La primera vez la cual no podía sentir satisfacción al haber acabado de desayunar y quedar totalmente lleno.
Por algún motivo en especial, me sentía preocupado.
Pagué la cuenta y me dirigí al lugar que me haría acabar con todo aquello: La estación de policía.
Tardé media hora llegar hasta allí. Al entrar, observé los pocos adornos navideños qué colgaban de un árbol algo seco.
«Eso sí era tener el espíritu», pensé sarcásticamente.
- ¡Hey, Sharon!
Levanté la mirada del árbol hacia aquella persona. Justo Kevin iba pasando con unas carpetas en la mano, y sebe que me reconoció en el momento.
Me acerqué, saludando, viendo alrededor como si tuviera que hablar de algo que nadie se debía enterar.
-¿Qué haces aquí? - dijo Kevin-.
- Vengo a ver sí ya pudiste hablar con la persona que puede rastrear el número.
- Todavía no, pero no entiendo cuál es la prisa.
- Kevin, está persona puede estar en peligro. ¿No sé supone que los policías se encargan de proteger a la sociedad?
- Entiendo que estés preocupado, pero sin embargo no puedo dejar de hacer mi trabajo por ayudarte. Creí que te quedarías una semana y qué yo te ayudaría en mi tiempo libre.
- No. Hoy ya es 22. No creo que se pueda esperar más, al ser fiestas navideñas las personas trabajan menos. Opino que tú tendrás libre.- suspiré- Mira, esta persona puede ser una mujer o una niña, como tú me habías dicho. Esa persona confía en mí, y yo no viajé de Fairbanks hasta aquí solo a ver adornos navideños.
Kevin estaba pensando, dejando un silencio entre los dos.
-¿Vives en Alaska?
-Si.
Su mirada se dirigió por arriba de mí, mirando tal vez el horizonte mientras yo esperaba con paciencia sus palabras.
- Ven.
Se dirigió hacia el mostrador principal, pidiéndole a una de las policías una hoja y un bolígrafo.
- Te daré la dirección de una amiga. Ella trabajaba en el FBI como investigadora tecnológica. Puede rastrear cualquier número telefónico. En el momento en que tengas una dirección... - giró hacia mí con el papel en su mano entregándomelo poniendo una fuerte mirada de seriedad- Me avisas de inmediato. Reuniré las patrullas que hagan falta e iremos en segundos a no más tardar.
Agarré el papel de su mano. Leí la dirección y el nombre de la mujer.
- Di que yo te mandé.
Levanté mi mirada hacia el para darle las gracias, pero Kevin ya se había dado la vuelta, dejándome solo en el medio de todo.
Concluí qué tendría que llamar un taxi después de dirigirme a la salida. Tuve que caminar dos cuadras para agarrar uno. Lo bueno es que siempre andaba con dinero suelto en mis bolsillos por si ocurría algo.
Le dije la dirección al taxista y desde que nos pusimos en marcha, no paraba de observarme tras el retrovisor.
-¿Usted no es por aquí cierto?
Miré hacia delante y mientras él conducía apropiadamente yo me apoyé en la puerta.
-No señor. -dije con voz firme-.
-Ya me parecía ya... -supuse que sonrió por su tono de voz- Me conozco a casi todas las personas de aquí y sé cuándo una cara nueva se sube a mi taxi. ¿Viene a ver a su familia?
-De hecho vine a visitar a un viejo amigo.
Observé las calles claras con buena apariencia que rebosaba de personas con sus compras.
-Ya veo... ¿Más vale acompañado que solo no?
El taxi se paró en un semáforo justo detrás de un auto rojo.
-Bueno, sirve para pasar el rato.
Al ponerse en verde, enseguida dobló hacia la derecha, disminuyendo la velocidad paso a paso, hasta qué se fue acercando a la calle en donde acabó por aparcar.
-¿Cuánto le debo?
-Son 53 dólares.
Le entregué los billetes y abrí la puerta. En el papel decía el número 24 por lo que me encontré con unas escaleras dando bienvenida a una casa vieja de dos pisos aunque estrecha.
Subí casi de inmediato y en vez de tocar el timbre, el cual lo busqué a simple vista, puse mi puño cerrado al tacto de la puerta de madera.
No sentía pasos, tampoco nadie que hablara, por lo cual me quedé ahí pasmado, tocando hasta el cansancio.
-Oye, vas a estropear la puerta.- escuché decir en un momento detrás de mí-.
Al girar me encontré con una mujer rubia de pelo corto, con una bolsa de papel en su brazo. Ella subió las escaleras dando saltitos y al llegar a mi lado, me miró con las cejas fruncidas.
- ¿Eres Wendy Beker?
-¿Quién pregunta?
Supuse que eso era un sí.
-Me llamo Sharon Ghost, Kevin Collins me envió aquí.
Su rostro cambió a más tranquilidad, menos tenso.
- Sostén esto. - me entregó la bolsa para buscar tranquila la llave en su bolso- Casi nunca me llegan visitas por lo qué va a estar algo desordenado...
Sentí su suspiro. Abrió la puerta y sacó las llaves quedándose al otro lado esperando a que pasara. Lo primero que encontré para mirar fueron unos cuadros mientras esperaba que me hiciera alguna pregunta. Después de cerrar, ella agarró la bolsa de mis brazos y se dirigió a algún lugar que supuse que era la cocina.
No se había equivocado para nada cuando avisó qué podría estar la casa patas arriba.
-¿De que conoces a Kevin?-gritó desde el fondo-.
-Somos amigos.
Se sintieron en el suelo de madera unos fuertes pasos de tacones que se dirigían hacia mi dirección. La vi llegar con dos vasos de jugo, o eso era lo que me parecía que eran.
- No te quedes ahí parado, siéntate.
Obedecí al ver que ella se sentaba en el sillón dejando los vasos en una pequeña mesa de cristal en el centro.
-¿Por qué Kevin te ha dicho que vinieras?
-Porque puedes ayudarme.
-¿A qué?
-A rastrear un número.- tragué saliva al ver que ella no tenía cara de simpatía-.
-¿Qué ganaría yo a cambio?
Quedé sorprendido. No había pensado que me iba a costar algo, ni siquiera se me pasó por la cabeza.
- Ayudar a... un pobre hombre desgraciado que solo quiere terminar todo para irse a casa.
Por unos segundos pensé que se negaría rotundamente a ayudarme. Pero los nervios desaparecieron cuando la vi reírse.
Golpeó mi pierna con su mano y se paró dirigiéndose hacia otra parte.
-Vuelvo enseguida. -fue lo último en decir-.
Ella había aparecido con una computadora, y en cuestión de minutos, localizó el número en las afueras de la ciudad.
Cabía decir que había sido todo bastante fácil, y aún que aún no había puesto en marcha el plan de rescate, mi corazón saltaba alegre por haber llegado hasta allí.
-¿Qué tiene de especial este número?- dijo Wendy mirando la pantalla-.
Enseguida me puse a llamar a Kevin casi sin poder aguantar la impaciencia.
-¿Diga?
- La encontramos. ¿Debo ir hasta la estación o pasarás a buscarme?
-Tienes que aparecerte por aquí, obtendrás un chaleco y un arma, sé qué te gustará volver a los viejos tiempos.-colgó dejándome inmóvil-.
Oh rayos. Se suponía que ya había dejado eso atrás. No tenía en cuenta que podría caber la posibilidad de que volviera a cargar con un arma. Tal vez el recordar mis batallas en Irak me estaban impidiendo que fuera parte de algo que yo mismo conseguí llevar adelante.
-Oye ¿por qué es tan importante ese número?
Miré a Wendy que me miraba sin entender. Comprendí que no era momento de echarse hacia atrás.
- Porqué esa persona la cual tiene ese número, está en peligro. -suspiré hondo, mirándola con ojos qué tal vez lograban hablar por sí solos sobre el temor qué poco a poco se incrementaba en mi interior.- ¿Me acompañas a la estación?
Sin dudarlo, ni decir ni una sola palabra, Wendy cerró su computadora, cogiéndola entre sus brazos, sonriendo de lado a lado mientras se dirigía en busca de sus llaves.
Salimos de su casa con rapidez. Me detuve en la calle esperando un taxi pero parecía no ser necesario, ya que Wendy pegó un silbido fuerte para que le prestara atención: Al parecer llegaríamos a la estación en un Mercedes Benz de color azul.
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