Canela ©

By Karo_lovegood

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[COMPLETA]. La conocida teoría de los polos opuestos atrayéndose cierta vez toma poder en las relaciones, pe... More

Sinopsis
1. Un gran día
2. Es tu día
3. Piojo
4. No quiero un castigo
5. El idiota que ella dice que soy
6. Mi esencia favorita
7. No quiero ser más una niña herida
8. Ya no me odies
9. Cálmate, piojo
10. No puedo verla en todas partes
11. Estar enamorada de ese imbécil
12. No soy como él
13. No se trata de un juego
14. Es nuestra mesa
15. ¿Bailamos?
16. Está llena de sorpresas
17. Algo imposible
18. Pausa a tu juego
19. Canela
20. No gracias, Hestia
21. No es mi chica
22. ¿Nos llevamos bien?
23. Preocupada por la cuerda
24. Lo que sea por ti
25. Marcando territorio
26. Carterista
27. Esa cita
28. Tic-toc, linda
29. Hay otro chico
30. Lo admito
31. Yo siempre gano
32. Es fácil confiar cuando se trata de ti
33. Siempre vuelvo a pensar en él
34. Alguien se ha enamorado
35. Feliz navidad, Bonetti
36. Es la chica de la fiesta
37. Aida
38. Parte de la rutina
39. Eres la novia de mi hermano
40. Idioma Miller
41. "Quiero hablarte de algo"
42. Un fracaso
43. Naranja entera
44. Es su canción
45. Caramelo de ajo
46. No volveré a cruzarme en tu camino
47. ¿Mi novio?
48. Aliens, por favor, abdúzcanme
49. La copia exacta de James
50. Orgullo personificado
51. Maltrato animal
52. Supersticiones de abuela
53. Lunática
54. Ya tenías uno
55. Solo... un pedacito
56. Eres un osito panda
57. ¿Está soltero?
58. ¿Puedes abrazarme?
59. Es un mal chiste
60. Orangutanes cínicos
61. Te prometo que te quiero
62. No todo podía ser perfecto
63. ¿Mis ojos mienten?
64. Los planes para mi muerte
65. No puedo seguir engañando a ambos
66. Jugar a la casita
67. Su humor, mi enemigo
68. Su enamorado es Liam
69. Lo que ambos sentimos
70. Hay muchas formas de amar
71. Nuevamente lo detesto
Extra: Chrisand
72. Me haces daño
73. Jodidamente manipulable
74. Soy un títere
75. Sinónimo de dolor
76. No conozco de razones
77. Te quiero conmigo
78. Eres más que eso
79. Criadero de anfibios
80. Huele a canela, así como tú
81. Piezas similares de un puzzle
82. No estoy enamorado de ti
83. No pienses que te esperaré toda la vida
84. Un panda colgando de tus llaves
85. También el mar es muy cambiante
86. Que me pruebe lo que quiera
87. El final de nuestra canción
88. Tu apodo en mi café
89. Aún no termina tu día
90. Espinas en tu corazón
91. Será un reto
92. Ahora soy un egoísta decepcionado
94. Uno, sin dejar de ser dos
Epílogo
Agradecimientos
Extra 1: Como el resto de tu vida
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93. Déjà vu

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By Karo_lovegood

Sonrío para disimular las intensas ganas de llorar que me persiguen después de notar que, nuevamente, él ha decidido que no quiere hablar conmigo. Había olvidado lo que era ver a Liam molesto, y ahora tenerlo decepcionado y odiándome, me hace sentir de un modo que hace mucho no percibía.

No me abandona esa sensación de ser absorbida por la tristeza en una secuencia que se instala lentamente, tan lento, que siento que me desgarra la piel en el proceso hasta dejarme expuesta. Me percibo hundida en una burbuja de soledad a la que nadie se aventura a adentrarse para hacerme compañía ni siquiera en el silencio. O quizá sí, pero ahora mismo estoy tan cerrada, que nada de lo que me digan o hagan es suficiente para ayudarme a no sumergirme más en el fondo.

No es la primera ocasión en la que esto sucede en esta semana, por eso estoy habituada a que debo evitar llorar en el instituto por mucho que me causo daño al hacerlo. Pero hoy, después de tantos días, ya desesperada por querer que esto se resuelva y viendo cada vez más lejos la posibilidad de que así sea, siento que no puedo.

Camino con los ojos anubarrados en dirección al baño. La visión se me dificulta, pero eso en lugar de detenerme, provoca que apresure mis pasos y evite, siquiera, disculparme con las dos personas con las que tropiezo por mis prisas y torpeza.

Estoy cansada de llorar, de pedirle perdón a la almohada imaginando que es él obteniendo como respuesta un desgarrador silencio, porque al no tenerlo para que se desquite conmigo como supongo que merezco, creo que no tengo más opción que hablar sola. Me siento culpable con mucha razón. Me arrepiento de haberle mentido, pero más que eso, de haberlo lastimado con una decisión que sabía que no era correcta ni siquiera para mí, porque nos hacía daño.

No me refiero a irme a Los Ángeles, porque aunque era una posibilidad, sí quería estar aquí. La decisión de quedarme no la tomé nunca por él y de hecho, cuando hablamos de esto Liam se mostró receptivo. Me habló de las posibilidades de que yo tuviera que irme y me dijo que lo entendería si así lo decidía, pero yo no quería desilucionarlo y por eso recorrí al método más cobarde.

Jamás le mentí con algo más; él no lo merecía y tampoco yo, pero en esta oportunidad solo me acobardé cuando el miedo y la inseguridad empezaron a dominarme y limitaron mis acciones hasta llegar a esto, hasta cubrir la única salida que aun hace días, no supe atravesar, y nos tocó enfrentar la tormenta sin previo aviso.

Ella, mi decisión, arrastró todo a su paso llevándose consigo mi valentía.

Él y yo no tenemos la relación perfecta. Claro que hemos discutido en más de una ocasión: por celos; por fingir un bienestar cuando uno de los dos era culpable en parte por ello y no queríamos herir al otro; por alguna travesura en la que quizá yo no estaba de acuerdo; por más de esas sorpresas que no me agradaban del todo en las que él terminaba en detención, mi humor y algunas otras pequeñeces más, pero siempre hemos sabido solucionarlo tras el paso de algunas horas en las que considerábamos, cada quien había tenido su espacio.

En cada ocasión que era mi culpa, yo lo buscaba al instante y de inmediato él me respondía para solventar todo con buena disposición, y lo mismo ocurría en lo opuesto. Nos hemos sabido entender siempre y nuestras personalidades, mismas que sí son diferentes, jamás fueron un impedimento para que el crecimiento de nuestra relación se diera satisfactoriamente, al contrario.

Liam y yo somos mejores amigos además de novios, nos convertimos en eso antes de formalizar nuestra relación, y eso contribuyó a que nuestro vínculo en el que siempre ha habido confianza y respeto, se fortaleciera con el pasar de los días. Eso hasta que esa emoción a la que tanto aborrezco, quiso dominarme de nuevo y se lo permití, huyendo como hace mucho no hacía en lugar de enfrentar el problema y dejando que parte de la escencia se perdiera.

No le di ni me di la oportunidad de escucharnos aun cuando sabía que él lo entendería y me apoyaría como siempre lo hace. Dejé pasar el tiempo, permití que cada día el peso de la presión creciera con mayor intensidad dentro de mí hasta que se desbordó y aplastó a ambos.

Ahora me arrepiento.

Ingreso a la soledad de la habitación ya con las lágrimas deslizándose por mis mejillas. Poso las manos sobre el lavabo en un intento de apoyarme para no desvanecerme y suspiro una y otra vez, procurando recobrar el aliento que perdí con mis apremiantes pasos hacia acá. Me duele el pecho, ese nudo que no se digna a abandonar mi garganta intensifica su presión y mi cuerpo tirita sin que comprenda siquiera la causa.

Tengo miedo y ahora no es por la reacción de Liam, sino de pensar en que nos estamos perdiendo.

Inhalo y exhalo con calma, en sincronía y con mucho esfuerzo hasta que consigo que las lágrimas se detengan y la respiración logre estabilizarse rato después. Me lavo el rostro y allí permanezco algunos minutos más, esperando que mi piel retome su palidez y el enrojecimiento se desvanezca de una vez para poder salir, cosa que no ocurre hasta pasado un tiempo.

El corazón todavía me palpita acelerado y el nudo tan conocido se mantiene, pero ya estoy tan fogueada a tener esa sensación dentro de mi cuerpo estos últimos días, que no me limita a fingir en el exterior que todo está bien. Es lo que hago al salir.

Me encamino hacia el desolado salón incluso con la mochila encima y allí me siento en mi pupitre, viendo hacia el frente sin poder concentrarme en nada como todos estos días en los que estoy más dispersa de lo que me gustaría admitir, percibiendo cualquier escenario y detalles ajenos a mí como un eco que retumba sin ser capaz de lograr hacerme sentir nada. De a poco la habitación se va llenando del ruido que provocan mis compañeras y amigas, últimas que ingresan en grupo y vivaces, comentando lo que supongo, es la siguiente festividad a la que hemos sido invitadas.

No digo nada, porque cualquier murmullo me atormenta y no deseo romper la barrera que mis tímpanos han establecido antes de que pierda la paciencia y explote contra ellas que no lo merecen. La culpa es solo mía, y me estoy permitiendo ahogarme en ella como debe ser.

La última clase inicia y de nuevo finjo estar concentrada en lo que el profesor dicta como despedida y demás palabrería que no entiendo y que ahora mismo no me importa. Estoy deseosa por acabar cuanto antes el año, pero a la vez quiero que se detenga el tiempo porque no quiero irme aún, no quiero dejar a Liam y que esto se termine. Jamás me perdonaría irme con él odiándome cuando yo lo amo tanto incluso más que ayer, y ese último pensamiento me cubre de un temor que se acrecienta con cada segundo que nos mantenemos alejados del otro.

—Si salimos temprano, Max y yo pasaremos a recogerte con Matthew, ¿está bien, Ari? —Juliana vuelve a preguntar apenas acaba la última clase del último año, cuando el profesor nos deja solas. Usa un tono de voz excesivamente sereno si se toma en cuenta que es ella quien me habla.

La miro seria y niego con la cabeza una vez más.

Esta noche es la fiesta de compromiso del señor Paul, padre de Ian y James, y desde hace semanas que están planeando la celebración, todos han estado entusiasmados e insistentes con el tema. Al principio yo estaba emocionada por ver que finalmente decidió que también merece ser feliz, pero ahora con lo que pasó, mis ganas de ir a festejar se extinguieron para dar paso a un deseo intenso de quedarme a llorar en la cama y dar abrazos no correspondidos al oso panda que siempre me espera paciente. Es lo que planeo hacer.

Observo a todas, que se encuentran de pie como yo y forman una especie de círculo a mi alrededor, sin ser abandonadas por esa aura de pesadumbre que creen, yo quiero sentir. Dos me miran comprensivas, no ocurre lo mismo con quien me habla ahora.

—Claro que irás, necesitas distraerte —impone Cam, despreocupada, mientras hace sonar el molesto tono de las teclas de su celular al escribir con rapidez.

Observo sus distraídas facciones en silencio. La examino. Intento ver lo que Liam, procuro pensar en algo negativo de ella que me lleve a determinar que él tiene razón al decir que no merece lo que hice por su futuro arriesgando el mío. Pero no puedo, aun cuando ha hecho tanto daño a nuestro amigo, no soy capaz de creer que sus acciones deben limitar sus posibilidades de estudio.

No alcanzo a atribuirle la responsabilidad, porque es solo mía, yo y nadie más decidió esto, y no es justo que la culpe. Tampoco me arrepiento de lo que hice.

—Ian y James están al tanto de mi decisión y no me están forzando a nada. No iré a ningún lado —sentencio endeble, terminando por cerrar la mochila para colgarla seguido de mi hombro, dirigirme al exterior y marcharme a casa.

Esquivo a las tres y me dispongo a salir, pero la mano de Camila sujetándome con brusquedad el brazo izquierdo, me detiene.

—¿Qué coño te pasa? —interroga con dureza.

Miro su firme agarre en mi brazo e intento zafarme, ni siquiera quiero verle la cara y me está haciendo enfadar.

—Suéltame —exijo con calma, procurando mantener la compostura y no explotar con ella, porque aún sigo pensando que no es culpable de nada.

—No, es que me tiene obstinada que todavía te mantengas así después de tantos días por un miserable un hombre... —Eleva la voz, todavía sin querer soltarme. Veo su cara y tomo su mano para continuar con el forcejeo, pero se aferra más—. ¿No lo entiendes? No es el único, deja de lloriquear y...

—Camila, cierra la maldita boca y suéltala. No empeores las cosas —amenaza Juliana con repelús, entre dientes. Ella sí apoya a Liam y sí piensa que la pelirroja no merece siquiera la empatía de nadie, y desde entonces no la trata igual que antes.

Camila bufa y me jala más, como si ahora quisiera aprovecharse de que mi espíritu entero está seco para manejarme a su antojo como siempre lo ha hecho y se lo he permitido, como a un títere.

Le pido que me suelte una vez más, ahora sin tacto, y me muevo con brusquedad para que me deje ir, pero con su fuerte agarre solo me provoco daño. Finalmente resoplo y me rindo. No tengo fuerzas para luchar, así que decido esperar a que diga lo que quiera sin ponerle demasiada atención, porque la verdad no me interesa que ella, con su cerebro y alma podrida, venga a darme opinión de lo que es o no correcto en nada, mucho menos si se trata de mi relación o de amor, pues pienso que no tiene idea de lo que ese sentimiento significa.

—Tú porque apoyas al estúpido ese —continúa la pelirroja sin inmutarse, hablándole a Juliana con un tono de decepción que me hace sonreír con desgana—. ¿Por qué son tan tontas? ¿Por qué se rebajan por una persona que quiere hacerse el digno y el ofendido por una estupidez como esta? No te merece si tienes que humillarte a pedirle perdón por...

—Pedir perdón no es humillarse —explico paciente, interrumpiéndola. Quizá su inteligencia se ha visto más afectada de lo que creímos estos días—. Pido perdón porque me nace hacerlo, porque sé que me equivoqué y al admitir mis errores comprendo que es lo justo. Porque es de humanos sentir por el otro, y me da pena que tú no sepas el valor de eso, me avergüenza que hayas dejado pudrir tu alma y convertirte en una persona tan egoísta incluso con noso...

—¿Egoísta con Liam? —cuestiona incrédula, interrumpiéndome con una expresión compungida. Parece que le di donde debía y le pesan mis palabras. Me suelto de su agarre al fin con un brusco movimiento sin importarme causarme daño. No quiero tenerla cerca ahora mismo—. ¿Se te olvida cómo ha estado mirándome él a mí desde hace tiempo? Es un imbécil, se merece que todos sean egoístas y...

—No hables de Liam —mascullo molesta, mucho más de lo que creí, podría estarlo con ella ahora que se atreve a hablar mal de alguien que desde hace mucho, me importa más que su persona—. Si él te mira como lo hace, es porque le nace hacerlo después de todo el daño que le has hecho a su mejor amigo, porque se decepcionó como muchos de nosotros de ver en lo que te convertiste y lo cobarde e injusta que eres. Y aun así, jamás habla de ti a vox populi de lo que piensa, porque sigue teniéndote respeto pese a todo y las cosas te las dice a la cara. Si te odia, es porque es lo que has conseguido con tus acciones, así que cierra la maldita boca, no hables de mi novio porque no tienes derecho y nunca más vuelvas a opinar nada sobre mi relación, porque con tu mente podrida y tu horrible forma de percibir el amor, eres la menos indicada para hacerlo y no me interesa en lo más mínimo lo que tú pienses —zanjo, introduciéndolas a todas en un silencio sepulcral antes de esquivarla para abandonar al fin el salón, sintiéndome extrañamente más liberada.

Creo que, inconscientemente, sí le había estado atribuyendo la responsabilidad por mis decisiones, pero ahora no me detengo por nada. Sé que ella no merece mis disculpas.

Salgo apresurada en dirección al estacionamiento. Los cotilleos no se han hecho esperar en los pasillos desde que a Liam y a mí no se nos ve juntos. Alegan que uno le fue infiel al otro, que hubo incluso maltrato físico y pare de contar, pero como sus opiniones no me interesan, les resto importancia aunque no puedo negar que me hacen sentir incómoda. Jamás fui noticia en este infierno ni mucho menos víctima de chismorreos, y serlo precisamente por mi relación que justo ahora parece estar congelada, sí que me duele un poco. 

Hago oídos sordos hasta que veo a Liam apenas sonriendo junto a Christian y todo se paraliza a mi alrededor. Extraño tanto su sonrisa, que verlo mostrar ese ínfimo gesto aunque no sea conmigo me hace sentir una mezcla de tristeza y felicidad que me llena el alma hasta que se convierte en nostalgia.

Mis ojos nuevamente se nublan, pero pestañeo varias veces para ahuyentar las lágrimas y cuando lo consigo, continúo mi camino hacia el estacionamiento y subo de inmediato al auto, no sin antes ver a Jackson, el compañero de fútbol de Liam y ex novio de Juliana, succionando los labios de Verónica sin reparo.

Pienso en ella un par de minutos, aunque menos que eso se merece de mi tiempo, y me preguntó todavía cómo fue capaz de llegar a tanto para ahora vivir en las sombras como una arrastrada, con temor a acercarse siquiera a Liam y al resto de nosotros, porque le angustia que todavía hoy, pueda ser acusada de lo que hizo en el pasado.

Me río internamente. Las cosas aquí han cambiado mucho, pero ellos y su escaso raciocinio siguen causándome pánico.

—Gracias por venir —comenta Ian con calidez, girando a verme cuando saca la llave del contacto de su auto al llegar al lugar de la celebración—. Sé que no querías, pero agradezco que hoy, siendo un día importante para mi familia, estés con nosotros como siempre a pesar de todo lo que estás pasando —enfatiza y sonrío con sinceridad, aunque un poco cohibida.

—Es lo que hacemos los amigos —le recuerdo sin dejar de sonreír, viendo que me regresa el gesto con pesadumbre, una reacción extraña considerando que él está feliz y orgulloso por su padre.

Giro hacia la puerta para abrirla y descender porque no me cuesta mucho entender que su respuesta física es por mí, pero cuando estoy por hacerlo, toma mi mano izquierda para detenerme. Lo miro interesada y veo que él me examina con esa expresión que todos me dirigen últimamente y que me hace sentir cada vez peor: lástima.

—Sé que van a solucionarlo pronto, Arya —anima comprensivo.

Asiento como única respuesta.

No quiero hablar de nada y de eso mucho menos, aunque es lo que más deseo en el mundo: arreglarme con mi novio.

Bajo del auto con precaución para evitar tropezar con los tacones en la acera e inhalo profundamente cuando estoy de pie, intentando llenar mis pulmones de esperanza más que de aire puro. Ian coloca su brazo derecho como jarra y allí me engancho, para de este modo entrar juntos al establecimiento privado que han alquilado para el festejo.

Las personas vestidas formalmente nutren cada recoveco del establecimiento. Adultos y adolescentes celebran con copas de champagne, otros bailan y todos sonríen y se regocijan invadidos de sentimientos positivos, encogiendo mi corazón y logrando que mi estómago se estruje de melancolía.

Tengo incluso ganas de vomitar, pero al no tener algo en el estómago porque ni siquiera tengo apetito para comer estos días, siento que de ese lugar vacío no podrá salir nada.

Ian me escribió esta tarde para preguntarme una última vez si vendría a acompañarlos. Me sentía vacía y desgranada, sola en todos los sentidos porque ni siquiera mi familia está en la ciudad desde hace un par de días, pero ellos me han apoyado todo el tiempo y han sido parte importante de mi vida, así que accedí a venir sin problemas y sin pensarlo mucho.

Me preparé con calma, me coloqué uno de los vestidos más elegantes y lindos que aguardaban en mi armario y bajé a esperarlo con una sonrisa que luchaba por ser sincera. Cosa que fue difícil, porque además del abatimiento que me abruma, me invadió un mal presentimiento que todavía no me abandona desde que colgué aquella llamada.

Sé que hoy algo no acabará bien, y no creo estar preparada para eso.

Sonrío a Ian cuando me lleva hasta la mesa en la que se encuentran nuestros amigos y allí me ubico en una silla luego de saludar a todos, que visten preciosos en sus trajes elegantes y acompañan sus vibras con sonrisas que no pueden ser más amplias y sinceras. Están todos, excepto Liam.

Me mantengo serena pese a que siento que todo se desvanece en mi interior y finjo mantener mis emociones bajo control. Tomo una copa de agua para intentar humedecer esa sequedad que se instaló para rasgar mi garganta y observo cada detalle con detenimiento y sin pronunciar palabra, sorbiendo sin ganas y fijando mi atención en las calas blancas que se instalan por doquier en sus macetas, dándole una apariencia más rústica pero sencilla a la temática; misma última cualidad que caracteriza a Anabella, la novia del señor Paul.

—Perdí las llaves y se me hizo tarde. —La voz de Liam, agitada y entrecortada, interrumpe mi escrutinio. Parece que estuvo caminando muy rápido o corriendo.

Describir lo que oírlo me provoca, me resulta indecible y ni siquiera soy capaz de moverme de mi lugar. Me quedo entumecida, por eso solo despego la copa de mis labios tras beber del líquido con premura, como si de este modo fuese capaz de disipar lo que siento, y me mantengo con la vista en frente, de espaldas a él.

—Incluso mis padres me dejaron atrás, pensaron que yo les seguía el paso —vuelve a hablar, jocoso, rodeando la mesa para ubicarse mientras choca los puños de los chicos como saludo en su recorrido. Se ubica en una silla frente a mí y me mira intensamente, pero no me dice nada ni muestra expresión alguna—. Me quedé dormido —dice, todavía sin dejar de mirarme.

—Está bien, no lo has hecho estos días y lo necesitabas —lo tranquiliza Ian, captando la atención de ambos que pasamos a verlo, Liam antes que yo. Lo miro interesada, porque todos estos días, cada uno de los chicos me ha dicho que él está bien cuando les pregunto, y aunque sabía que no era así, tenía la esperanza de estar equivocándome—. Aún no empezamos, así que tranquilo. —Le palmea el hombro amistosamente—. Voy a ver a papá, James está con él intentando calmarlo y seguro que eso acabará en desastre, creo que debo intervenir —añade soleroso. Me mira, guiñe y luego abandona el lugar.

Todos vuelven a sumirse en charlas despreocupadas y yo siento una incomodidad creciente en mi interior. Me da la sensación de experimentar un déjà vu, salvo que esto que veo ahora sí es real. La escena se evoca de mi memoria y se reproduce frente a mis ojos, reviviendo aquellos momentos parecidos por mucho a la fiesta de Camila hace más de un año. Los chicos conversan animados y narran anécdotas graciosas que varían de categoría, ríen, beben, comen e incluso se retan, pero mis pensamientos solo se mantienen en el chico frente a mí, que a diferencia de aquella ocasión, no me hace sentir nada similar al odio; ahora él es mi novio, y nos une un vínculo más fuerte al que desde hace mucho tiempo se le llama amor.

Él me mira, pero no con burla, me pide disculpas con la mirada igual que yo lo hago con la mía. Me dice con su serena expresión que lo siente, que me necesita justo como yo a él, pero que, como en muchas otras ocasiones, se encuentra perdido y no sabe cómo debe actuar ahora para encontrarse y encontrarme. Lo entiendo, pero hoy me siento tan desganada, que me dejo llenar de cobardía y no soy capaz de ofrecerle mi mano como compañía, mi linterna para alumbrar el camino de ambos ni mi lupa para hallar esos retazos de las ilusiones que creemos perdidas.

No soy capaz de hacer nada ni siquiera cuando justo ahora, siento que así como empezó todo, en una fiesta, con un beso, llega nuestro fin.

Me levanto atormentada de mi lugar bajo su atenta mirada, justo como aquella vez, y me dirijo al jardín para llorar en el silencio que me aturde, soltando lágrimas invisibles que se acobardan y atacan con más saña que aquellas que humedecen, quemando mi piel con un toque que no existe. Abrazo mi cuerpo y deslizo mis manos con calma por mis brazos desnudos. Tengo frío, como siempre, pero la brisa que en ningún momento llega a ser gélida es lo que menos me perturba ahora.

Allí paso un largo rato, sintiéndome extrañamente sola y rota, vulnerable a la voluntad de los demás y a merced de mis emociones negativas, hasta que decido volver para celebrar junto al resto una festividad de la cual me percibo ajena.

El señor Paul anuncia con ilusión el compromiso a la que será su nueva familia, a sus colegas, compañeros de trabajo y amigos, y todos estallan en aplausos y abrazos de algarabía que aunque son aislados a mí, logran rozarme de una sensación que no alcanzo a descifrar, pero que sin duda no es positiva. Todavía barrunto que algo de esta noche no acabará bien.

Me acerco a felicitarlo y a todos ellos: el señor, Anabella y mis amigos, les brindo abrazos sinceros que no alcanzan a llenarme, y luego me retiro a la mesa para ubicarme de vuelta y allí pasar el resto de la noche. Sola, porque todos se han ido a bailar dejándome sumergida en la podredumbre que yo misma me encargué de reunir.

Pasadas tres o más horas, mis amigos ya están muy lejos del estado de sobriedad y solo comentan tonterías que suben de nivel con el pasar de los minutos.

Andrea y Chris se extraen los sesos desde los labios y Max y Juliana no hacen más que reír de sus propios malos chistes que nadie más que ellos entiende. Andrés conversa tranquilo con una chica que jamás había visto, porque hace varios meses rompió con Lisa, y Matthew ahora está con un chico que apareció junto a su confesión de ser bisexual.

Eduardo baila sobrio con alguien más, Kaden acompaña a la pareja de prometidos y Camila se mantiene de brazos cruzados frente a la mesa, viendo en dirección al chico al que tanto le ha hecho daño. Liam no está.

Luego de un rato todos empiezan a marcharse y yo, presa del cansancio, empiezo a buscar a Ian con la mirada para que me lleve de vuelta a casa, porque en el auto de Matthew se irán los demás y no quepo junto a ellos, pero no lo consigo hasta pasado un tiempo en el que me confirma las noticias desfavorables que me comentó cuando me repitió su invitación esta tarde: no me llevará a casa. 

—Como te dije, papá me pidió que lleve a la familia de Anabella y no hay suficiente espacio para ti allí. Esperé que al final consiguiera a alguien más, pero no pudo —explica con pena, tomando mis manos con suavidad—. Todavía hay personas que se quedarán e incluso papá estará aquí para cuando pase a recogerlos porque han tomado, pero no sé si quieres quedarte con ellos y esperar. Sé que estás cansada y no te sientes bien, pero...

—Puedo esperarte un rato más, está bien —lo tranquilizo y veo que sonríe, pero niega.

—No me dejaste terminar. ¿Confías en Eduardo? —Asiento segura, aunque con el ceño fruncido por la incomprensión—. Es el asignado hoy y conducirá el auto de uno de los chicos. Allí sí hay espacio. ¿Quieres irte con él?

Accedo, porque sí estoy cansada y con tantas emociones abrumándome no me creo capaz de soportar más.

Dejo que me acompañe al exterior luego de despedirme de ambas parejas: su padre y Anabella y Deisy y James, y estoy por despedirme de él, pero una discusión a gritos atrae nuestra atención en el estacionamiento y ambos nos detenemos para mirar en la dirección de donde provienen las voces.

—¡No te quiero cerca de nosotros! —Escucho que grita Liam, molesto y arrastrando las palabras como consecuencia de su estado de ebriedad.

Trago grueso al oírlo hablar de ese modo. Hace mucho tiempo no llegaba a ese estado con el alcohol y verlo descompuesto no me hace sentir bien, porque entonces eso significa que él tampoco lo está.

Miro a Ian que parece pensar lo mismo que yo y juntos nos acercamos a ellos, encontrándonos con Eduardo, Andrés, Liam y Camila, estos últimos mirándose con odio frente a la puerta del copiloto del auto de mi novio.

Andrés, aunque también parece encontrarse bastante tomado, intenta atenuar la tensión con su característica paciencia y se mantiene casi en medio de ambos con el objetivo de prevenir cualquier ataque. Eduardo, que por su parte está consciente y sin gota de alcohol en su sistema, apoya sus codos en el techo del auto y sostiene su cabeza con ambas manos, haciéndome ver que está cansado de esto. Hace mucho se alejó de Camila y se lo ve mucho mejor desde entonces, pero ahora es ella quien está tras él sin razón aparente, pues sabemos que no lo quiere más que para hacerle daño.

—¿Qué ocurre, Ed? —pregunto en un bajo tono de voz al acercarme a él, tocando su codo para llamar su atención por encima de los gritos de aquellos dos—. ¿Por qué están discutiendo?

Eduardo suspira sonoramente y me mira.

—Liam la odia, no la quiere cerca y ella se negó a irse con los demás para venir con nosotros y fastidiar. Él está triste, molesto, lleno de odio y tomado, no es una buena combinación si se toma en cuenta que le atribuye toda la responsabilidad de sus sentimientos a Camila —explica raudo, deseoso por acabar esto. Sonríe también con pena y toca mi brazo como lo hice con él—. Lo siento, Arya, te juro que si pudiera ayudar para que ustedes estén bien ya lo habría hecho —añade sincero y asiento con una leve sonrisa.

No quiero más lástima, pero sé que sus palabras vienen cargadas de cariño, bondad y sinceridad, y no soy quién para rechazar su gesto.

—Lo sé, pero eso no importa ahora. ¿Tú cómo estás con esto?

—Bien, solo... solo quiero que Andrés y Liam descansen y que Camila deje de irritar con sus gritos —dice tras un pesado suspiro y afirmo, sonriendo levemente.

—Puedo conducir si quieres, para que descanses también —ofrezco gentil.

—No importa, lo haré yo... es mi responsabilidad y... —No termina, porque más gritos lo interrumpen y ambos miramos de vuelta la escena 

—¡Cierra la maldita boca, ridículo! —brama Camila a Liam, que todavía la ve con desprecio.

Él le va a contestar, pero veo que Ian se adelanta y lo toma por el brazo para hablarle con suavidad, amistoso como se comporta con él desde que arreglaron sus diferencias. Parece que lo convence de algo cuando lo veo asentir comprensivo y luego de que lo deja ir, se dirige a Camila, que en el caso opuesto solo niega con insistencia y cruzada de brazos, hasta que finalmente la veo mover la cabeza en señal de afirmación y se dirigen al auto de nuevo, donde Liam espera con la mirada perdida en el suelo.

Mi novio resopla indignado al verla, pero le entrega finalmente las llaves a Eduardo tras desactivar los seguros y abre la puerta trasera, me mira por varios segundos inexpresivo y luego me sonríe un poco.

—Tú primero, bonita —musita con un tono inocente, como si se sintiera culpable y le avergüenza su comportamiento.

Le devuelvo una sonrisa sincera, cargada de un ramillete de emociones indescifrables, y subo tal como me lo indica; quedando en medio de Andrés, que ingresó por el otro lado, y él, que sube de inmediato para que Eduardo se ubique como chófer con Camila como copiloto.

Me aseguro de que ambos a mis flancos se coloquen el cinturón de seguridad. Saludo a Ian desde la ventanilla y asiento cuando me pide gesticulando con los labios que le llame al llegar a casa, luego lo pierdo de vista porque Eduardo se pone en marcha, despertando de nuevo esas emociones insostenibles que se acrecientan por la cercanía de Liam y por la extraña sensación de que algo no anda bien, poniéndome todavía más nerviosa.

La atmósfera se siente pesada y el silencio me atormenta, pero eso no disminuye todo lo que da vuelcos desenfrenados en mi interior logrando que me sienta insegura.

Tres de nosotros están pasados de tragos y los dos chicos a mis costados se mantienen en silencio, con la respiración tan serena que incluso llego a pensar que se han quedado dormidos pasado un rato. Camila, por su parte, se mantiene muy ocupada, mumurándole a Eduardo lo que me parecen reclamos que aumentan de volumen cuando él le contesta. Me concentro en escuchar para así asegurarme de que estoy en lo cierto y pedirle que se calle, porque ya no soporto su actitud y lo mal que hace sentir a Ed y las consecuencias que provoca en el resto con su sola presencia, pero la cabeza de Liam cayendo lentamente sobre mi hombro me desconcentra.

Suelto una risa nasal y lo miro nerviosa para darme cuenta de que no está dormido como creí, sino mirándome con esa expresión de vulnerabilidad que tampoco lo ha abandonado y que me quema por dentro. Las luces tintineantes de las farolas de la calle me permiten ver que sus preciosos ojos color canela están vidriosos, tristes, y que se esfuerzan por darme a entender algo que finalmente escapa de sus labios.

—Te extraño —musita somnoliento y sonrío débilmente.

Suspiro aturdida por más de un sentimiento. Estoy por responderle que también lo extraño, pero varios gritos desgarradores de los que no soy capaz de identificar al emisor; un Andrés sobresaltado cayendo sin cuidado sobre mí y un sonido ensordecedor, acompañado del movimiento brusco consecuente del golpe contra otro auto que seguidamente me hace impulsar hacia adelante con mi amigo encima, opaca mis palabras para dar paso a una bocina que no cesa de sonar y amenaza con quebrarme los tímpanos; múltiples trozos de cristales que vuelan en todas las direcciones, la desesperación y el llanto... precedidos de la oscuridad.

__________________________________________________

¡NOS QUEDA UNO MÁS, HUMANOIDE! 💚

Fue un capítulo mega intenso y lo sentí feo, pero estoy enamorada de él y tú no querés matarme, ¿verdad? Porque yo te amo. 👉🏽👈🏽

Perdón, ya me calmo y tú sigue adelante.

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