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INTRO (LEER)
PRIMERA PARTE - APOLO & DAFNE
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SEGUNDA PARTE - ORFEO & EURIDICE
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TERCERA PARTE - EROS & PSIQUE
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EXTRA #1
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Camila

— ¿En serio no piensas decirme nada?

— ¿Nada de qué?

— ¿Me estás escuchando siquiera, Camila? ¿O le estoy hablando a la pared? —Me pregunta Kat cuando termina de mostrarme a su nueva mascota por videollamada: Un perro tan inquieto que con sólo verlo dos segundos me cae mal porque no para de ladrar y saltar. No soy una persona de perros y se nota—. ¿Ni siquiera que es tierno? ¡Míralo bien!

—Sí, qué tierno.

—Tiene que ser ganas o no te creo. —Frunce el ceño sin dejar de sonreír—. Yo lo adopté hace dos días y ya lo quiero como si fuera mi hijo. ¿No tienes corazón?

Vuelvo a mirarlo y simplemente me encojo de hombros porque quizás no lo tenga. Me da lo mismo. Ahora tengo la cabeza en otra parte. Después de lo que dijo mi mamá se me hace imposible dejar de pensar en eso, en que no era que no me quisiera, sino que no podía quererme a pesar de haberlo intentado, y en que además pensaba que gran parte de la culpa era mía. No puedo pensar en algo diferente porque es lo peor que me han dicho. Me siento horrible y tengo tanta rabia que no sé cómo controlarla. No sé cómo hacer que desaparezca.

—Estoy con resaca, Kat.

—Me suena a excusa porque te pasó algo que no quieres contarme —me dice—. O sea, sí creo que estés con resaca porque sólo tengo que ver tu cara, pero no entiendo por qué no quieres ni hablarme. Todavía no sé por qué me estás llamando desde la peluquería cuando es domingo y debería estar durmiendo para sentirte mejor el lunes.

—Porque me urge cortarme un poco pelo, ¿no lo has visto? Lo tengo muy feo.

Ella rueda los ojos.

— ¿Por qué mejor no vienes a mi casa?

— ¿Para qué? ¿Escuchar cómo tu mamá quiere ponerme a rezar porque toda mi ropa es provocativa, según ella?

—Mis papás no están —me recuerda—, así que no tendrás que tener cuidado con lo que hablamos porque mi mamá no querrá bañarte en agua bendita. —Me río con su broma, pero arrugo la nariz.

Los papás de Kat son tan religiosas que casi nunca me siento cómoda visitándola cuando no está sola, así que evito ir a verla. Son la clase de personas que van a misa los domingos, que le leían la biblia cuando era menor y que odian todo lo que a mí me divierte como el alcohol, las fiestas y hasta el maquillaje. Más una vez me han mirado mal por hablar de sexo o referirme a Nicholas como el asqueroso infiel que es, y una vez su mamá casi se desmaya porque me vio usando un vestido corto y ajustado antes de ir a una fiesta. Estoy segura de que más de una vez le ha dicho que no me hable porque la llevaré por los caminos de la perversión o una mierda como esa.

—No tengo ganas de encerrarme en tu casa —le digo, manteniendo el celular frente a mí mientras me humedecen el pelo para cortármelo. Me miro en el espejo para decidir qué tanto voy a dejar que me corten y luego miro a la cámara—. Además, ¿no dijiste que ibas a la casa de Hook?

—Sí, pero podría llamar para decirle que vayamos a conocer a sus papás otro día?

— ¿Y arruinarte los planes? No, gracias. Tengo ganas de hacer algo divertido.

— ¿Algo como qué? ¿Una fiesta?

—Nah, fuimos a una ayer.

—En la que desapareciste casi toda la noche, después te fuiste sola, ¡y no volviste a responderme las llamadas! —Exclama—. Hablando de anoche, me dejaste preocupada.

Resoplo.

—Te mandé un mensaje para avisarte que estaba sana y salva.

—Pero no decía nada. Sólo un: ''Estoy bien, hablamos mañana''. Eso es muy poca información.

—Llamé un taxi y me fui a mi casa —miento porque no hay ninguna posibilidad de que pueda decirle que dormí en la misma cama de Lauren hablando sobre su mamá y las constelaciones que le gustaban sin quedar como una mala persona. Kat sabrá que lo hago para seguir manipulándola y entonces no querrá volver a hablar conmigo—. No quise quedarme a ver cómo Nicholas coqueteaba con la odiosa de Lauren.

Ya no pienso que sea tan odiosa y tampoco actúo siempre por el interés de sacarle información o confundirla, admito que a veces me cae bien, que besa mejor de lo que esperaba y que si me quedé con ella encerrada en el baño fue porque quise. Al menos en parte. Luego me arrepentí y quise morirme, pero debo reconocer que me gustó cómo se sintió.

Nunca había estado con nadie que no fuera Nicholas y aunque técnicamente no me acosté con Lauren sino que sólo la toqué, mentiría si dijera que me esforcé por hacerlo. Cuando me besó, me olvidé hasta del estúpido plan y de la estúpida cita que estaba teniendo, lo que es extraño, porque yo no soy así a pesar de lo que todo el mundo piensa. Nunca me dejé llevar con alguien más por más dolida que estuviera.

—No coquetearon nada, Camila. Hasta me sentí mal por ella porque antes se veía muy ilusionada, ¿sabes? Y yo pensé que a él de verdad le gustaba.

— ¿Cómo? —Hablo con interés—. ¿A él ya no le gusta?

—No puedo asegurar nada, pero es lo que creo porque eso demuestra —me dice, suspirando—. Hook me comentó lo mismo.

— ¿Qué te dijo? —Le pregunto, impacientándome—. No me hagas preguntártelo. Di detalles sin que tenga que sacártelos a la fuerza, Kat. Cuenta bien las cosas.

—Cuando fuimos a dormir me dijo que pensaba lo mismo que yo después de verlos anoche. Él lo conoce más y si quisiera intentar algo con Lauren de verdad, no la habría dejado sola casi toda la noche siendo que él la invitó. Te habló más a ti que a ella.

Me quedo callada y aprieto los labios porque... Bueno, me gusta escuchar eso, pero a pesar de lo que pensaba, no me dan ganas de sonreír cuando la escucho. Daría lo que fuera por poder disfrutar este momento como quise hacerlo desde que Nicholas terminó conmigo, pero haberme involucrado con Lauren más de lo necesario me está pasando la cuenta. Todo me está pasando la cuenta porque no recordaba sentirme tan agobiada desde nunca.

—Si me habló fue para pelear —murmuro, rodando los ojos—. No fue la gran cosa.

—Y para decirte esa estupidez de que eran inevitables —me dice, frunciendo el ceño—. Ay, Camila, me dio una rabia. ¿Cómo te dice eso mientras está con otra? ¿Es imbécil o era un truco para atraparte?

—Es algo que muchas veces yo también he pensado.

— ¿Que quiere atraparte?

—No, no —niego—. Lo de ser inevitables.

—Ah. Pero tú lo piensas porque estás convencida de sin él te vas a morir, Nicholas lo dice porque sabe que es tu punto débil y es la forma que tiene de lograr lo que quiere de ti. Es diferente.

Niego con la cabeza.

—No todo lo que hago o digo tiene que ver con ser dependiente como aseguras, Kat —le digo—. A veces quiero estar con Nicholas sólo porque quiero, porque así lo decidio y no porque me esté manipulando o yo crea que me moriré sin él.

—Bueno, sí, tienes razón, aunque ojalá no la tuvieras porque no entiendo por qué estarías con él por decisión propia.

—Porque me gusta —me río al decirlo—. ¿Por qué más a ser? Me gusta tener sexo con él. —Lo digo en voz baja para que la peluquera no me mire raro, y aunque Kat pone mala cara porque odia que regrese a él sólo por esos momentos en los que me siento bien, decide no discutir y suelta una risa.

—Pasarán años antes de que pueda seguirte el ritmo, Camila, pero ya me acostumbré a no ponerte mucha atención cuando me dices que lo odias porque sé que vas a quererlo otra vez en menos de una semana.

—Mala.

—Honesta —me corrige—. No debí haberte dicho que no coqueteó con Lauren, así no tendrías esa cara que tienes ahora.

— ¿Qué cara?

—Tú sabes cuál —responde.

Me hago la ofendida para que lo tome como una broma cuando en realidad no puse ninguna cara. O quizás sea que mi inconsciente está haciéndome sonreír sin que me dé cuenta porque jamás estuve tan cerca de lograr lo que quiero. ¡Ugh! Si tan sólo Lauren no me hubiera besado, o yo no la hubiera seguido al baño cuando me dejó ahí sola, nada de esto estaría pasándome. Me odio. ¡Y la odio!

La peluquera me hace un gesto de que vamos a empezar con el corte y entonces sacudo la cabeza para alejar a Lauren de mi cabeza. Lo que menos necesito es pensar en ella.

Fuera, Lauren. Fuera.

—Ahora voy a colgarte, Kat, te llamo después para me digas lo caliente que me veo con mi nuevo corte y que piensas en dejar a Hook por mí—exagero porque no será gran cosa—. ¡Espero muchos halagos!

Ella se ríe, llamándome tonta, y luego asiente con la cabeza antes de que deje de verla. Y aunque me negué a visitarla a pesar de no querer volver a mi casa en todo el día, ahora que sé que está sola no considero que sea tan mala idea. Podríamos comer algo, fumar un poco, escuchar música o buscar algún bar que quede cerca para ir a comer antes de quedarme a dormir hasta mañana. Podría.

Pero ¿a quién intento engañar? Si salí de mi casa después de lo que dijo con mi mamá no fue precisamente para distraerme con Kat porque eso no es suficiente. Nunca fue suficiente. Ni siquiera fue para venir a la peluquería y estar todo el día en el centro comercial, sino para algo más. Y tengo más que claro con quién quiero estar.


******

''¿Puedo ir a tu departamento?''

Suspiro al enviar el mensaje y me ordeno no llorar por la posibilidad de que me rechace, convenciéndome de que si empiezo a ponerme triste ahora, será muy difícil parar. Me enojo conmigo misma por estar tan sensible después de oír algo que ya sabía, ¿por qué no puedo simplemente superarlo? No soy ni la primera ni la última persona a la que su mamá no la quiere. No debería afectarme tanto.

El teléfono suena cuando entro al ascensor. Se adelanta a mi insistencia por no recibir ninguna respuesta y esperando que sea positiva o habré tomado ese incómodo autobús para nada, lo enciendo tan pronto lo escucho. Odiaría tener que marcharme cuando el sólo hecho de estar aquí me tiene estresada porque prometí no volver a pisar este lugar.

Pero no es una respuesta, sino un mensaje de Kat: ''Los papás de Hook son muy diferentes a lo que pensé!!! No son punk ni están lleno de tatuajes como él, crees que fue buena idea venir vestida como si fuera a un concierto de rock? ¡Me quiero morir!''

Leerlo con su voz me hace reír. Imaginarla en esa situación hace que me sienta mejor ante el hecho de no aceptar su propuesta de vernos durante la tarde porque no puedo involucrarla siempre en los problemas que tengo con mi mamá. Kat no puede hacer nada y sería inútil, no me ayudaría en nada.

El ascensor se detiene y sin saber muy bien por qué empiezo a dudar cuando ya estoy aquí, me quedo quieta, sin avanzar, pensando en si es una buena idea lo que estoy haciendo o no. Permanezco en mi lugar hasta que las puertas amenazan con cerrarse y me veo obligada a caminar hacia el pasillo.

Kat estaría tan decepcionada de mí si supiera dónde estoy, pero lo que Kat no entiende es que no lo puedo evitar y menos ahora. No puedo dejar de repetirme que si mi mamá no me quiere, si Julia no me soporta, entonces tengo que hacer algo para que otras personas lo hagan.

Justamente lo que planeo hacer al venir aquí.

Y aunque no siempre me pongo tan nerviosa al visitar a Nicholas, no cuando debería estar acostumbrada a hacerlo cada vez que me siento como la mierda, una parte de mí sigue pensando que va a rechazarme. Que olvidará lo que me dijo en el bar y me cerrará la puerta en la cara.

Me aclaro la garganta y toco la puerta con decisión, sin tanta cobardía. Él no tarda más de un minuto en abrirla y ni siquiera me da tiempo para hacerme la idea de tener que volver a rogarle para que me acepte, porque habla tan pronto me ve.

— ¿Tú? —Se ve desconcertado al abrir—. ¿Qué estás haciendo aquí? —Nicholas luce tan sorprendido al tenerme fuera de su departamento que de inmediato parpadea, confundido. Aunque más que mirarme con sorpresa, es como si hubiera estado esperando a alguien más. Eso me hace fruncir el ceño.

—Te envié un mensaje para preguntar si podía venir, pero no respondiste. —Es lo que respondo.

Verlo siempre es... Refrescante, por decirlo de alguna manera.

Perdí la cuenta de todas las veces que trató de consolarme cuando tenía discusiones en mi casa y de todas las noches en las que estuvo abrazándome hasta quedarme dormida porque no podía parar de llorar.

Con los años he aprendido a controlarme, ya no me dejo llevar por esos ataques de llanto que tenía antes, pero aún no puedo librarme de que las palabras de mi mamá me pesen tanto como lo hacen. Creo necesitar mucha más práctica para ignorarla de verdad.

— ¿Puedo pasar? —Le pregunto, aprovechando su distracción para mirar sobre su hombro y comprobar que la sala está vacía—. Supongo que estás solo, ¿verdad? Espero no interrumpir nada. —Lo último que necesito es encontrarlo con alguna de sus compañeras de clase y tener que marcharme humillada o, en caso contrario, comenzar una pelea para no irme con las manos vacías.

Que tenga el pelo medio desordenado me hace pensar que podría estar en medio de algo, pero cuando niega con la cabeza y se hace a un lado para dejarme pasar, me doy cuenta que seguramente estaba durmiendo. Respiro tranquila, sólo un poco más calmada al ya no sentir un nudo insoportable en la garganta, y camino dentro del departamento.

— ¿Se puede saber qué estás haciendo aquí? —Vuelve a preguntarme, pasándose las manos por el pelo—. Si estás buscando a Kat, entonces tendrás que irte porque no está. Acompañó a Hook a la casa de sus papás y no creo que vuelvan hasta mañana.

—No estoy aquí por Kat —le respondo, sentándome en el sofá con las piernas cruzadas y mirándolo con más atención ahora que lo tengo frente a frente—. Por si se te olvidaba, yo también hablo con ella.

—No vas a decirme que estás aquí por mí, Camila.

— ¿Por qué no? —Me burlo, esbozando una sonrisa sarcástica que me hace sentir más como yo y rodando los ojos cuando me mira con los ojos entrecerrados—. Está bien, es broma. Pero sí sabía que Kat no estaba aquí porque me lo dijo esta mañana antes de ir a la casa de Hook, y de hecho, vine sólo porque sé que no estará en todo el día.

— ¿Sí? ¿Y eso por qué? —Los músculos de sus brazos se contraen cuando ríe con sarcasmo y lo odio por ser tan atractivo. En serio me irrita—. ¿Tenías que pedirle permiso para venir a visitarme? ¿Esperabas su autorización?

Lo miro mal.

—Por supuesto que no, ¿quién piensas que soy? A mí nadie me dice lo que tengo que hacer —respondo—. Lo digo porque la conozco demasiado bien y sé que querría asesinarme si supiera que vine para que estuviéramos a solas, además de convencer a Hook de hacer lo mismo contigo. Pero supongo que puedo confiar en que sabrás guardarme un secreto, ¿verdad? —Ladeo la cabeza—. ¿Puedo confiar en ti?

Él se cruza de brazos y apoya su hombro en la pared continua a la escaleras, cambiando su expresión. A diferencia de otras veces, se ve exactamente igual a cómo me miraba en el bar y eso me gusta porque me da confianza.

— ¿De qué clase de secreto me estás hablando? —Pregunta, de pronto interesado en la conversación—. ¿Piensas pedirme algo que deba guardarse como uno?

Suelto una risa.

—No pienso pedirte nada, Nicholas. —Me pongo de pie para ir hasta la cocina; lo escucho seguirme y apoyo ambas manos en la encimera para impulsarme y sentarme sobre ella—. Más bien, te estoy visitando por cortesía y para que te des cuenta de lo buena que soy. ¿Así es cómo recibes la visita de una vieja amiga que era mucho más que una simple buena amiga?

—No te creo. —No suena molesto, pero se mantiene serio—. Otros te creerán esos cuentos, pero yo no. Dime la verdad.

— ¿Otros como quiénes? —Decido molestarlo mientras juego con un mechón de mi pelo al hacerlo girar en uno de mis dedos—. ¿Te refieres a alguien en particular o son tus celos los que hablan por ti?

— ¿Yo, sentir celos de ti? Camila... —se queja.

— ¿Por qué lo dices como si fuera algo tan poco probable? —Murmuro—. ¿Acaso no me tocaste hace unos días por creer que me iría con uno de tus amigos?

Ese tema lo enfurece y se nota por cómo aprieta la mandíbula.

—No empieces con esa mierda de nuevo porque no estoy de ánimo, Camila.

—Buh, qué aburrido te pusiste desde que terminamos. Antes eras mucho más divertido. —Hago un puchero que comienza a exasperarlo—. ¿Sigues con resaca? ¿O todavía estás enojado porque me fui a beber tequila con un desconocido? —Sonrío.

—Si vas a seguir con lo mismo entonces ándate —me advierte—. No sé cuántas veces tengo que decirte que no estoy para esta mierda.

—Argh, bueno, bueno, te diré por qué vine a visitarte antes de que explotes del mal humor. Estaba aburrida en mi casa y pensé en venir a verte considerando lo educado que estuviste anoche cuando estuvimos en el bar. —Me cruzo de brazos—. Pensé que sería una buena oportunidad para hacer las paces.

Mencionar el bar me hace pensar en Lauren, en el baño y en la conversación que tuvimos en su habitación. Mi sonrisa se borra por unos segundos porque me habló de cosas personales, de un tema que es importante para ella y eso es cruzar límites, pero me obligo a olvidarme de esas cosas cuando estoy con Nicholas. Tengo que concentrarme en él ahora.

—Así que tu visita es por lo que dije anoche, ¿es eso? ¿Estás aquí porque me encuentras la razón o porque quieres gritarme y pelear como siempre? —Se acerca a la encimera para darme a entender que va a cortar la distancia, pero se detiene junto al refrigerador que está al frente y, sin dejar de mirarme, me ofrece una cerveza.

Niego con la cabeza, cruzando mis piernas. Hay una especie de anticipación en el ambiente que comienza a resultarme familiar porque nunca fuimos mucho de hablar, sino más bien actuar. La tensión en el ambiente aumenta.

— ¿Responderte qué? —Pregunto.

—Sabes a lo que me refiero, no te hagas la tonta.

—No me hiciste ninguna pregunta y ya dije que estoy aquí para que hagamos las paces. —Extiendo mi mano para que la estreche, pero no confía en mí. Me mira con sospecha y eso me hace reír—. Claro que si me hablas tan como lo has hecho hasta ahora entonces tendría que reconsiderar mi oferta de paz.

— ¿Y cómo te estoy hablando?

—Como si no quisieras tenerme aquí. Podría ofenderme.

—En realidad te miro así porque no termino de entender qué haces en mi departamento. No te vi muy feliz cuando te hablé, por eso me sorprende que ahora te lo tomes... Así, tan bien. Pensé que no te había gustado lo que mencioné lo de ser inevitables. —Murmura, bebiendo un sorbo antes de acercarse—. ¿Qué te hizo cambiar de idea?

—No cambié de idea porque siempre he pensado lo mismo. —le respondo—. Cuando lo dijiste no respondí porque sentí que querías confundirme.

— ¿Confundirte con qué? —Frunce el ceño.

—Porque hasta donde sé, estabas de cita con esa compañera que tienes. —le digo entre dientes. Finjo no recordar el nombre de Lauren, y después de todo lo que pasó entre nosotras hace menos de veinticuatro horas, sigo teniendo un mal sabor en la boca.

Él no se avergüenza de que yo sepa ese detalle, sino que se divierte con mi pequeño ataque de celos.

—Ignoraremos que la llamaste "compañera" cuando sabes perfectamente su nombre.

— ¿Ah? ¿Yo sé su nombre? —Pregunto cínica—. ¿Era Laura? ¿O Leticia? Dime si estoy cerca.

Él ríe.

— ¿En serio quieres hablar de ella?

—No —respondo, mirando hacia el suelo unos segundos—. No, no me interesa. Estoy aquí porque... —Me detengo antes de darme el valor—. Porque discutí con mi mamá esta mañana.

Se forma un silencio en el que supongo que está esperando que diga algo más que lo haga entender, hasta que nota que no pienso dar más información y entonces bebe otro sorbo de cerveza.

—Ah... Ah, entiendo. —Deja la sonrisa sarcástica por un instante y me mira fijamente—. Por eso viniste sin avisarme. ¿Fue una pelea muy fuerte? —Me pregunta—. ¿Estás bien?

Sacudo la cabeza, dejando la actitud arrogante porque estoy siendo honesta y no me gustaría que pensara que lo menciono sólo para manipularlo.

—Sí... —respondo distraída—. Sí, estoy bien. Pero bueno, no fue una pelea como a las que estoy acostumbrada, sino que esta vez dijo algunas cosas que me hicieron pensar que tienes razón y que tú y yo somos inevitables porque fuiste en la primera persona que pensé cuando no tuve a dónde ir —confieso.

Me quema todo el orgullo y la poca dignidad que me queda estarle diciendo estas cosas como si necesitara mendigar atención, pero no sé qué más hacer. Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas y me deja más tranquila pensar que al menos en esta situación el fin justifica los medios.

—O sea que volver a tu casa no es una opción —murmura, viéndome negar con la cabeza cuando coloca sus manos a cada lado de mis piernas al inclinarse más cerca de mí, manteniéndose en silencio hasta que alzo la barbilla—. ¿Para eso viniste? ¿Quieres que te distraiga?

Sí. Pero al mismo tiempo no lo sé. Quiero que haga lo que sea, no me importa. Sólo quiero sentir algo, sentir otra cosa además de la decepción de que mi mamá no sea capaz de quererme ni de mirarme, pero es como si hubiera una sensación en mi estómago que me impide hablar y pedírselo sin darme tantas vueltas.

—Puede ser —murmuro.

Lo escucho reír.

— ¿Qué significa eso?

Me encojo de hombros, pero esbozo una ligera sonrisa al mirarlo.

—Significa que tal vez. Depende de lo que ofrezcas.

—No vas a hacerte la tímida conmigo ahora, ¿o sí? No te viene este papel de poco directa y callada cuando se trata de lo que necesitas de mí. —Sigue jugando, esperando que le responda en el mismo tono—. Normalmente eres más rápida al pedirme lo que quieres, Camila, ¿no estarás perdiendo tu gracia?

— ¿Mi gracia? —Alzo un poco la voz porque me molesta que lo diga así—. ¿En serio crees que alguien como yo podría perderla? —Me hago la ofendida, recostándome un poco sobre la encimera. La posición es bastante sugerente, sobre todo cuando se inclina con suavidad.

—No sé, dímelo tú. —Me dice, y me envía una de esas miradas que tanto me gustan—. Otras veces no necesitaba invitarte para que me demostraras lo que querías conseguir, pero ahora estoy perdido y no te entiendo. Tendrás que iluminarme si quieres que haga algo por ti. No le hago favores a cualquiera.

—No sabía que había sido un favor lo que hiciste la última vez. —Le recuerdo—. Fue algo mutuo, Nicholas, y en realidad deberías ser tú el que me pida favores porque yo no debería ni querer respirar el mismo aire que tú después de todo lo que me hiciste. —Se lo recrimino porque no puedo olvidarlo por más que quiera.

—Claro, porque sólo yo hice cosas malas —me dice, negando suavemente con la cabeza—. Si yo tengo que estar arrepentido y pedir disculpas por las cosas que te dije, entonces tú también deberías estarlo por cómo me tratas cuando te enojas.

—Me parece un trato justo. —Alzo un poco más mi barbilla—. Pero ni creas que voy a disculparme sin antes convencerme de que de verdad estás arrepentido por ser tan cruel. E incluso con las disculpas, sigues siendo un asqueroso infiel para mí.

—Y aun así, sigues buscándome —sonríe—. No esperaba que te disculparas, en todo caso, no espero ni que lo hagas al creer que estoy arrepentido. Te conozco mejor que nadie, y nunca pides perdón por nada de lo que haces.

—Y aun así, sigues buscándome. —Imito su frase porque también aplica para él—. Después de todo lo que pasó, ¿de verdad piensas que siempre vamos a volver el uno al otro? —Al pronunciarlo en voz alta suena como una locura.

A veces pienso que Kat tiene razón y que, en realidad, soy demasiado insegura como para aceptar las migajas que Nicholas quiere darme. Si estoy tan convencida que esto es lo que merezco, entonces quizás no me quiero tanto como digo quererme. Porque volver con Nicholas no sólo significa estar dispuesta a intentarlo solamente cuando él quiere, sino que también aceptar lo miserable que me siento cuando estoy mucho tiempo con él.

—Pienso que necesitamos alguien que sea igual a nosotros —Nicholas toca mis piernas al responderme, bajo la vista hacia sus brazos y permito que me toque, celebrando por dentro que esté haciéndome sentir algo—, ¿o vas a decirme que no piensas lo mismo? ¿No te aburre pensar en alguien que no te discuta cada cosa que dices? —Él también baja la voz.

—Tal vez.

O tal vez no.

— ¿Quieres que hablemos de la pelea que tuviste con tu mamá? —Se interesa, o muestra que lo hace. Niego con la cabeza.

—Sólo quiero sentirme mejor —le digo cansada, suspirando para no bajar la guardia, ponerme a llorar y perder la poca dignidad que me queda—. No me importa lo que hagas después.

— ¿No te importa? —Sacude la cabeza porque no me cree—. Julia estuvo involucrada, ¿no es así? Julia siempre está involucrada. —Me dice y se ríe—. Después de que te enteraste de su embarazo pensé que dejaría de molestarte.

—Yo pensé lo mismo.

—Ella sabe que tú sabes, ¿verdad? ¿No tiene miedo de que lo digas? —Me pregunta—. Porque si fuera al revés, estoy seguro que no dudaría ni tres segundos en gritar que vas a tener un bebé. —La sola idea de haber quedado embarazada de Nicholas me hace temblar del disgusto, y también a él, que hace una mueca de rechazo al pensarlo.

—Obvio que lo sabe porque ella misma me dijo, me enteré cuando estaba buscando las pruebas en mi habitación, pero parece que está peor... —Me detengo y frunzo el ceño—. Espera, yo nunca te hablé de eso. ¿Cómo sabes que está embarazada?

—Hook me dijo que-...

— ¡¿Hook?! —Lo interrumpo—. Por supuesto. ¿Cómo no lo pensé antes? ¡Es un chismoso! Se suponía que no debía decírselo a nadie. —Lo empujo para que se aparte y lo hace, así que me pongo de pie, sin caminar, sólo necesitaba salir de la encimera para tener un poco de control sobre la situación y que no sea sólo Nicholas quien decide cuándo acercarse y cuándo no.

—Oye, tranquila, tranquila. —Ríe desconcertado—. No sabía que era un secreto, pero no se lo diré a nadie. No me interesa andar ventilando tu vida privada, sólo lo dije porque sabía que serías la primera en saberlo. ¿Craig ya lo sabe?

—No, no lo sabe, y por eso no debí decírselo a Hook porque probablemente se lo diga a Aiden... —Me cubro la cara con las manos—. ¡Esto me pasa por ser tan confiada! Ni a Kat debí contárselo. No quiero más peleas con Julia y si llega a saber que tres personas lo saben por mi culpa...

Nicholas coloca sus manos en mis hombros y se inclina.

—Camila, no me digas que le tienes miedo. Cálmate.

—No quiero más peleas —repito, apoyando la espalda en la encimera y acomodándome el pelo detrás de las orejas—. Lo único que hacen todos ahí es buscarme residencias y...

— ¿Una residencia? —Se sorprende—. ¿Te irás a vivir... sola? —Que sea lo primero que me pregunte demuestra que conoce más que nadie lo asustada que debo estar. Me ve asentir con la cabeza y entreabre sus labios, sin creerme—. Vienen ofreciéndote el pago de una residencia desde que estábamos en el colegio, quizás desde antes, pero nunca aceptaste. —Entrecierra sus ojos—. No creo que lo hayas hecho ahora, ¿verdad?

—No. Sigo sin aceptar, pero las está buscando porque al parecer no va a descansar hasta que le diga que sí. —Hago una mueca—. No podía obligarme a vivir sola a los dieciséis, Nicholas, pero ahora tengo diecinueve y cree que ya puedo vivir sola.

—Técnicamente puedes, sólo que no quieres —me dice.

—No quiero y no lo voy a hacer. Seguiré negándome hasta que tengan que echarme a la fuerza. —Y lo digo en serio. No se los haré tan fácil.

—Yo no creo que sea tan mala idea si todo lo que hacen es pelear. —Chasquea la lengua, restándole importancia—. No puedes seguir en esa casa con el carácter que tienes.

Escuchar lo último hace que inmediatamente sienta las mejillas rojas de rabia e indignación. Nicholas también tiene el poder y efecto de hacerme enfadar más rápido que nadie.

— ¿Con el carácter que tengo? —Frunzo el ceño al repetir lo que dice—. ¿Has escuchado algo de lo que vengo diciéndote en cada pelea o vas a culparme como siempre?

—No lo digo con mala intención, Camila. Piénsalo. ¿En serio te ves viviendo ahí hasta que trabajes? —Pregunta en lugar de responderme.

—No vine aquí para escuchar tus consejos de mierda.

Él ríe por mi mal humor.

— ¿Entonces a qué viniste? Tengo algunas ideas, pero no quiero precipitarme y que hagas un escándalo si me atrevo a tocarte.

Vuelvo a subirme sobre la encimera, una clara invitación para darle a entender lo que me gustaría que haga. Lo veo sonreír y se me contrae el estómago el hecho de verlo tan dispuesto. Aprieto mis labios mientras la furia se duerme en mi interior, lento al principio pero rápidamente después.

—Primero respóndeme una cosa. ¿Te atreviste a besar a otra aquí? —Le pregunto al colocar mis manos sobre la encimera detrás de mi espalda, sólo importándome que no haya besado a una en particular—. ¿Has estado con alguien además de Lauren?

—Sí. —Me responde, como si no significara nada. La irritación aumenta como lava caliente y hasta empiezo a sentirme mareada ante la facilidad que tiene por cambiar de interés amoroso—. Aunque no estuve en algo tan serio con Lauren, pero sí, entiendo a lo que quieres llegar. ¿Y tú?

— ¿Yo qué?

— ¿Has estado con otra persona?

Cómo me gustaría decirle con quién para borrar esa sonrisa idiota que tiene.

— ¿Para qué me preguntas si después no vas a creerme? —Me pone de mal humor que actúe como si nada estuviera pasando cuando acaba de admitir haber estado con otra persona además de Lauren—. No puedo creer que fingieras haber estado tan interesado en Lauren cuando te acostabas con otra. —Hago una mueca—. En serio qué horror. Eres un asqueroso de mierda.

Lo peor es que no me sorprende, pero me molesta. Sigue molestándome.

—Dices que es un horror sólo porque no fuiste tú. —Rueda los ojos, aunque apoya ambas manos sobre mis piernas y lentamente las abre para acomodarse entre ellas y tenerme más cerca.

Cuando las acaricia se empieza a formar lo que siempre pasa entre nosotros, y esta vez no lo rechazo porque es algo que se incrementa al verlo sonreír, burlándose de los celos que aún me causa el saber que estuvo con otra persona.

—Apuesto que no adivinarás con quién estuve. —Añade.

—No me importa.

—Yo creo que sí te importa.

—No —insisto con más dureza; no retrocedo cuando trata de provocarme y en su lugar continúo mirándolo mientras le sonrío sarcástica también—. No me interesa con quién te acostaste porque tal como te dije, puede que yo también lo haya hecho.

—Eso sería nuevo —murmura, observando mi reacción cuando sus manos van hacia mi cintura—. Imaginé que te pondrías como una loca y querrías hacer una escena.

—Nah. —Me río—. Tengo claras mis prioridades y ponerme celosa por cada vez que te acuestas con otra haría que nuestras discusiones fueran eternas. Más de lo que ya son.

A pesar de seguir celosa, de que no me guste la idea de él interesándose en otra, saberlo también me incita a quedarme aquí en vez de marcharme para demostrarle que sigue interesado en acostarse conmigo a pesar de negarlo por tanto tiempo.

Estoy enferma.

— ¿Y dentro tus propiedades está venir a mi departamento para hacer qué cosa, exactamente? —Murmura Nicholas, sus manos se deslizan dentro de mi camiseta y con sus dedos me acaricia lentamente el estómago, ladeándose hasta mi cintura cuando no lo rechazo—. ¿Quieres que te haga olvidar la pelea?

—Sólo si puedes —lo desafío, y entonces Nicholas me besa el cuello, sosteniéndome más fuerte desde la cintura.

—Eres tan obvia, Camila. Tan, tan obvia —susurra al morderme con no tanta suavidad. Suspiro por instinto, quejándome pero sin apartarme—. El orgullo te dura hasta que te das cuenta que siempre vas a terminar aquí.

—Y a ti hasta que admites que siempre vas a recibirme.

—Porque somos inevitables —lo dice con burla.

—Ándate a la mierda.

—Sí. —Ríe, presionándose más contra mí—. Tú también.

Alzo la vista hasta el techo cuando besa mi cuello y siento que lo odio, pero que lo quiero al mismo tiempo. Ambas por la misma razón.

— ¿Crees que lo somos de verdad o sólo es una estrategia para acostarte conmigo? —Le pregunto en voz baja, tirando de su camiseta para apartarlo de mi cuello y verlo a la cara, tragándome a la fuerza toda la rabia por darle la razón y aceptar que me bese.

Mi pregunta le hace creer que pienso lo mismo y sonríe satisfecho, con una arrogancia que también reconozco en mí misma, antes de inclinarse y besarme la comisura de la boca.

—Si fuera estrategia —murmura—, entonces tienes que felicitarme porque está funcionando.

No tiene sentido aclararle que lo digo en serio porque no estamos aquí para tener una conversación profunda. Nunca lo hemos estado, y no es de extrañar que confunda mi falta de participación con estar haciéndome la ofendida para que me pida disculpas porque siempre solíamos hacer lo mismo. Él me engañaba, peleábamos, volvía a buscarlo con la idea de darle a entender que me había acostado con uno de sus amigos, él se enfadaba y terminábamos en la cama. O en el sofá, o en mi habitación.

Lo disfrutaba, me gustaba nuestro intento de relación y no voy a decir que lo hacía sólo porque dependía emocionalmente de él porque sería engañarme a mí misma. Hasta el día de hoy me gusta estar con él, me gusta que siempre se preocupa de hacerme disfrutar tanto como yo me preocupo por él, y me gusta descargar mi indignación de este modo, aunque luego me sienta peor.

Cuando vuelve a mi cuello, huelo su pelo y abro más las piernas con lentitud para que se acomode mejor. El corazón empieza a latirme a mil por hora porque estar con él me hace sentir ansiosa y quiero creer que es en el buen sentido de la palabra.

—Dime dónde quieres que te toque —susurra, apretando mis piernas. Bajo la vista y aprieto mis labios a la vista de sus manos sobre mi piel—. O mejor no me lo digas. Muéstrame.

Me alejo unos centímetros para verlo y sin decir nada, sólo dejándome llevar sin pensar si está bien o mal, tomo su mano con las mías para llevarlo a donde quiero que me toque. Entreabro mis labios cuando lo hace, sin dejar de mirarlo y sin esperar más de su parte que esto. Que hacer que me olvide de todo lo demás.

Estar con Nicholas envía chispas a mi pecho. A pesar de haber estado en esta situación muchas veces, siempre hay pizcas de adrenalina, de euforia, de estar haciendo algo que no debería, que me hacen volver a él todas las veces. Que me hacen extrañarlo tanto cuando no lo tengo, porque así como duele, como me hace llorar, tiene la capacidad de hacer que no me importe todo el dolor que viene después.

Gimo cuando me toca donde sabe que me gusta. Se acerca para besarme cuando está más convencido de que no voy a alejarme, y entonces muerdo su labio inferior con tanta fuerza que se queja al apartarse. Su boca queda roja por mi culpa y lejos de disculparme, sonrío, enarcando mis cejas, y él frunce el ceño antes de besarme con dureza. Con ganas. Y con lo único que necesito ahora.

Llevo mis manos a su rostro para mantenerlo cerca de mí y presiono mis muslos en sus caderas para que siga tocándome. Sus manos son fuertes cuando trata de levantarme al sostenerme de la cintura, pero lucho por quedarme en la encimera. Él lo entiende, no cuestiona, y quita mis manos de sus mejillas para colocarlas de nuevo detrás de mi espalda.

—Todavía puedes arrepentirte, Camila —me dice, y bajo mi vista hacia sus labios enrojecidos por mi culpa—. Porque te advierto que esto no cambiará nada.

—No quiero que cambie —miento.

Nicholas me toma otra vez de la cintura, pero en lugar de levantarme para ir hasta su habitación, me arrastra hacia él a través de la encimera hasta que estoy sentada muy cerca del borde. Apoyo mis codos en ella para recostarme y aprieto mis labios cuando su mano vuelve a presionarse entre mis piernas.

Me besa otra vez, por minutos que parecen horas y segundos al mismo tiempo, y logrando que suelte otro gemido cuando aprieta con fuerza, frotándome. Sé que no va a follarme tan rápido, que le gusta impacientarme y aplazarlo hasta que ninguno pueda más, porque sus besos van hacia mi cuello, mis clavículas y mi abdomen cuando levanta mi camiseta. Hará que se sienta como tortura antes de darme lo que vine a buscar.

Me estremezco cuando muerde la piel de mis caderas y acaricia mi espalda. Me remuevo debajo de él, y no es hasta que lame la línea de mi abdomen que llevo mis manos hasta su pelo para presionarlo más. No quiero que se detenga porque prefiero sentir esto, con él, que cualquier otra cosa.

—Ven —murmuro en voz baja, haciéndolo regresar para besarlo otra vez. Y es como si lo hiciera enojada cuando en realidad estoy llena de ansias de tenerlo ya. Sus dedos tocan mis caderas, pero los siento en todas partes y me está volviendo loca.

Nicholas se presiona contra mí, y no sólo una vez sino con un movimiento tan lento como agobiante, y no puedo seguir besándolo porque mi respiración es un desastre. Muerdo su cuello al susurrarle que lo haga otra vez y ahora él es quien se estremece al escucharme. Eso es lo que más me gusta, cuando pierde el control y no puede resistirse. Cuando lo pierde por mí. Me esfuerzo por mantener los ojos abiertos mientras siento lo duro que está dentro de sus pantalones.

Se presiona una última vez con más intensidad y ya no hay dudas de que va a pasar porque no hay manera que uno de los dos se pueda detener. Yo al menos no puedo, y estoy segura de que él tampoco.

Empieza a jugar con el botón de mi pantalón y me acomoda sobre la encimera hasta estar recostada otra vez. Inevitablemente mi vista va hacia su pantalón y sonrío sin mostrar los dientes, mirándolo con todo el egocentrismo que tengo porque una parte de mí sabía que caería. Y esa parte de mí es la que siempre tiene razón.

Me quita el pantalón con lentitud y lo reto a no detenerse. Lo reto a hacerme olvidar o recordar por qué estoy aquí y no en otra parte.

Y lo hace.

Sus labios susurran palabras que me encienden cuando acaricia mis muslos con su boca, y cuando me besa entre las piernas, usando su lengua para recordármelo, no pienso en nada más que en él. En lo que está haciendo y en cómo mis caderas se alzan para seguir buscándolo. Muerdo mi labio inferior cuando ladea su rostro y sigue lamiéndome, y no demoro mucho en venirme cuando también utiliza sus dedos.

Mi reacción es bastante ruidosa, como siempre, y pasan unos segundos en los que sólo se preocupa de tocarme con cuidado hasta que mis sacudidas disminuyen y me incorporo, sentándome otra vez. Siento las mejillas sonrojadas por lo que acaba de hacer y aunque ninguno dice nada, soy yo quien toma su camiseta para atraerlo y seguir con esto. Es mi decisión, mi elección, y Nicholas acepta elegir lo mismo cuando me besa otra vez.

Inevitablemente pasa lo que siempre pasa. Dejo que me lleve a su habitación, que siga besándome hasta que se aleja para buscar un preservativo y terminamos acostándonos en su cama. Primero me hace acabar otra vez con sus dedos y su forma de hablar, esa charla sucia que siempre me hace aceptar todo lo que tenga para ofrecerme, y luego termina desnudándome para darme lo que quiero. Hacemos lo que prometí no hacer pero bueno, no importa. Se siente bien tenerlo de vuelta por unas horas hasta que eventualmente tenga que perderlo otra vez.

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