Si decides querer (Draco Malf...

By tigreDEpapel

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Segunda parte de "Lo que no sabes de mí (DracoMalfoy)" Después de tomar la decisión que le separaría de Nat... More

Nota de la autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14

Capítulo 4

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By tigreDEpapel

DRACO

Era difícil no mirarla.

Volcada de lleno en la poción, alternaba la vista entre el caldero y el libro, tarareando de cuando en cuando una canción. A veces se ponía a discutir con Potter y cuando se giraba y su perfume me llegaba en pequeñas cantidades, tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no enloquecer con aquel sentimiento que me palpitaba por debajo de la piel. Me costaba demasiado no verla como la chica que quería, sino como una alumna más que tenía sus propios amigos y que no solo me ignoraba como a un zapato viejo, también ignoraba que una parte de ella vivía dentro de mí.

Me arrepentía una y mil veces de lo que había hecho cada vez que oía su nombre en boca de Granger o el Weasley, para luego dejar de lado ese pensamiento grabándome a fuego en la mente que "había sido lo mejor".

Zabini intentaba hacer cualquier cosa para que desviara la atención de Nathalie. Decía comentarios de lo más estúpidos solo para que me riera y se dedicaba a criticar al Elegido en cada cosa que hacía para que le acompañara.

- ¿Has visto a Parkinson? Creo que lleva sin follar como dos años - bromeaba - La he rozado antes la mano y por poco no se me lanza aquí mismo.

La verdad es que su ingenio estaba ya por explotar, porque me costaba hasta reírme. Intenté centrarme en elaborar la poción como se pedía, pues la verdad era que un poco de esa suerte líquida podría hacerme mucho más fácil mis dos misiones, pero estaba claro que no era mi día. No había ni empezado con ellas y ya notaba la presión taladrando mi cuerpo y mi mente a partes iguales.

- ¿Cómo lo haces? - oí su voz entre los otros tonos de la sala.

Levanté la mirada para verla una vez más. Tenía el pelo increspado por los vapores de todos los calderos y se lo intentaba arreglar con las dos manos inútilmente. Se exasperó y dejó entonces de prestarle atención a su estética para volver con la misión del día. Ni siquiera intenté disimularlo, la forma que tenía de sonrojarse al sonreír o cómo se le curvaba el labio cuando se concentraba demasiado llenaba un poco el vacío que había empezado a sentir desde aquello, desde el principio de mi historia y el final de la suya. No era mi culpa, ni la de nadie, que tuviera el defecto involuntario de ser mi debilidad.

La clase acabó con la entrega de la poción al jodido Potter, que babeaba como un perro ante la visión de la pequeña botella dorada. Nadie se explicaba cómo había podido hacerlo, aunque a mí se me ocurrían un par de cosas que podían satisfacer al profesor en un ratito después de clase. El viejo parecía quererle como los padres que no tenía.

Salí antes que nadie del aula, pues me conocía demasiado bien y sabía que mi cuerpo era capaz de traicionarme quedándose un rato más de lo debido para respirar el canela de su pelo. Blaise me seguía sin decir una palabra y así ambos llegamos al comedor.

- Voy a ir a echar hoy un vistazo - le conté al moreno en medio de la comida.

- ¿Necesitas ayuda?

- De momento solo es mirar. No voy a intentar nada, pero preferiría que te quedaras vigilando solo para ver si pasa mucha gente.

Había decidido que si quería éxito al menos en una de las misiones, debía empezar cuanto antes. De momento quería comprobar únicamente dónde estaba la sala y si verdaderamente el armario se encontraba allí. Eso era lo primero.

Comimos rápido para que la posibilidad de toparnos con gente disminuyera considerablemente. Y lo hizo. No encontrarnos a nadie en el séptimo piso, por lo que me fue fácil y sencillo hacer que apareciera la puerta.

La sala parecía incluso mayor de lo que me había imaginado. Era tan grande que ni siquiera podía llegar a ver el fondo, que se perdía a lo lejos rodeado de objetos de todas las clases. Había muebles de colores oscuros, joyas nunca vistas colgadas de percheros, sombreros, capas, plumas, espejos, bolas de cristal, escobas partidas a la mitad, libros polvorientos, una montaña de sillas que más valía no tocar, todo con una fina capa de polvo blanco que dejaba claro su prolongado desuso. Parecía el cobertizo de una persona con serios problemas mentales. Me paseé por entre las filas de mierda acumulada buscando mi objetivo. Aquí podría haber casi cualquier cosa, era el gran legado de objetos perdidos que Hogwarts acumulaba cada año, muchos de los cuales tendrían tantos años como el colegio.

No me costó mucho encontrarlo. Tapado con una roída manta de terciopelo se alzaba mucho más grande que el resto de objetos de la sala el enorme armario. Al tirar de la tela, el polvo de tantos años voló transparentándose por la luz que entraba tímida entre los rincones. Era igual que el de Borgin y Burkes, el mismo color oscuro y desgastado, el mismo olor a madera que se empezaba ya a pudrir. Estaba roto, lo sabía, y me iba a costar un montón de trabajo hacer que funcionara bien, pero no sería ese día. A simple vista parecía encontrarse en perfectas condiciones a pesar de que aparentaba haber vivido mucho, pero el problema era interno. Cogí la primera cosa que vi a mano, era una pequeña jarra de plata que ya no tenía ni la capacidad de brillar. La coloqué dentro y la puertecilla chirrió un poco cuando fui a cerrarla, pero se movió bien. Me sabía el hechizo de memoria, lo había estado aprendiendo todo el verano con mi madre, pero de nada sirvió cuando volví a abrir el mueble y vi la taza completamente inmóvil en el centro.

Zabini me esperaba fuera apoyado contra el tapiz y mirándose la uñas con aburrimiento.

- ¿Ha sido interesante?

- Me hubiera gustado estar haciendo otras cosas, pero sí.

No le quería robar más tiempo, así que mientras él volvía a nuestra Sala Común yo me dirigí a la biblioteca, aunque esta vez no era para disfrutar de las obras universales que tanto me gustaban. Me pasé toda la tarde buscando entre las estanterías que llevaban la categoría de "objetos mágicos" algo que me ayudara con el armario. Volví a mi habitación con 5 libros diferentes y allí me quedé el resto del día, intentando descifrar cuál era el problema del que se hacía dueño el mueble y practicando los ejercicios diarios de Oclumancia que me había propuesto hacer.

Desde que tenía uso de razón, mi tía se había encomendado la misión de hacerme alguien poderoso y de utilidad para cierto Señor al que se entregaba de todas las formas posibles. Después de pasarse algunas tardes conmigo, se dio cuenta de que podía llegar a ser muy bueno en el arte de ocultar los pensamientos y se encargó de hacerlo uno de mis puntos fuertes. Todos los veranos recordaba su figura entrelazando los dedos y sonriendo antes de apuntarme con la varita, y yo intentando resistirme a que viera lo que no quería enseñar. De esa forma se había enterado mi padre de aquel libro que me regaló la abuela.

Tal vez esa fuera una de las razones por las que apenas hablaba de lo que era un sentimiento. De momento la bobada no me había servido de mucho, pero mi madre me había pedido una y otra vez que practicara este año cuanto pudiera. Tal vez podría salvarme de muchas.

También estuve un buen rato escribiendo. Desde ese verano sentía demasiadas cosas dentro que temía que me volvieran loco, por eso había empezado a plasmar lo que podía sobre el papel, aunque fuera solo una mímina parte. Meciéndome en nervios, en la presión de mis obligaciones y en la intensidad de una pasión, desafilaba el lápiz contra un cuaderno de tapa negra perfectamente sencillo que había comprado en una librería muggle. Sí, fui yo mismo en persona a tratar con la gente que me mandaban odiar, para asegurarme de nuevo de que no se caracterizaban por lo que a mi círculo más cercano le encantaba soltar. Me había arriesgado demasiado solo para sentir deja vus con los vagos títulos que dormían en las secciones de "clásicos universales". Martel se había encargado de cambiar dinero mágico por libras inglesas y a partir de ahí el conjunto de hojas de papel se había convertido en un cúmulo de arrebatos líricos y palabras, que con un toque poético, ahora sonaban mejor.

Se me pasó la cena, aunque sabía que no sería la última que me iba a perder. Por lo menos tenía la sensación de haber aprovechado el día y tener algo por donde enpezar. Decidí escribir una carta a mi madre para contarle con pocas palabras que todo iba bien, que no se preocupara, cosa que haría de todas formas, y que tuviera cuidado. Lo cierto es que tenía más miedo por ella que por mí.

Con la pequeña carta entre las manos me paseaba por los fríos pasillos del colegio. Había echado de menos aquello, ese olor a cerrado con el añadido de la humedad de piedra, el frescor afuera y las cenizas de las antorchas que colgaban. Hacía mil años que no iba a la lechucería, porque siempre que escribía era una contestación a Lucius que venía con su propio animal, sin embargo, mi madre prefería no llamar demasiado la atención.

El sitio estaba en la parte más alta de la Torre Oeste. Era un lugar repugnante, el suelo cubierto de mierda de pájaro y paja, frío incluso en Septiembre, pues ninguna de las ventanas se podían cerrar, para que las lechuzas entraran y salieran a su antojo. Incluso había veces en las que podías encontrarte ratones o algún animal muerto que los bichos cazaban. Quería evitar pasar más tiempo del necesario ahí, así que fui rápido atando el papel a la pata del animal. Pocas cosas olían peor que aquel sitio.

Bajaba aprisa las interminables escaleras de la torre, poniendo especial cuidado en no caer con la humedad de la piedra que hacía la superficie igual de resbaladiza que una pista de hielo, cuando la suerte me hizo un guiño desde arriba. Mi corazón se saltó un latido cuando levanté la mirada y pude encontrarme con la fuerza del viento batiendo sus rizos café.

Ella tardó más en advertir mi presencia, cuando se dignó a dejar de observar sus propios pies ya casi podíamos tocarnos. Se echó para atrás por el susto y entonces vi cómo resbalaba. Mi cuerpo actuó más rápido que el suyo y antes de que pudiera agarrarse a mí, ya la tenía cogida por el brazo para evitar cualquier desastre.

- Cuidado, que te vas a matar - dije con una sorna que no parecía hacerle nada de gracia.

Me agarraba el brazo con una fuerza que no creí que pudiera tener. Cuando se dio cuenta, me soltó rápidamente y me miró a la cara con el miedo preparándose por mi reacción.

NATHALIE

Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, solté el brazo de Malfoy y automáticamente me giré esperando su típica mueca de asco. Pero la forma en que me devolvía la mirada no era en nada parecida a las que me solía dedicar, ya no parecía tener ese deje de soberbia que siempre le caracterizaba. Se me hizo tan raro que tuve que volver a mirarle para comprobar que era él realmente.

- Lo siento - solté. Me miraba como esperando que fuera yo la que hiciera el primer movimiento.

- Deberías mirar por donde caminas - indicó.

- Gracias por el consejo, aunque la verdad es que me gustaría haberte preguntado.

Se rió con un deje sarcástico que todavía no había dejado ir. El viento le mecía el pelo platino y, puesto en un escalón más alto del que estaba yo, parecía mucho más imponente.

- ¿Me dejas pasar o tengo que tirarte escaleras abajo? - dije al ver que no se apartaba de su sitio. Tenía prisa porque en nada sería la cena y desde tan arriba ya empezaba a hacer frío.

- Por esta vez te dejo pasar, pero solo porque dudo que puedas conmigo.

- Gracias - bufé.

Se apartó entonces y yo subí los pocos escalones que quedaban hasta la lechucería, donde las aves del colegio comían tranquilamente. Saqué la carta dirigida a mis padres. Se habían puesto muy pesados con que les informase sobre mi estado por lo menos una vez a la semana y como tampoco quería preocuparles, había accedido a hacerlo. Mientras buscaba la pequeña cuerda en los bolsillos de la túnica, dejé la carta un momento encima de una de las jaulas. Fue un grave error, porque cuando por fin di con el cordoncillo, la carta ya no estaba donde la había dejado, sino que descansaba en el pico de una de las lechuzas.

- Eh, eh, ven aquí, anda - me sentía estúpida hablando a un pájaro.

El animal me miraba a los ojos todavía con el papel metido en el pico. Me moví lentamente, alargando la mano para coger la carta, pero al notar el movimiento, la lechuza abrió las alas y se subió a la jaula más alta.

- ¡Mierda!

Como una imbécil, decidí coger algo de la comida que estaba en un cuenco cercano, pero por mucho que la llamara o le enseñara los pequeños granos de maíz, no bajaba.

- Venga, hombre, suelta la maldita carta ya.

- ¿Necesitas ayuda?

El sonido de su voz me hizo dar un bote y tirar la comida al suelo, lo que solo provocó que su risa pesada resonara por toda la torre.

- Ah, sigues ahí.

Se me pasó por un momento la posibilidad de ser amable con el slytherin para una vez que se le cruzaban los cables y no se ponía a soltar comentarios hirientes, pero luego recordé quién era. Malfoy, el mismo que le había roto la nariz a Harry hacía dos días, que había insultado a todos mis amigos, que nos había tratado como una mierda desde que le conocimos, ahora actuaba como si fuese mi amigo y casi me daba risa.

No le contesté, prefería perder la carta antes que pedirle ayuda al chico más engreído de todo el colegio, pero él se tomó la justicia por su mano. Todavía no sé cómo lo hizo, apoyado contra la pared de la puerta, empezó a silbar prolongadamente hasta que la lechuza que volaba en círculos en la parte alta se fue a posar en su brazo y él pudo quitarle el papel del pico.

- ¿Qué...? ¿Cómo has hecho eso?

- Un mago nunca revela sus trucos - estaba tan orgulloso de sí mismo que la sonrisa de suficiencia no le cabía en la cara. Me entregó la carta, que yo cogí como si estuviera envenenada y no tardé en atarla a la pata de otra lechuza - Donde yo vivo se dice gracias.

- Gracias.

El ave echó a volar, poco a poco se perdía en la oscuridad de la noche con un constante batir de alas. Yo no sabía si me molestaba más el hecho de que Malfoy siguiera parado en la puerta o de que no dijera ni una sola palabra, y entonces me acordé de aquel libro en el cajón de mi habitación, en su nombre grabado con firmeza en la primera página, junto al mío. No me apetecía nada preguntarle, pero estaba bastante segura de que tampoco iba a tener más momentos, así que me volví hacia el rostro que me observaba con curiosidad e intenté no sentirme intimidada.

- Oye, Malfoy... Había un libro en mi habitación, era... parecía un regalo, y tenía tu firma.

No mencioné la camiseta que también había encontrado al lado del volumen, con aquello era suficiente. La expresión de su cara cambió de repente, apartó a un lado la actitud traquila del principio dejando de apoyarse contra el muro mientras se acercaba a mí. Me pareció por un momento como si tuviera miedo, como si no se esperase esa frase precisamente de mí.

- Tal vez fuera un regalo que le di a alguna chica, no recuerdo bien - respondió intentando restarle importancia, pero había algo detrás de cada palabra que indicaba lo contrario.

Podía haber asentido y luego largarme de allí como tenía pensado, pero su tan poco clara respuesta no me había dicho absolutamente nada. Quería saber, sentía que se me escapaba algo y que seguramente lo había olvidado como la mayoría de cosas del año anterior. Y lo que más necesitaba era recordar. Algo, lo que fuera.

- Ponía mi nombre también - solté y le vi tensar la mandíbula ligeramente, pero no por eso iba a decir algo.

- Pues sería para ti, ¿no? - dijo como con obviedad, aunque también parecía molesto - Si no te acuerdas tú...

Iba a contestarle, decirle que prácticamente no recordaba nada del año pasado porque lo que decían que había sido un golpe me había hecho perder muchos de mis recuerdos, pero me lo pensé mejor. No valía la pena, Malfoy simplemente no valía la pena, y ya podía decirle que mis padres habían muerto que le iba a dar igual. Incluso si me hubiera gustado contarle todo mi verano, no hubiera podido, porque después, como si temiera soltar algo que no debía, salió por la puerta sin decir una palabra y se largó de allí.

Ya empiesa lo chido 🙄 Espero que os esté gustando. Hoy no os quería dar mucho la vara, peeeero i want to know...

¿Cuál es vuestra peli favorita?

Yo estoy entre "Shrek 2" y "El club de los poetas muertos", aunque me parece que decir una, al igual que con los libros, es como elegir entre tu hijo favorito.

¡Ah, qué se me olvidaba! ¡FELIZ AÑO PRECIOSOS! Aunque esta vez en general haya sido bastante mierda, hay que intentar no caer en depresión. Otra cosa que os quería agradecer es que ya llegamos a las mil visualizaciones (¿aquí se dice así?) en "Si decides querer" 😭😭😭 os amo weooooon, estoy tan feliz. De verdad que ya me ha pasado varias veces que me atasco con esta historia y pienso que no os va a gustar, que está fatal, que no cuadran las cosas...blablabla. Estuve más de una semana sin escribir y no sé muy bien por qué, pero luego veo vuestros comentarios y juro que os mandaría una carta a cada uno dándoos las gracias. Wattpad es lo primero que miro al despertarme, no es broma.

Y bueno, ahora sí cierro el hocico, os loveo en exceso.

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