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Se suele creer que el pensamiento positivo conduce a una vida más feliz y saludable.
Cuando somos niños, nos dicen que sonriamos, que seamos alegres y que pongamos cara de alegría.
Cuando somos adultos, nos dicen que veamos el lado positivo.
Que hagamos limonada y veamos la mitad del vaso lleno.
A veces, la realidad puede entorpecer nuestra habilidad de comportarnos felizmente.
Tu salud puede deteriorarse, tu novio puede engañarte. Tus amigos pueden desilusionarte.
En estos momentos, quieres ser realista.
Quieres dejar de actuar y ser tu ser verdadero, espeluznante e infeliz.
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Jessica
—Deja de moverte. Sonríe. —regaño a Alex.
—Odio las corbatas —toma de su copa—. Tú te mueves.
—Tengo puesta una cosa que me aplasta la grasa. —respondo refiriéndome a mi vestido.
Meredith me obligó a ponerme un vestido apretado que se adecua a mi figura, es largo hasta las rodillas, pero tiene una abertura en un lado de mi pierna derecha, haciéndome lucir más elegante y sexy.
Sí, eso me dijo.
—No tienes grasa. —responde soltando una risa sarcástica.
—No podía cerrarme el vestido por ella. Tengo grasa. —doy la contraria.
No es de modesta, es en serio.
—Es el trasero. Me gusta gordo.
Suelto una risa seca por su respuesta, eso no ayuda. Para nada. ¿Se supone que debo sentirme alagada?
—Gracias, supongo. —agradezco.
—¿Quieres que subamos a besarnos? —pregunta con normalidad. Alzo mis cejas.
—No gracias. Apoyamos a Derek.
—¿Por qué? Su fiesta es un fracaso.
—¿Sabes? Iré con Mark. —me alejo con una sonrisa forzada.
Llego hasta la oficina, me apoyo en el marco de la puerta.
—En mis fiestas, bebemos cerveza y bailamos en las mesas.
—¿Insultas mi fiesta? —pregunta Derek en un tono indignado y divertido.
—Bueno, es un poco aburrida. —contesto con una sonrisa burlona.
—El deber me llama. —se dirige a Mark y Owen.
Mark me sonríe antes de salir, al igual que Derek, da un beso en mi mejilla antes de desaparecer. Mi mirada choca con la del pelirrojo. Le sonrío falsamente y sigo a Mark.
—Estás mirándola de nuevo. —le hablo a Callie apenas llegamos hasta ella.
—No. —responde bajo.
—Hey, ambas, ¿vamos a mi casa y lo hacemos en la ducha? Teddy está en cirugía.
—No tengo ánimo para bromas. —Callie es la primera en responder, y sale molesta por la puerta.
—¿Te dije lo sensual que te ves con ese vestido? —me pregunta. Termino mi ponche y pongo mis ojos en blanco.
—Sí, Mark, y gracias. —respondo.
—¿Por qué no quieres...?
—Mark.
—Está bien. Pero... ¿mañana?
—No, Mark. —vuelvo a contestar, él solo asiente cabizbajo. Suelto una risita cuando finge llorar.
—Dr. Sloan. —detiene su falso llanto cuando Adamson lo nombra— Quiero decirle que su trabajo de hoy con el Dr. Shepherd en la neurona acústica fue maravilloso. Me inspiró. —le sonrie coquetamente.
Mark se acerca a mi oído y susurra:
—Si tú no quieres, ja, esta chica sí —le sonrío divertida y me devuelve la sonrisa. Mira a la chica— Necesitas otro trago. —Ambos se alejan.
Suelto un suspiro aburrido, mi mirada se encuentra con la de Jackson. Mi expresión cambia a una seria y prefiero irme junto a Alex.
—El vestido de ayer logró mucho revuelo en los hombres, ¿eh? —molesta Derek.
—Sí, no volveré a usarlo. —respondo. Ambos rien.
—Hola. —saluda Bailey entrando al elevador.
Comienza a tararear una canción de forma entusiasta. Logrando que intercambie miradas con Mark, quién está a mi lado izquierdo, y luego con Derek, quien está a mi lado derecho.
—¿Qué canción es ésa? La conozco. —pregunta Derek.
—Una que me quedó en la cabeza. Ya saben cómo es —responde sonriente. El elevador se abre—. Tengan un excelente día. —se despide dejándonos confundidos.
—Bailey está de buen humor. —habla Shepherd.
—Muy bueno. —responde Sloan.
—Teddy era buena para ti. Apropiada. —cambio de tema.
—Apropiada es aburrido. —responde el más alto.
—Eso resume todo tu problema. —agrega Derek.
El elevador se detiene en el piso 3 y las puertas vuelven a abrirse. El Dr. Warren entra sonriente.
—Buenos días. —saluda.
Comienza a tararear la misma canción de Bailey. Vuelvo a intercambiar miradas con mis amigos.
—Señorita. Caballeros. —se despide cuando el elevador abre sus puertas en el piso cuatro.
—Bien, Bailey. —murmuro mientras todos salemos del elevador.
—Sí. —responde Mark divertido.
—Sin duda. —agrega Derek.
El jefe se va por un camino, y Mark y yo por otro. Hoy estaría a su servicio.
—¿Todavía no consideras lo que te propuse?
—Supéralo, Mark.
—Eres mala.
Sonrío.
—Lo sé.
—Buenos días, Amber y Trish. —saluda Bailey mientras entramos a la habitación.—. Se conocieron en la unidad de quemados. Son mejores amigas desde entonces. —nos informa.
—¿Dra. Adams? —Mark me nombra en un tono... ¿Coqueto?
Bien, esto es raro.
—Amber Collier, 28. —respondo fingiendo normalidad— Estuvo en un accidente automovilístico. Salió disparada por el aire y quedó debajo del auto mientras se quemaba.
—Conducir y enviar mensajes. Se lo recomendamos. —dice en un tono sarcástico la chica junto a ella.
—Dr. Avery. —lo nombra en un tono desafiante, frunzo mis labios para evitar hacer una mueca.
Sí, ese es Mark con sus tácticas de mejor amigo/galán.
—Explíquele cómo usaremos el expansor tisular. —pide.
—Estiramos tejido sano inyectando salina en un globo debajo del cráneo. Quitaremos el área quemada y lo cubriremos con tejido nuevo. —explica en respuesta.
—No me veré como si me tapara la calva, ¿no? —pregunta en un tono divertido.
—Haré lo mejor que pueda. —responde el Dr. Sloan.
Ladeo mi cabeza mientras la examino.
—Dr. Sloan, Dra. Bailey. —lo y la nombro. Y ambos se fijan en su mano.
—¿Cuánto hace que se ven así sus dedos? —pregunta Mark.
—No sé. Siempre se ven bastante mal. —responde— Puede operarme, ¿no?
—Sabremos más después de tomar unas radiografías de los dedos. —responde Miranda. Ambas chicas se miran entre si.
—¿Te asusta que te tomen dos radiografías? Tu melliza te salía de la cabeza. —pregunta la rubia a la pelirroja— Eso debería asustarte.
Amber sonríe.
—Tiene hiperacusis, vértigo, tinnitus, nistagmus. Esto es espantoso. —me dice mientras me mira cansado.
—Tú y Lexie...
—¿Qué? —pregunta cuando dejo mi pregunta en el aire.
—¿Lo tuyo con Lexie no son sólo relaciones? —pregunto interesada y preocupada por la recién nombrada.
—No me comporto como pato. —responde.
Ladeo mi cabeza confundida dejando mi café en la mesa.
—¿Qué?
—Si caminas y grabas como pato, terminarás sintiéndo como pato. —responde— Lexie es amable, normal y saludable. Me comporto como alguien que está con alguien así.
—Estás convirtiéndote en pato.
—Me estoy convirtiendo en pato. —repite mientras suelta una risita.
Meredith se sienta con nosotros y ladea su cabeza confundida esperando una explicación por la risa de Alex. Levanta su vista, y al ver a Cristina entrar a la cafetería, abre la silla. Pero esta pasa de largo.
—Cristina, ¿en serio? —pregunta.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—Está enojada conmigo porque no sabe si mudarse con Owen. —responde.
—No le hables a ellos de mí —habla, y aguanto una risa por su actitud infantil.
—Ven aquí para que pueda hablarte de ti.
—Hablaré contigo cuando hables realmente. ¿Estás lista?
Se gira hacia nosotros con una expresión de frustración.
Lexie se sienta junto a nosotros.
—Lexipedia debe diagnosticar a mi paciente. —dice Alex.
—No es un libro que puedas consultar. —defiende Mer.
—Soy algo así. Adelante. —responde.
Apoyo mi espalda y en el respaldo de la silla y tomo de mi gaseosa para escuchar con atención. Sí, soy doctora y no me gusta el agua.
—Niña de 16 años con hioeracusis, vértigo, tinnitus, nistagmus.
—Colesteatoma. —respondo al unísono con Cristina. Y todos nos giramos a mirarla— O tumor de lóbulo temporal.
—Por Dios, ¿puedes venir? —pregunto fastidiada.
—No. —contesto.
Le sonrío falsamente a la par que le muestro mi dedo corazón. Vuelvo a girarme para poner mis ojos en blanco.
—Los estudios no muestran nada. —prosigue— Empeora con el sonido. Tenemos que susurrar.
—Página 162. La publicación de junio de 2004 de una publicación de tapa verde. Es...Vértigo provocado por sonido o presión. Se llama... Maldición. No puedo verlo.
—Es increíble. —comento asintiendo sin dejar de tomar de mi gaseosa.
—La computadora se congeló. —habla Alex, y Lexie ladea su cabeza.
—Junio de 2004. Tapa verde. Está en la biblioteca de investigación.
—Entendido. Gracias. —se levanta y da un beso en su mejilla.
Lexie sonríe y nos mira.
—Mark se acostó con Reed. Es asqueroso, ¿no? —toma de su café.
—Pero tu estás con Alex. —respondo obvia.
—Lo sé. No, sólo digo que es asqueroso. Es...
—Chica, soy su mejor amiga de la infancia. —la interrumpo en un tono serio. Me mira asustada y su beeper suena, al igual que el mío.
Me lanza una mirada rápida, y le sonrio falsamente antes de irme.
—¿Deben cortarme tres dedos? —pregunta la chica.
—Están infectados, Amber. También hay que posponer la restauración capilar. Lo siento. —Mark explica y lamenta.
Sus ojos se cristalizan.
—Amber, sobreviviste a un terrible accidente de auto. Sobrevivirás a esto. —muerdo mi labio inferior y lo lamo.
Esa chica ya está hartandome.
Mark me mira en forma de regaño, y yo solo alzo mis hombros. Cambio mi postura cuando noto la mirada de Avery sobre mí.
—Sí, pero...
— ¿Qué decimos siempre?
—Estamos vivas. Eso importa. Todo lo demás es sólo golpes y moretones. —responde.
—Puede llorar. —hablo, ganándome la atención de todos los presentes— Está bien que lo haga. Son muchas cosas de golpe.
—No, debe seguir siendo positiva. Así lo superamos. —miro fulminantemente a la rubia.
—Estaba emocionada, esperanzada, ansiosa. Y esto terminó. Tiene derecho a tener sentimientos. Puede ser positiva mañana. —miro a la pelirroja— Puede ser positiva mañana.
—Gracias. —finalmente suelta sus lágrimas.
Vuelvo a intercambiar miradas con el ojiverde.
— Esperaba que no me quedara una cicatriz tan grande. — dice Amber, mirándose en el espejo.
— Se verá mejor en dos semanas, cuando cicatrice. — respondo.
— Harás comerciales para champú de inmediato. — comenta la rubia. — Y tu mano es sólo golpes y moretones, ¿no? — pregunta.
— Hoy perdí tres dedos, Trish. Eso no es solo golpes y moretones. — responde molesta.
— Lo sé. Pero estamos vivas. Es mejor que la alternativa.
— A veces, llamo al trabajo y digo que estoy enferma porque no soporto conducir. Me siento en el garaje y me enojó tanto por lo que me pasó, ¡que no puedo conducir! ¡Me quedo sentada por horas! ¿Alguna vez te pasó estar tan enojada que no puedes respirar? ¡A mí sí! Pero no puedo decírtelo porque temo ser débil. O ingrata. Por favor, eres mi mejor amiga. Nos pasaron cosas horribles. ¿Podemos ser realistas por primera vez?
Cristina abre la puerta, logrando que todos subamos la vista hacia ella.
Derek suelta un suspiro.
— Oh, vamos. ¿Por qué no le reclamas a Jess? —pregunta Cristina.
—Dormíamos juntos cuando niños. — ambas nos miran raro— Teníamos trece años. —no cambian su expresión— Buscaré algo para comer. —se levanta de la cama y se va. Cristina gatea hasta nosotras, y se acuesta a un lado de Mer. Dejándola en medio.
—Bien... No me mudaré con Owen. —sus ojos se cristalizan.
—¿Ves esto? — Mer muestra los planos. — Ésta es tu habitación. Tienes una habitación en la casa nueva del bosque.
— ¿Mi propia habitación? — suelta una lágrima.
— Sí.
— Gracias. — la abraza.
— Bien, yo sobro aquí. — intento levantarme, pero su brazo me detiene, obligandome a unirme al abrazo.
— ¿Cual es tu habitación?
— Esa. — la apunto fingiendo arrogancia.
— No es cierto, esa es la de Mark.
— ¿Mark también tiene..?
— Derek.
— Ah, si. Es cierto.
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Quizá cuanto más queremos los estados de felicidad, más nos confundimos.
Hasta el punto de no reconocernos.
En cambio, seguimos sonriendo e intentando ser la gente feliz que nos gustaría ser.
Hasta que finalmente nos damos cuenta.
Estuvo allí todo el tiempo.
No en nuestros sueños o lo que esperamos, sino en lo conocido, en lo cómodo, en lo familiar.
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