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MariaAparcio

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Serie Las Dos Caras de la Luna: Libro III "Nadie es dueño de tu vida. Tú decides quien quieres ser y como viv... Еще

Introductorio
Prólogo
Capítulo 1: Regresión
Capítulo 2: Choque de intereses
Capítulo 3: Punto muerto
Capítulo 4: Advertencias
Capítulo 5: La manada
Capítulo 6: Cara a Cara
Capítulo 7: La confrontación
Capítulo 8: Desolación
Capítulo 9: La feria
Capitulo 11: La historia
Capítulo 12: En la mira
Capítulo 13: La telaraña
Capítulo 14: El vecino
Capítulo 15: Amigo sorpresa
Capítulo 16: La oveja
Capítulo 17: El regreso
Capítulo 18: Punto y cierre
Capítulo 19: Catarsis
Capítulo 20: El espejo
Capítulo 21: Un paseo animado
Capítulo 22: Noctámbula
Capítulo 23: Lo bueno y lo malo
Capítulo 24: La declaración
Capítulo 25: Las motivaciones
Capítulo 26: El tormento
Capítulo 27: Heridas abiertas
Capítulo 28: Las sospechas
Capítulo 29: Punto de partida
Capítulo 30: Clase y práctica
Capítulo 31: Realidad y fantasía
Capítulo 32: Posibilidades
Capítulo 33: El gato y el ratón
Capítulo 34: La caja de Pandora
Capítulo 35: Bertram
Capítulo 36: El monstruo
Capítulo 37: Luchar y sobrevivir
Capítulo 38: Renacimiento
Capítulo 39: El despertar
Capítulo 40: Única
Capítulo 41: Hija de la Luna
Capítulo 42: Mis chicos, mi familia
Capítulo 43: Una nueva realidad
Capítulo 44: Resiliente
Epílogo
Capítulo Extra (Rick)
Playlist- Renacimiento
Curiosidades sobre Renacimiento
Cosas Extras
Agradecimiento y nota de la autora

Capítulo 10: La confesión

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MariaAparcio

Will me llevó a comer ese jueves, a la hora del almuerzo y él estaba muy alegre por eso. Era un día rutinario, yendo a trabajar y me encontraba bien; si se podía decirlo de algún modo. Lucas, Chad, Will y yo teníamos el turno del día de hoy, los demás tenían cosas que hacer o intentaban tener un tiempo para ellos. Papá por fin iba a comprar la nueva/usada camioneta y Will quería llevarme a comer. A pesar de que Michael estaba concentrado en el asunto de la "nueva camioneta", también estaba al pendiente de mí después del sábado, llegando y de una vez vomitando. Mi papá lo disimulaba pero sabía que estaba preocupado por mí. El clima estaba un poco húmedo y fresco, porque había llovido desde temprano esa mañana, era veintitrés de enero y faltaba poco para que terminara y llegará febrero. Ni siquiera tenía dos semanas desde que Rick y yo nos encontramos de nuevo y pactamos nuestro trato con un beso. Hice una mueca y suspiré.

Podía oler el aire; húmedo, fresco y mojado pero había claridad en el cielo. Las nubes de tormenta se habían ido. A pesar de la lluvia, había actividad y personas en las calles. Yo me sentía cómo un espectáculo, porque de verdad parecía uno. Will había insistido en llevarme a comer, y me estaba llevando arrastras, agarrando mi muñeca y llevándome, a dónde él quería arrastrarme.

¡William! —exclamé, mientras me llevaba. Algunas personas nos veían o preferían ignorarnos. Resoplé. — ¡Will! ¿A dónde vamos?

Will estaba feliz y me miró, encantado. Se rio.

— ¡A Reggie's, Liz! ¡Vamos! — me dijo y me guiñó el ojo. Me llevó con más velocidad, y yo trataba de no caerme.

El lugar dónde él me llevaba, lo conocía por su buena comida, especialmente la comida italiana. Hice una mueca. White Rose no era un pueblo grande, pero tenía lo suyo. Y aunque no había muchos restaurantes, tenía lo suyo y Reggie's era una de esas cosas. Quedaba lejos de la ferretería, y aunque era más fácil con la camioneta, (aunque no la teníamos a la mano) Will quería ir caminando y yo me opuse.

***

Finalmente Will dejó mi pobre muñeca, cuando llegamos después de caminar algunas calles. Él respiró agitado pero estaba contento, y no sabía por qué; lo miré extrañada mientras frotaba mi muñeca.

—Uy, Liz— se disculpó, algo entristecido mirando mi muñeca. — Lo siento, a veces olvido lo fuerte que soy ahora —se rio.

Hice una mueca y suspiré.

—De acuerdo—le dije. — Recuerda que tú pagas, ¡porque tú me estás invitando! ¿Recuerdas, eh?— lo miré mientras abría la puerta y entrábamos.

Pero cuando di un paso hacia adentro, sentí una descarga. Cómo una sensación por toda mi columna, un escalofrío. Y lo sentí, cómo una sensación de que algo andaba mal. Cómo si algo estuviera al acecho. Entonces, pude oler la loción de Will, y noté que estaba frente de mí. Mirándome con una expresión preocupante.

— ¿Estás bien? — me preguntó.

Tocando mi pecho, lo miré y rápidamente, fingí una sonrisa.

—De maravilla — afirmé y le guiñe el ojo.

— ¿Segura? — inquirió arqueando una ceja

Hice un mohín y mascullé:

—Sí. ¡Vamos!

Will hizo una mueca y se encogió en hombros. El lugar estaba lleno, pero fuimos rápidos al pescar una mesa, nos sentamos mirando alrededor. Había gente, música, chillidos y el olor a comida. Lo miré y me sonrío. Sus ojos marrones me examinaban y su cabello oscuro estaba con las puntas hacia afuera, y su piel era color marrón suave, cómo un bronceado. Hace unos días se había puesto aros en la ceja izquierda. Eso me llamó la curiosidad, y le pregunté por qué. Solo me guiñó el ojo y me contestó: "Quería hacer un cambio, pequeña" Me reí por eso. Will era Will sin importar qué.

— ¿De verdad estás bien? — me preguntó, frunciendo el ceño. Apreté los labios, cuando llegó la camarera.

La miramos y Will le dijo que todavía no decidíamos, nos miró sonriente y se fue a otras mesas. Suspiré y me puse a jugar con la sal de mesa.

— ¿Liz?

Miré a Will.

— ¿Éstas...?

Golpeé la mesa, resoplé en fastidio y mascullé:

—Estoy bien— mentí y subí los codos a la mesa

Will levantó su ceja perforada y se rio.

—No te creo—repuso. — Te preocupa algo, ¿cierto?

El ruido de la gente, me perturbaba. ¿Por qué me había traído aquí, para empezar? No lo sabía pero sentí mi estómago protestar. Abrí y cerré los ojos.

—Sí— le contesté, suspirando.

— ¿Rick? — preguntó, moviendo la cabeza hacia un lado

>>> ¡Sí, Rick! ¡Pero eso no es todo...! <<<, pensé recordando los mensajes y las fotos.

Después de ese sábado, no había vuelto a recibir nada, hasta ahora. Me mordí el labio y baje la mirada

—Algo así —murmuré. — Todo es complicado. Él es complicado. ¡Yo soy complicada! — añadí levantando la voz. Algunas personas nos miraron. Me sentí avergonzada, y susurré: —Lo siento.

Apoyé la mejilla en mi mano, mirando a Will e hice una mueca. Él carcajeó.

—No eres complicada — me aseguró. — Además, el amor lo puede todo— comentó, agarrando el menú. — ¿Qué vas a pedir? Se está llenando.

Fruncí el ceño

— ¿Amor? ¿Cuál amor? — pregunté y resoplé. Dejé mi mejilla y crucé los brazos en la mesa, y descansé ahí la cabeza. Parecía que estuviera durmiendo. — ¿De qué mierda hablas, William? — protesté

—Pues de ti y Rick— contestó, con tranquilidad. Levanté la mirada y él miraba el menú.

—No es tan sencillo. — repuse, apoyándome en los brazos cruzados. Dejo el menú y me miró. Tocó suavemente su ceja perforada.

— ¿Crees que tu vida es difícil? —me preguntó y yo asentí.

—Sí, porque...

Alzó su brazo sobre la mesa y puso un dedo en mis labios. Me estaba callando

— ¿Puedes dejar de chillar y llorar, por un momento? ¿Puedes, Lizzie? — preguntó, frunciendo el ceño. Yo asentí y dejó mis labios.

Suspiró.

piensas que tu vida difícil—dijo con melancolía—. Ahí te equivocas, Elizabeth. Tú has tenido desde niña una familia, no una vida perfecta con tus padres, una casa de sueños, un hermano excepcional y un perro maravilla. — comentó divertido, y me reí. — No, al contrario solo tuviste a tu madre que luchó para cuidarte y criarte junto a tu hermano. Luego ella conoció a Michael y se casó con él. Y tú y tu hermano se tuvieron que mudarse hasta aquí, y junto eso aparecieron los hijos de él junto con la maraña de cosas de los Hombres Lobo. Pero no es perfecto, ¿verdad?—explicó y me mordí los labios. — Tu madre falleció y tú padrastro te adopto a ti y Axel. Pero luego empezamos a llegar nosotros, ¿recuerdas?— asentí y continuó: — Bueno, cada uno tiene su propia historia, y no digo que nada es cómo en las películas en me gusta ver contigo. ¡Oh, una historia con final feliz! — comentó en tono burlón. — Tú no sabes lo que es realmente difícil en la vida, porque tú no lo has llegado a experimentar —afirmó con tono serio.

Tragué saliva. Conocía esa mirada, Will hablaba en serio. En eso, llegó la camarera; nos trajo agua y preguntó por nuestra comida. Will pidió un filete grande con papás, aros de cebolla y yo pedí lasaña. Will me miró, cuando añadí que era un trozo grande.

— ¿Qué? — murmuré, encogiéndome en hombros. — Me gusta la lasaña

Will hizo una mueca, mientras que yo bebía un trago de agua.

—Está bien. — repuso. — Vas a engordar, ¿lo sabes? — añadió y escupí el agua por lo que me había dicho. — ¡Lizzie! ¡Mojaste mi camisa nueva!— me regaño

Tosí y lo miré, mientras me secaba la boca con una servilleta

— ¿Qué? No exageres— señalé e hice un mohín. — Además, esa camisa es de según mano. No es nueva

— ¡Y eso qué! — exclamó, frunciendo el ceño. —Tiene clase y es bonita. A mí me gusta

Giré los ojos y él suspiró. Nos quedamos sin decirnos nada y pensé en lo que me había dicho. Will había agarrado su celular y lo revisaba con atención. Escuché una notificación, él sonrió y después se rio.

— ¿Will?

Alzó la vista de tu celular y posó sus ojos en mí.

— ¿Sí, Liz?

Entonces, su celular volvió a sonar y volvió a prestarle atención. Will estaba contento, estaba feliz por algo. ¿Qué era? Su comportamiento, llamaba mi curiosidad. Después, de unos segundos, volvió a prestarme atención. Y entonces, se me vino algo a la mente. Me reí.

>>> Esa puede explicar lo feliz que está <<<, pensé

— ¿Tienes una cita? — le pregunté.

Will se sonrojó e hizo una mueca. Y antes de que me contestara, llegó la camarera con nuestra comida. Miré mi plato de lasaña, parecía recién sacada del horno y olía muy bien. La salsa de carne jugosa, la salsa bechamel y el queso derretido, corriendo por el plato y mi estómago, volvió a rugir. Y cómo loca empecé a comer, miré a Will e hizo lo mismo que yo. Disfrutamos la comida por unos minutos. Bebí de mi agua y dejé el vaso, para volver a preguntar.

— ¿Will? —pregunté y me miró. Se detuvo con el tenedor, cerca de su boca y con un trozo de carne. — ¿Estás contento porque tienes una cita?

Bajo el tenedor y bebió de su vaso. Hizo una mueca.

—Algo así — repuso y se rio. — Nos veremos mañana, aunque no es nada oficial. Me tomó un tiempo, hablamos y quedamos en vernos, en público. —me dijo haciendo una mueca, de nuevo.

Moví la cabeza curiosa

— ¿No quiere nada serio? — pregunté, y corte otro trozo de lasaña

Mastiqué esperando su respuesta y él se movió incómodo en su silla. Había poca gente en el restaurante, porque no había tanto ruido.

Will suspiró y bajó sus cubiertos.

—Los dos queremos vernos —respondió con suspiró. — Nos conocimos por una aplicación de citas, y empezamos a conversar hace un tiempo. Tenemos cosas en común, pero vive en la ciudad de West Haven, así que le tomará unos horas llegar hasta aquí. Aun así viene mañana y se va a quedar el fin de semana — me explicó, con ligera timidez.

Me miró y se encogió en hombros, pero lo conocí bien. Will parecía incómodo por algo, no me estaba contando todo. Aun así, me alegraba de que mi amigo tuviera una cita, sabía que los muchachos habían tenido algunas citas, con algunas chicas del pueblo, ninguno tenía nada serio, excepto Lucas. Me sentía feliz por Will. Comimos un poco más, y pregunté:

— ¿Y te gusta? ¿Quiero decir que cómo es? ¿Su forma de ser? — le pregunté. — Además, ¿qué le gusta hacer? ¿Estudia o trabaja?

Will se mordió los labios.

—Sí, nos gusta la misma música. Y varias películas, todavía está en la universidad y estudia para ser chef profesional. Ama la cocina — dijo con una sonrisa— Tal vez le guste a Joel. Joel adoro cocinar, Liz. — se rio

Sonreí.

— Eso es muy bueno —comenté animada. — Tal vez hagamos equipos los cuatros. Tú, Joel, tu chica y yo. Es grandioso tener más chicas alrededor, especialmente yo. Espero poder conocerla y....

—Liz — me irrumpió Will nervioso. — Yo nunca mencioné que fuera una chica. Tal vez él le caídas bien — se rio

¿Él?— repetí. — ¿Quieres decir...?— empecé a hablar y me calle. Lo miré y me sonrió. — ¡Oh, vaya!

Will se rio nervioso. Y yo duré un momento a procesar todo. Su forma, de hablar, de actuar, sus gestos y hasta su ropa, en el pasado. Y ahora, en el presente, el cambio de cabello y las compras nuevas/viejas de ropa. Me lamí los labios y de una vez solté, avergonzada:

— ¿Eres gay?

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