MATEO
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— ¿No vas a decir nada? — desvía la mirada de la carretera y la posa en mi.
— Te pediría una explicación pero ya me la imagino.
— Mateo, yo... Lo hice por tu bien.
Me rio amargamente mientras niego con la cabeza.
— No sabes lo mal que he estado estas semanas, conseguiste separar de mi a la única persona que me hacía bien, ¿y todo para qué? — reflexiono la respuesta ante su silencio. — En el fondo fue culpa mía, por no confiar en ella y guiarme en experiencias pasadas... No todas son iguales Angie, y eso lo descubrí gracias a Dafne.
Miro por la ventanilla al terminar el discurso, realmente no estoy enfadado con ella sino conmigo mismo.
Escucho como sorbe por la nariz y la miro, está llorando.
— Para el coche, no puedes conducir así.
Me hace caso y aparca en un lugar libre.
— Lo siento mucho Teo... Cuando te conocí los sentimientos hacia ti no tardaron en aparecer y esperé a que te dieras cuenta pero nunca lo hiciste... Entonces vi la oportunidad cuando fuimos a España y después de difundir las fotos pensé en que te fijarías en mi... — sonríe entre lágrimas. — ¿Qué ingenua, verdad?
Frunzo el ceño, ¿que sentimientos?
— Me gustas mucho Mateo — dice, contestando así a mi pregunta.
Se me viene a la mente lo que me dijo Daf: es evidente que siente algo por ti.
— No hace falta que digas nada... Solo espero que puedas perdonarme.
— No tengo nada que perdonarte, puedes estar tranquila — me bajo del carro.
— ¿A dónde vas?
— A solucionar cosas pendientes.
Parece que entiende lo que quiero decir así que se despide y me pide que me cuide, luego arranca de nuevo y la pierdo de vista.
Mientras empiezo a andar reflexiono en lo que tengo que decir y llego a la conclusión de que lo mejor es improvisar.
Quince minutos después llego a mi destino y toco a la puerta.
— Mateo, pasa.
— Señor Villa, un gusto verle — entro en la casa.
— Lo mismo digo. Supongo que estarás buscando a Daf, ¿no? — asiento. — Aún no ha llegado, estará en la casa de Valentín.
— ¿Le importa si la espero aquí? Debemos hablar de algo importante.
— Claro ponte cómodo, yo estaré en la habitación — camina por el pasillo y al final de este se gira. — Intentad arreglarlo de una vez por todas.
— Lo haremos — o eso espero.
El padre cierra la puerta de su cuarto y yo me tomo la confianza de subir al de Dafne.
Nada más abrir la puerta su aroma me invade e inconscientemente aspiro un largo rato, luego me adentro y me paro en el tablón que tiene en la pared.
Antes la mayor parte estaba llena de fotos nuestras, pero ahora reinan imágenes con los otros integrantes del grupo.
— ¿Mateo? — me giro. — ¿Qué haces aquí?
— Te estaba esperando — mis ojos viajan de su cara a su mano derecha. — ¿Es grave? — me acerco a ella.
Dafne se mira el vendaje y niega con la cabeza.
— ¿Qué querías? — se cruza de brazos.
— Terminar esa conversación que nunca acabamos.
— Bien — me mira.
Agarro su mano izquierda y la arrastro hasta la cama para tomar asiento.
— No sé como empezar... — debí haberme preparado esto.
— Di lo que tengas en mente — me anima.
— Estás preciosa y me muero por besar esos labios.
Observo como abre los ojos exageradamente y me rio.
— ¿Para eso has venido?
— No exactamente. He hablado con Angie, me lo ha contado todo y no sé... Quiero que me perdones y que todo vuelva a ser como antes — me toco las manos nervioso al ver que no habla. — Di algo.
— ¿Por qué has tardado tanto? — se muerde el labio para luego lanzarse a mis brazos.
Me pilla desprevenido pero la abrazo fuerte y cuando sus labios buscan los míos me dejo embarcar en un beso que llevaba necesitando semanas.
Sus manos rozan mi nuca y yo poso las mías en su cadera pegándola más a mi.
— Te amo — susurro cerca de su boca y ella sonríe.
Estoy seguro que no hay nada más satisfactorio que eso.