High School Pyrex ✓

By OdysseyRamirez

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Saga #School 1 High School Pyrex. Instituto para varones. Un reformatorio. ¿Entonces que hace una chica ahí m... More

High School Pyrex
Advertencia
1. Decisiones precipitadas
2. Instituto Pyrex
3. Nueva estudiante
4. Tratos propuestos
5. Viejos deseos
6. Desastrosa escapada
7. Fumador nocturno
8. Paradas silenciosas
9. Peculiar reconciliación
10. Curiosa preferencia
11. Cumpliendo deseos
12. Noches playeras
13. Típica realidad
14. Preparatoria Orange
15. Cruda verdad
Ares
16. Exasperante desigualdad
17. Amor juvenil
18. Tormentosa interrupción
19. Regreso Bailey
20. Tinta negra
21. Deformada A
22. Halloween colorido
23. Obra interminable
24. Touchdown problemático
25. Extraña soledad
26. Esa constelación
27. Libreta materna
28. Intensa competitividad
29. ¿Te quedarías?
Agradecimientos

Ares

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By OdysseyRamirez











— ¡Con un demonio, Ares! —Ruedo los ojos tan pronto Marco lanza el grito por la casa — ¡Explícate!

Había estado en un viaje cortísimo a Washington que le impidió estar en el juego de ante ayer, y también estar en la casa ayer. Por ende, no sabía nada de los golpes en mi cara y mi labio partido; ahora que volvió lo primero que pidió fue verme llevándose la impresión de que estoy golpeado.

Me gustaba quedarme viendo a mi padre. Observar las diferencias entre ambos, sucumbir en que mi padre tiene los ojos azules y yo ambarinos. Que su mandíbula al igual que la mía es cuadrada y su nariz es más perfilada que la mía.

Sin embargo, igual que la quijada, tiene esa misma expresión furiosa que yo. Según cuenta mi madre, cuando conoció a Marco en esa época que estudiaba en una universidad de Londres observó muchas asperezas de él y tíos que fastidiaban a mi madre por ser española y nueva.

A veces me refuto que Marco y yo pese a las diferencias físicas somos drásticamente similares.

— ¡¿Me dirás o qué?! ¡Habla, Ares!

Lanzo a la mesa el libro que estaba leyendo antes de que mi padre se me acercara.

— ¿Quién te hizo esto?

Encojo los hombros.

—Fue una gilipollez. —Excuso, seco. Marco toma asiento frente a mí, la inescrutable mirada azul que me dedica es así, inteligible.

— ¿Por qué te metiste en una pelea? Pensé que habíamos hablado de eso, ya te dejé en claro que no estoy criando un animal, sino un muchacho, pero aún así te metes en problemas.

—El último problema que te di fue hace tiempo.

—Volvió —refuta —. Ya hablamos de eso Ares. Aún hay muchos reformatorios en el mundo, ¿quieres volver a otro?

Lo miro.

—Ya tengo dieciocho años, aquí soy mayor de edad, no puedes meterme en otro reformatorio.

—Mientras vivas bajo mi techo sigues acatando mis normas, Ares —su tono desciende hasta volverse duro, de riña.

Me guardo las palabras volviendo la mirada al libro cerrado sobre la mesa. Marco pone una mano sobre el libro llevándose mi atención.

—Me preocupas.

—No quiero seguir hablando de esto —digo, cansado —. Déjame irme.

—Aún no terminamos de hablar, Ares —espeta, levantándose de la silla. Me pasa el libro con una mueca —. En unas horas recogeré a tu madre en el aeropuerto, por favor no te pierdas.

Asiento como única respuesta.

Marco gira sobre sus talones alejándose de mí. La manera con la que camina dice tan claramente lo agotado que está, pero, no me importa. Ahora mismo deseo ver a una americana que no hace más que darme dulces dolores de cabeza.

Salgo de la casa en cuanto tengo las llaves del coche en la mano; sin embargo, apenas cierro la puerta de la casa detrás de mí encuentro a Robin. Mi primera reacción es impresión, luego confusión. Ninguna de ellas me niega el acercarme a Robin.

—Acabo de venir de la casa de Ava —arqueo una ceja —. No le hice nada malo a tu novia.

—No es mi novia.

Chasquea los dientes.

—Parecen... En fin, vine a que me lleves a comer.

Entorno los ojos, añadiendo —: ¿Me ves acaso como tu chófer? Voy de salida y no precisamente a comer.

— ¿Vas a donde Ava? —Afirmo con la nariz —Estaba con una chica, bajita, callada, nada de nuestro tipo.

— ¿Viste a Conan, ya? —Cambiar el tema parece lo mejor en estos momentos; Robin hace una gesto con la mano.

—Ya vi al idiota ese, tiene complejo de narciso, coqueto y molesto —tuerce la boca — ¡Pero! Eso no quieta el hecho de que me llevará a comer cuando se lo pida.

—Hazlo ahora —sugiero —, porque no hoy a hacerlo yo.

Robin rueda los ojos al cielo.

Finalmente llego al coche abriendo la puerta del piloto.

— ¿Qué vas hacer en casa de Ava? —Escucho a Robin. Su mano está sobre la puerta impidiéndome abrirla.

—No te pongas pesado.

—Solo quiero cerciorarme.

— ¿Por quién me das? Me siento ofendido.

El castaño separa la mano de la puerta.

—Deberías hablar con el chico que te golpeó. Limar asperezas. —Casi me rio en la cara de Robin a no ser porque en parte tiene razón, pero he sido tan temperamental desde el problema con mi última relación que el raciocinio no me da como para ir donde Max y disculparme con él.

En una parte de mí algo grita que vaya a hacerlo, fue la única y primera persona en ese instituto que habló conmigo, debería considerar que me ayudó y quiso como un hermano.

Sin embargo, la otra parte, la malhumorada e indiferente simplemente no quiere disculparse por algo que pasó tiempo atrás, y que, ya de por sí debería estar en el olvido.

A veces, simplemente no estamos de acuerdo con nosotros mismos. O con la situación que nos presenta haciendo que no queramos buscarle la vuelta.

—No tengo de qué disculparme. De ser así lo haría con Ava por haberle hecho esas cosas en Pyrex.

—Yo lo digo porque según contaste, Max fue un gran amigo contigo. Así como lo somos Conan y yo.

—Me voy —acoto abriendo la puerta del coche.

—Ares, escucha lo que te digo, ¡es mejor tener un amigo que una no...!

Lo que dice se queda en el aire en cuanto cierro la puerta.

Me aterra escuchar o asimilar lo que trató de decirme. Enciendo el coche con el destino trazado, he ido varias veces por lo que ya me grabé el trayecto a la casa de la americana.

Robin toca la ventanilla de la puerta, me dice que lo lleve a comer, cosa que, me hace reír al igual que él. En el instante que se separa puedo arrancar el auto metiéndome a la calle, por el retrovisor lo veo tomar una ruta diferente a la de mi casa. Vuelvo la vista al frente cambiando la velocidad del coche.



















Estaciono frente la casa de Ava enviándole un mensaje que le anuncia mi presencia. No me sorprende ver a la americana salir cinco minutos después de la casa dando saltitos tal niña pequeña y vistiendo un vestido veraniego de flores. Quito el seguro de las puertas antes de que abra la del copiloto.

Adentro del carro me sonríe con total felicidad.

—Hola, nena.

Me da en respuesta un beso corto.

— ¿Vas a pasar?

— ¿Tu padre sabe que estoy aquí?

—Mi papá está en el trabajo pero sí.

— ¿Cómo estuvo tu día en Pyrex? Ni siquiera te vi hoy en la mañana —recuesto la espalda contra el mueble mirándola dubitativo.

—No fui hoy a la escuela —explica tomando mi misma posición —. Estuve en el hospital toda la mañana, Stephen también estuvo ahí, me acompañó.

Vale —el tono me sale filoso y me aterra que piense mucho en como hablé.

— ¿Qué? ¿Estás celoso?

—Para nada —opto decir. Afirmar que estoy celoso le daría un poder en mí que no me apetece darle, la puedo querer mucho pero hay cosas que simplemente es mejor guardármelas.

—Claro que estás celoso.

A veces odio su tenacidad.

Le sonrío, diciendo —: No, no estoy celoso. Si lo estuviera sería una bestia. —El gesto que esboza es tan chistoso que me flaquea ala sonrisa —. En serio, te estaría echando sobre mi hombro cual cavernícola y te llevaría lejos solo por mi bien propio, no por el tuyo —arquea las cejas con los ojo entornados — ¡No pongas esa cara! —Exclamo al grado de soltar una carcajada.

— ¿Qué? ¿Por qué? ¿Te da risa? —Se me acerca dándome un beso en el cachete, y, cuando quiero atraparle la cara y besarla tanto como me gusta hacerlo la veo escaparse, irse del coche en dirección a su casa. La carcajada abandona mi boca pero no me hace detenerme cuando apago el auto, los abandono y cierro con el botón del control.

Me tengo que ver ridículo, mas, la sensación calurosa, abrasadora, que se instala en mi pecho cuando voy tras Ava por el patio delantero al trasero en cuestión de segundos. Las sillas playeras que usamos la otra vez siguen ahí además de que en el árbol en una de las esquinas del patio colgaron un columpio.

No me hace falta saber que eso tiene el nombre de Robin escrito. Ese castaño sabe cómo avivar la diversión en una casa.

Ava corre, escondiéndose de mí. Detrás del árbol, en las sillas, jamás entra a la casa; sin embargo cuando lo va hacer consigo cogerla de la cintura apretándola contra mí.

Acerco mi boca a su oreja.

— ¿A dónde creías ir?

La risita que suelta es silenciosa, infantil. Se gira entre mis brazos enroscando los suyos sobre mis hombros.

— ¿Cómo ha estado tu madre?

Me contó que la señora está fuera de peligro, como la otra vez, pero que aún así sigue en observación, y, en una situación inestable. Me ha dicho que acepta el hecho de que si su madre muere no podrá hacer nada para salvarla, que, muy así pesar, tiene que aprender a vivir sin su madre.

Bien. —Los ojos los tiene puestos en la cadena de mi cuello, le tomo gentilmente la mandíbula casi obligando que me vea —. Por favor, no empieces...

En respuesta beso sus labios. Están deliciosamente esponjosos. Besarla es una de mis cosas favoritas al igual que perderme en su mirada color café, o hacerle cariños en el cabello. Miento si digo que quiero conocerla completamente, desde la punta de los dedos de sus pies hasta su cabello castaño oscuro. Querer fundirme con ella o contar todos los lunares de su cuerpo. Simplemente, muero por tenerla.

—No haré cosas que te incomoden —digo, sin pensar. Vuelvo a besar sus labios, esta vez, más lento y profundo.

Mi lengua encuentra la suya: tímida y torpe en el beso. Le sonrío para tranquilizarla, sé que aún no sabe besar, me esmero en no besarla tanto rudamente como me gustaría cada vez que sus labios tocan los míos. Enredo los dedos en su cabello atrayéndola a mí un poco más. Su abdomen blando toca el mío duro, la respiración se le entrecorta cuando me separo mordiéndole el labio inferior.

— ¿Estás lista para esta noche? —Asiente, mordiéndose el labio inferior; el gesto me provoca una sensación invasiva en la boca del estómago —Te voy a extrañar tanto.

—Ahora exageras —musita con la voz queda.

—Miénteme si quieres diciéndome que no vas a extrañarme, sé que las cosas son diferentes, Ava.

Ares...

—Anda, miénteme —desafío con la boca llena del agridulce sabor al reto —, dime qué no me vas a extrañar. Vamos, Ava, dímelo.

Guarda silencio mirándome a los ojos. Ese tono tan oscuro y claro al mismo tiempo haciendo el peor de los estragos en mí.

Con el aliento perdido pasa saliva gruesamente por su garganta.

—Te extrañaré como no tienes idea —se sincera con voz temblorosa.

Anclo las manos a sus caderas empujándola con suavidad hasta la pared más cercana, me estrecho contra ella sacándole un dulce jadeo impresionado. Beso sus labios con agresividad, apuro... Parezco un estúpido crío urgido pero nada de eso me importa cuando sus manos pasan por mi cuello, una de ellas, trazando una línea en el tatuaje de la golondrina.

La otra se hace puño sobre mi cabello.

Entrometo mi pierna entre las suyas.

que debo detenerme. que la estoy empujando a ese mundo. que si lo hago algo al respecto destruiré la inocencia de Ava.

Así pues, me separo de ella, la pierna, el beso, las manos. La dejo libre de mí temiendo de mí mismo, mas, dándome una palmada en el hombro por el autocontrol.

Se pasa la lengua por los labios sutil y discretamente. Me sonríe con complicidad antes de hacer un gesto en dirección a la casa para que entremos. La sigo cuando estamos en el interior de la estancia, Tolo asiento en uno de los sofás de la sala pasándome una mano por el cabello.

Estoy acalorado y quiero darme una cachetada de realidad.

Ava dice que va a traer algo de tomar, no demorará, mientras debería ponerme más cómodo. No sé cómo haré pero, me hundo en el sofá pensando en lo que hicimos en el patio.

Aprender a controlar esos impulsos primitivos fue una de las primeras cosas que se me dificultó hacer. A veces, ni siquiera podía respirar por lo agitado que me ponía la situación. Muchas chicas se asustaron de mí.

Ava vuelve a la sala con un vaso de vidrio lleno de algún líquido rojo. Explica que es un cóctel de frutas, o así decía en el envase de jugo.

De momento, me gustaría tomarme algo más fuerte que este ponche. Aunque termino aceptándolo y tomándomelo hasta la última gota.

— ¿A qué hora debo estar en tu casa?

—Hablamos de que vendría a buscarte.

—No quiero molestarte.

—Ava, no me molesta venir a buscarte, más bien, es un placer para mí —encojo los hombros, dejando el vaso en la mesita de centro —. Dime, ¿cómo te vas a vestir? Muero por saber cómo irás.

—El vestido lo eligió Phoebe. Papá me dio dinero y lo compramos ayer en la tarde luego de la escuela. —Doy un asentimiento, mi celo fruncido le hace decir rápidamente —: No es nada chillón ni estrambótico si es lo que piensas.

—No estaba pensando eso —miento. Tuve la imagen de Ava vistiendo un vestido rosado chillón, a veces no me soporto —. Entonces, ¿qué te pondrás?

—La única pista es esa, no es nada extravagante —ruedo los ojos al cielo —. Sabes como soy.

—Esto me recuerda tanto al disfraz de Halloween.

—Solo te diré, que te va a gustar el vestido.

—Vale, no mas preguntas de momento. —Divago, mirando la sala — ¿Ese columpio lo colocó Robin?

—Sí. ¿Cómo lo supiste? —La veo, su rostro muestra duda y me resulta bastante entretenida.

—Tengo métodos. —Alardeo.

—Robin te dijo.

Chasqueo la lengua. Ava se ríe de mí. Al final, termino con ella abrazándola.

— ¿Tengo algo más que saber de esa reunión?

—Mi madre estará en ella, está loca por conocerte. En cambio Marco le gustará conocer a la muchacha que no hace más que distraerme de nuestras conversaciones en casa —se ríe en silencio —. No te preocupes, mis padres no son monstruos.

—Está bien.

—Solo no menciones que estuviste en Pyrex. Marco tiene una impresión muy alta y fuerte de ese reformatorio, también es amigo de Lucas y Ed, no está enterado de lo que sucedió contigo y el Instituto, por eso te digo que no le menciones ese tema en particular —Ava me mira con decisión, asiente con suavidad volviendo a acomodarse en mi hombro y pecho.

—Anotado —bosteza — ¿Tú como te vestirás?

— ¿Con qué moral me preguntas eso? —Los dos soltamos una risotada que cesa cuando Ava muestra una mueca —, ¿qué pasa?

—Pensé en Max —dice —, no hemos hablado, ni siquiera un poco, tampoco me dirige la mirada. Ya está empezando a asustarme. ¿Cómo es en el campo?

—Parece que quiere lanzarme todo lo wue se le interponga a la cabeza —manifiesto —, realmente me tiene rencor.

—Quiero arreglar las cosas.

—Lo sé.

—Temo que no volvamos a hablar por un problema que sucedió en el pasado... ¿Tú no has querido hablar con él?

—Bennett nos prohibió interactuar en el campo, en los pasillos apenas y nos vemos. No contaba que Max es tan rencoroso.

—Lo es, demasiado si quiero ser totalmente sincera.

Aprieto los labios.

—Ya se le pasará —aseguro, muy a lo contrario no me lo creo ni yo mismo —. Estoy seguro que volverá a hablarte, mientras lo haga contigo yo estaré tranquilo —Ava asiente, sin embargo, sé que no está nada convencida.

— ¿Quieres algo de comer?

—Te ayudo —ríe por la nariz cuando se lo presento. Nos levantamos del sofá yendo en dirección a la cocina.

El resto de la hora se me va con Ava haciendo galletas que se le queman y la llegada de sus abuelos paternos a la casa. El señor Parker me acapara para él obligándome a ver las tres películas de John Wick seguidas y sin pausas. Termino siendo fan de esas películas y espero la cuarta con ansias de que la saquen algún día.






















— ¡Te he extrañado tanto, bombón! —Frunzo el ceño mas, no me niego el sonreír enternecido cuando mi adorable madre me aprieta contra ella y su cuerpo.

Luego de que tuviera una pelea con Marco gracias a los moretones en mi cara se las arregló demasiado bien para abrazarme y chillarme en el oído.

—Me haces tanta falta allá en casa —dice, haciendo un puchero —. Pero te voy a tener allá unas dos semanas enteras por lo que no me preocupo mucho.

—Aprovecha cada segundos conmigo, conociendo a Marco me tendrá con él para sus campañas, negocios y sesiones de fotos —ruedo los ojos de solo pensarlo.

—Nos pondremos a ver esas series que tanto nos gustan —me guiña un ojo con complicidad —. Entonces, ¿tengo que empezar a vestirme?

—Más tarde, Alice —asevera Marco. Me veo con mamá, hace tiempo no le decía Alice a mamá —. Instálate, ponte cómoda, después empezaremos la reunión.

—Vale —dice ella.

—Yo no estaré por unos minutos, iré a por mi chica —mamá me codea con una malicia juguetona en sus ojos, me rio de su ocurrencia.

—Extrañaba verte sonreír, bombón —para darle el gusto le sonrío —. Hablando de chicas; tienes que presentarmela.

—Lo haré, tengan paciencia.

—Por lo que me ha dicho es bonita —miro a Marco que se dirige a mamá —, agradable también.

— ¿No es como...? Tú ya sabes quién —mamá hace un gesto hastiado. Recordar a Bárbara es tedioso para nosotros tres, hasta Marco arruga la cara cuando mamá dice aquello.

—Es mucho mejor, exageradamente mejor —asevero con tacto.

Unas chicas que están arreglando la casa para la reunión pasan junto a nosotros con unos arreglos florales.

— ¿Quieren ir a comer? —Me rugen las tripas cuando Marco dice eso. Mamá asiente agradecida, yo los acompaño porque no desperdicio que Marco gaste dinero en alguien que no sea él, y menos cuando se trata de comida.


Las siguientes horas de mi vida me las paso con mi madre hasta el momento que los toca arreglarnos para la condenada reunión esa. Puros viejos estirados y personas que no me apetece conocer van a acaparar mi noche, si puedo, me voy a escabullir con Ava y pasarla mejor de lo que me gustaría.

Paso las manos por mi cabello mojado, es un desastre como todos los días, solo que están vez está húmedo. Llevo la camisa negra del traje con los primeros tres botones deshechos, la chaqueta ya la tengo puesta y tengo que llevar pajarita. Estoy atrasado gracias a que me quedé hablando con Ava por una llamada. Estaba diciéndome algo de la hora de llegada, no le presté mucha atención, estaba concentrado en buscar la pajarita —entre todo el desorden— que tengo en mi habitación.

Al baño entra mi madre, así, sin tocar. Ya me acostumbré a sus intromisiones sin previo aviso de anticipación.

Me gusta al instante como viene vestida con ese vestido plateado que se ajusta a su figura ni tan delgada ni tan robusta. Ya está delicadamente maquillada, su cabello solo lo dejó suelto. Tengo rasgos suyos pero saqué la cara de Marco.

—Que guapetón te ves, bombón —me halaga, el acento remarcando cada sílaba —, sin mencionar tu cabello y la camisa.

—Ayúdame —pido, amable. Mi madre se me acerca arreglándome la camisa, la chaqueta y el cuello de ambas. La pajarita la toma entre sus manos, me ve a mí y luego el moño ese. Me contengo en reírme cuando lanza la pajarita por encima de su hombro.

—Tú, te ves maravilloso, te pongo ese moño en el cuello y te vas a parecer a tu tío Francisco a sus ochos años de edad —niego con un movimiento suave de mi cabeza. Mamá me pasa las manos por el cabello arreglando el desastre, cuando me pide que me vea al espejo me llevo una mejor impresión —. Mírate, pareces todo un hombre.

—Soy un hombre —esgrimo mirándola de reojo.

—Eres un hombre, y mi bomboncito —comienza a darme besos en el cachete.

— ¡Mujer! ¡Me manchas de labial! —Me quejo entre risas.

— ¡Cállate que tu arruinas muchos labiales, Ares! —Se ríe conmigo.

Finalmente cuando termina esa ronda de besos maternos me vuelve a arreglar. Así pues bajamos a la sala donde ya hay gente y hay música ligera ambientando la estancia. Marco viene con un esmoquin blanco y pajarita negra.

—No estamos en un velorio —espeta en mi dirección — ¿Y el traje azul?

—No —sacudo la cabeza —, era esto o me venía en mis fachas —Marco lo considera aceptando el traje que traigo puesto.

—Admito que te ves bien. Me conformo —ve por encima de su hombro —. ¿Alice? —Mamá le acepta el brazo — ¿Irás por la niña? —Asiento —, No tardes, Ares.

—Volveré rápido —tranquilizo dándole un beso a mamá en la mejilla.

Me salgo de la casa después de saludar a unos amigos de Marco.

En el auto la emoción no cabe dentro de mí, tanto que, tengo que quitarme los primeros botones de la camisa para calmar la quemazón dentro de mí. Acelero en busca de Ava, las manos me sudan, el pulso se me dispara detrás de las orejas.

Estoy tan jodidamente emocionado que no puedo mantener mis comisuras abajo hasta que llego a la casa de Ava.

El auto del señor Parker está en el garaje, las luces de la casa están encendidas. Me tranquilizo, me digo que no pierda la calma pues la euforia es tan insoportable que me quita el aliento.

Bajo del carro aproximándose a la entrada de la casa. Toco dos veces la puerta siendo recibido por Jeremy.

—Buenas noches, señor Parker —saludo, educado —, ¿se encuentra Ava?

— ¿Vienes a llevarla al baile de invierno o...?

— ¡Jeremy! —Phoebe aparece de la nada, el papá de Ava hace un gesto perezoso dejándome entrar —Hola, Ares.

—Phoebe —mascullo.

— ¡Ava, tu príncipe de las tinieblas está aquí! —Phoebe lo regaña con la mirada —, ¿cómo estás, muchacho?

—Bien, señor Parker, ¿usted?

—Hoy juega mi equipo favorito, estoy excelente...

— ¿Por qué príncipe de las tinieblas? —La vocecilla de Ava llena la sala cortando las palabras de su padre. Phoebe hace una pequeña onda de aplausos cuando ve las escaleras, Jeremy también ve las escaleras con una expresión sorprendida.

Por ende, yo también miró las escaleras.

Phoebe chilla.

Ava baja agarrando la baranda de las escaleras con una elegancia y gracias que no me cansaría de ver, mucho menos el vestido que trae puesto.

Es satén, o terciopelo, o cualquiera otra tela que sea extremadamente suave y se pueda ajustar a las curvas de su cuerpo. Su color negro me fascina de inmediato, también la forma en la que las otras finas me dan una vista perfecta y panorámica de sus clavículas y senos. El collar que trae es una cadena delgada de color oro con un dije de mariposa. Mis ojos van desde el busto hasta el ajustado de la cintura y el acabado de las piernas.

El vestido no le cubre las rodillas; es tan escandalosamente corto que es maravilloso. Muestra y oculta lo justo y necesario.

Estoy encantado. Hechizado. Salivando por ella.

Hasta lo siento en la presión de mis pantalones. Me regaño, parezco un crío.

No tiene más allá que un labial color nude y las pestañas rizadas, el sonrojo es natural, y su cabello normalmente en ondas o rulos lo tiene planchado al igual que brillante.

Parece la más oscura de mis fantasías y al mismo tiempo el mejor de mis sueños.

Si digo que es un ángel me quedo corto, Ava parece una religión a la que quiero rendirle culto de rodillas todos las noches.

Termina de bajar los escalones con esos tacones bajos y apropiados para el vestido.

—Los dejaremos solos —Phoebe se lleva a rastras al señor Parker dejándome en completa soledad con su hija.

Quizás Ava no lo sepa pero ese jodido vestido está acabando con mi cordura.

Me sonríe con inocencia y nervios.

— ¿Qué tal estoy?

— ¿Mi total opinión? —Asiente segura —Te ves como la mejor perdición en la que nunca he deseado más que someterme.

Una risita incrédula se le escapa.

— ¿Tan bien me veo?

Me le acerco tomando la de la cintura. Cercioro que el vestido es de terciopelo, otra cachetada para mí fascinación. Junto mi frente con la suya, ella cierra los ojos mas lo borra su sonrisa.

—No hay palabras para decirte lo jodidamente hermosa que estás, nena. —Me da un beso corto —. Simplemente, eres perfecta.

—No exage...

—Ava, si te digo que eres perfecta es por lo eres, ¿qué gano mintiendo? Eres maravillosamente perfecta, tan bonita como una noche estrellada a la que no me cansaría de ver.

















*Bailecito de actualización, asies*

Vine con Ares porque extrañaba escribir desde la perspectiva de Ares c:

¡Bueno! Aquí tienen está el hermoso capítulo, puse a Ava bella y poderosa, me emociona que lean el 26 7u7

¡Gracias por todo su apoyo!
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¡Nos vemos la próxima actualizacioooooón!

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