban a entrar en el sueño. Me había establecido a mí misma una pequeña rutina, un reto para intentar recordar algo. Cerraba los ojos e trataba de volver a aquel día del que tanto me habían hablado mis amigos, el día que perdí la memoria. Nunca conseguía nada, ni siquiera podía saber si me había levantado ese día de la cama, había comido, me había duchado. Era como nadar en un vacío donde encontrar la luz parecía un sueño vago y utópico. Como las demás noches, decidí cerrar los ojos y dormir.

DRACO

Empecé dejando de asistir a los entrenamientos. Siempre me había gustado el Quidditch, me gustaba volar y poder rozar el encerado de la escoba con las manos, sentir el viento en la cara y los vitores. También ir a comprar el equipamiento, leer los periódicos con los resultados o ver los partidos. Me encantaba ser buscador y ese estremecimiento cada vez que veía el brillo dorado de la snitch por el rabillo del ojo.

Sí, era bonito, pero no para mí en ese año. Tenía demasiadas cosas que hacer y muy poco tiempo, debía encontrar una forma de arreglar el armario y de quitar una vida sin regalar sospechas, dos trabajos que requerían de todo mi esfuerzo y concentración para llevarlos a cabo.

Me había leído ya por los menos siete libros distintos de armarios y muebles mágicos, de hechizos en objetos muggles y otras mierdas más de ese estilo, pero todavía no había conseguido nada. Aún me quedaba un buen montoncito al lado de mi cama, mis lecturas ligeras como me gustaba llamarlas, que me hacían compañía todas las noches y algunas partes de la mañana.

Con la otra misión todavía no me había puesto lo que se dice muy en serio. No iba a dejarlo para el último día como un aburrido trabajo de aritmancia, pero el solo ponerme a divagar entre opciones me hacía temblar. Había estado observando al director, en qué comidas hacía acto de presencia, cuándo llegaba y cuándo se iba. Intentaba indagar sobre su rutina, si es que tenía alguna, pero la vida del anciano era más atareada de lo que podía parecer a primera vista. Casi nunca estaba en el castillo, eso para empezar, y si lo estaba se pasaba la vida en su despacho o quién sabe dónde, pero pocas veces era visto. Cuando se dignaba a aparecer para dar algún mensaje ya muy oído durante la cena, apenas podía mirarle. Lo sé, joder, me comportaba como un mierdas, pero cada vez que le observaba, me veía a mí mismo intentando matarle y fallando en el intento.

Seguía yendo a clase, al menos todo lo que pudiera. Mis obligaciones como prefecto flaqueaban, pero por lo menos intentaba presentarme a todas las lecciones posibles. No es que tuviera miedo por mi futuro académico, a estas alturas ya lo daba por perdido, la guerra era una inminencia de la que yo no saldría muy bien parado y tampoco es que estuviera en una situación difícil económicamente hablando. Pero necesitaba verla, anhelaba esa dosis diaria de serotonina que se me ofrecía solo en pequeñas cantidades entre gente de lo más corriente y uniformes de Gryffindor. No había intentado hablar con Nat y ella ni siquiera me dirigía una mirada despistada o algo parecido. Era como si yo no existiera, y por una parte era mejor así. ¿No era lo que había querido? ¿No era esa la única manera? Claro que sí, pero no estaba siendo nada fácil.

Había pensando mucho sobre nuestro último encuentro, sobre lo guapa que estaba intentando no resbalarse y sobre lo que me había dicho de un libro. El libro, claro que lo recordaba, uno de mis favoritos. Le había regalado "El perfume" después de descubrir a su grupo dando clases ilegales en la Sala de los Menesteres, aunque la intención de hacerle ese regalo la había tenido tiempo antes. No había pensado en aquello, igual que seguramente no había pensado en muchas otras cosas, pero no podía dejar que supiera más sobre el tema, por mucho que supiera que no me volvería a preguntar.

Aquella mañana estaba sentada en su mesa, donde siempre, con un pergamino delante y un libro muy gordo al lado, seguramente dando los últimos retoques a un trabajo o acabando los deberes del día. El grupito estrella estaba un poco apartado, o tal vez era al revés. Se levantaron y vi a Potter dirigiéndose a la chica, probablemente para avisarla de que ya se iban a clase, pero ella solo hizo un gesto con la mano antes de volver a sumirse en el tomo.

- Me huele a que hoy no vienes a clase - oí mencionar de fondo a Blaise - Como te la sigas comiendo con los ojos al final se va a dar cuenta.

Reí ante aquello. Como siempre tenía razón, era un sabio metido en un cuerpo de adolescente con un humor poco usual.

- Hoy estaré ocupado.

Debíamos de tener clase con los leones, porque ambos grupos abandonaron el comedor rápido y tomaron la misma dirección. Ahí se mezclaban el frío del verde con la calidez del rojo, en un torrente de personas que creían odiarse y no sabían muy bien el porqué.

Nathalie todavía estaba en la mesa donde apenas quedaban unos pocos desgraciados de cursos colindantes. Parecía tan atareada con lo que estuviera haciendo que hasta empezaba a dudar que se fuera a presentar a la lección del día, pero por la expresión de susto que puso cuando salió de entre las páginas del libro y vio que no había casi nadie, supe que iría. Empezó a recoger todos los papeles aprisa, algunas páginas del libro se doblaron por el rápido movimiento y tuvo que volver a abrirlo para colocar las finas hojas entre bufidos. Cuando creía que ya lo tenía todo, se levantó y salió de la sala a pasos agigantados.

De verdad que lo estaba intentando, había puesto todo mi empeño esos días en no girarme más de la cuenta ni cambiar ligeramente el rumbo de mis paseos. Tenía que alejarme y no cometer estupideces, pero cuando me volví para comprobar que verdaderamente se había ido y no era un truco de visión, encontré la pequeña imagen de lo que parecía una pluma encima del sitio que acababa de dejar desocupado.

Está de más decir que me levanté y fui a ver qué era aquello. Una pluma estilográfica, de color granate con las ininiciales de su nombre grabadas en dorado - N. S. - descansaba ahora entre mis manos. Era preciosa, aunque yo no hubiera escogido precisamente esos colores, no era algo que me avergonzaría llevar. La metí con cuidado en el bolsillo de mi túnica y salí de la sala de la misma forma que ella.

Todavía no tenía claro si iba a seguirla o simplemente devolvérsela cuando la viera entre clases, pero se me hizo fácil el decidir. No había recorrido ni dos pasillos enteros cuando la vi salir de entre esquinas palpándose los bolsillos y mirando a todos lados con la angustia como mejor acompañante. Iba directa al comedor.

Se acercaba con el propósito marcándose en cada paso que daba, pasó por mi lado sin tan siquiera mirarme. Casi llega a entrar de nuevo en la gran sala, pero yo fui más rápido.

- ¿Buscabas esto?

El sonido de mi voz hizo que se parara en seco y tardara unos segundos en girarse. Estaba claro que no esperaba mi presencia. Sus ojos se entrecerraron cuando posó la mirada en la pluma que yo sujetaba con los dedos.

- ¿Qué haces? ¿Por qué la tienes tú? - preguntó de una manera muy poco afable.

- Te la dejaste antes en la mesa y he sido tan amable de cogerla.

Se la tendí aunque no dejaba de vigilarme con desconfianza. Nat cogió el utensilio evitando mirarme a la cara y sin ni siquiera rozarme, para luego observar la pluma en sus manos, inspeccionándola mientras le daba vueltas como si yo le hubiera hecho algo, muy poco discreta.

- Es muy bonita - dije entonces, ella levantó la mirada de sus manos y me miró con fuerza, intentando ver cuál sería mi próximo insulto - La pluma, digo.

No quería hablar más. No quería decir algo sin sentido o hacer más incómoda la situación de lo que ya estaba siendo, pero llevaba mucho tiempo sin aquello y, aunque ella me contestara de manera fría y desconfiada, su voz, en un tono más bajo que la media, me seguía pareciendo muy bonita.

- Gracias - chasqueó la lengua y empezo a guardar la pluma.

- Ya me dirás donde la compraste -
se me escapó, o hice como que se me escapaba. Su cara adquirió entonces un gesto de curiosidad, parecía que iba a quitarme la careta de un momento a otro para cerciorarse de que verdaderamente no me estaban suplantando la identidad.

- Fue un regalo de mi madre. La mandó hacer en una una tienda muggle.

Me pareció que ella creía que la condición de sus padres iba a ser mi próximo tiro y noté en sus movimientos cómo se arrepentía de haber dicho eso. Luego se dio la vuelta, dispuesta a marcharse y no tener que prolongar el encuentro tan fuera de lugar.

- Nathalie - se volvió de inmediato al oír su nombre completo - Tienes pasta de dientes, justo ahí - dije señalando la parte más alta de su uniforme.

Ella bajó la mirada y al encontrar la mancha, soltó un suspiró.

- Mierda... - y se puso raspar con el dedo en un intento vano de quitarla, pero solo hizo más que extender el estropicio.

No podía evitar reírme mientras ella, que por el contrario no lo encontraba nada gracioso, suspiraba con hastío. En otro momento igual hubiera intentado controlar ese pequeño arrebato que me parecían tan innecesario, pero la sensación de reírme a su lado era agradable.

- ¿Sí? Pues deberías contárselo a quien le interesara.

¡Ou! Eso no me lo esperaba. Iba a replicar algo en contra, como que no tenía por qué ser tan borde, pero me callé. En realidad, tenía todo el derecho del mundo, aunque ni siquiera se diera cuenta. Ella echó a andar, casi la definitiva, pero luego se giró.

- ¿No vienes a clase?

- Hoy no, tengo cosas que hacer. Intenta no echarme de menos - me arriesgué con eso último.

Ella puso los ojos en blanco, una imagen que podía llegar a no quitárseme de la cabeza en mucho tiempo, pero, aunque que intentara esconderlo, podía ver el efecto que tenía en ella. Sus dos manos se agarraban casi imperceptiblemente al bajo de su falda cada vez que yo decía una palabra.

- Tranquilo, es algo que me sale prácticamente solo - dijo intentando parecer ruda, pero veía una media sonrisa asomándose por el borde de sus labios.

Bien, se volvieron a encontrar jeje. Una cosa que no me gustaba mucho de la otra historia es que, claro, como tenían que esconderse y no mostrar nada a nadie tal y cual, me era muy difícil hacer escenas en las que se encontraran sin que se repitera lo típico de que van por los pasillos y se chocan, o están buscándose y uno ya sabe donde está el otro blablabla. Que lo leías y era para decir: ¿Pero estos dos tienen imanes o qué? Pero bueno, es que es difícil, así que os pido perdón si notáis algo así porque ya no sé ni cómo hacerlo.

A lo que iba, una pregunta que me ronda la mente muchas veces:

¿Qué canción os hace llorar siempre? Yo tengo unas cuantas, pero, como cada vez que encuentro una me la pongo tantas veces cuando estoy triste, acabo por convertirme en inmune. La que más me hace llorar ahora es "Turning Page" que aparece en Crepúsculo, pero a mí me recuerda un poco a este fanfic y me da pena.

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