Solo Amor

By MarchelCruz

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Jonathan ha viajado con sus padres durante toda su vida pues el trabajo de su padre así lo requiere, pero aho... More

Dedicatoria.
Cita.
Capítulo 1: El rubio de la primera clase
Capítulo 2; El castigo.
Capítulo 3; Sentimientos emergentes
Capítulo 4: Jonathan y Oscar
Capítulo 5: Nubes grises en el paisaje.
Capítulo 6: Solo amor
Capítulo 8: El tiempo que nos queda.
Capítulo 9: La pelea.
Capítulo 10: Adiós, te quiero mucho.
Capítulo 11: Cuatro años más tarde.

Capítulo 7: La noticia

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By MarchelCruz

CAPÍTULO 7: LA NOTICIA.

Todos los chicos del grupo de Oscar y Jonathan, incluyéndolos a los dos, estaban de pie en la vieja cancha de fútbol de la escuela, esperando a que el viejo profesor llegara para impartir clases. Ellos mantenían la distancia para guardar las apariencias, pero se miraban desde sus lugares.

El profesor no tardó mucho en llegar y tiró al suelo un montón de casacas de dos colores.

—Armen equipos —dijo e inmediatamente escogió a Oscar y a un chico entre la multitud como líderes de equipo—. Hay una junta en la sala de maestros —continuó—, yo volveré enseguida y cuando eso pase quiero verlos en equipos y jugando, ¿entendido? —les explicó.

Todos los chicos asintieron con unos cuantos "Sí".

—Voy primero —se adelantó el chico líder del otro equipo cuando el profesor se hubo ido y eligió la casaca de color verde que estaba en el piso—. Elijo a Ernesto —declaró.

Oscar, sin pensarlo dos veces, escogió a Jonathan aun sabiendo que era realmente malo en el fútbol. Jonathan salió de entre la multitud y avanzó hacia Oscar, y cuando lo hizo hubo un pequeño coro de voces sarcásticas que decían "Qué sorpresa" "Qué raro". Oscar hizo oídos sordos y lo ignoró, después el chico del otro equipo continuó eligiendo.

—Julián —dijo el chico y un alto muchacho salió de la multitud para unírsele.

—Ricardo —escogió Oscar. Aquel chico era uno con los que se juntaba en el receso. Un amigo.

Entre los chicos que aún no habían sido elegidos se burlaron del chico llamado Ricardo diciéndole que le tocaba ir con el equipo de señoritas.

En ese instante Jonathan quiso tomar la mano de Oscar para retenerlo, pero las miradas curiosas sobre él no lo dejaron actuar. Por suerte este no hizo nada y la selección continuó hasta que el líder del otro equipo dijo que sería fácil ganarle a un equipo que tenía por líder a una mariposita.

Al escuchar eso Jonathan cerró la mano, pretendiendo agarrar la de Oz, pero solo agarró aire allí donde había estado la mano de su novio. Oscar ya se había ido encima del muchacho, lo azotó contra el suelo mientras le decía:

—¿¡Cuál es tu problema!? ¿¡Cuál es tu maldito problema!? Hijo de...

—¡Déjeme en paz, maldito maricón! —exclamó el otro muchacho.

—¿¡A quién llamas maricón!? —gruñó Oscar y lo azotó contra el asfalto de la cancha.

—¡A ti, imbécil! ¿¡Crees que nadie lo nota, marica!? Todos saben que te tomas de la mano con el extranjero y que te besuqueas con él en los baños ¡Es asqueroso! —le escupió el chico, lo que hizo que Oscar retrocediera, dándole la oportunidad al muchacho de  sacárselo de encima y golpearlo. Al ver eso, Jonathan, que no había movido ni un dedo, fue en su ayuda, y cegado por el enojo le propinó n una buena golpiza hasta que se metieron los amigos del chico a defenderlo, y Oz, por supuesto no había podido quedarse al margen.

Entonces se armó una gran revuelta.

A Jonathan ya le habían abierto el labio inferior y su camiseta blanca estaba completamente ensangrentada cuando un horrendo pitido llego a los oídos de todos y estos se quedaron quietos como estatuas de hielo.

—¿¡Qué demonios está pasando aquí!? —Exigió el profesor que venía corriendo con dificultad desde las oficinas. —¡Les dije que los quería ver jugando cuando regresara! ¿¡Y qué me encuentro!? —Inquirió—¡Una pelea de delincuentes! ¿Quién es el responsable? —la vena verde de su frente saltaba en cada grito que el hombre daba.

—¡El maldito puto de allá! —Exclamó el chico que había empezado con todo aquello,  señalando a Oscar mientras se sujetaba con la otra mano la cara donde Jonathan le había golpeado—¡Él fue el que empezó!

—¡No es verdad! —se enfadó Jonathan, intentando proteger  a Oz.

—Maldito imbécil, lo hice porque me provocaste... —saltó Oscar con ganas de terminar de golpearlo, pero uno de sus amigos lo detuvo agarrándolo por los brazos.

—No me importa quién empezó —los silencio el profesor—Tú, tú y tú... —señaló por turnos a Jonathan, Oscar y al chico—. Irán conmigo a la dirección—el hombre estaba realmente enojado, no podía creer que un grupo de adolescentes provocaran tremendo escándalo ¡Y en su clase en turno!

Y comenzó a andar con los tres muchachos detrás de él. En el camino Oscar notó que el labio inferior de Jonathan sangraba, por lo que se mostró muy preocupado.

—Jonathan... —susurró y llevó su mano a la cara del otro para poder ver mejor.

—No es nada—respondió  secamente Jony y le apartó la mano de su cara con un ligero manotazo. Oscar bajó la mano rápidamente pero con cierto desconcierto. Jonathan no le hablaba así nunca, pero pudo ver después porque lo había hecho. Todos los miraban mientras iban detrás del profesor.

—¿Es por eso? —inquirió en voz baja Oscar, echando un vistazo detrás de él, a los ojos curiosos de los chicos que se habían quedado en la cancha.

—No —le dijo—, solo compórtate hasta que lleguemos a la dirección.

—¿Te importa lo que piensen...? —Resopló—Creí que ya nada importaba... —en la voz de Oscar empezaba a colarse algo parecido al enojo.

—Sí, lo siento, es solo que... —la voz de Jony se perdió y luego bajó la miraba al piso.

—¿Qué, Jonathan...? —se molestó Oscar y dejó de caminar. Jonathan dejó de caminar también y lo miró lleno de pánico mientras estaba allí todo quieto e indignado.

—Oscar, lo siento... —se disculpó en un susurro, ya que todos los estudiantes empezaban a salir para verlos desde los balcones.

—¿Lo sientes?

Jonathan asintió y le dedicó una sonrisa casi imperceptible, lo que hizo que Oz sonriera por un segundo también.

—Entonces tómame la mano —dijo Oscar muy decidido y a Jonathan casi le da un vuelco el estómago.

—Se razonable... —suplicó Jonathan y metió las manos en los bolsillos de su pantalón deportivo, para darle a entender que no lo haría.

—Hazlo —Insistió Oz, su voz era tajante y sus ojos azules  penetrantes.

—Por favor... —Pidió Jonathan, y luego volteó disimuladamente para ver a todos los curiosos, sintiéndose cada vez más observado y nervioso.

—¡Por favor nada! —gritó Oz, pero intentó controlarse—. Si no lo haces quiere decir que soy menos importante que la opinión de los demás, no seas cobarde... —continuó, ahora con voz baja e insistente.

Con una última inspiración Jonathan le arrebató la mano y lo llevo con él. En el rostro de Oscar se dibujó una amplia sonrisa mientras que en los balcones algunas chicas jadearon de asombro, otras solo se lamentaron en silencio, ya que ellos eran dos de los muchachos más guapos de toda la escuela, y los chicos se limitaron a poner un rostro de repugnancia.

Y llegaron a la dirección así, tomados de la mano.

—Señor director... —dijo Jonathan con mucho aplomo cuando ya estaban dentro, copiando la forma tan diplomática con la que hablaba su padre—. Cuando llegué a esta escuela no fue para que me discriminaran por lo que soy —levantó la mano que sostenía la de Oscar—. Mis padres se enterarán de esto, quizá demanden a la escuela.

—Espera...espera, jovencito. ¿De qué estás hablando? —preguntó el director, que se puso de pie rápidamente y salió de detrás de su escritorio, repentinamente alterado por la palabra "Demanda".

Entonces relataron todo lo ocurrido, Oscar, por su lado, hundiendo al chico todo lo que pudo. Al final, luego de no mucho, el muchacho recibió una semana de suspensión y ellos simplemente una disculpa. Además, en mitad de la reunión llegó el psicólogo, que los apoyó en todo lo que pudo.

Oscar salió completamente orgulloso de su novio, y es que él no sabía que todo eso de decirles a sus padres que dijo Jonathan eran puras mentiras. Él nunca diría nada, ni una sola palabra. Así lo humillaran de la manera más vil su boca se mantendría bien cerrada respecto a que era gay.

—Estuviste tan genial allí en la escuela —dijo Oscar mientras caminaban a su casa. Su voz era alegre a pesar de todo.

—Sí... —dijo Jonathan con cierta culpa bajando la cabeza.

Y caminaron en silencio hasta llegar a la casa de Oscar, que era su lugar favorito para estar desde que el padre de Oscar los había aceptado. Y eso era algo aún muy relativo, pues cuando no se daban cuenta los miraba con asco, pero el semblante le cambiaba al recordar que se trataba de su hijo, Oscar, al que había criado él solo.

Ambos entraron a la sala de estar, en donde se dejaron caer al sofá. A Jonathan le parecía que aquel viejo sofá era uno de sus lugares favoritos en el mundo, porque siempre estaba su querido chico rubio a su lado.

—Ese maldito te lastimó... —notó Oscar cuando levantó la miraba a Jonathan—. Iré a buscar algo de antiséptico—y desapareció en una de las habitaciones de la casa.  Jonathan se puso cómodo en el sofá mientras esperaba el regreso de su novio, pero justo en ese momento la puerta principal se abrió. Jonathan volteó  sobresaltado para encontrarse con el alto hombre rubio de ojos azules.

—Buenas tardes...—dijo Jonathan poniéndose de pie con el rostro repentinamente enrojecido.

—Buenas tardes, muchacho—dijo él, con esa voz grave que seguramente tendría Oscar en el futuro.

Y se encontraron en ese silencio incómodo que ocurre siempre con los padres de las novias, solo que en este caso era mil veces peor la situación. Jonathan estaba a punto de decir cualquier cosa para romperlo pero en ese momento Oscar llegó.

—Jony, solo encontré un poco de alcohol así que... —iba diciendo con la mirada clavada en una pequeña bolsa de algodón que tenía en una mano y un bote de tapa roja en la otra, pero se quedó callado y quieto en el camino al ver a su padre—.  Papá... —dijo con un toque de nerviosismo en la voz y dejó caer la botella, pero la recuperó rápidamente—. Llegaste temprano.

—Sí. ¿Qué está pasando aquí? —pasó la mirada de uno al otro.

—Nada... —dijo Oscar y Jonathan no pudo evitar notar que le costaba mantener la voz firme. Lo atribuyó a la presencia de su padre.

—¿Nada? —Repitió el hombre y cruzó la estancia de una gran zancada—¿Oscar, te volviste a pelear? —preguntó enfadado y le tomó el rostro por la barbilla, examinando bruscamente la cara de su hijo. Jonathan deseó poder decir algo para que no lo tratara de esa manera.

—No... —Comenzó Oz—, es solo que...

—Yo fui el que se peleó, señor... —interrumpió Jonathan, entonces el hombre retiró la mano del rostro de Oscar y lo miró.

—Pues no te fue muy bien, muchacho—se burló el hombre señalando su labio roto.

—Me hubiera ido peor si Oscar no me hubiera ayudado... —comentó y del otro lado de la habitación Oscar puso una cara de reprobación, pero la disimuló cuando su padre volvió a verlo.

—Bueno... —dijo el hombre, meneando la cabeza, notablemente incomodo—. Yo solo vine por unas cosas y regresaré al trabajo... —habiendo dicho eso se fue rápidamente por un pasillo.

Se quedaron un minuto callados, esperando a que los pasos dejaran de escucharse, y cuando fue así se miraron. En la cara de Oscar había una pequeña sonrisa mientras se sentaba en el sofá.

—¿Qué es lo gracioso? —quiso saber Jonathan mientras él se ubicaba al lado del otro.

—Nada...es solo que no fue tan horrible —agitó la cabeza y se puso a abrir el bote de alcohol—. Es la primera vez...desde que...tú sabes, que nos ve juntos...y no fue tan malo—había en sus labios una pequeña sonrisa que no lograba contener del todo mientras hablaba.

"¿No lo fue?" pensó amargamente Jonathan."Claro que lo fue".

—Cierto... —dijo en cambio.

Y luego de un momento, cuando ya el padre de Oscar había vuelto al trabajo, se encontraban comiendo los dos en la pequeña mesa de la cocina de la casa.

—¿Jonathan, eso que dijiste en la escuela es cierto? —preguntó Oscar jugueteando con la ensalada que habían pedido a domicilio en conjunto con hamburguesas.

—¿Qué cosa? —se interesó Jonathan luego de tomar un trago de refresco.

—Que le dirías a tus padres. Eso sería bueno, así yo podría ir a tu casa, tus padres podrían conocerme...

—Ellos ya te conocen... —interrumpió Jonathan con el corazón súbitamente alterado.

—Sí, quiero decir como tu novio...no como tu amigo.

—No—negó rotundamente con la cabeza—. Eso no va a pasar, no les puedo decir, no ahora.

—Eso dijiste hace un mes...y el anterior...y el anterior...

—Oscar, cállate, no les diré —finalizó Jonathan.

—Debes hacerlo.

—¡Que no! —se enfureció—. Esla segunda vez en el día que haces esto. Ese pequeño chistecito tuyo allá en la escuela me costó caro, ahora todos ya saben que soy gay ¿Cuánto crees que tardaran mis padres en enterarse?

—Es por eso que debes decírselos tú mismo...

—No puedo... —se puso de pie.

—Por favor... —Oscar se puso de pie también e intentó mirarlo a los ojos. Jonathan los tenía cerrados fuertemente, con la mano en la cara.

—No, Oscar, no lo haré.

—Yo lo hice —le dijo.

—¡No es cierto! —Gritó sumamente fastidiado—¡No le dijiste, él nos encontró besándonos!

—Y me golpeó por eso, se decepcionó de mí, me dejó de hablar por un mes completo... Eso casi me destruye, Jonathan, pero tú tienes la oportunidad de decírselo...

—Oh mierda, cállate Oscar, solo cállate... —dijo Jonathan en un susurro—. Por favor...

—No, quiero ayudarte, eso te ayudará. Si quieres iré contigo...

—¡No...! —exclamó Jony, aterrado por la idea—No, eso sería peor...

—Tienes que hacerlo, yo sé que puedes.

Jonathan asintió levemente luego de debatirse un momento. Simplemente no podía resistir a las súplicas de Oscar.

—Sí...tendré que decírselo—Dijo al fin y luego se acercó a abrazar a su novio. Oscar lo recibió en sus brazos, apretándolo contra él, feliz de que hubiera cedido, pasando insistentemente sus manos por su espalda para que sintiera su cercanía

Jonathan hiperventiló todo el camino a casa. Se había despedido de Oscar con un beso voraz, como si de pronto ese fuera a ser el último, como si su viaje a casa fuera un viaje al paredón.

Cruzó el umbral de la puerta como si su casa fuera la de un desconocido y él un ladrón. Su corazón se desbocó al ver a su madre en la cocina.

—Jonathan, mi amor, ¿por qué siempre llegas tan tarde a casa? —le dijo y lo besó en la mejilla.

—Terminé una tarea en equipo... —dijo en voz casi inaudible.

—Bueno, ¿tienes hambre? —preguntó su madre con interés.

—No—le dijo—, de hecho quiero decirte algo... —tragó audiblemente e intentó no temblar y recordar todas las palabras de ánimo que le había brindado Oscar—. Pero es algo que solo te quiero decir a ti...porque papá no lo entendería...

—Claro, mi amor...pero ¿qué te pasa? ¿Por qué sudas? ¿Te sientes enfermo?—se preocupó y tomó su rostro en sus manos.

—No, no, no es nada. Es solo que esto es importante...

—¡Jonathan, mi muchacho! —llegó de pronto su padre y él deseó desaparecer en el aire, no haber empezado a hablar en un inicio, pero lo había hecho y ahora allí estaba su padre, yendo hacia él, caminando en perfecto estado, sin muletas y sin esos clavos quirúrgicos que salían protuberantemente de su piel, que mantuvieron su pierna unida todos esos meses.

—¿¡Ya le dijiste!? —preguntó emocionado el hombre y en ese instante el corazón de Jonathan casi se le sale por la boca, pero notó que su padre le hablaba a su madre y por supuesto que se refería a algo más.

—¡Ah, claro! —Recordó la mujer y había brillo en sus ojos—. Vamos a la mesa, sentémonos todos juntos para que tu padre te pueda decir.

Como un zombi siguió los pasos de sus padres a la sala y se ubicó en un asiento del comedor. De pronto sus padres le clavaron la mirada con ojos llenos de emoción, eso por lo menos lo tranquilizó un poco. Porque se veían felices. Él estaba seguro que no lo verían igual cuando les dijera lo que tenía que decirles.  

—¡Ya puedo viajar! —declaró el hombre—Acabo de recibir los boletos, iremos a la India. Será divertido ya que será un viaje familiar, nada de trabajo—ambos miraron a su hijo con ojos llenos de interés—Vamos, Jony, no te quedes callado, di algo. Será genial, nos tomaremos fotografías con las ropas tradicionales, tu madre se verá bellísima con un sari.

—¿La india? —apenas pudo decir él.

—Sí. Bueno, hijo, ¿que querías decirnos? —su madre estiró la mano por la mesa para agarrar la de su hijo, que repentinamente estaba en un puño.

—Nada... —dijo negando suavemente con la cabeza—Nada de nada, ya no importa... —y ya no pudo quedarse a verlos más, no quiso saber los detalles. Nada era peor que eso, quiso soltarse a llorar, quiso ir corriendo con Oscar y decirle que no quería dejarlo, pero solo fue a su cuarto e intentó por todos los medios no llorar, pero al final acabo haciéndolo. Con el poco orgullo que le quedaba se levantó del suelo de su habitación, se metió al bañó y lloró bajo la ducha.

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La cosa se pone buena. Dejen votos si gustan, comenten también.

Pd: Pacen a leer mi novela "Sólo una vez más" si no lo han hecho :) 

-Chel

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