OJALÁ...

LeslieLaFuente

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Él necesitaba una esposa, ella necesitaba dinero. Enamorarse no era una opción...pero el destino tenía otros... Еще

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Personajes
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Asesino: Parte 1
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Asesino: Parte 2
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Asesino: Parte 3
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Ian
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Epílogo
Extra - Ian
Booktrailer
Extra II: Ian.

Capítulo 11

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LeslieLaFuente

Llevo unos cinco minutos observando la hamburguesa doble y el batido de helado de chocolate que se encuentran situados en la mesa frente a mí. La boca se me hace agua ante la tentación de probar la exquisita comida, pero mi terquedad y enojo hacia Ian son más potentes.

—Come antes de que se te enfría la comida—dice mientras señala mi hamburguesa y le propina un buen bocado a la suya—. No seas infantil.

Sus palabras solo provocan que mi rabia aumente.

—¿Infantil yo? —pregunto dirigiéndole la palabra por primera vez desde lo sucedido frente a la librería, pero el silencio es lo único que responde a mi interrogante por lo que prosigo—. Te recuerdo quien fue el que me dio un vibrador delante de medio centro comercial.

El vikingo solo sonríe ante mi afirmación. Luego de la gran vergüenza frente a Dy y la docena de desconocidos, Ian insistió en que fuésemos a comer en una hamburguesera dentro del propio centro comercial. Como el coche estaba asegurado con llave y regresar a la hacienda caminando no era una opción, principalmente porque no conozco nada de este lugar y terminaría perdiéndome, tuve que resignarme a acompañarle. El lugar donde estábamos era muy tranquilo y modesto, el cálido olor a comida hizo que mi estómago me rugiese nada más atravesar la entrada. Sin embargo, era tanta mi terquedad y negativa a comer que fue Ian quien terminó eligiendo alimentos para mí.

—¿En serio vas a desperdiciar una doble hamburguesa cargada en aderezos y un batido de chocolate solo porque estás enojada conmigo? —pregunta inocentemente, aun así, puedo apreciar la diversión en su mirada.

Pienso detenidamente en sus palabras, paseando la mirada del vikingo a la hamburguesa. Odio tener que admitir que tiene la razón, pero en verdad sería un total desperdicio; sobre todo cuando llevo más de una semana rezando y rogando por alguna gota de chocolate. Finalmente me decanto por hacerle caso a las suplicas de mi estómago y probar la comida.

—¿Esta buena? —escucho a Ian preguntar y asiento—¿Seguirás molesta conmigo?

—Capullo—respondo antes de dar un sorbo al batido.

—Vamos Harley, no puedes estar enojada toda la tarde.

—¿Es un reto? —Me sorprendo a mí misma divirtiéndome con nuestra tonta discusión y eso hace que me vuelva a enojar—¿Es que como se te ocurre haber hecho eso?

—En mi defensa diré que quería darte un regalo para agradecerte las comidas de esta semana, por eso te pregunte que deseabas esta mañana. —Enarca una ceja como quien resalta un hecho obvio—, Has sido tu quien lo ha pedido.

—Pero no esperaba que me lo dieses en público o que le dijeses a Dy que tienes una esposa muy energética.

—O sea, si te lo daba en privado estaba bien. —Vuelve a mostrar esa sonrisa maquiavélica curvando la comisura de sus labios, incitándome a la batalla.

—Cariño, no te rompo el plato en la cabeza porque estamos es público. —Intento sonar igual de imparcial que él, pero los nervios me delatan.

—Cuidemos los utensilios de la cafetería, en cuanto a lo energética que eres. —La chispa divertida continua en sus ojos—. No sé qué tal serás en la cama, pero si follas con la misma intensidad que peleas, benditos los momentos que pasaron a tu lado tus ex-parejas.

Miro en cualquier dirección distinta a la de él para evitar cumplir mi amenaza de estamparle el plato en la cabeza, aunque también para evitar que perciba el sonrojo que nace en mis mejillas. Los cambios de humor de este hombre me volvían loca, me desesperan. Continúo observando todo lo que se encuentra a nuestro alrededor cuando me percato de algo: la mayoría de los trabajadores de la hamburguesera nos observan con disimulo, se fijan en nosotros cada vez que nos giramos, es demasiada atención para un solo par de clientes. Ahora recuerdo que cuando nos hallábamos frente a la librería de Diana, también éramos el centro de atención de varias personas entre la multitud, en un inicio pensé que fue por el regalo de Ian, pero este hecho ahora me hace pensar que no.

—Vikingo—digo en voz baja, casi como un susurro. Ya no me es raro llamarlo de esta manera, le nombro así la mayoría del tiempo en mis pensamientos—¿Por qué todos nos miran?

Ian alza la cabeza y observa a todas las personas a su alrededor, los cuales intentan disimular su curiosidad al máximo ante la gélida mirada, en esos segundos su calidez anterior desapareció por completo. «Este hombre no sabe ni disimular por Dios».

—No les prestes mucha atención, solo quieren saber algo de ti.

—¿De mí? — interrogo sorprendida, pensé que lo miraban a él.

—La noticia de que me he vuelto a casar ha rodado por todo Houston y las personas tienen curiosidad por saber quién o cómo eres, no me han visto acompañado de una mujer en cinco años, además no era de traer a Melanie al centro comercial o a comer una hamburguesa; aunque creo que lo que más desean saber es si hay alguna posibilidad de que te conviertas en mi próxima victima

Su chiste final no demuestra ningún aire de diversión, algo me dice que no es solamente una broma. Hago caso omiso de ello y me centro en una parte de su declaración que llama mi atención.

—¿Y porque nunca traías a Melanie contigo?

No responde, se mantiene masticando su hamburguesa por varios segundos, no parece querer hablar de ese tema, incluso llego a pensar que no responderá, pero finalmente lo hace.

—Melanie hubiese muerto antes que comer una hamburguesa y un batido de helado en una cafetería, era más de restaurantes y ensaladas, tampoco le gustaba acompañarme a hacer compras para la hacienda, aunque no le gustara quedarse allá le agradaba menos tener que buscar suministros y materiales para arreglar las caballerizas. Solo venía de vez en vez a reunirse con algunas amigas o a comprar ropa, jamás la verías bebiendo tan complacida un batido de chocolate o cocinando como tú sin preocuparse de las calorías.

—Pues no sabía lo que se pierde—digo en defensa propia.

La sonrisa y el buen humor de Ian parecen regresar con mis palabras.

—Si te soy sincero, pienso que una mujer que sabe disfrutar de la buena comida y las cosas que le gustan sin preocuparse del que dirán es más sexy que una que solo está interesada en el mundo material o ella misma.

Sus palabras me llenan de un inesperado regocijo.

—Señor vikingo, ¿me acaba usted de decir sexy?

La sonrisa que muestra pasa de estar solo en la comisura de sus labios a situarse en toda la boca. Debería de reír más a menudo de esta manera, mostrando todos sus blancos dientes, hace que uno desee reír también.

—Pues sí señora Cates, la acabo de llamar sexy, pero no se ilusione, sigo sin verla como mujer y continúo prefiriendo a las morenas.

—Tú sí que sabes cómo cagar el momento. —A pesar de las palabras que me acaba de decir no puedo evitar soltar una carcajada que provoca que las mirados sobre nosotros aumenten.

Recuerdo lo que Cooper me comentó cuando me confesó que sabía de la falsedad de mi relación con Ian: Dijo que hace mucho tiempo no lo ha visto reírse ni desear molestar tanto a nadie, ni siquiera a Melanie. Pienso en ello por un segundo, no obstante, me es imposible de creer. Sus filosas respuestas y sarcasmos parecen salirle tan natural como si los utilizara en el día a día. Todos los intentos que hace por sacarme de mis casillas, no debo ser la única a la que le haga eso, sería muy raro considerando que nos conocemos desde hace una semana, y no exactamente en las mejores condiciones.

Terminamos nuestro almuerzo y nos marchamos del local, aun con algunas miradas curiosas sobre nosotros. Incluso creo que escuche a una de las cocineras comentar: Pobre chica, espero que Dios la proteja, no puede evitar reír al escuchar esas palabras. Llega a ser un poco graciosa la opinión que tienen todos con respecto a Ian.

El camino de regreso a la hacienda lo realizamos en un completo silencio, yo solo puedo pensar en llegar y encontrar algún lugar tranquilo lejos de las personas para poder leer el informe con total calma. No hacemos más que detenernos a la entrada de la casa y Holmes ya salta hacia nosotros en total libertad, a lo largo de los días me he acostumbrado a los toscos actos de cariño del animalito. Pienso en alguna buena excusa para retirarme sin que me molesten o suene grosera, pero Ian me brinda, sin saberlo, la fácil solución a mi interrogante.

Me ayuda a subir las bolsas de libros a la habitación y mientras las acomodo en el suelo me dice:

—Deberías descansar, has tenido un día muy largo hoy, no te preocupes por la cena yo me encargaré de todo.

—¿En serio no te molesta? —pregunto antes de que se marche.

—Solo quiero que estés tranquila y descanses.

Su aire protector me recuerda al de esta mañana, justo después de que Sombra me atacara, como solo se preocupaba por que me encontrase bien o no tuviese ninguna herida. Es entonces, que me percato del mensaje oculto tras sus acciones de hoy. Ahora todo tiene sentido: Porqué me llevó con él a Houston, porqué me dio el vibrador ante todos aun sabiendo que me enojaría, porqué me invito a comer hamburguesa y batido, porqué solo intenta pelear conmigo y mantenerme ocupada. No quiere que piense en lo sucedido esta mañana, quería que lo olvidase todo... me cuida tras una mala experiencia. Los latidos de mi corazón se aceleran, pero no en la loca lujuria que me corroe cada vez que le veo, sino en una rara y dulce calidez que provoca que me sienta débil y consternada, esta sensación me da más pánico que miles de caballos atacándome, es desconocida y a la vez que tentadora.

—Gracias Ian. —Solo soy capaz de responder esas dos palabras.

Ian se acerca unos pasos a mí, el también parece un poco consternado; aunque no lo admita en voz alta, aunque no confirme que todo lo que ha hecho hoy ha sido por mi bien. Estira su mano y, con delicadeza, coloca su palma en mi mejilla. Considerando que es un vaquero y realiza duros trabajos, su tacto se siente suave en mi piel.

—Descansa mocosa, duerme en la cama a partir de hoy, no es justo que continúes en ese pequeño sofá junto a Holmes.

Su propuesta me sorprende, no esperaba algo así.

—No es necesario que hagas estos por mi Ian. —Siento un nudo en mi pecho que me dificulta respirar.

—Mientras seas mi esposa tienes el mismo derecho a esa cama que yo, no te preocupes. —Suelta una sonrisa maquiavélica—, No tienes que temerme, solo quiero que descanses como Dios manda.

—No te temo. —Las palabras salen, quizás, un poco más serias y sinceras de lo que deberían.

—Lo sé—aclara el vikingo—. Y es eso lo que me preocupa.

Sin darme tiempo a reaccionar sale de la habitación dejándome detrás de sí, pensativa sobre sus palabras, «¿Qué quiere decir con que le preocupa que no le tema? Debería ser al contrario». Agito la cabeza hacia los lados intentando apartar los pensamientos de mi mente, tengo cosas más importantes que analizar ahora.

Busco entre las bolsas de libros los informes impresos sobre el caso de Ian hace cinco años; cuando los encuentro, me siento en el sofá, pero antes de leerlos miro con anhelo la cama. Sinceramente sería una mejora comparado con los duros asientos en los que me encuentro. No pasará nada porque descanse un rato en la agradable cama, no es como si fuese a dormir allí tampoco, solo serían cinco minutos. Ian dijo que no habría problemas.

Me acuesto sobre la cama y casi un gemido se escapa de mis labios ante la enorme comodidad del colchón. «Ahora si puedo leer tranquila».

Caso Policial de la familia Cates.

Lugar de los Hechos: Hacienda Cates, Houston, Texas.

Detalles: Pasada la media noche del 15 de febrero del 2018, la policía fue convocada a la hacienda Cates en forma rutinaria debido a la llamada de preocupación de un amigo de la familia, el abogado Roger John; según la declaración de este por teléfono, el patriarca y dueño de la propiedad, Ian Cates, había pasado gran parte del día y la noche junto a él, habían estado bebiendo, luego de que este se marchara intentó localizarlo varias veces en vano:

...temo que le haya sucedido algo a él o a su esposa...

Fue lo dicho por parte del abogado en la llamada. Al llegar a la hacienda, la policía se vio obligada a forzar la entrada de la casa debido a la ausencia de personas; el entrar, en la planta superior de la vivienda, encontraron una habitación con luces encendidas. Dentro de la estancia se hallaba el señor Cates arrodillado a los pies de la cama en la que yacía su esposa Melanie Cates degollada. La autopsia de la señora Cates reveló que este fue el motivo de la muerte, el cadáver no presentaba heridas defensivas en manos ni piernas lo que significa que su atacante era alguien conocido y de confianza para ella.

La hora de la muerte se estima entre las diez de la noche y la hora en la que la policía encontró el cuerpo y al señor Cates, volviendo a este el principal sospechoso de la investigación. Diversos testigos afirman que la pareja no hacía más que discutir los últimos meses de su relación, incluyendo el día de los hechos. Se especula que Melanie estaba dispuesta a pedirle el divorcio a Ian Cates y marcharse, dándole a este un móvil para el asesinato. El señor Cates no presento evidencias que defendiesen su postura en el juicio, alega que no recordaba nada entre la despedida con su amigo y el despertar junto al cadáver de su esposa.

Ian Cates fue absuelto de los cargos debido a la carencia de pruebas en su contra, solo se puede demostrar que fue la primera persona en encontrar el cuerpo sin vida de Melanie. El caso se declara cerrado por carencia de pruebas u otros sospechosos, a la espera de que se puedan continuar con las investigaciones...

El informe continúa extendiéndose argumentando un poco más sobre los acontecimientos y acciones de Ian el día de los hechos. No entiendo porque no alegó argumentos en el juicio, todo parece tan raro, como si hubiese querido que le inculparan, como si no le importara su inocencia. Mientras más leo y releo el informe, más confuso se vuelve todo.

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